24 març 2006
El company Xavier Fernández va realitzar una entrevista en el Robert que es va publicar el divendres 24 de març del 2006 en el “Diari de Tarragona”.
‘El corazón me dice que el alto el fuego es verdad, la cabeza me pide tranquilidad’
El 19 de junio de 1987, Robert Manrique acudió a su puesto de trabajo como carnicero en el Hipercor de Barcelona. Una bomba de ETA cambió su vida. Hubo 21 muertos. Él quedó herido. Durante años fue el representante de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Catalunya, pero la excesiva politización de la entidad le llevó a crear otra. Ahora es el vicepresidente de la Associació Catalana de Víctimes d’Organitzacions Terroristes.
Pregunta: ¿Qué opina del alto el fuego?
Respuesta: No me coge de nuevas. El corazón me dice que es de verdad, que va en serio. Que se va a arreglar. Pero la cabeza me pide prudencia, tranquilidad.
Que esta gente lleva cuarenta años matando y no van a dejar el negocio así como así.
P: Ya hubo una tregua en 1998.
R: Hay dos diferencias abismales. El año 1998, ETA estaba mucho más fuerte. Ahora tienen cuatro xitxarel·los en reserva. Muy fanatizados, procedentes de la kale borroka, pero sin experiencia. En 1998 tenían etarras históricos. Además hay otro detalle primordial.
P: Los atentados del 11-M.
R: ETA sabe que ha perdido todo el protagonismo. Los estrategas de ETA, que pueden ser también los de Batasuna, se han dado cuenta de que España no permitiría un solo muerto más a manos de ETA. Que no pueden matar más. ¿Sabe usted qué me decía Pilar Manjón [presidenta de la asociación de víctimas del atentado del 11 de Marzo de 2003] esta mañana [ayer para el lector]?
P: ¿Qué?
R: Que si los atentados de Madrid han servido para que ETA se replantee su estrategia, al menos eso se ha ganado.
P: ¿Ahora toca dialogar?
R: Nosotros no defendemos ninguna línea política. Por eso nos desvinculamos de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Está claro que el Gobierno tiene el permiso del Parlamento para hablar. Pero nosotros pedimos dos cuestiones previas.
P: ¿Cuáles?
R: Que antes del diálogo, ETA abandone definitivamente las armas. Y que los terroristas no salgan a la calle. O cumplimos todos la ley o no la cumple nadie.
P: Una de las condiciones para la paz puede ser indultar a los presos.
R: La Ley del indulto es del siglo XIX. Además sólo permite indultar a los delincuentes con un solo delito. El 99 por ciento de terroristas han cometido más de uno… No se les puede indultar. Que hablen de cualquier otra cosa.
P: ¿Por ejemplo?
R: Del acercamiento de presos a Euskadi o de que puedan recibir más visitas. Eso no nos importa. No nos molesta. Hay una gran diferencia con que salgan a la calle. El Estado no puede saltarse su propia ley.
P: ¿Cree que sería un agravio comparativo con otros presos?
R: Exacto. Los terroristas con 21 muertos que cometieron los crímenes antes de 1995, han salido a los 18 años. Los que tienen tres asesinatos después de ese año tienen que cumplir 30. Ya hemos soportado que algunos terroristas saliesen con condenas leves.
P: ¿Es posible que víctimas y terroristas se reconcilien?
R: Un ejemplo personal. Desde que resulté herido hace 18 años y medio en Hipercor, ninguno de los cuatro autores del atentado me ha llamado o me ha preguntado cómo estaba. Y menos me ha pedido perdón. ¿Reconciliación? Son los terroristas quienes no lo intentan. Imagínate el caso de que una víctima de ETA va a la puerta de la prisión y le dice al etarra ‘me caes bien. Te perdono’. ¿Sabes qué pasaría?
P: ¿Qué?
R: Que el terrorista diría ‘¡Quién coño te ha pedido que me perdones!’. Reconciliación es una palabra muy bonita. Pero ningún terrorista ha dado el primer paso.
P: ¿Pero usted perdonaría a los que atentaron en Hipercor?
R: No me lo he planteado nunca. Tengo olvidado el perdón. Tengo mucho trabajo en ayudar a las 600 víctimas de nuestra asociación para perder tiempo en pensar si les perdonaría o no. Yo fui una de las pocas víctimas que estuve en el juicio de Hipercor.
P: ¿Y?
R: La terrorista que colocó la bomba se pintaba las uñas mientras el fiscal leía los nombres de los muertos y heridos. Como si no le importara nada lo que había pasado.
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