19 febrero 2017
Designado por ETA como interlocutor para la resolución del
conflicto, David Pla ratifica que aquellos que se han comprometido en el
desarme «tienen la palabra» de esta organización para poder efectuarlo en el
plazo de tiempo más breve posible. En una entrevista concedida a GARA desde
prisión, destaca el papel de la sociedad civil, y emplaza a los agentes vascos,
con mención específica para las instituciones, y también a los internacionales
para ayudar en esa tarea. Además, David Pla anuncia para primavera el inicio de
un proceso de reflexión por parte del conjunto de la militancia de ETA.
«LO ÚNICO SEGURO ES LA FIRME DECISIÓN DE
ETA DE DESARMARSE LO ANTES POSIBLE, TIENEN SU PALABRA»
Lo ocurrido en Luhuso ha destapado una nueva
situación, según parece: el inicio del desarme. ¿Cómo se debe interpretar?
Antes de nada hay que decir que ha
sido la forma excepcional de responder a una situación excepcional. Hace cinco
años nadie podía imaginar que llegaríamos al desarme en semejantes condiciones.
Pero los estados han actuado en contra de la solución del conflicto en todos
los ámbitos, también en el desarme, que se supone debiera ser de su interés.
Han querido convertir la cuestión
de las armas en problema para ETA. Descartada la opción de la negociación, nos
querían incapacitar para cambiar totalmente de fase política y, mientras tanto,
mediante operaciones policiales y el discurso de siempre, han querido recrear
artificialmente el ciclo de la lucha armada, para frenar la potencialidad que
para propiciar cambios políticos y sociales tiene, en la lucha de liberación,
el camino emprendido con el cambio de ciclo.
¿Cómo
valora la aportación de la sociedad civil?
Ha sido determinante, pues ha
encontrado el modo de hacer frente al bloqueo. Prácticamente nadie se ha
atrevido a cuestionar su generosa aportación, y eso no es muy común, ya que, en
los últimos años, cuando ha llegado la hora de dar pasos, algunos se han
escondido tras las frases «no es suficiente» o «esperamos otra cosa».
Más allá del desarme, se podría
deducir que la sociedad civil se hace cargo de la agenda de soluciones, lo que
posibilita construir un nuevo esquema para la resolución. Un esquema de hondo
calado, al estar soportado en el protagonismo y el ímpetu de la sociedad.
La actuación del Gobierno español no deja margen para
la sorpresa. Se ha difundido que París podría tener otro talante, pero al final
los hechos ahí están. Después de Luhuso, ¿pueden esperarse cambios?
Hace años que se especula sobre una
hipotética voluntad de Francia pero, tal y como usted dice, los resultados
están ahí, en política penitenciaria, en represión... Lo ocurrido en Luhuso,
además, trae consigo un salto, puesto que han golpeado una iniciativa que
podría ser del interés de Francia.
Lo que está claro es que no podemos
permanecer a la espera. Que París cambie su política, y es fundamental que la
cambie, será consecuencia de lo que hagamos las fuerzas que estamos por la
resolución del conflicto. Hay que profundizar en ello.
La
reacción del Gobierno Urkullu ha sido contradictoria. Un detalle llama la
atención, cuando dice que ETA no quiso estudiar debidamente su propuesta. ¿Cómo
cabe interpretar la desconfianza entre ese Gobierno y ETA?
No es fácil entender lo que está
pasando, y resulta incluso frustrante. Nosotros hemos intentado una y otra vez
crear ámbitos de colaboración y hemos compartido con ellos nuestras
iniciativas. Porque sinceramente creemos que avanzar en la resolución del
conflicto y construir la paz es un desafío de Euskal Herria y que deberíamos
actuar como pueblo, las instituciones, los diversos agentes y la ciudadanía,
todos en la misma dirección. Pero Urkullu no está, no ha estado, en esa.
Luego está lo que corresponde a la
citada propuesta. No es cierto que ETA no la haya estudiado; la valoró y le dio
respuesta pública. Y lo hizo pese a que su lenguaje y sus malos modos no daban
demasiadas ganas. El problema es que la propuesta nació muerta. Porque no era
una propuesta para llegar a acuerdos y salir del bloqueo, sino un instrumento
inventado por el PNV para sacar ventaja política de la situación de bloqueo
impuesta por los estados, con el objetivo de desgastar la posición de ETA y la
izquierda abertzale. Porque el Gobierno Vasco creía que en el ámbito del
desarme no se producirían pasos relevantes, por las dificultades derivadas de
la actitud de los estados. Y su plan lo que buscaba era representar que la
culpa era de ETA. Así pensaban que podrían presentar a ETA como causante del
bloqueo, mientras ellos aparecerían como agentes activos. Eso sí, sin hacer ni
decir ni pío ante los ataques de los estados.
¿Pero qué ha pasado? Que la
iniciativa de Luhuso ha desbaratado sus intenciones, porque ha demostrado
claramente que ETA tiene voluntad de desarmarse y que los problemas que citaba
ETA para ello son reales. Y porque, por otra parte, ha demostrado que quien
tiene voluntad sincera para ayudar tiene cómo hacerlo. Por eso ha sido extemporánea
la reacción del Gobierno Vasco. En lugar de poner la atención en el momento
histórico y en el ataque de los estados, lo ha hecho en su propuesta,
presentando, además, la actitud de ETA como un desprecio. Increíble, cierto,
pero ese ha sido hasta la fecha el comportamiento de Urkullu.
¿El
Gobierno Urkullu se ha dirigido a ETA o a los interlocutores que se encuentran
en prisión?
No. En ocasiones, desde 2012, hemos
tenido noticias de sus opiniones y algún mensaje sí ha llegado. Pero siempre de
forma indirecta, mediante terceros y similares. Además, hemos llegado a la
conclusión de que, en esos casos, buscaba más incidir en esos terceros agentes
que abrir un diálogo constructivo con ETA. Por lo demás, ha preferido
obstinarse en interpelar mediante los medios de comunicación, más interesado en
ganar posición que en avanzar en la resolución de las consecuencias del
conflicto. En cambio, las cartas cruzadas entre la sociedad civil y ETA han
demostrado, sin tanta ostentación, que se pueden dar pasos si existen ganas y
voluntad para ello.
Por eso, quiero invitarles desde
aquí a que vengan. Aunque la relación hasta ahora haya sido conflictiva,
intentemos poner un nuevo punto de partida. Sería bueno para Euskal Herria y
ETA está dispuesta a intentarlo. Y si no quieren entablar relación directa con
ETA, si no quieren estar con esta interlocución, que lo hagan con el resto de
agentes que ya están actuando en favor de la paz para construir el liderazgo
compartido que necesita ese objetivo.
¿Tan
difícil es un trabajo en común de todos los agentes?
No debiera serlo, y en Lapurdi,
Nafarroa Beherea y Zuberoa están demostrando que es posible. Y así ha sido
porque ha habido por parte de todos voluntad política por anteponer el interés
común de la resolución y la paz. Yo no sé si eso será suficiente para mover las
posiciones del Estado, pero nos hemos fortalecido como comunidad y pueblo, y
somos más sanos en nuestros valores políticos y humanos. Y eso dejará huella
para construir el futuro juntos.
¿Por
qué eso mismo no ha sido posible en el resto de territorios?
Algunos utilizan el pasado como
coartada. Dicen que el diálogo y los acuerdos son más difíciles debido a que
las características de la confrontación han sido más duras. Pero también se
podría argumentar lo contrario, si es que se pueden establecer en la vivencia
de un pueblo esas fronteras físicas. Si la confrontación ha sido más dura, para
todos, tendríamos que tener mayor valor para superar sus consecuencias.
Yo, en cambio, creo que la clave
para entender lo que está sucediendo está relacionada con el futuro. La mayoría
de fuerzas políticas han abordado la nueva era con el esquema viejo del Pacto
de Ajuria Enea, desde su variante más sombría, además. Desde aquella división
de la sociedad impuesta por el relato de «demócratas y violentos», desde
aquella política de exclusión. Y lo han hecho así porque quieren levantar un
muro frente al independentismo de izquierda, para que su proyecto no pueda
avanzar. Porque han llegado a la conclusión de que, con el cambio de
estrategia, las oportunidades para ese proyecto político se han multiplicado.
Y el nuevo muro es el bloqueo en la
resolución. O, dicho de otro modo, el esquema de «vencedores y vencidos».
Algunas veces, rechazan directamente el diálogo y el acuerdo y, otra veces, los
hacen inviables, mediante condiciones que la izquierda abertzale no puede
asumir. De este modo pretenden ahogar la apuesta política de la izquierda
abertzale, dejándola anclada en el pasado y sin poder hacer frente a los nuevos
retos.
Así las cosas, la colaboración
entre todos resulta complicada. La cuestión está en que la sociedad vasca no
comulga tan fácil con semejantes cosas y ello puede condicionar la posición de
los partidos.
¿Qué
desarrollo puede tener la cuestión del desarme?
El punto de partida ya está
situado. La sociedad civil y ETA han acordado que queda en manos de los
primeros la responsabilidad del desarme, en cierta forma en la orientación que,
tras certificar el bloqueo de los estados, estaba dibujando el Foro Social.
Para realizar esa tarea, sin embargo, la sociedad civil necesitará apoyo, tanto
de los agentes internacionales como de los agentes vascos, y en concreto de las
instituciones y los representantes institucionales. Si los estados variasen de
posición, ese proceso sería más sencillo y seguro. Por desgracia, no podemos
esperar que eso ocurra.
Lo único seguro es la decisión
firme de ETA de desarmarse en el plazo de tiempo más breve posible. Aquellos
que ya se han comprometido para lograr ese objetivo tienen su palabra.
Ya
ha respondido en lo que atañe al Gobierno de Gasteiz, ¿pero algún otro agente
ha acudido a prisión para tratar sobre la solución a las consecuencias de
conflicto?
Estamos en contacto con el Foro
Social y estamos intentando poder mantener un encuentro cara a cara.
Solicitaron permiso para una visita y precisaron con claridad quiénes eran y
para qué querían esa visita. Pero, al parecer, el Estado francés no ve con
buenos ojos ese encuentro, pues el juez nos ha comunicado recientemente que, de
momento, no la concederá. En todo caso, seguiremos trabajando conjuntamente,
aunque para ello haya que utilizar otras vías.
Aun así, ETA es consciente de que
las relaciones directas con los interlocutores que se encuentran en prisión
tienen su complicación. Por eso, su dinámica de relación no se limita a ese
ámbito, como se ha podido ver en las comunicaciones publicadas en relación a la
iniciativa de Luhuso.
Lo ocurrido en Luhuso ha vuelto a
poner sobre la mesa la cuestión de la solución de las consecuencias del
conflicto. Entre ellas se encuentra la de los presos. En la entrevista de
finales de 2015 nos respondió que llevaba muy poco tiempo en prisión. Durante
este año, ¿qué es lo que ha visto?
En general, que los estados
mantienen el discurso y la línea de hace quince años. Mis vivencias no tienen
nada de especial, pero se me ha hecho curioso, por ejemplo, que los argumentos
que utilizan para prolongar la prisión provisional o para explicar por qué se
nos deben imponer medidas excepcionales de control parecen escritos hace dos
décadas. Los estados continúan con su lógica de guerra, como si nada hubiese
cambiado.
Eso sí, han adecuado la estrategia
a la nueva situación. En su día, el objetivo primordial era lograr el
arrepentimiento de los presos políticos vascos. Impulsaban todo aquello que
propiciara la ruptura del Colectivo, intentando representar desvinculación
respecto a la lucha, para perjudicar al movimiento de liberación. Con ese
objetivo endurecieron las condiciones carcelarias y pusieron en marcha la
dispersión, para que individualmente el chantaje fuese más eficaz. Después,
además, le agregaron la política de «pérdida de esperanza» y, agudizando la
legislación de excepción y utilizando las decisiones de los jueces, llevaron al
extremo el periodo de encarcelamiento.
No diría que han abandonado la
política de arrepentimiento, pero creo que ahora prima otro criterio: que no se
mueva nada, si no es para atrás. Combaten hasta el más mínimo avance, incluso
los meramente humanitarios. ¿Por qué? Fundamentalmente porque, en la nueva
situación, quieren utilizarnos como rehenes políticos, al objeto de condicionar
el desarrollo de nuestro proyecto político y el futuro de Euskal Herria. Son
conscientes, además, de que la sociedad vasca se identifica con una lógica de
solución, por lo que cada paso que se diera se interpretaría como precedente
para el siguiente, hasta completar toda la secuencia de la resolución. Por otra
parte, quieren provocar desesperanza con el objetivo de alimentar dudas en el
seno de la izquierda abertzale y, en la medida de lo posible, provocar
división.
Así, se han parapetado tras el
andamiaje jurídico de excepción construido en la fase anterior. Y, además de no
progresar, dificultan enormemente la mínima solución a cada situación concreta.
El ejemplo más evidente, y doloroso, es la crueldad de la que hacen gala con
nuestros compañeros enfermos.
¿De
qué forma valora el debate de EPPK y la propuesta que se ha realizado para el
mismo?
Es un debate importante y, entre
otras cosas, creo que pretende hacerle frente a la situación descrita. En la
fase anterior la resistencia ha caracterizado al Colectivo. Si el enemigo
pretendía hacer chantaje a los presos para perjudicar a la lucha de liberación,
el Colectivo, por encima de todos los ataques, fijó como objetivo resistir
firmemente. Por ejemplo, estableció sus normas internas en función de esa
realidad. El Colectivo tuvo que hacer frente a situaciones muy duras, pero ganó
la batalla política puesto que la política de arrepentimiento ha cosechado muy pocos
logros. En todo caso, se podría decir que todo ello estaba ligado a la lógica
de confrontación armada.
Tras la decisión de ETA de hace
cinco años, en el «frente de cárceles» el reto principal es la vuelta a casa de
los presos y presas. Todos pensábamos que tarde o temprano se impondría la
lógica de la resolución y que la situación de los prisioneros y las prisioneras
tendría otro desarrollo. Pero el Estado se ha enrocado para mantener el proceso
de liberación encadenado a ese bloqueo. Ahora la izquierda abertzale, y también
el Colectivo, deben responder a esa nueva situación. Y es lógico pensar que, de
la misma forma que en su día se respondió al chantaje desde la resistencia,
toca ahora responder al bloqueo propiciando nuevos movimientos y abriendo nuevas
posibilidades. Siempre junto con el pueblo.
Ese es, de alguna forma, el camino
abierto hace tres años con aquella declaración del Colectivo, y este debate
viene a profundizar en ello, con valentía y determinación.
La
dinámica por los presos se ha fortalecido en la calle, pero la llave de las
celdas está en manos de los estados. ¿Cómo se puede salir de esa situación?
Esa es la dificultad añadida que
tiene el ámbito de los presos, que para resolverlo hay que mover a los estados
y no hay resquicio para evitarlo. La pregunta es cómo se hace eso. Y hay que
decir con honestidad que no existen fórmulas mágicas. Lo que está claro es que
debemos dar la batalla como pueblo y que, para ello, hay que acumular y
movilizar todas las fuerzas posibles. Tanto aquellas que comulgan con la
trayectoria y proyecto político de la izquierda abertzale como aquellas otras
que tienen procedencias y proyectos políticos distintos. Tanto aquellas que
hacen suyo el objetivo de la vuelta a casa de todos los presos como aquellas
otras que se quedan aún en pasos intermedios.
Además, la movilización popular no
debe mover solo a los estados, sino también a los representantes políticos e
institucionales vascos. Aunque dicen estar en contra de la política
penitenciaria vigente, el compromiso mostrado hasta ahora ha sido ciertamente
discreto en muchos casos. Con un amplio consenso, la confrontación respecto a
la actuación de los estados sería más eficaz.
Y junto con ello, se debe seguir
desgastando la posición de los estados en todos los terrenos. Crear
contradicciones, también en ese ámbito jurídico que tienen tan amarrado.
La
izquierda abertzale está llevando a cabo un proceso de reflexión, con el
proceso Abian en un principio y con los congresos de las organizaciones ahora.
¿Qué importancia tiene?
Muy alta. Como dijimos hace un año,
la izquierda abertzale se encontraba inmersa en una crisis política profunda.
Tras abrir el nuevo ciclo político, mediante la resolución “Zutik Euskal
Herria”, primero, y la decisión de ETA, después, no estábamos acertando en
aprovechar las oportunidades abiertas por todo aquello, lo que obligaba a
analizar el devenir de los últimos años y repensar el esquema político. El
proceso Abian posibilitó hacerlo.
Se podría decir que los procesos
específicos de cada organización tienen como objeto adecuar los instrumentos
para este nuevo esfuerzo al objeto de dar otro impulso a la estrategia de la
izquierda abertzale. Están siendo ejercicios realmente importantes, como
demuestra el hecho de que se hable de refundación de la izquierda abertzale. De
ahí en adelante, tendría que llegar el tercer paso; esto es, el desarrollo del
conjunto de la línea renovada, con la iniciativa independentista como eje.
¿También
ETA va a realizar su propio ejercicio de reflexión?
Sí. Se prevé un proceso de
reflexión entre toda la militancia de ETA a partir de primavera.
La
izquierda abertzale, y también ETA, han dicho más de una vez que el eje central
debiera ser el proceso como pueblo, el proceso independentista... ¿Ve avances
en ese terreno? O, dicho de otra manera, ¿si no se avanza en ello, no quedaría
cojo todo sobre lo que hemos hablado (solución a las consecuencias, refundación
de la izquierda abertzale...)?
La propia izquierda abertzale
quedaría renqueante ya que, sin avanzar en su principal quehacer, estaría
totalmente perdida. Porque la izquierda abertzale no es una fuerza política
convencional, que de alguna forma puede vivir en la inercia de la mera gestión
de la política diaria. Nacimos para ganar, para desterrar toda opresión, y con
esa ambición y tensión hay que encarar el futuro.
Hace ya dos o tres años, nos lo
recordaban diferentes compañeros que estaban presos. Que no nos quedáramos
bloqueados en la resolución del conflicto, en el intento de abrir un nuevo
tiempo de negociación o en la lucha por liberar a los presos. Que lo importante
era seguir en el proceso de liberación y que todo lo demás se debía colocar en
función de ello.
La izquierda abertzale acaba de
concluir que, en esta fase política, el proceso de liberación avanzará mediante
un proceso independentista popular y ahí deben situarse todas las fuerzas.
Opinión:
Para saber y opinar primero hay que conocer. Y aunque es
muy duro leer ciertas palabras y frases que vienen de alguien que es miembro de
la banda terrorista ETA, lo cierto es que hay que hacer el sacrificio para que
tiempo mas tarde, cuando te preguntes, sepas exactamente de qué van los
asuntos.
De esta entrevista me quedo con dos frases, quizás de
manera interesada… pero ahí están y ahí quedan.
“Sí. Se prevé un proceso de reflexión
entre toda la militancia de ETA a partir de primavera”… es de esperar que así
sea porque han transcurrido más de cinco años desde el final del terrorismo,
aunque podrían haberlo hecho antes.
“La izquierda abertzale acaba de concluir
que, en esta fase política, el proceso de liberación avanzará mediante un
proceso independentista popular y ahí deben situarse todas las fuerzas”.
Evidentemente es una buena noticia que quien antes jaleaba, excusaba o miraba
para otro lado tras cada atentado terrorista, ahora decida situar sus fuerzas
en una nueva fase política sin violencia ni atentados. La lástima es que, décadas
atrás, no se dieran cuenta de hacerlo así, para haber ahorrado muchísimo
sufrimiento.