29 abril 2018
La necesaria voz de
las víctimas
Este viernes un acto en la localidad francesa de
Cambo-les-Bains servirá para certificar de modo ‘oficial’ el fin de la banda
terrorista. Una disolución que se esperaba desde que en 2011 se anunciara el “cese
definitivo de la violencia” y que llega 50 años después de que ETA cometiese su
primer asesinato ‘reconocido’, el del guardia civil José Antonio Jardines,
acribillado en un control el 7 de junio de 1968.
A lo largo de su cruenta existencia, ETA se cebó con
Tarragona. Entre la quincena de atentados destacan la colocación de sendas
bombas en el rack de Enpetrol. Estallaron la noche del 11 al 12 de junio de
1987. KLas enromes llamaradas provocaron tal pánico que 25.000 personas huyeron
de la ciudad. ETA también atacó intereses turñisticos, como el aeropuerto de
Reus o el Hotel Cala Font, en Salou.
La banda asesinó a dos tarraconenses. En 1992 mató a tiros
en Barcelona al comandante Arturo Anguera, natural de Tortosa. Ocho años
después segó la vida del general y magistrado del Tribunal Supremo Francisco de
Querol, nacido en Tarragona. Fue en Madrid mediante un coche bomba. Uno de los
asesinos de Anguera, Fernando Díez Torres, fue detenido en un piso del barrio
de Campclar.
El ‘Diari” ha hablado con cuatro víctimas y familiares. Una
de las tres hijas de Anguera, Eliana, y la única hija de Querol, Amelia (tiene
tres hermanos varones), relatan cómo han sido capaces de superar el odio a los
terroristas. Un guardia civil herido en el atentado de reus, Juan José Mateos,
y uno de los heridos en la masacre de Hipercor, Robert Manrique, también
explican su experiencia. Su voz, la de las víctimas, es más necesaria que
nunca.
ETA anunciará el próximo viernes su disolución definitiva.
Atrás queda medio siglo de asesinatos, secuestros, extorsiones y atentados. Las
cifras oficiales cifran en 864 los muertos, dos de ellos de la demarcación: el
comandante tortosino Arturo Anguera, en 1992, y el juez tarraconense Ricardo de
Querol, en 2000
ETA anunciará el próximo viernes su disolución definitiva.
Atrás queda medio siglo de asesinatos, secuestros, extorsiones y atentados. Las
cifras oficiales cifran en 864 los muertos, dos de ellos de la demarcación: el
comandante tortosino Arturo Anguera, en 1992, y el juez tarraconense Ricardo de
Querol, en 2000
Eliana Anguera Blanch
Es la pequeña de las
tres hijas del Comandante Arturo Anguera, asesinado por ETA el 8 de enero de
1992 en Barcelona
“Para superar tu dolor tienes que dejar de
odiar. Es el primer paso para tu recuperación”
Era el 8 de enero de 1992. Dos terroristas, Fernando Díez
Torres y José Luis Urrusolo Sistiaga, ametrallaron al responsable del sector
militar aéreo del aeropuerto del Prat, el comandante tortosino Arturo Anguera,
que falleció en el hospital. Los terroristas fueron condenados por el asesinato
en 1995 y 2002, respectivamente. Ya están en libertad. Anguera tenía 50 años y
dejó viuda, Roser, y tres hijas, Roser (21 años), Blanca(18) y Eliana (16). Un
cuarto de siglo después, Eliana explica
sus vivencias de estos años.
¿Qué sintió al oír que por fin se disuelve ETA?
Tuve un sentimiento agridulce. Por un lado alegría, porque
significaba que nunca más habría un asesinato absurdo y en vano, que ninguna familia
más sufriría ni pasaría por lo que nosotras hemos pasado; pero, por otro lado, tristeza,
ya que llega tarde para mi padre. ETA nunca debió existir.
¿Qué opina del comunicado de ETA en que pide perdón a
las«víctimas inocentes»?
Conozco y estoy en contacto con muchas otras víctimas del
terrorismo, y todas opinamos que es una ofensa, ya que todas somos víctimas
inocentes. El término «conflicto» es una terminología utilizada por ETA para
justificar sus actos violentos. Ninguno de los asesinados era parte del
«conflicto», porque el «conflicto» solo ha existido dentro de la cabeza de los
asesinos. Nadie, por el hecho de llevar un uniforme o una cazadora, está dentro
o fuera de una guerra unilateral.
¿Y ahora qué hacer? ¿Acercarlos presos a Euskadi?
Esas decisiones las dejo para quien deba tomarlas. A mi
poco me importa ya eso. Como dice mi madre, «sus familiares pueden ira verlos a
la cárcel, y nosotros ya no».
¿Cómo era su padre?
Mi padre era una persona excepcional. Muy buen padre,
siempre dispuesto a ayudarnos y con un gran sentido del humor. Lo recuerdo siempre
alegre. Le encantaba u trabajo, que era volar. Por so se metió en el ejército,
que le ofreció la posibilidad de tener la mejor formación como piloto. Y fíjate,
por el hecho de tener que llevar un uniforme azul le mataron. Cada víctima
podría explicarte las razones por las que fueron asesinadas. Todas carecen de
sentido. Era muy aficionado al excursionismo
y solía ir a los Ports. A mi padre le encantaban la aventura, la acción,
la montaña, estar en familia, disfrutar debajo de un árbol de largas charlas
con amigos y familiares… Era una persona llena de vitalidad. Le encantaba disfrutar
de las cosas más simples e importantes de la vida.
Solía volar sobre Tortosa cuando hacía prácticas.
Era un enamorado de Tortosa, de su tierra, de sus orígenes
y de su familia. Cuando tenían maniobras de vuelo siempre pedía permiso para
hacer una pasada por Tortosa, para hacer un ‘saludo’ a su familia (aunque solo pocas
veces le daban permiso, ¡claro!). Mucha gente recuerda sus pasadas de vuelo por
Tortosa. Hay mucha leyenda sobre eso. (Ríe)
Amaba el ejército.
Yo no lo definiría así. Él amaba ayudar a los demás y
volar. Y justamente el ejército aunaba esas
dos cosas que más le llenaban. Varias veces le llamaron de grandes compañías
aéreas para que fuera piloto de aerolíneas, pero siempre lo rechazó. Tenía
vocación de entrega y servicio.
¿Cómo se enteró usted del atentado?
Los primeros momentos fueron muy confusos, pero vino el
general jefe del Sector Aéreo de Barcelona a casa a notificárnoslo en persona.
Debo agradecer la grandísima ayuda y soporte que siempre ha tenido el ejército con
todas nosotras durante todos estos años. Realmente son personas con honor y
entrega, excepcionales, leales. No puedo decir lo mismo de los políticos.
¿Cómo ha superado ese dolor, si es que lo ha superado?
Nosotras hemos podido superar el dolor; ese dolor inmenso
de pérdida, de rabia, de odio, de injusticia…Pero siempre te queda de fondo una
herida. Una herida que vuelve a doler con cada atentado, antes de ETA, y ahora
de los yihadistas. Porque vuelves a conectar con ese dolor que ahora les toca injustamente
a otras familias. Y parece que estamos aún lejos deque pueda desaparecer del todo
esa herida, tristemente.
¿Odia a los terroristas?
¡No! Los primeros años los odiaba profundamente, como es
lógico. Pero para superar tu dolor tienes que dejar de odiar. Es el primer paso
para tu recuperación.
¿Les perdona?
¡No!¡No puedo perdonar a quien ha matado a mi padre! Ni les
perdono ni acepto su perdón!
Los dos asesinos de su padre (Fernando Díaz Torres y José Luis
Urrusolo Sistiaga) ya han salido de prisión. ¿Cómo se sintió al enterarse?
Me sentí mal, porque pienso que no han pagado por todo el
daño que han hecho. Urrusolo fue condenado a 449 años de cárcel por haber
asesinado a 16 personas y haber secuestrado a otras dos. Y sólo ha cumplido 19
años de cárcel por todo ese historial sangriento. Ahora ya está en su casa, disfrutando
de su libertad con toda su familia.
Han rendido varios homenajes a su padre.
El Ejército ha hecho numerosos homenajes a mi padre y a
otros compañeros que murieron en acto de servicio. El nombre de mi padre y
otras víctimas militares catalanas están grabadas en una placa de mármol en el
paseo marítimo de Barcelona. El último homenaje se lo hicieron el año pasado, después
de 25 años.
En uno de esos homenajes, su madre, Roser, dijo que había
intentado que sus tres hijas creciesen sin rencor.
Mi madre también es una gran persona. Gracias al amor y
dedicación a sus hijas hemos podido superar juntas el odio y transformarlo en
algo más soportable. Con el tiempo y su ejemplo, hemos logrado aceptar el
dolor.
Su Tortosa natal le ha dedicado una calle a su padre.
Sí. Es la calle donde vivió toda su infancia. Está en el
centro, junto a un parque. Tuvieron el detalle de cambiar el nombre. Fue muy
bonito. El día que pusieron la placa vino toda Tortosa, el ejército, gente de
Madrid, Valencia, Sevilla...(los destinos por donde pasó mi padre). Donde iba
mi padre hacía amigos. Era muy querido.
Amelia de Querol Orozco
Hija de Francisco de Querol, juez
tarraconense del tribunal Supremo asesinado por ETA en Madrid el 30 de octubre
de 2000
“Quiero que nunca más se hable de
ETA. Me es igual lo que hagan los etarras con su vida“
Francisco de Querol Lombardero había nacido el 30 de
noviembre de 1930 en Tarragona, pero se fue de niño. Dejó viuda y cuatro
huérfanos, tres chicos y una chica, Amelia, que estuvo en Tarragona el pasado 9
de marzo para inaugurar unaplaza dedicada a su padre.
Ahora que ETA ya es definitivamente historia, hay que dejar
que las víctimas se expresen.
Sí. Es un error decir que las víctimas no podemos opinar
porque tenemos una implicación emocional. Si no podemos opinar las víctimas, que
somos las que más hemos perdido, ¿quién va a poder opinar? Las víctimas tenemos
cosas que decir.
¿Por ejemplo?
Tengo asumido desde hace tiempo que en algún momento ETA se
tenía que acabar y que habría quehacer borrón y cuenta nueva. Las víctimas
tendremos que poner mucho más en la balanza.
El fin de ETA ha tardado, pero era inevitable.
Ha habido una lucha policial importante que la ha ido
frenando, la sociedad no les ha apoyado nunca... Ellos mismos estaban
saturados. El tema es si las víctimas nos creemos o no el fin de ETA.
¿Usted se lo cree?
ETA ya no puede matar porque no está operativa, no tiene
efectivos. El problema es que ellos mismos tienen que apagar el odio que sienten,
uno mismo tiene que ser responsable de sus carencias. Si ellos siguen teniendo
ese odio dentro, ETA no morirá. Yo creo que no lo han soltado del todo. Tengo
más ilusión de que se acabe, que una certeza absoluta.
Se lo dice más el corazón que la cabeza.
Sí. Quiero que esto termine de una puñetera vez. Tienen que
desaparecer del escenario y no continuar con su relato falaz. No han entendido
que el terrorismo ha sufrido una derrota real. Sólo les queda el relato de
«fuimos malos, matamos de más, sí, pero porque teníamos la razón...». Nunca hay
justificación para matar. Ni siquiera la pena de muerte. Ellos eran jueces, fiscales,
abogados...
...Y verdugos.
Es una locura. No pueden vendernos que había un «conflicto»
y que eran unos «héroes que salvaron a su patria de una agresión». ETA mató
mucho más cuando ya había democracia en España. A mi padre lo asesinaron en
2000.
Tanto dolor, tanta muerte, paranada. Es absurdo.
Claro que es absurdo. ¿Pero qué pretendían? Las cosas hay
que hablarlas. La única forma de llegar a una solución que no deje cicatrices por
el camino es la palabra. Tenemos un Estado de derecho que nos permite hablar.
Sé que es un camino lento para quien desea ciertas cosas, pero saltarse el
camino lento, sin respetar otras opiniones, te quita los argumentos.
¿ETA se mira en el espejo de Catalunya?
Creo que sí. Si a mí me plantean que el 100% o un porcentaje
muy alto de los vascos o los catalanes quieren la independencia habrá que
darla. No puedes tener a toda una población en contra. El problema es que no
representan ni al 50%. ETA está viendo que en Catalunya se ha conseguido mucho más
de forma pacífica. Dentro de unos años el escenario será otro. No digo que sea
bueno o malo, pero será diferente. Catalunya ha conseguido unos avances que no ha
conseguido el País Vasco.
El comunicado de ‘perdón’ de ETA distingue entre víctimas.
Ninguna víctima es culpable. Mi padre, que era militar,
presidió la Junta
Electoral Central. Le dio la razón a Herri Batasuna en un
recurso porque tenía razón. ¿Qué culpa tenía él de nada? ¿Y las demás víctimas?
Mi padre era un servidor de la
Justicia.
Fue magistrado del
Tribunal Supremo.
Era un hombre muy templado, muy cabal, con un sentido de la Justicia innato. Manejaba
la legislación de una manera muy lúcida y muy lucida. (Ríe por el juego de palabras).
En el atentado contra
su padre también falleció el conductor de un autobús municipal.
Unas declaraciones de Arzalluz(Xabier, expresidente del
PNV) poco después del atentado dijo que los autores del atentado «se
equivocaron. Tenían que haber esperado a que pasase el autobús». Mi padre era
exactamente igual de inocente que el conductor. Los dos merecen el mismo
respeto. A su familia le piden perdón en el comunicado. A nosotros, no.
¿Les ha perdonado?
Ya hace tiempo. Si no perdonas y te dejas llevar por el
odio, tu vida es una locura. Yo tenía dos hijos pequeños, una madre que se
había quedado viuda... Tienes que sobrevivir al horror como sea.
¿Se ha reconciliado?
Perdón no es reconciliación. Aquí no hay reconciliación
alguna. Pretendo que ese daño que me han hecho no me lleve a estar toda la vida
deseando venganza. Yo no quiero saber nada de ellos. Quiero que no volvamos a
hablar de ETA nunca más. Me da exactamente igual lo que hagan con su vida. A la
tía que apretó el botón que hizo explotar la bomba que mató a mi padre no le deseo
la muerte.
Alude a Ana Belén
Egues. Sigue en prisión, si no me equivoco.
No sé si sigue en la cárcel. Corro un tupido velo. Ni me
acuerdo como se llama la tía, ni quiero acordarme.Por mucho que perdone o no
perdone, que odie o no odie, mi padre no resucitará. Una cosa sí podría hacer
ETA
¿Cuál?
Ayudar a cerrar los 300 casos que no están aclarados, en
que no se ha juzgado a nadie. A la que mató a mi padre la han condenado por otros
atentados, no por el de mi padre. En un primer momento, confesó que había
participado, pero luego se retractó. Tengo derecho a que se juzgue a los
asesinos de mi padre. No han condenado a nadie por su muerte. Muchos procesos
se han cerrado en falso. Eso es una espina clavada y no lo digo con rabia ni
odio.
Tampoco cumpliría la sentencia.
Fue detenida en 2001, justo después de cometer un atentado, y sentenciada en 2005 a una pena de 1.042
años de cárcel.
Sería añadir años a una condena kilométrica, pero al menos
podríamos decir que se la juzgó.
¿Cómo pudo superar la
fase de odio hasta llegar al perdón?
¡Ufff! Sufriendo mucho, llorando mucho, muchas horas conmigo
misma. Tuve una depresión brutal. Estuve tres años metida en la cama llorando,
pero tu vida tiene que seguir. Un día dije «se acabó».Mi padre me enseñó cosas
muy bonitas.
¿Qué cosas?
El sentido de la Justicia , por ejemplo. Era un hombre muy comprensivo.
Mi padre habría hablado incluso con sus verdugos. Era un hombre honesto,
familiar, muy religioso. Yo no soy religiosa, nunca lo he sido, y él lo aceptó
plenamente. Era muy tolerante, abierto, dialogante, muy divertido. A nivel
profesional era un hacha.
Sabía que era
objetivo de ETA.
Sí. Me decía que «lo que me joroba es que si ETA me mata
dejará más viudas porque matará también al chófer y el escolta». No quería
llevar escolta, pero le obligaron a llevarlo.
Tarragona le ha
dedicado una plaza.
Me sentía un poco huérfana de homenajes a mi padre. Y este
año le han hecho dos: el del Tribunal Supremo y el de Tarragona. Fue muy grato,
sobre todo porque la plaza es donde se ubicarán los juzgados. De algún modo mi
padre seguirá vinculado al mundo por el que lo dio todo. Se fue de Tarragona de
muy niño, pero siempre se acordó de su tierra.
Juan José Mateos
Una bomba hirió a
Juan José Mateos y le acabó retirando. Tras el atentado se integró en el grupo
antiterrorista de la Guardia Civil
en el País Vasco
De herido en Reus a
luchar contra ETA: “Siento una mezcla de dolor y orgullo”
Era sólo un chaval de 22 años cuando la bomba de ETA en el
aeropuerto de Reus le destrozó los tímpanos. El artefacto, colocado en una
papelera del vestíbulo, le tiró al suelo con violencia. «Lo primero que
recuerdo es ver a mucha gente por el suelo. Fue un caos total. Me acabé
incorporando pero pensando que en cualquier momento me iba a desvanecer y me podía
morir», recuerda. Juan José tenía cortes en el cuello. Sangraba por la boca y
por los oídos. No fue revisado a fondo hasta varios días después. «Aquel mismo
día fuimos al hospital, pero estaba tan saturado por todos los heridos, que no
nos quedamos, porque preferimos que se diera prioridad a los civiles. Los siguientes
días seguí trabajando hasta que me obligaron a pasar un reconocimiento. Me
acabaron operando tres veces», explica. Hasta hace poco no podía rememorar esos
detalles sin contener la respiración por aquel durísimo trago que marcó –y
cambió su vida– para siempre. Juan José Mateos (46 años), guardia civil
salmantino destinado en Tarragona en 1996,fue una de las víctimas de aquel
atentado, pero también alguien vinculado estrechísimamente desde entonces a los
pasos que daba la banda terrorista.
«Es un cambio de actitud»
Se retiró definitivamente en 2016, por las secuelas de la
bomba, que básicamente mermaron su audición hasta hacerla incompatible con su
labor en el cuerpo. Desde San Sebastián, donde reside, vive días de alta carga
emocional: «Lo primero que creo es que ETA está intentando blanquear más de 50
años de su actividad violenta. Ellos ya no escriben estos comunicados que vemos
el mensaje es mucho más suave. En todo caso, hay que valorar el cambio de
actitud». El sentir de Juan José está lleno de matices, de sensaciones
encontradas. Valora el adiós de la banda pero se ve fuera de esa pretendida indulgencia,
insuficiente para muchas de las víctimas civiles, e inexistente para aquellos
que formaron parte de las fuerzas armadas. «Ellos matizan que no piden perdón a
los que han sido parte de la estructura del estado. ¿Cómo diferenciamos a un concejal
local del PP asesinado o a un empresario de los que luchábamos contra el
terrorismo?».Pese a todo, para Mateos lo fundamentales que se haya dejado de
matar para siempre. «Lo valoro positivamente, porque tiene que haber una convivencia
y ellos han cambiado de actitud. Pero a mí no me sirve, no me puede servir ese perdón.
Yo me pregunto: ¿El hijo de un guardia civil que ETA asesinara es parte de lo
que ellos llamaban ‘los represores’?».
Guardia civil por vocación
La explosión de Reus dejó en él unas profundas secuelas no
sólo físicas sino también psicológicas, que requirieron tratamiento, pero no
resquebrajaron su aspiración inicial: «Yo soy guardia civil y lo llevo en la
sangre. Es algo vocacional. Yo crecí al lado de un cuartel. Me crié en Ciudad
Rodrigo, lejos de cualquier adoctrinamiento y de cualquier entorno radical.
Siempre tuve claro que quería hacer lo que muchos
compañeros no querían y ante lo que vi y viví me vinculé mucho más».Superado el
trauma de Reus, Juan José fue destinado tres años después al País Vasco, donde
ingresó en el GAR (Grupo Antiterrorista Rural) en plenos años de plomo: de 1998 a 2005: «Estuve seis
años, a pesar de unas secuelas que no eran muy compatibles con una unidad tan
dura físicamente». Era la fuerza de operaciones especiales predecesora del actual
Grupo de Acción Rápida En aquella época la acción terrorista descendió pero
cada día había actualidad de ETA. «Estás en tensión constante, en una
incertidumbre continua. Los superiores te forman con teórica y luego está el
entrenamiento físico».Después está el pálpito de la calle, la vida convulsa de
la época.«En ocasiones había detenciones y operaciones y muchos interrumpíamos nuestros
descansos para intervenir. Es un adiestramiento especial, extremo», añade
JuanJosé, que define aquella época como «los mejores años profesionales de mi
vida». «Estaba en la única unidad especial creada y diseñada para combatir a
ETA».
Detenciones y cercos
Las operaciones en los últimos años 90 se espaciaban más
que antaño y, aunque acciones como los tiroteos también descendieron, la alerta
era máxima. A diario se andaba al acecho: «Hubo intervenciones complicadas por
la tensión del momento. Hacíamos detenciones o montábamos un cerco porque había
algún aviso de bomba en algún edificio». JuanJosé participó en dotar de eficacia
a la pionera unidad, bien armada armamentísticamente y crucial a la hora de
formar la base de datos de información y documentación policial sobre los
terroristas, algo clave para acabar después con la banda. Por entonces, el
recuerdo amargo de Reus quedaba ya lejos, como un espectro fantasmal en la memoria,
aunque volvía de vez en cuando. «Los compañeros están al margen de tu vida
anterior. Yo tenía más o menos oculto que había sido víctima de un atentado. Luego
había gente que si se enteraba se preocupaba por ti y se dirigían a ti.
Entonces es cuando se pasa muy mal y te vienes abajo. Al ver que funcionas
bien, vas tirando. El día a día me hacía olvidar lo que pasó, pero luego te
podías hundir en un momento dado».Durante muchos años le tocó vivir con la violencia
y la pérdida de amigos o compañeros, al tiempo en que un coche bomba o un artefacto
le devolvían, de vez en cuando, al episodio del aeropuerto. Aún se emociona
cuando recuerda a amigos asesinados, como Irene Fernández, una compañera de
promoción fallecida en el año 2000 en Sallent de Gállego (Huesca) por una bomba
colocada en el coche patrulla que iba a usar.
No hablar del tema
O el coche bomba que estalló en Logroño en 2001. «Sentí la
explosión en casa y aquello me hizo retroceder al atentado que yo sufrí. Lo
pasaba muy mal. Todo aquello lo combatía con deporte, con el día a día en la
unidad y sobretodo no hablando del tema durante tiempo», rememora. Juan José,
entre renuncias y pequeñas victorias, se ha plantado en la retirada del cuerpo
con una mochila de vivencias intensas y emociones no menos punzantes,¿pero qué
siente ante el adiós definitivo de la banda? «Es una mezcla de dolor y a la vez
de orgullo. Ves que tanto dolor ha sido absurdo, que no ha tenido sentido de ningún
tipo, y también te sientes satisfecho de haber estado ahí, luchando en la
trinchera».Aquellos años de lucha antiterrorista en primera fila, incluso en el
cuerpo a cuerpo, se sintetizan bien en algunos pasajes de Los verdugos
voluntarios (Editorial Círculo Rojo),su libro, que es una crónica en
primera persona de la vida policial bajo la amenaza terrorista. He aquí un
pasaje:«Seguí observando los movimientos de esas tres personas al igual que mi
compañero. Portaban armas, eran pistolas, y uno de ellos llevaba un subfusil,
con intención clara, por lo que se podía observar, de utilizarlas de forma inminente.
Antes de que pudiéramos reaccionar ya habían disparado, su objetivo era un camión,
que no lograron detener. De forma inmediata, les dimos el alto, acto seguido se
escucharon varios disparos desde puntos diferentes hacia nuestras posiciones.
Nosotros, como es obvio, bien parapetados (es doctrina en la unidad),respondimos
con nuestras armas hacia sus siluetas con disparos certeros, en pocos instantes
abatimos a los tres terroristas».
“Un atentado así te
destroza la vida”
Irene Guinart era una niña
cuando resultó herida, junto a su abuela y su madre, por la
bomba que ETA colocó en el aeropuerto de Reus
Irene Guinart Montell fue madre en 2016, justo cuando se
cumplían 20 años de aquella bomba en Reus que le cambió la vida. Desde
Castellvell del Camp, donde reside, revivió en esos primeros momentos de
maternidad sensaciones en su bebé, con el deseo de protegerle y de evitarle aquel
sufrimiento que trastornó su infancia y que dio un vuelco de 180 grados a su
vida.
«Dicen que de esperanza se vive…Así que pienso positivamente
que mi pequeño y el resto de niños de la nueva generación tengan esa paz y felicidad,
ya que a muchos de nosotros nos fue arrebatada», dice ella, que procura rememorar
lo mínimo. Irene tenía nueve años. Resultó herida junto con dos miembros más de
su familia, su madre, Maribel Montell Lorenzo, y su abuela, María Lorenzo Mielgo.
Fueron tres de los más de 40 heridos que provocó aquella bomba ubicada en una papelera,
que vino a torpedear la campaña de verano en el corazón turístico de la Costa Daurada.
A la pequeña Irene le estallaron los tímpanos. Trozos de
metrallase clavaron por su cuerpo. Aún quedan marcas en sus brazos o sus
piernas. Ella ha podido salir adelante a base de esfuerzo y sacrificio para
poder pasar página y olvidar el peor episodio de su vida. «Puedo decir que
físicamente he quedado bastante bien después de todo lo que pasé», confiesa.
Aquellas heridas tardaron en curarse, pero lo hicieron. Más costó restablecerse
emocionalmente. «De la parte psicológica no puedo dejar de pensar en cómo hubiera
sido la vida sin haber sufrido ese atentado. Es muy duro. Te destroza la vida totalmente»,
cuenta. La familia Guinart Montell estuvo siempre marcada por esa barbarie de ETA.
«Me ha quedado esa nostalgia, de si mi madre seguiría aquí con nosotros. Ella
nunca levantó cabeza», reconoce.
Su madre, Maribel Montell, era trabajadora de la limpieza en
el aeropuerto. Sufrió heridas graves en las piernas pero pudo recuperarse del percance,
tras mucho tiempo de lucha. Falleció hace cuatro años, y lo hizo, como buena
parte de los heridos, con la sensación de olvido. Las efemérides de aquel atentado,
que no dejó fallecidos pero sí un reguero de heridos, pasó desapercibido
durante mucho tiempo para buena parte de la opinión pública.
Noche de terror. El
atentado contra el rack de Enpetrol, ahora Repsol, en junio de 1987 no causó
víctimas, pero sí cuantiosos daños materiales y, sobre todo pánico
“Las piernas me temblaban
de miedo sin poder controlarlas”
Testimonios
El año pasado, con motivo del 30 aniversario del
atentado del rack, la
Biblioteca Hemeroteca Municipal de Tarragona colgó en su web numerosos
testimonios. Merece la pena leerlos
Fue, posiblemente, la peor noche que ha pasado Tarragona.
Aunque ha sufrido otras tragedias, como inundaciones o accidentes ferroviarios,
el atentado contra el rack la medianoche del 11 de junio de 1987 suscitó tal
pánico que cerca de 25.000 personas huyeron a toda prisa, en pijama y con
coches sobrecargados. La banda terrorista había colocado sendas bombas en el
haz de tuberías de Enpetrol (hoy Repsol).Por suerte no se produjeron heridos y,
pese al caos de los primeros momentos, se pudo evitar una tragedia mayor. Los
daños materiales fueron cuantiosos y, como en una especie de catarsis, de«no
nos vaya a pasar otra vez»,las medidas de seguridad se mejoraron. Tres años después,
el Grapo emuló a ETA pero su acción fracasó estrepitosamente. Los dos etarras que
colocaron los explosivos, Josefa Mercedes Ernaga y Domingo Troitiño, ya están
libres. Ernaga salió de la cárcel el 17 de diciembre de 2014 tras cumplir una
pena de 27 años de prisión. Troitiño fue liberado el 8 de noviembre de 2013
tras 26 años entre rejas. La primera había sido sentenciada a 951 años y Troitiño
a 1.118.
Cualquier tarraconense de cierta edad recuerda donde estaba
y qué hizo «la noche del rack». Como, por ejemplo, Francisca Herrera:«De pronto
pensé en los posibles gases tóxicos y las piernas me comenzaron a temblar sin
poder controlarlas, aquello que se ve en los dibujos animados para indicar miedo
y que jamás me ha vuelto a pasar», rememora. Sigue Francisca: «Nosotros sacamosa
los niños de la cama y, tal como estaban, salimos a la calle. En la entrada del
edificio encontramos a una familia, cuyo padre trabajaba en una química del polígono.
Ya le habían avisado para que acudiera a la empresa y antes de acudir a su puesto
de trabajo llevaba a su familia a casa de unos familiares en un pueblo cercano.
La esposa de este señor lloraba como si pensara que jamás iba a volver a ver a
su marido. Nosotros fuimos de los primeros en salir de la ciudad ya que aún no
había apenas tráfico ni en las calles, ni en la carretera».El de Francisca es
uno de los testimonios que ha ido recogiendo desde principios del año pasado la Biblioteca Hemeroteca
Municipal de Tarragona (BHMT) con motivo del 30 aniversario del atentado.
Una estudiante de la Laboral , Neus Verdaguer, explica que se había
acabado el curso y que la noche de la explosión era la última en la residencia
antes de volver a casa. Tras la deflagración, salió corriendo hacia la playa.
Allí se encontró con «gente llorando, desorientados, asustados. Nadie sabía
nada, ni qué teníamos quehacer ni hasta dónde correr».
A Esther Forgas la alertó su cuñada: «Me dijo que me fuese
deprisa, que Tarragona explotaría tal como era el incendio que ella veía desde
su casa. Desperté a mis hijas, les puse cualquier cosa encima y bajamos a la Rambla. La visión desde
el Balcó era dantesca. Nunca querría volver a ver una cosa así». Forgas cogió
el coche, pese a que apenas le quedaba gasolina y salió dirección Barcelona por
la Via Augusta :
«Los coches estaban parados, sin poder avanzar y lo que vi ese día no se me
olvidará: coches con el portamaletas abierto con criaturas dentro, otro con una
persona mayor sentada en el portamaletas y las piernas colgando. Todo el mundo
estaba intentando llegar a la
Via Augusta. En ese momento supe que estábamos viviendo un
posible tragedia».
Natalia Gonzalvo, que entonces tenía solo doce años,
rescata un emotivo detalle: «Mis padres decidieron marcharse, no sin antes
pasar a recoger a mi abuela que vivía en la Part Alta. Pobre mujer.
La recuerdo asustada, desorientada y angustiada por haberse dejado el canario
en casa. Cada uno reaccionó como pudo».
Marga Delavall fue, por contra, de las que se quedó en
casa, pese al miedo, al terror, que pasó: «Recuerdo riadas de personas
marchándose de casa, algunos con pijama o lo que llevaran, maletas, críos...
Era simplemente horroroso. Me temblaban las piernas y empecé a llorar y rezar.
Tenía miedo de morir».Marga: «Mi padre decidió que no
nos marcháramos porque si iba a peor tanto daba estar en casa como en medio de
una carretera. Intentamos mantener la calma como
buenamente pudimos. Me tranquilicé un poco al cabo de no sé cuanto tiempo al
ver que el camión de la basura hacía su trabajo. Horas mas tarde pasó la policía
con los altavoces pidiendo calma e invitando a la gente a quedarse en casa.
Durante mucho tiempo cada vez que oía un ruido un poco fuerte (una moto, una
puerta) me sobresaltaba».El del rack fue el atentado más espectacular que
sufrió Tarragona, pero hubo una quincena más. Como el del 20 de julio de 1996,cuando
una bomba estalló en una papelera del aeropuerto de Reus, en una terminal
repleta de turistas británicos a los que no había dado tiempo de desalojar.
Hubo una treintena de heridos.
El 18 de agosto de 2001, un coche bomba cargado
con 50 kilos de dinamita estalló ante el Hotel Cala Font, en Salou. 750
turistas tuvieron que ser desalojados. No hubo heridos. LasTerres de l’Ebre
también fueron objetivo etarra. El 23 denoviembre de 1990 un coche bomba
explotó ante el cuartel de la
Guardia Civil en Sant Carles de la Rápita. No hubo víctimas.
Robert Manrique
Ripoll
Herido en la masacre
de Hipercor en 1987, ahora asesora a la unidad de Atención y Valoración de
Afectados por Terrorismo (UAVAT)
Robert Manrique presidió la Associació Catalana
deVíctimes d’Organitzacions Terroristes. Fue expulsado de la Asociación Víctimas
del Terrorismo por denunciar su politización.“Muchos políticos buscan la foto
con las víctimas, pero luego las abandonan”
Esta vez parece que
va en serio y ETA se disuelve.
El comunicado importante de verdad fue el de octubre de
2011 en que anunció el «cese definitivo de la actividad armada». Lo de ahora es
la confirmación de aquello.
¿Se podía imaginar el
fin definitivo de la banda cuando sufrió el atentado de Hipercor?
En los treinta años que han pasado desde entonces he
hablado con muchísimas víctimas y la infinita mayoría esperábamos este momento:
conseguir que nadie más sufriese lo que ya hemos sufrido nosotros. No me
importa la manera en que lo hagan, si hacen teatro. Lo importante es que lo han
hecho. Estoy muy contento.
Volvamos por unos
momentos a aquel 19 de junio de 1987, el día en que un coche bomba estalló en
el parking del Hipercor. Usted trabajaba como carnicero, pero esa tarde no le
tocaba.
Sí. Yo trabajaba de mañana, pero un compañero, Josep Maria,
me pidió que le cambiase el turno. Cosas de la vida. Una de las primeras personas
que me llamó el viernes 20 (el día en que ETA hizo público el comunicado en
que pedía«perdón») fue él. Somos amigos. Le cambié el turno, sí. No hay
quedarle más vueltas.
¿Qué le dijo?
Me dijo textualmente: «Robert, ya lo has conseguido». Le
respondí:«Sí, sí. Lo hemos conseguido todos. Lo más importante fue en 2011». Y
el insistió: «ya está». Fueron 30 segundos.
Suficiente.
Imagino que también hablarían
tras el atentado.
Desde luego. Josep Maria no volvió a trabajar en
el Hipercor. Me acompañó en el hospital mientras mi mujer tenía que ir a
trabajar. En aquel tiempo, lo de coger días libres porque tu pareja había
sufrido un atentado no se podía hacer. El atentado fue un viernes, me operaron
un martes y mi mujer tuvo que ir a trabajar el lunes mismo. Josep Maria no
salía del hospital en todo el día.
¿Qué pensó usted en
el momento de la explosión?
Pensé que había explotado la cámara frigorífica. Nunca te imaginarías
que te ha estallado un coche bomba bajo los pies. Cuando oyes una explosión y,
de repente, estás totalmente quemado, dices...¡hos.. la cámara frigorífica!
¿Cuándo supo que
había sido un atentado?
Cuatro días después. El martes 23, cuando me llevaban a
quirófano oí a alguien que decía «¡Cómo han podido poner esos hijos de puta una
bomba en Hipercor»! Así me enteré.
La explosión del
coche bomba le afectó casi de lleno.
La llamarada me quemó las plantas de los pies, las manos,
los brazos, la pierna derecha... Noté un calor fortísimo, pero nada de dolor. Al
quemarse los nervios perdí la sensibilidad.
Tardó en recuperarse.
Estuve hospitalizado hasta finales de agosto y de baja
hasta diciembre. Volví a trabajar durante la campaña de Navidad porque
necesitaba el dinero. Lo dejé porque, con las quemaduras de las manos, no
soportaba la temperatura de las cámaras frigoríficas ni el jugo de la carne. Me
volvieron a operar en 1988 y en 1990.
Mantener a la familia
es lo primero, desde luego, pero tuvo valor de volver al mismo sitio.
Cuando estás postrado en una cama todo el día, tienes mucho
tiempo para pensar en el fuuro, en cómo hacer las cosas. Cuando ves que el
brazo, que al principio corría el riesgo de ser amputado, se va recuperando te
decides a intentar volver a tu trabajo.
¿Pensaba en los terroristas
que habían cometido la masacre?
Mi primera reflexión era que habían matado a 21 personas y
había gente que estaba de acuerdo, que se alegraba. Pensaba «¡que mundo tan extraño!».
Luego me di cuenta de que mucha foto de los políticos con las víctimas, mucha declaración,
pero, cuando sales del hospital, nadie te espera para decirte qué has de hacer.
Eso le impulsó a
organizar a las víctimas.
Sí. Cuando era estudiante fui delegado de clase, dirigía la
revista del instituto... Ya me gustaba el merder de reclamar derechos.
Su hijo Joel tenía
dos años y medio cuando sucedió el atentado. ¿Cómo reaccionó?
Como veía que yo no estaba en casa pensaba «ahora el papá
soy yo». Dejaba al tete en la cuna y se iba a la cama de su madre porque «tengo
que dormir e ir a trabajar al Hipercor. Ahora soy el jefe de la casa». Mi mujer,
Esperanza, le decía: «Tranquilo, que aún te queda tiempo para tener que ir al
trabajo». Mi mujer y yo nos conocimos cuando teníamos doce años. Fue un flechazo
preadolescente y aún continuamos casados.
Con ‘Tete’, se
refiere a su otro hijo, Nacor, entonces un bebé.
Sí. Le dejé el viernes 19 de junio (el día del atentado)
encasa de mi suegra. Aún ni gateaba. Cuando salí del hospital ya caminaba y
corría. Me perdí esos meses. Cosas de la vida.
Lo comentaba usted
antes. Los políticos mucho figurar pero luego dejan abandonadas a las víctimas.
Pasaba entonces y pasa ahora.
Absolutamente. Hace 30 años se hacían cosas mal y ahora se
continúan haciendo mal. Es patético. Muchos políticos, salvo honrosas excepciones,
sólo buscan la foto y el rendimiento electoral. Es una vergüenza que funcionen
así. Además usan de forma partidista a las asociaciones de víctimas.
Especialmente el PP.
Montó ocho manifestaciones contra el Gobierno de Zapatero.
«Las víctimas se manifiestan», decían. Y allí estaba la plana mayor del PP.
Cuando Rafael Hernando (portavoz del PP en el Congreso) y la panda del
PP dicen «nosotros respetamos las decisiones judiciales», recuerdo que, en la
década de los 2000, cuando los jueces tenían, por obligación jurídica, que
dejar salir de la cárcel a los terroristas, el PP se manifestaba en la calle. El
PP no respeta nada.
Algunas asociaciones
de víctimas están politizadas.
Es cuando menos extraño que la presidenta de la Fundación Víctimas
del Terrorismo sea además diputada del Partido Popular.(Se refiere a María
del Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel
Blanco, el concejal del PP en Ermua asesinado por ETA en 1997).
¿Qué opina de un
posible acercamiento de los presos etarras a cárceles de Euskadi?
A esas familias que ahora exigen que los presos estén cerca
de casa cuando sus hijos, ahora esos presos, estaban por toda España matando gente
tanto les daba donde estuvieran.
¿Es comparable el
sufrimiento de las víctimas de ETA o sus familias con el de los familiares de
los presos de la banda?
No, no, no, no. Si mi hijo comete un delito tendrá que
cumplir condena. No es cuestión de venganza sino de justicia.
¿Los presos han de
estar cerca de sus familias?
Que lo estén. No me importa. Pero quejas las justas y nada
de comparar el dolor.
Los obispos vascos también
han hecho un comunicado denunciando las «complicidades»que tuvieron en su día
con el entorno de la banda terrorista.
Sí, claro. A buenas horas, mangas verdes. Es positivo,
claro, ¿pero han tenido que esperar a que ETA diga ‘basta’,para decir ellos
también ‘basta’? ¿Por qué el clero vasco no lo hizo antes? No cuadra, pero bienvenido
sea.
El entorno de ETA y
los etarras han denunciado torturas.
Que las denuncien, que se investigue. Faltaría más. Pero
seamos sinceros. Si el jueves 18 de junio de 1987 hubiesen detenido a los miembros
de ETA que preparaban el coche bomba en Barcelona, les hubiesen dado cuatro hostias,
hubiesen cantado y se hubiera evitado el atentado de Hipercor con 21 muertos, ¿alguien
estaría en contra de esas cuatro hostias?
¿ETA se ha rendido?
No se puede emplear el término rendición porque no ha sido
una guerra. Lo que queda claro es que ETA no ha conseguido nada de lo que
exigía. Y tiene topos hasta en la casa del vecino. Antes era una banda y ahora
son cuatro desgraciados. No utilicemos terminología militar. Lo importante es
que nadie más sufrirá por ETA.
Por desgracia, el terrorismo
sigue con los yihadistas. Usted se dedica ahora a ayudar a las víctimas de los atentados
de Barcelona y Cambrils.
Sí. No se ha mejorado nada pese a tantos años de experiencia
con el terrorismo. Hemos tenido que organizar una unidad de atención y
valoración a los afectados por el terrorismo. Les acompañamos al médico o a los
tribunales.
Conoce personalmente
a Pilar Manjón, que se convirtió en símbolo de las víctimas de los atentados
del 11-M de 2004.
Sí. Cuando viene a Catalunya se encuentra muy a gusto y en
Tarragona aún más.
Manjón asegura que las víctimas de Barcelona y Cambrils están
«abandonadas».
Desde luego. Un ejemplo: la hija de una víctima italiana de
las Ramblas lleva ocho meses esperando que el Ministerio del Interior le envíe
un simple certificado de defunción.
La crítica
“No puedes poner ala misma altura matara 21 personas que cortar
una carretera”
«La confrontación social en Catalunya que algunos están vendiendo
es mentira. Estoy todo el día en la calle. Aquí se puede hablar. No exigimos
las cosas por las buenas o por las malas. Los catalanes somos diferentes»,
asegura Manrique, al que enfurece que comparen el terrorismo de ETA con las acciones
de los Comitès de Defensa de la
República (CDR).
Manrique resultó herido en el atentado de Hipercor, en el
que murieron 21 personas. Siempre ha denunciado la utilización política de las
víctimas, especialmente por el PP a partir del año 2000, cuando gobernaba
Aznar. Con un lenguaje contundente, critica a los familiares de los etarras y al
clero vasco y a los que comparan la situación de Euskadi y Catalunya. «¿Qué preferimos?
¿Qué levanten las barreras de los peajes y corten una carretera o que pongan una
bomba en un supermercado? ¿Si los pensionistas o unos vecinos que protestan
cortan una calle también son terroristas? Los mineros lanzaban rodamientos de
acero a la policía. ¿Eran terroristas?», se pregunta. Y concluye: «No puedes
poner a la misma altura matar a 21 personas que levantar la barrera de un peaje
o cortar una carretera».
Opinión:
Para empezar, agradecer a los amigos de Diari de Tarragona
su confianza y su colaboración para poder aportar los comentarios de diferentes
víctimas en este excelente reportaje especial. Un reportaje que muestra, una
vez mas, como diferentes víctimas podemos pensar de maneras muy diferentes o
muy similares, por lo que siempre hay que respetar la pluralidad ideológica.
Por otro lado, un honor “compartir” reportaje con víctimas
a las que conozco desde el día de su atentado… Juan José, Eliana e Irene… con
quienes he compartido tantos momentos en diferentes ámbitos, siempre con la
mejor intención de ayudar en lo posible… momentos que todavía continúan ahora
pese al tiempo transcurrido y a los cambios que la vida nos va trayendo.
No tengo el placer de conocer a Amelia de Querol, pero
espero hacerlo muy pronto.