16 noviembre 2019
“Se respeta mucho a las víctimas de atentados terroristas
del Daesh o de ETA, pero no a la mujer víctima de violencia machista”
Ana Bernal-Triviño ejerce en ‘No manipuléis el feminismo’
una postura divulgativa activa para tumbar los bulos que usan amplios sectores
machistas de la sociedad para intentar frenar el avance del feminismo hacia la
igualdad
La educación y los medios de comunicación son dos pilares
fundamentales para derribar el muro que los sectores más ultramontanos de la
sociedad están levantando en los últimos años sin desmayo para negar la
evidencia de la violencia estructural sobre las mujeres. La investigadora,
profesora de la Universitat
Oberta de Catalunya y periodista Ana Bernal-Triviño es
consciente de la importancia de esta labor y su libro No manipuléis el
feminismo (Espasa) es una parada obligatoria para todas aquellas personas que
quieren salir en defensa de los derechos humanos más fundamentales y en contra
de los bulos machistas, de fácil propagación con la connivencia cómplice de
amplios sectores conservadores de la política y la sociedad. “El machismo mata,
pero el feminismo salva”, afirma Bernal-Triviño. No hay negacionismo que pueda
contrarrestar esta contundente evidencia.
“No manipuléis el feminismo”. Se puede decir más fuerte
pero no más claro, pero quien no quiere oír no oye. ¿Por qué?
Ocurre que el machista nunca quiere oír como tampoco quiere
oír un racista. Son personas que están absolutamente convencidas de que la
realidad es así y que no existe otra. Esto lo que demuestras es que, al fin y
al cabo, el machismo, al igual que el racismo, es un proceso de cultura y de
aprendizaje. No son personas enfermas mentales, como muchas veces se sugiere, o
que padezcan algún tipo de patología, sino que requiere un proceso de
aprendizaje, de cultura, y que por lo tanto si desde la propia educación
logramos cambiar esas bases podemos hablar de unas generaciones futuras de hombres
y mujeres más libres, porque el feminismo lo que pretende es eso. Y por otra
parte, el feminismo es también el reconocimiento de los derechos humanos de la
mujer. Por lo tanto, la gran pregunta que habría que hacerles a estas personas
que rechazan el feminismo es: “¿Pero tú estás de acuerdo con los derechos
humanos o no?”, y ver desde ese punto de vista a quién se le cae la careta o
quién está intentando cubrirse cuando en realidad sostiene un mensaje falso en
sus acciones. Pero sobre todo no se quiere oír porque el mundo, durante siglos,
ha sido y es machista. Existe un patriarcado, no porque lo diga yo, sino porque
hay mucho estudios científicos al respecto, sobre todo la obra de Leda Gerner.
Eso es el pensamiento dominante, e ir en contra del pensamiento dominante
requiere un esfuerzo, pero también mucha autocrítica. Por eso insisto en la
educación, porque son avances muy lentos que se tienen que ir pasando de
generación en generación. El peligro es cuando se empieza a cuestionar, como
está volviendo a suceder con los derechos de las mujeres, y entonces se ponen
otra vez en tela de juicio los logros conseguidos, y eso sí puede provocar dar
pasos hacia atrás y que los avances que se habían logrado queden paralizados.
¿La expansión de los bulos machistas está ganando la
partida en la sociedad a la educación feminista y en perspectiva de género?
La expansión de los bulos es igual que la expansión de
cualquier otro tipo de bulo, en el sentido de que éste funciona como eso,
porque pretende mentir de forma deliberada para proteger un interés, en este
caso el privilegio masculino, y la expansión del bulo obviamente tiene también
un mayor auge en contextos donde existe una ‘infoxicación’ en cuanto a cantidad
de noticias, que es el panorama actual, pero también un componente de
ignorancia. Yo reclamo de forma continua una memoria histórica feminista,
porque solamente conociendo nuestro patrimonio, nuestra historia, podremos
saber cuándo nos están manipulando y cuándo no. El gran problema también es que
está surgiendo una corriente negacionista, que incluso niega la propia historia
y los hechos. Iincluso va más allá y niega los datos, que es lo que ocurre por
ejemplo con el tema de las denuncias falsas. A ellos no les valen los datos de
Fiscalía, se inventan otros que además difunden a través de redes sociales y
simplemente se niegan a aceptar la realidad. El problema es que hay gente que
compra ese mensaje porque refuerza ese pensamiento dominante y hegemónico que
decía antes. Y como no activa un proceso crítico de pensamiento, se asimila de
forma muy fácil y además apela a las emociones. En este caso, al supremacismo
masculino con unas señas identitarias bastante claras.
El problema es que esto no es algo aislado, es una acción
coordinada estratégicamente con varios países, en Estados Unidos, en Europa…
Por ejemplo, la Agenda
Europa es un movimiento cristiano que pretende ir en contra
de los derechos y las libertades sexuales y reproductivas de las mujeres. Por
todo esto, ellos son conscientes del poder del lenguaje y la comunicación, y
por lo tanto saben que es una herramienta de construcción de identidad y de
destrucción de ideas. Es ahí donde se articula ese empuje del bulo: falta de
conocimiento por un lado, falta de sociedad crítica, un movimiento apolítico que
durante mucho tiempo ha estado asentándose en nuestras democracias más
cercanas, y por otro lado ese empuje coordinado que se está produciendo por
parte de estos movimientos de supremacismo blanco y de ultraderecha. De hecho,
este libro nació de un artículo en El Periódico de Cataluña en el año 2017
porque esos bulos tenían un auge fuerte en las redes sociales. Por ejemplo, la
palabra ‘feminazi’ era de los años noventa y prácticamente dejó de utilizarse
totalmente, y se ha revitalizado a partir del año 2015, coincidiendo con el
fortalecimiento del feminismo. O por ejemplo cuando ganó Barack Obama en
Estados Unidos, los grupos conservadores republicanos empezaron a difundir
bulos en relación con la inmigración y culpando a la mujer blanca del descenso
de natalidad en el país. Esa fue la misma estrategia que aplicó Pablo Casado en
la última campaña electoral. Por tanto, digo que son estrategias muy definidas
que establecen una contaminación dentro de la comunicación.
¿Cuántos libros como el suyo –ahora en auge por el interés
de las editoriales y, por tanto, de los lectores– serán necesarios para
derrocar la fortaleza del patriarcado y los valores supremos del machismo?
¿décadas, siglos…?
Siglos, sí. De hecho, hay un informe que menciono en el
libro que apunta que la igualdad en el plano laboral se supone para dentro de
un siglo. Si esto es de puertas para afuera en lo que se ve –el tema de brecha
salarial, condiciones laborales, precariedad, pobreza, etc.–, qué no ocurrirá
de puertas hacia adentro. Eso de que las feministas radicales que denominaban
que lo personal es político puso en primera fila cuestionar la vida privada de
las relaciones personales de los hombres con las mujeres, que es la esfera más
violenta donde se produce ese machismo. Costará muchísimo más, pero todavía
costará muchísimo más conforme vayan creciendo movimientos de ultraderecha y
reaccionarios que cuestionen y nieguen la propia esencia de los derechos
humanos y, por tanto, pongan en tela de juicio los logros conseguidos. Eso sin
duda afecta ideológicamente a las nuevas generaciones. De hecho, hay estudios
que apuntan que hay nuevas generaciones que se están educando bajo una
ideología reforzada machista, sobre todo canalizándose a través de Youtube y
redes sociales. Lamentablemente, si no lo impedimos a corto plazo, se terminará
sufriendo.
Si incluso las espeluznantes estadísticas oficiales de la
violencia de género son negadas y manipuladas con descaro, ¿qué se puede hacer
para generar la duda entre estos iluminados por la divinidad, además de
educarlos concienzudamente?
El problema es que a un machista difícilmente se le cambia
de opinión. Por eso insisto en su educación desde que la criatura llega al
mundo, sea hombre o mujer, porque lamentablemente las mujeres también somos
educadas en el machismo. Las mujeres no nacemos feministas, nos hacemos
feministas con el tiempo, con conciencia, con mucha autocrítica. Nos sabemos
muy bien la teoría, pero también muchas veces nos cuesta llevar a cabo la
práctica, debemos cambiar comportamientos y actitudes que tenemos muy
interiorizadas. ¿Qué se puede hacer para generar la duda? Lo único sería
reforzar el conocimiento y bajar la ignorancia sobre nuestra propia historia en
el conjunto de la ciudadanía. Es la única meta que podemos llegar a alcanzar,
porque el machista adulto ya está muy convencido de que el mundo es así, y
además se siente amenazado. De ahí que refuerce su mensaje. Siente amenazado su
privilegio, su cuota de poder, su autoridad, y a la misma vez produce un daño
de autoestima que levanta la ira y la agresividad entre el machismo. Van a
intentar reforzarse, como está ocurriendo. Un estudio deEldiario.es mostraba
cómo asociaciones que formaban parte de esta estrategia como Hazte oír, han
aumentado ingresos. Y esto no es casual, es porque el mensaje está calando,
está teniendo el apoyo de lobbies que fomentan esta ideología conservadora en
contra de los derechos de las mujeres y del propio colectivo LGTBI, porque lo
que más ven amenazado es el concepto de familia tradicional, que se sustenta
sobre un sistema económico capitalista, obviamente, basado en la propia
división del trabajo.
Hablábamos antes de igualdad de puertas para adentro. Si se
tarda un siglo en conquistar una igualdad laboral, qué ocurre con las horas
domésticas. Todo eso tardará mucho más tiempo en desmontarse y todo eso es lo
que intentan proteger estas personas, este machismo reaccionario que está
creciendo. La única opción de salvación es señalar al machismo, a los
machistas, insistir en que mienten, no entrecomillar sus palabras como si
fueran asépticas, señalar que van en contra de los derechos humanos e insistir
mucho en ese mensaje, porque si no puede ocurrir como ha sucedido en El
hormiguero, que se intente blanquear el fascismo y la ultraderecha, y ese es el
peligro, presentarlo como una alternativa más con un mensaje en contra de los
derechos humanos y sin cuestionar realmente lo que puede llegar a suponer.
¿Está la sociedad en general blanqueando el patriarcado al
situarlo al mismo nivel que los postulados básicos del feminismo pero justo
enfrente de sus objetivos?
Sí, claro que lo está blanqueando. Siguen sin comprender
que en el feminismo estamos hablando de derechos humanos. Es como si dijéramos
que la Carta Universal
de Derechos Humanos de 1948 es un conjunto de bulos y no producto de un
consenso democrático que busca el avance de los derechos civiles de toda la
sociedad. Intentar equiparar dos cuestiones que son totalmente diferentes y que
en esencia no tienen nada que ver por supuesto que contribuye al blanqueo del
machismo, a quitarle peligro, a eliminar la alarma roja que debería saltar, a
permitir que sus líneas rojas sigan avanzando, que su discurso siga creciendo,
a normalizarlo, a naturalizarlo dentro de nuestras conversaciones cotidianas, a
institucionalizarlo, a legitimarlo. Por supuesto que es un peligro, pero sobre
todo porque esa legitimación de su discurso que se presenta como algo banal o
incluso divertido es muy peligrosa, ya que se acercan a nuevas generaciones que
carecen de una memoria histórica y prescinden del contexto que te hace darte
cuenta de cuál es la realidad. También hay medios que reaccionan con miedo ante
este tipo de partidos y pretenden incluso coleguear con ellos, cuando si nos
tomáramos nuestra democracia en serio no permitiríamos que esta gente diera ni
un paso en falso. Ese es el problema, que al final se termina blanqueando un
movimiento que asesina, viola, que acosa, que somete a millones de mujeres en
el mundo. Como decía Saramago, tenemos una responsabilidad civil común con el
resto de la gente con un movimiento que es el feminismo, de derechos humanos y
de liberación de la mujer y de las propias estructuras patriarcales que tanto
condicionan el día a día. Los medios de comunicación están haciendo de
altavoces de esta situación sin alertar de lo que viene.
¿Se ha acercado a usted alguna persona que, tras leer su
libro o escuchar sus enseñanzas, admite abiertamente que le ha cambiado la
forma de pensar que tenía hasta ese momento?
Sí, mucha gente me ha dicho que ha cambiado. Hombres oyendo
alguna reflexión que he dicho, y también medios de comunicación. Y sobre todo
muchas mujeres, que al fin y al cabo es lo que más me recompensa. Víctimas de
violencia machista que no se reconocían como tales y no se atrevían a dar el paso
como supervivientes y pensaban que estaban metidas en un hoyo del que no podían
salir y que necesitaban un refuerzo en su autoestima, eso para mí es lo que más
recompensa. La reivindicación del feminismo va en esa línea, en intentar
salvarnos, porque el machismo mata pero el feminismo salva. Esa es la fortaleza
del mensaje, por eso es tan importante hacer una buena comunicación. Al fin y
al cabo el machismo lo que intenta es atacar al colectivo feminista y las
asociaciones feministas, que no las soportan, pero yo siempre digo que las
feministas tenemos mucho cayo y mucha espalda y estamos acostumbradas. El
problema es que los bulos terminan dañando el lado más débil, que es el de la
víctima. Al cuestionar la ley de violencia de género se está afectando a las
mujeres que se tienen que acoger a su protección. Es una ley que se tiene que
mejorar, que se están revisando protocolos, y todo cuestionamiento sobre ella
que la pone en tela de juicio puede provocar que haya mujeres que se disuadan a
denunciar, pero también puede provocar, si aumenta el apoyo a este discurso
machista, que finalmente esa ley
de violencia de género sea atacada, por ejemplo, dándole menor partida
presupuestaria o no revisando protocolos o no mejorándola, y eso pone en
peligro a las mujeres que buscan esa protección.
¿Es el machista un ser irrecuperable para la sociedad o
siempre hay margen para la esperanza a través de la educación?
Si estamos hablando del típico machista ‘cuñao’, el
cercano, podemos tener algo de esperanza en función del entorno en el que viva
y haya sido educado, de su capacidad de autocrítica y de análisis para
comprender la realidad. Si viene por ejemplo de una trayectoria de familia que
ha apoyado a la Falange,
difícilmente vamos a poder sacarlo. Todo va a depender obviamente del contexto.
Lo que sí reclamamos, por ejemplo, es la obligación en las terapias a
maltratadores o violadores. Porque muchos, para evitar la condena en la cárcel,
si se acogen a esas terapias de forma voluntaria tienen reducción de pena. La
cárcel no va a reinsertar esa ideología en ese individuo. Cumplirá una pena por
el delito cometido, pero saldrá a la calle y volverá a violar o a seguir
maltratando a las mujeres. Por lo tanto, sí es cierto que, a través del trabajo
de psicólogos que asisten a estas personas que maltratan, se producen cambios
en ellos, pero obviamente no se convierten en feministas, aunque sí perciben la
realidad de otro modo, controlan más su agresividad y violencia, reconocen sus
errores… Sí que se produce un cambio de perspectiva y enfoque, pero para eso
hay que acudir a terapia.
Si un machista no sabe siquiera que el feminismo no es
antónimo de machismo, ¿qué podemos esperar de personas así incluso aunque algún
día caigan del caballo como san Pablo?
Nada bueno, principalmente porque se niega el
reconocimiento de los derechos humanos. Normalmente, el machismo suele ir
acompañado de homofobia, racismo y otras ideologías que limitan los derechos de
otras personas. El machista tiene una concepción muy limitada de la sociedad,
muy tradicional, y por lo tanto cualquier evolución de derechos supone una
amenaza, un cambio de perspectiva que no está dispuesto a tolerar. Lo único que
podemos esperar de estas personas es que van a intentar poner todos los
obstáculos posibles para no avanzar. Por eso insisto en una madurez democrática
por parte de la ciudadanía, porque lamentablemente muchos de estos machistas se
llenan la boca con mensajes patrióticos de reivindicación de la democracia
cuando ni siquiera están respetando el artículo de igualdad de la Constitución o las
leyes del Estado de igualdad o de violencia de género. Estas personas
constituyen una amenaza real y seria, y que van a comprometer los derechos de
las mujeres pero a la misma vez también de los hombres. Recordamos que el
feminismo son nuestros derechos pero también exige un cambio en los mandatos de
género, que afectan a hombres y mujeres, y eso obliga a una educación masculina
que niega las propias emociones y al final va en el propio detrimento del
hombre. Por tanto, es una cuestión en la que perderíamos todos.
Los poderes establecidos siguen arropando con sus hechos
(sentencias, leyes de igualdad que no se cumplen, exaltación de la desigualdad
de género…) en pleno siglo veintiuno los valores supremos del patriarcado.
¿Tiene la educación y los medios de comunicación muy estrecho margen de
maniobra para revertir esta situación?
Ese es el gran problema. Cuando tenemos medios de
comunicación financiados por determinados partidos, o lobbies o fundaciones
pagados por determinados partidos, o cuando se subvencionan públicamente
asociaciones como Hazte Oír, se está alimentando ese discurso en contra de los
derechos humanos. Ese es el peligro. Intereconomía no fue una casualidad, es
parte de la ideología y el pensamiento que se está potenciando desde las
instituciones. El cambio que se ha producido de 2017 a 2019 es que ese
machismo que estaba en los núcleos privados o en las redes sociales se ha
legitimado a través de la política con la llegada de la ultraderecha al Congreso
de los Diputados, incluso con una derecha que refuerza un mensaje mucho más
agresivo respecto a los derechos y libertades de las mujeres. La única base es
la educación, y entre ellos los medios de comunicación. La propia ley de
violencia de género incidía en cómo los medios de comunicación tienen que
cumplir una serie de consejos para ejercer una buena comunicación democrática
que represente a las mujeres y que respete a sus víctimas. Se respeta mucho a
las víctimas de atentados terroristas del Daesh o de ETA, pero no se respeta a
la mujer víctima de violencia de género o machista, que se presenta siempre
como un crimen aislado y se revictimiza haciendo un juicio público sobre su
comportamiento. Por lo tanto, es imprescindible que realmente los medios y la
propia educación asuman su papel porque son las semillas. Insisto en los medios
porque tienen una función social, un compromiso hacia sus ciudadanos, cumplir
con su propio código deontológico y la obligación de crear una opinión pública
formada, no basada en mentiras. Porque si alimentamos eso, esa opinión pública
termina votando partidos que van en contra de los propios derechos humanos, y
eso es algo que una sociedad democrática y avanzada no se puede permitir.
Opinión:
Vaya por delante mi condena a cualquier acto de violencia,
incluyendo la que se denomina “machista”, “de género” o descripciones parecidas
que denuncian las actitudes de ataque y agresión a cualquier persona,
generalmente mujer por parte de otras “personas” (generalmente de sexo
distinto).
Dicho esto, solo un detalle. La frase “se respeta mucho a las víctimas de atentados
terroristas del Daesh o de ETA, pero no a la mujer víctima de violencia
machista” no es del todo cierta, porque hay cientos de víctimas del terrorismo
que no nos sentimos respetadas por muchos sectores diferentes.
Sectores como los que
tratan de banalizar nuestro dolor comparando el terrorismo con otras
actividades que no producen las mismas secuelas.
Sectores como el de
los impostores que se aprovechan del dolor ajeno para inventarse historias y
experiencias que jamás han vivido.
Sectores como el de
aquellos personajes que se amparan en el dolor ajeno para iniciar carrera política
en ciertos partidos, partidos que no tienen la más mínima decencia ni para
contrastar lo que algunos impostores les venden como realidad siendo mentira.
El día que salga todo
el lodazal a la luz será divertido.