26 junio 2021
«Enterrar a mi
padre y llorarle sería una forma de cerrar el capítulo»
Aniversario.
Carmen Cordón
recuerda al empresario Publio Cordón cuando se cumplen 26 años de su secuestro
por los GRAPO
Cuando los Grupos de
Resistencia Antifascista Prime-ro de Octubre (GRAPO) secuestraron a Publio
Cordón el 27 de junio de 1995, su hija Carmen echó en falta que se hablara no
solo de su faceta como empresario de éxito –presidente de la aseguradora
Previasa y del grupo hospitalario Quirón–, esa que le situó en el radar de los
terroristas, sino del hijo, marido y padre que era. Ese Publio que siendo solo
un niño, cuando el dinero escaseaba en casa, se fijó como meta que «a su
familia nunca le faltara de nada». Y lo consiguió.
Resulta extraño
escribir sobre alguien fallecido y no poder poner fecha a su muerte. Ni saber
dónde descansan sus restos. Sucede con Publio Cordón. Nació el 7 de febrero de
1937 en Villar de Maya (Soria). Tras la Guerra Civil y con solo cuatro años perdió a su
padre, maestro de escuela del bando republicano. Su madre, viuda a los 21, hizo
todo lo que pudo y más para sacar adelante a sus dos hijos, Publio y Esther,
recién nacida. Se mudaron a Zaragoza, donde Benita trabajó en dos y tres sitios
a la vez para llevar algo de comer a la mesa. «Mi padre la adoraba y nos
contaba que lo pasaba fatal por no poder ayudar en casa. Pero ella siempre le
decía que tenía que estudiar para ser un hombre de provecho», comparte Carmen
Cordón. No tenían dinero para comprar los libros del colegio, así que Publio le
pedía los suyos a sus compañeros. «Su madre los copiaba mecanografiándolos y
cosía las hojas. Algunos niños se reían de él, otros le animaban. Él no se vino
abajo, estudiaba a la luz de las velas», relata su hija.
Con 17 años empezó a
trabajar como vendedor de seguros en la empresa de su tío. Y se le daba muy bien. «Una vez consiguió como
cliente a un concesionario de coches de Logroño que le re-portó una comisión de
7.000 pesetas. ¡En aquella época! Llegó a casa tan contento que colocaron el
dinero en el suelo haciendo un círculo y bailaron dentro de él». Estudió
Mercantil –lo que ahora sería Económicas–, Derecho y ya con cuarenta años,
Medicina. «Recuerdo llegar a casa y pillarle escribiéndose chuletas en la palma
de la mano. ‘Pequeños recordatorios’, los llamaba», ríe Carmen. Publio Cordón
no solo acabaría por comprar la aseguradora de su tío –el 80% de los seguros
los vendía él–, sino que de la mano del médico y escritor ya fallecido Santiago
Lorén creó un centro de asistencia sanitaria en Zaragoza que sería el germen
del grupo de hospitales Quirón.
Aquel «chaval de
pueblo con alma de izquierdas» conquistó, además, «a la chica guapa»: Pilar
Muro, «niña bien de rollo bohemio» que, cosas de la vida, era hija de un médico
militar, jefe de la Falange
en Zaragoza. «En mi familia hemos crecido con esas dos estirpes de las que
parece que hoy no se puede ni hablar y si algo aprendimos es a respetar las
ideas de todo el mundo», expresa Carmen. Se casaron y tuvieron cinco hijos.
Cuatro niñas y un niño. Este último falleció dos años antes del secuestro de su
padre en un accidente de ultraligero. «La luz de los ojos» de Publio Cordón «se
apagó ese día» y solo volvió a encenderse cuando supo que iba a ser abuelo. «Se
llamará Publito», dijo. Nunca conocería a su nieto. A ninguno de sus nietos.
Una libélula de
plata con jade
Carmen estaba
embarazada de cuatro meses cuando los GRAPO irrumpieron de golpe en la vida de
su familia. El empresario, que no se perdía un partido de fútbol del Real
Zaragoza, se había aficionado tarde al deporte. Hacía ‘footing’ e incluso se
compró una bicicleta de montaña. «Es el elixir de la juventud», animaba a sus hijos.
Aquella mañana del 27 de junio de 1995 había quedado con Carmen en Madrid para
elegir un regalo de aniversario. Pilar y él cumplían al día siguiente treinta
años de casados. «Iba a acercarse desde Zaragoza porque tenía ojeado un broche
en una joyería, una libélula de plata con jade, y quería que yo lo viera»,
narra su hija.
Antes de coger el
coche, a eso de las siete y media de la mañana, el empresario salió a andar con
sus perros por el Canal Imperial, cerca de su domicilio. Pilar le preparó un
zumo de naranja y al pasar una hora sin tener noticias, empezó a preocuparse.
Salió en su búsqueda. Encontró solo a los perros y vio las «marcas de derrapaje
de un vehículo en el camino», lo que le hizo temerse lo peor. El empresario no
había recibido amenazas, pero ETA por entonces tenía encerrado en un zulo a
José María Aldaya. Pilar se topó con dos policías municipales y no se anduvo
por las ramas. «Creo que han secuestrado a mi marido», les espetó. Pero los
agentes llegaron incluso a pensar que se trataba de «un montaje». Volvió a
casa, llamó por teléfono a Carmen y ésta se subió a su coche de inmediato con
destino Zaragoza. «Cuando llegué estaba todo repleto de periodistas y
fotógrafos», recuerda.
«Haremos
contabilidad»
«Dragaron el canal y
rastrearon nuestras llamadas por si todo era mentira. La primera indicación del
Gobierno fue una cortina de humo, querían que pareciese que mi padre tenía
problemas con mi madre o que debía dinero. Fue terrible», lamenta la hija mayor
del matrimonio. Pero la verdad cayó por su propio peso. Los GRAPO reivindicaron
el secuestro de Publio Cordón y pidieron un rescate de «mil millones de
pesetas».
«No contábamos con ese
dinero, mi madre tenía 16 millones», recuerda Carmen, de 27 años y embarazada.
Su marido logró que los secuestradores bajaran la cantidad exigida a 400
millones. «Conseguimos la mitad y para la otra mitad tuvimos que pedir un
préstamo que hemos estado pagando hasta hace ocho años», revela
Fue el matrimonio
quien se encargó de ir a París a hacer el pago. «Tuvimos que poner un anuncio
en un periódico: ‘Algarve, alquilo chalet, precio a negociar’ y un teléfono que
la policía no pudiera rastrear», relata. El terrorista que les dio las
directrices fue Enrique Cuadra Echeandía. Diez de la mañana, en una calle
concreta de la capital gala, vestidos de blanco. Lo que vino después bien
podría haber salido del guion de una película. Pero de una sin final feliz.
Suena el
teléfono de una cabina, hay un sobre bajo la repisa con instrucciones para
acudir a un solar abandonado, un vagabundo les da nuevas directrices... Así
durante diez horas, hasta que aparecen Cuadra Echeandía y Fernando Silva Sande.
Ambos grapos se montan en el coche de la pareja y les dirigen hacia otro punto.
«Yo conducía y Silva Sande me fue apuntando todo el camino con una pistola.
Tenía tanta pena por mi padre que ni pensaba en que me podían matar», explica
Carmen. Parado el motor: «Haremos contabilidad y si está todo, le soltaremos en
seis días», les dijeron. La hija de Publio Cordón telefoneó a su madre: «Ya
está, hemos pagado. En unos días estará en casa». Lo que nunca imaginaron es
que cuando los terroristas cobraron el rescate, el empresario ya había
fallecido.
«Tardamos siete años
en saber que estaba muerto. Pensábamos de todo, que le habían soltado y andaba
por ahí amnésico, que yo lo había hecho mal y le habían matado...», reconoce
Carmen. «A veces sueño que ando por la calle y que está detrás. Se me pone la
carne de gallina», comparte. Según aseguró Silva Sande, condenado junto a otros
grapos por estos hechos, el empresario falleció tras caer por un tejadillo
cuando a los quince días de su rapto intentó huir.
Cordón estuvo retenido
en Bron, una ciudad de los Alpes franceses cercana a Lyon. La familia ha cedido
al Memorial de Vitoria un fragmento de la jamba del armario en la que la
víctima marcaba los días que permanecía privado de libertad, así como una carta
manuscrita dirigida a su madre
«Un cerebro que
funciona»
Los terroristas nunca
revelaron donde enterraron su cuerpo –se habla del sur de Francia–, por lo que
no podrán ser juzgados por un delito de asesinato. No fue hasta una década
después de su secuestro que dieron a Pilar Muro la condición legal de viuda.
«Sabes que ha llorado, pero nunca la verás llorar. Es una mujer durísima,
siempre dice que en las peores circunstancias es cuando se ve de qué pasta
estás hecha. Ella es la que ha tirado siempre de nosotras», agradece Carmen.
Vendieron la
aseguradora y lo que obtuvieron sirvió para pagar deudas. Pilar pasó «de hacer
croquetas en casa a ponerse al frente de Quirón», resume su hija. «Tengo un
cerebro que funciona, explicadme las cosas y cuando las entienda, os daré mi
opinión», decía. Y junto a su hija María «lo hizo muy bien». Carmen empezó de
cero y ahora cuenta con dos hoteles. En cuanto a las otras dos hijas de Publio
Cordón, Raquel vive en Estados Unidos y Pilar es una amante de los caballos.
– ¿La esperanza es lo
último que se pierde?
– La gente me dice que
es imposible encontrar el cadáver, pero yo sí que tengo esperanza. Poder
enterrarlo y llorarle sería una forma de cerrar ese capítulo.