25
junio 2023
Juan
Alberto Belloch, Biministro de Justicia e Interior entre 1993 y 1996, juez y
exalcalde de Zaragoza
Belloch:
"El coste del GAL fue mínimo: había voluntarios a barullo para
financiarlo"
El
biministro de Justicia e Interior, exalcalde de Zaragoza y magistrado repasa su
vida en esta entrevista con motivo de la publicación de sus memorias, que
llevan el título de 'Una vida a larga distancia. Memorias de un juez y político
independiente', publicadas por Plaza y Janés
Juan
Alberto Belloch (Mora de Rubielos, 1950) sujeta un paraguas negro con cierta
solemnidad. Bajo él se resguarda su cabeza y la de un tal Felipe González, con
gabardina blanca, de un aguacero mezclado con una lluvia de insultos durante la
celebración del 150 aniversario de la creación de la Guardia Civil. Es
la fotografía que el biministro de Justicia e Interior, exalcalde de Zaragoza,
juez y prolífica personalidad aragonesa ha elegido para presidir sus memorias,
un compendio elaborado en apenas un año (tras su jubilación como magistrado)
para trufar su infancia como «niño mimado» con los arduos años en los que
reinstauraron el poder judicial en Euskadi bajo el terror de ETA o las
vicisitudes del «cargo que es una carga» cuando González casi le obligó a
ocupar la cartera de Interior. Todo ello puede leerse en 'Una vida a larga
distancia. Memorias de un juez y político independiente', un tomo que publica
Plaza y Janés y que esta entrevista trata de completar.
Su
madre le pidió en una carta que fuera ante todo independiente de partidos
políticos y posicionamientos férreos. ¿Lo ha conseguido?
Mi
madre tenía horror por que perdiéramos los valores que nos había inculcado y la
independencia al elegir un determinado partido político. Creo que ella no
estará muy enfadada: en lo esencial, he cumplido, entre otras cosas manteniendo
mis criterios frente a cualquier situación y posición. Más que un verso suelto,
he sido una novela, y me he caracterizado por ello aunque supusiera contrariar
las directrices del partido que te había elegido. He sido todo lo libre que he
podido, y he podido bastante.
Ha
sido toda una sorpresa saber que Belloch perteneció al Partido Comunista.
Ah,
sí, sí. Me entregó el carné Francisco Romero Marín, 'El Tanque', teniente
coronel del ejército de la
URSS. Aquellos años fueron uno de los periodos poco
frecuentes en la historia en los que había un impulso revolucionario en su
sentido estricto: estábamos convencidos de que podíamos cambiar el mundo y
pertenecer al Partido Comunista era la única opción razonable para la oposición
digna de ese nombre.
¿Conserva
el carné?
La
verdad es que no… Y no lo tiré como un acto de antimilitancia (ríe). Lo perdí y
la verdad es que me duró poco porque en cuanto se aprobó la Constitución ya no
tenía sentido.
¿Cuál
es el precio de esa independencia que su madre le pedía?
La
familia. Te apasionas tanto por el trabajo que te olvidas de casi todo lo
demás. En el caso de mi hijo mayor tuvimos que enviarlo a estudiar a Estados
Unidos porque era objeto de ¡atentados junto conmigo. ETA no tenía reparos en
matar familiares. No había más margen que huir, cosa que desde luego no hice, o
asumir los riesgos de un oficio que yo había aceptado y por lo tanto no me
podía quejar.
El
asesinato de Tomás y Valiente fue especialmente doloroso para usted.
Lo
fue por razones subjetivas y por razones objetivas. Que un mindundi que
desconocía quién era Tomás y Valiente asesinara a una persona de tal calibre
era intolerable. Y, en segundo término, yo fui siempre su alumno e incluso me
ayudó a ser ministro de Justicia. Se dieron todas las circunstancias para tener
una rabia infinita, la que se tenía siempre que había un asesinato pero
duplicada por esas circunstancias. Fue espantoso. De las pocas veces que he
imaginado el empleo de la violencia contra esas personas, lo que te da la idea
del deterioro que podía llegar a tener. Me parecía legítimo todo: contra ETA,
todo podía valer. Afortunadamente, no me lo creí mucho tiempo y aposté por la
senda constitucional y no por hacer lo que te pedía el cuerpo en aquel momento.
Hubo
gente que sí creyó que la violencia era la forma de solucionar el conflicto.
Los
mayores detractores del GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) los
elogiaban abiertamente y pedían su legitimación en artículos editoriales en los
años previos porque se necesitaban en la batalla contra ETA. De la noche a la
mañana, decidieron cambiar de bando. En general, y esto lo sabíamos muy bien
porque las encuestas salían del Ministerio del Interior, la gente no estaba en
contra de los GAL, sino más bien de la torpeza con la que actuaron. Tener todas
las semanas un asesinado en la puerta es difícil de mantener mucho tiempo. No
hubo grandes críticas a los GAL en su momento original, sino ya en una fase
posterior en la que se ha utilizado en la lucha partidista.
Sin
esa torpeza, ¿los GAL hubieran prolongado su actividad en el tiempo?
Lo
que desde luego hubiera durado muchos más años habría sido el terrorismo. Los
GAL eran gasolina para ellos, el instrumento del que se servía ETA para hacer
proselitismo en sus bases y fuera de España. Fue una torpeza enorme no ya por
sus errores en la ejecución, sino porque generaba la pérdida de relación
confiable entre España y Francia. La relación retrocedía años con cada atentado
de los GAL, lo que provocaba la indignación de Felipe González porque sabía que
a las siete de la mañana tendría la llamada del Gobierno de Francia.
¿Francia
creía que existía el terrorismo de estado?
Francia
estaba convencida. Y yo creo que no. Era una banda de incompetentes
desarrapados que podían tener el apoyo de algunos servicios del Gobierno, pero
cuyas propias formas de actuación demuestran que no era terrorismo
institucional. En tal caso, se hubiera hecho mejor.
Pero
la financiación de un grupo así tenía que venir de lo público, ¿no? ¿Hubiera
podido subsistir una actividad así sin la ayuda del Gobierno central?
Si
dejamos fuera el tema de Roldán (el director de la Guardia Civil que se
enriqueció ilícitamente con los fondos reservados del Estado), en realidad, el
coste del GAL fue mínimo, no representaba económicamente nada significativo. Y
había voluntarios a barullo para sufragar sus gastos: desde empresarios
amenazados de muerte hasta víctimas indirectas por el asesinato de sus padres,
hermanos o amigos. Era evidente que podían financiarse al margen de las instituciones.
Eso no fue lo que determinó el fracaso, sino su incompetencia profesional.
Un
ministro de Interior tiene que saber con certeza qué ocurría allí.
Tuve
bastantes datos como para saber que los GAL desaparecieron con Corcuera. Hubo
hombres del estamento político que acompañaron e hicieron posible los atentados
del GAL, pero eso no son las instituciones. Todos los responsables dentro de
las instituciones y fuera de ellas fueron condenados.
Pero
¿quiénes eran?
Los
condenados. San Cristóbal...
¿Es
San Cristóbal la equis de los GAL?
Está
muy bien la pregunta, pero lo único seguro es que Felipe González no era la
equis.
Nunca
se había hablado con tanta claridad como ahora sobre las torturas a los presos.
Cuenta que usted dio la orden de parar.
Yo
di la orden, de que fuera el primero, no estoy seguro. Ordené que dejaran de
existir las escapadas a la red (el concepto explica el apresamiento y malos
tratos a «peces pequeños» para interceptar a la cúpula). Llamé al comando de la Guardia Civil y le
expliqué que conmigo se había acabado la red. Me dijo que eso les impedía ser
eficaces en la lucha contra ETA. Y yo le respondí lo que pensaba entonces y
pienso ahora: que la tortura no sirve para nada y es contraproducente, tanto
como el GAL y en la misma escala moral.
¿Era
para usted una cuestión menor? Ascendió a Enrique Rodríguez Galindo a general
pese a las sospechas que terminaron en condena por el caso Lasa y Zabala.
Ese
sí es un tema legítimamente polémico. Mi posición es que había que distinguir a
Galindo investigado por la
Policía y por la
Justicia, que implicaba un proceso penal que terminó en
condena. Es evidente que Galindo tuvo méritos más que sobrados para el ascenso.
Yo creía que lo normal era que las dos vías siguieran separadas.
¿Por
qué era tan bueno Galindo?
El
número de agrupaciones de ETA que se detuvieron en los años de Galindo fue
espectacular. Era el que mejor resultados obtenía y el que más información
llegó a acumular.
¿Quizás
con métodos algo ilícitos?
Precisamente
por eso hay que mantener la dualidad. Se pasó y cometió delitos y ha sido
juzgado. Pero las cosas no son tan sencillas. No toda la información que tenía
Galindo procedía de virtuales malos tratos. Eso no es verdad. Al revés. La
tortura no servía para nada porque ETA daba órdenes concretas para que los
militantes dijeran todo en lo que habían participado para evitar la
desmoralización.
¿Volvería
a nombrarlo general?
Sí,
sin ninguna duda. Y en cuanto a facilitar la instrucción de su causa, sin
ninguna duda también. Pero no te olvides de que es muy simplificador el pensar
en buenos y malos. La información en materia antiterrorista se obtenía con
contactos con los servicios de espionaje exteriores, confidentes…
Hay
una generación en la calle que no vivió el terror. ¿Cómo explicarles que hubo un
momento en el que todo valía?
Lo
que hay que explicarles es la importancia que tuvo la liquidación de ETA. Los
chicos no saben qué fue ETA. Es acojonante. No hemos conseguido es que la gente
joven sepa lo que fue. Les parece algo de película, lejano, y si es así,
perdurará un caldo de cultivo para el nacimiento de ciertos extremismos.
Ahora
se habla del perdón, pero ¿usted perdona?
Perdón
no es la palabra adecuada. Yo no tengo por qué perdonar a ninguno de los
terroristas, no forma parte de mis obligaciones éticas. Son gente que causó un
dolor inmenso, y si son capaces de reinsertarse socialmente me alegraré. Pero
no tengo por qué creerme que se han rehabilitado o arrepentido. Hay muchas
conductas que más bien inducen a pensar todo lo contrario.
Por
fin da a conocer quién fue el intermediario que hizo entrega de los 300
millones de pesetas al espía Francisco Paesa para engañar a Luis Roldán. ¿Por
qué Manuel Cobo del Rosal?
La
elección de la persona procede de la dirección de la Policía, que nos facilita
la información de que Cobo del Rosal había ayudado en numerosas ocasiones a los
servicios de Inteligencia, por lo que era de su plena confianza. Además, había
escrito el manual de Derecho Penal junto a mi maestro Tomás Vives Antón, por lo
que también era mi maestro y le tenía confianza para que gestionara la
actividad de una forma honrada y honesta. Creo que lo hicimos y que él cumplió
su parte hasta la intervención de Paesa. Siempre he pensado que fue Paesa quien
se quedó el dinero.
¿El
de Roldán?
El
que el pobre Roldán llegó a tener y perdió. No he creído nunca que Roldán se
muriera rico, porque alguien le engañó. Le engañamos muchos: nosotros desde el
ministerio, haciéndole creer a través de Cobo del Rosal que no iba a ser
condenado por determinados delitos. Evidentemente, era falso, un artilugio para
que se entregara a la
Policía. Y después fue debidamente engañado por Paesa, que no
le ayudó a restablecer su vida con recursos económicos en un lugar más
tranquilo. Probablemente el dinero se lo quedó Paesa, pero es una especulación.
No tengo pruebas.
En
tal caso, si Paesa se quedó el dinero, fue como robar a un ladrón… ¿Se hizo mal
en confiar en un perfil así?
Volvemos
a un caso parecido (al de Galindo). Paesa había sido fundamental en muchas
operaciones policiales, concretamente, en la detención de la cúpula de ETA en
Bidart. Fue él quien indicó le método y la forma, el que se lo sirvió a la Policía en bandeja. Hay
que recordar esa época para saber lo que eso significaba: un servicio
monumental, además de otros muchos en los que ejercía un papel fundamental de
intermediario con los delincuentes. Este tipo de personaje es útil en términos
policiales y la consecuencia es muy clara: no se le persigue con especial
entusiasmo.
¿Paesa
también engañó al Gobierno de España?
Se
puede ver así, pero yo no lo veo así. Paesa pide a través de Cobo del Rosal un
precio para el rescate. Un precio para proporcionar información para que Roldán
quede en manos de la
Policía. Como demuestra la detención esa información era
absolutamente buena. Paesa no nos engañó: abiertamente hizo un servicio y pidió
la retribución económica. La cantidad, que puede parecer escandalosa, no lo era
en modo alguno en los términos en los que se planteaba la cuestión.
Que
salió barato, vamos.
Sí…
Fue perfectamente asumible, y no tengo la más mínima dificultad en reconocer
que así fue.
Hablando
de espías, hay un pasaje en el libro en el que reconoce que fue espiado por su
propio Gobierno.
Ah,
sí, sí. Es de película no sé si neorrealista italiana o de la Nouvelle Vague.
Esa escena de ver a la chica del servicio sentada en el sillón de al lado
contándome todo lo que había espiado y diciendo que tenía que informar a su
jefe. Pero la anécdota esconde un hecho objetivo importante: que nos espiábamos
entre nosotros y eso no podía ser. En fin, en mi caso lo utilicé como una doble
agente.
En
el ocaso del felipismo, critica con fuerza a lo que se llamó el Sindicato del
Crimen.
El
paso del tiempo lo que ha hecho es incrementar el prestigio de Felipe González
y que las anécdotas tengan poco peso específico para la militancia. Felipe
seguiría hoy ganando los congresos si se presentara.
Cuando
vuelve de Madrid, llega a Zaragoza en los años del Beirut en el PSOE aragonés.
¿Pronostica una situación similar con el ocaso de Javier Lambán?
Creo
que no hay candidatos alternativos en Aragón exceptuando a Pilar Alegría. No
creo que le haga mucha ilusión vivir en Zaragoza, pero por lo demás no hay
competidores. Lambán está ejerciendo el mando interno con una tranquilidad
absoluta. Todo el mundo daba por supuesto que iba a ganar las elecciones, por
lo que se ha quedado todo destartalado a consecuencia de la derrota. Creo que
si dimite, conducirá el partido a un nuevo liderazgo que él tutelará.
¿Ve
a Pilar Alegría más como una candidata a presidir el Gobierno?
Eso
no lo sé. Casi todo el mundo que se dedica a la política quiere ser presidente
del Gobierno, por lo que no creo que Pilar Alegría sea una excepción.
¿Usted
aspiraba a serlo?
La
verdad es que no. No era del partido. Es el problema que tiene ahora Margarita
Robles, que podría ser una candidata general, pero que no siendo del partido es
muy difícil que las bases te acepten.
¿Qué
haría Belloch si fuese Jorge Azcón para gobernar Aragón?
Le
tengo el afecto suficiente como para darle un consejo: que se dedique a
Zaragoza y Aragón y no se meta en batallas orgánicas del partido. Es lo que
hice yo cuando comprendí que era contraproducente. Un buen alcalde o presidente
de comunidad autónoma tiene que mantener la independencia y tomar decisiones
que a veces no coinciden con la dirección del partido.
¿Se
equivoca Sánchez al anticipar las elecciones?
Nunca
puedes decir que Sánchez ha cometido un error. La prudencia aconseja no hablar
de errores en su caso porque te equivocarás.
Hay
cuatro personas que salen mal paradas del libro: Baltasar Garzón, Álvarez
Cascos, Luisa Fernanda Rudi y Carlos Pérez Anadón.
En
general, he sido muy generoso, contando lo que se puede contar con afecto y con
respeto. Pero hay personajes a los que no les tengo ningún respeto, como a
Álvarez Cascos. Es un hombre que violó lo más importante cuando reveló lo que
le dice un ministro de Interior en reuniones privadas para utilizarlo en la
lucha parlamentaria. Ese es un pecado mortal que no puedo perdonar. En el caso
de Pérez Anadón, fue un legítimo adversario al que le tengo respeto e incluso
afecto y por tanto no tengo nada que reprochar. Hacía compatible el que yo
dejara de ser alcalde, que era su propósito justificado, con cumplir su deber.
No dejó nunca de hacerlo sin perjuicio de las horas que pudiera dedicar a la
conspiración contra el alcalde (ríe).
¿Y
Rudi? ¿Qué falló con ella?
A
Rudi no la menciono mucho. Solo que ella dijo que yo dejaría la ciudad si
perdía las elecciones y pasó justo lo contrario.
¿Y
el juez Garzón?
Ese
sí que es un tema de fondo. No es el modelo de juez en el que yo creo. Hubiera
estado mucho mejor de abogado o fiscal, cualquier clase de profesión jurídica
menos la de juez. Un juez tiene que ser no un inquisidor, sino un garantista de
los derechos individuales y libertades de las personas que tiene que juzgar.
Garzón nunca estuvo en esa línea. Era el hombre de las grandes apelaciones a la Policía, de las
filtraciones a los medios de comunicación. Por lo demás, hizo cosas
importantes, que se lo reconozco.
¿Qué
ambicionaba?
Me
pidió ser ministro de Justicia cuando yo accediera a Interior. Después, ser
secretario de Estado de Interior. Le ofrecí que montara la DEA americana y aceptó la
oferta, pero terminé por decirle que ya tenía el equipo cerrado. No confiaba
plenamente en la discreción de Garzón con los medios de comunicación.
Opinión:
Ufffff, como decía mi buen amigo Iñaki García Arrizabalaga en uno de
sus últimos tuits: “Muy vomitivo. Mi solidaridad con las víctimas del
terrorismo del GAL. Estas declaraciones hacen daño a todas las víctimas del
terrorismo”.
Solo un añadido por mi parte: solo espero que las asociaciones “de” víctimas
opinen sobre estas declaraciones… pero que antes pregunten la opinión a sus
miembros (cumplan estos o no los requisitos para ser considerados como víctimas
del terrorismo).
Al menos, una de las siglas han saltado de inmediato y han dado su opinión
al respecto: “Es profundamente ofensivo y doloroso para las víctimas de los GAL
y para la sociedad leer esta entrevista. Es inaceptable e indigno legitimas la “guerra
sucia” de los GAL en un país democrático”.
Pues nada más que añadir.