06 mayo 2018
Las victimas necesitamos un poco de paz y actos como el de Kanbo nos
revuelven por dentro
«Cuando leí el comunicado de ETA me envolvió una sensación
de cansancio y hastío. Otra vez el lenguaje tramposo y manipulado»
El 22 de febrero de 2000 y de una manera brutal, ETA
asesinó en Vitoria con una furgoneta cargada de explosivos a Fernando Buesa y a
su escolta, el ertzaina Jorge Díez Elorza. Diecisiete años después, Marta, la
mayor de los tres hijos del dirigente socialista recuerda aquel martes como si
fuera hoy. Tenía 27 años y estaba recién casada. Para esta abogada, el acto que
ayer se celebró en Kanbo para avalar el final de ETA no significa nada, «pura
propaganda». El verdadero final, a su juicio, «fue cuando dejó de matar».
-ETA anunció el jueves su final definitivo. ¿Qué
sintió?
-ETA terminó en 2011 cuando anunció que
dejaba la lucha armada. Para mí ese fue el final. Todo lo que ha sucedido en
estos casi siete años después es totalmente accesorio. ¿Y cómo me siento? Pues
confieso que la semana pasada estuve algo revuelta tras el comunicado de los
terroristas pidiendo perdón. Me resultó especialmente ofensivo. Pero este
anuncio de ayer de 'desmovilización', o como quieran llamarlo, no significa
nada .
«Yo no necesito que ETA me pida perdón, lo que sí le exijo
es que reconozca el daño causado»
-¿Le dolió ese perdón 'selectivo' de ETA a sus
víctimas?
-Cuando escuché la noticia de ese perdón por la radio me
quedé sorprendida, pero a la vez me produjo desconfianza y recelo. Porque
después de lo que le está costando a la izquierda abertzale hacer un
pronunciamiento público y nítido de deslegitimación del terrorismo, ese paso de
gigante de ETA me parecía asombroso. Pero cuando leí el comunicado me envolvió
una sensación de cansancio y de hastío. Para mí fue un acto de propaganda. Otra
vez el lenguaje tramposo y manipulado, con ese cinismo tan propio de ellos. Era
particularmente ofensivo: un perdón selectivo, hiriente y cruel. Y pensé que si
nos conformamos con que eso es un perdón, ¿dónde estamos poniendo el límite al
respeto que merecemos? ¿Dónde queda la dignidad?
-¿Entonces no les cree cuando hablan de reconocer el
daño causado?
-No es que no les crea, es que no hay tal reconocimiento.
Si hablamos de un acto que implica asumir la responsabilidad del daño tan
grande que ha generado ETA, que nos ha sometido al terror y a la falta de
libertad, además de todos los asesinatos y secuestros durante tantísimos años,
insisto, si quiere asumir esa responsabilidad necesitará un tiempo, un
recorrido y un proceso personal, que tiene que venir de una reflexión y un
conocimiento claro de lo que su actuación ha generado. Un conocimiento
consciente de ese sufrimiento.
-¿ Y son conscientes los terroristas del dolor que
han provocado?
-Creo que no. Que no son consciente de su actuación. Han
ignorado la realidad, todavía no la han afrontado. Tampoco se han puesto en
disposición de escuchar a las víctimas, de atender todo ese dolor. Y siempre
escudándose en el conflicto. Si esto no se ha producido, ¿qué valor puede tener
ese reconocimiento?
-¿Qué opina de la escenificación de ese final en
Kanbo?
-Un acto más de propaganda, como lo fue el de Baiona. Si
hubiera un deseo de contribuir a la paz y a la convivencia se tendría que hacer
de una forma mucho más humilde y respetuosa. Y no creo que se merezcan toda la
atención que están teniendo. El foco no habría que ponerlo en ellos. Las
víctimas necesitamos una cierta paz y un equilibrio interior, que a veces es
difícil de mantener, y este tipo de actos nos revuelven y nos tienen en vilo.
Se nos pone a las víctimas en el foco por algo que hacen ellos.
-¿Y qué le parece que políticos de algunos partidos
acudiesen al evento de Kanbo?
-No sé cuáles han sido las entretelas políticas, pero desde
mi humilde punto de vista, ETA no se merece tanta atención, ni mediática, ni
política.
-Ahora que se habla tanto del relato, ¿cuál es el
que debería quedar de su padre, Fernando Buesa?
-Creo que en este sentido existen dos vertientes. Por un
lado, es necesario que se construya un relato fiel a la verdad. Pero esa labor
no nos corresponde a las víctimas, sino a los historiadores y expertos, que de
forma objetiva, seria y científica deben recopilar y además ir tejiendo esa
historia fiel a los hechos. Por otra parte, estamos las víctimas, que
aportaremos nuestras vivencias. En nuestro caso, el relato que quede de mi
padre será el que nosotros contemos. Y su propio relato, el de Fernando Buesa,
de ser que era una persona buena, reconocida, que se llevó el cariño de la
gente, que aportó su grano de arena a la paz en Euskadi. A él le encantaba lo
que hacía, siempre se consideró un servidor público, que optó por quedarse en
Euskadi pese a estar amenazado. Y ETA lo asesinó.
-¿Qué recuerda de aquel día?
-Yo tenía 27 años y estaba recién casada. Estábamos
construyendo nuestro hogar, estaba muy ilusionada y mi padre con ganas de ser
abuelo. Después de comer, fui al despacho de abogados. Escuché sirenas de
policía y ambulancias... Pensamos que ese ruido había sido por una bomba. Miré
por la ventana y vi una columna de humo a lo lejos, cerca de la casa de mis
padres. Llamé a casa, pero no cogió nadie. Al montarme en el coche puse la
radio. En cuanto escuché que ETA había puesto una bomba en Vitoria, tuve un
pálpito. Fue terrible. ETA había asesinado a mi padre.
-¿Tiene miedo de que el final de ETA suponga el
olvido de las víctimas?
-Desde que mataron a mi padre una de nuestras máximas
preocupaciones ha sido que nunca se olvidara lo que había sucedido. Pero esto
no tiene que ver con el final de ETA. Este final marca un punto por el deseo
que había de que se acabara. Lo que nos ha pasado a las víctimas no se puede
olvidar. Por eso tenemos la fundación, el monolito en su memoria y en la de
Jorge Díez Elorza, el ertzaina que le escoltaba, los aniversarios... Hemos sido
capaces de que nuestros hijos crezcan sin odio pero sabiendo lo que pasó. Es
decir, han recibido una educación con la verdad y sin odio pero también sin
ignorancia. Hay que partir de lo vivido para poder afrontar el dolor,
interiorizarlo y trabajar por una memoria.
-¿Perdonaría a los asesinos de su padre?
-El perdón tiene dos caras. Yo no necesito que me pidan
perdón, pero lo que sí exijo es un reconocimiento público de todo ese daño
causado.
-¿Y si le pidieran perdón?
-No lo sé... Me tendría que encontrar en esa situación.
Cuando yo pido perdón a alguien hago borrón y cuenta nueva. Pero perdonar al
asesino de mi padre... No me siento capaz. Tampoco necesito que me lo pidan
para estar en paz conmigo misma.
-¿Estaría a favor de acabar con la dispersión de los
presos de ETA?
-No creo que como contrapartida al fin de ETA deba haber un
acercamiento. Se puede cumplir y velar por los derechos humanos en prisión sin
necesidad de exigir una contrapartida. Entiendo que tiene que ser muy duro
tener a tu hijo preso y lejos de casa. Lo puedo comprender. Una cosa es estar
cerca, pero dentro y no fuera, en la calle. Es que muchos los quieren en casa y
eso no puede ser.
-Es decir, que cumplan sus condenas...
-Sí. La ley dice que el preso tiene derecho a cumplir
condena cerca de su domicilio. ¡Pero cuidado! Esto se puede manipular y
utilizarlo para que salgan a la calle.
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