10 junio 2019
Dignidad y Justicia
Lamento que pueda parecer pedante, pero sería tremendamente
injusto sino escribiese este artículo porque tuve el inmenso honor de que el
miércoles pasado en la Escuela
de Guerra me impusieran la
Medalla de Dignidad y Justicia con Distintivo de Plata, ni
más ni menos que una de las cabezas jurídicas por las que más respeto siento,
el Ilmo. Sr. Don José Ramón Navarro Presidente de la Audiencia Nacional.
Las víctimas del terrorismo son un colectivo plural y cada una reacciona a su
manera, hay quien legítimamente se refugia en el silencio y el dolor y hay
quien como Daniel Portero da un paso al frente, como el explicó sobre la Bandera de España puesta
en el sillón donde trabajaba su padre asesinado por ETA, se juramentó seguir
luchando, así lo hizo fundando Dignidad y Justicia y así lo sigue haciendo
tratando de esclarecer todos los crímenes que aun no han sido resueltos. Ya he
explicado muchas veces que servidor tiene la hoguera de las vanidades más que
cubiertas, pero cuando te premia una víctima del terrorismo por tu trabajo con
ellos, como cuando lo hacen los miembros de Fuerzas y Seguridad o de las
Fuerzas Armadas el orgullo se funde con el agradecimiento y la idea de que mis
hijos siempre recordaran que su padre mejor o peor hizo cuanto pudo por una
justa causa.
Creo que ese reconocimiento se encarnó en mí, pero era para
ese grupo de abogados que en los momentos más difíciles y complicados dimos un
paso al frente, que tan pronto nos íbamos a Cuba o República Dominicana a
localizar etarras como nos enfrentábamos a ellos en la Audiencia Nacional
o subíamos al País Vasco a defender guardia civiles, entonces no había
supuestos expertos ni extraños mediadores de conflictos, solo podíamos recurrir
a Juanan que intentaba como podía coordinar al grupo de abogados más variopinto
diferente, y probablemente inconsciente que haya existido jamás. Gracias
Daniel.
Opinión:
En enero de 1991 conocí a José María Fuster-Fabra y hasta
septiembre de 2009 tuve el privilegio de trabajar conjuntamente en la defensa
REAL y CONSTANTE de los derechos de
cientos de víctimas del terrorismo. Como muy bien escribió en su colaboración
en el libro “Pido la palabra” de Goyo Martinez, su relación conmigo no coincidía
en numerosas cuestiones: ideológicas, deportivas, religiosas incluso educativas…pero
tuvimos la gran idea de aparcar esas diferencias (siempre amistosas) en el
rellano de la puerta cuando se trataba de entrar en cualquier lugar para
defender a las víctimas a las que representábamos o para trabajar en su
defensa.
Por ello me alegro de que le hayan otorgado el premio de la
asociación Dignidad y Justicia y me alegra también que coincida en el tiempo
con la desastrosa actuación del ICAM de Madrid que se ha dedicado a homenajear a
los abogados que defendieron a las víctimas del terrorismo olvidando a los que sí lo hicieron realmente y no desde octubre de 2011... a buen entendedor...
Es patética la utilización que desde el ICAM y desde
diferentes siglas políticas se sigue haciendo con el dolor del colectivo de
“las” víctimas del terrorismo.
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