viernes, 22 de noviembre de 2024

22 noviembre 2024 La Vanguardia

 

22 noviembre 2024 



La Guardia Civil escuchó a ETA a las 8 de la mañana del 11-M: “Han tenido que ser los moros”

Un equipo tenía un micrófono instalado en el piso del sur de Francia donde vivía el jefe de explosivos de la banda, que no salía de su asombro: la información se transmitió a Madrid

Cuarto piso de la residencia Le Toumalin, en Saint Paul les Dax, sur de Francia. Son las 8 de la mañana del 11 de marzo de 2004 cuando el jefe del aparato logístico de ETA, Félix Ignacio Esparza Luri, empieza su jornada. Es el tipo que controla el material militar de la organización. A las 8.11 escucha en televisión que ha habido un atentado. A las 8.57 despierta su compañera de comando, Bihotz Cornago. Los dos etarras no entienden nada.

-¿Eso es posible? – pregunta ella.

-¿Sin aviso? No.

-Hombre, es que a ver quién tiene cojones de decir ahora que sí, que ha habido una llamada y han pasado…

No es ficción: la Guardia Civil tiene un micrófono en esa casa y lo escucha todo. A las 10.51, y ante la información que se va conociendo, Esparza Luri dice: “Habrán sido de Al Qaeda”. Durante todo el día, la pareja no sale de su asombro. “Han tenido que ser los moros”, insiste Esparza.

La escucha

Un libro de un coronel-jefe de la Guardia Civil revela que el estupor del responsable de logística de ETA fue transmitido a Madrid “en tiempo y forma”

Estas revelaciones figuran en el libro Sangre, sudor y paz (Península, 2017), uno de cuyos autores es el coronel-jefe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí, durante 25 años uno de los máximos responsables de la lucha contra ETA. Lo más revelador, en la página 343: “Las novedades se transmiten en tiempo y forma”. Es decir, que en la mañana del 11-M, en el ministerio del Interior conocen ese estupor de uno de los máximos jefes de ETA ante el atentado.

El libro sostiene que los atentados “dejan a ETA descolocada” y que inicia un periodo de reflexión, que sólo romperá bastantes meses más tarde con atentados “blandos” contra intereses turísticos.

“ETA tenía abierta una reflexión en parte por razones operativas, pero también por razones políticas, y aquel hecho les puso encima la imposibilidad de defender el terrorismo. Los puso en un sitio muy incómodo, fue un golpe terrible para ETA”, reflexiona Jesús Eguiguren, que entre 2002 y 2014 fue presidente del Partido Socialista de Euskadi y que en aquel momento ya había abierto un diálogo (secreto) con el líder abertzale Arnaldo Otegi acabar con la violencia.

“ETA tenía abierta una reflexión en parte por razones operativas, pero también por razones políticas, y aquel hecho fue un golpe terrible para ETA”,

Otegi se apresuró a proclamar en los medios a media mañana que aquel atentado no era de ETA, contradiciendo al lehendakari, Juan José Ibarretxe, que sobre las 9.30 había acusado a la organización: “Yo tenía mucha confianza con Otegi –añade Eguiguren– y pensaba que estaría bien informado. Hablé con él aquel mismo día, e implícitamente me sugirió que hiciera llegar el mensaje al gobierno de que no habían sido ellos”.

En el ámbito de la izquierda abertzale, no obstante, existieron dudas durante las primeras horas, incluso entre los presos de ETA.

Así lo cuenta un ex miembro de la banda, crítico con la violencia, que vivió aquellos días en una prisión andaluza: “En diciembre ETA había intentado atentar en un tren, y unas semanas antes del 11-M detuvieron en Cuenca una furgoneta con 500 kilos de explosivos. Cuando escuché la noticia, en mi celda, sí pensé que había sido ETA. Poco después salimos al patio y el resto de presos tenían la misma percepción. Había mucha preocupación y tensión. Las declaraciones de Otegi no despejaron nuestras dudas, en absoluto. Nuestra percepción cambió a medida que se conocían detalles sobre el modus operandi”.

Lo que ocurrió en las siguientes horas es conocido. El Gobierno de José María Aznar trató de sostener que los atentados eran obra de ETA, en contra de todos los elementos de la investigación que se iban conociendo y motivado, básicamente, por la inmediatez de las elecciones del 14-M. Según relató el ex ministro popular José Manuel García-Margallo en sus memorias, el análisis político era que, de confirmarse la hipótesis islamista, se iban “para casa”, mientras que la autoría de ETA les llevaría a “arrasar” en las urnas.

¿Qué incidencia tuvo en la banda? ETA inició un proceso de reflexión. El 21 de marzo emplazó al Gobierno a “establecer un diálogo”. Tras algo más de cuatro meses, ETA volvió a atentar en agosto y provocó hasta 16 atentados hasta final de año, aunque sin muertos. El primer atentado donde los hubo fue el de la T4 de Barajas, el 30 de diciembre de 2006: dos años y ocho meses después del 11-M y con una tregua de nueve meses de por medio.

“Una de las causas del fin de ETA es el surgimiento del yihadismo –dice, tajante, Eguiguren–. Yo fui de los primeros que dijo que ETA se iba acabar y la gente no me tomaba en serio. Tenía el pálpito intelectual de que iba a tomar ese camino. Había estudiado la historia del terrorismo, y ves que cuando nace un movimiento entierra al inmediatamente anterior”.

El responsable del Gobierno vasco en materia de Memoria y Derechos Humanos, José Antonio Rodríguez Ranz, doctor en Historia, no es tan rotundo, aunque considera que “coadyuvó al final de ETA”. “Compartir sustantivo con el terrorismo yihadista, aunque ETA hablase de 'actividad armada', les incomodaba y supuso un factor más, unido al desgaste que venían sufriendo por la presión policial, la presión de la sociedad vasca y el hecho evidente de que, en pleno siglo XXI, la actividad de ETA no beneficiaba al proyecto político que decían defender”.

Imanol Murua, periodista y profesor de la Universidad del País Vasco, ha escrito dos libros sobre las conversaciones de Loyola y sobre los años previos al abandono definitivo de la violencia en 2011. En su opinión, el 11-M “tuvo un impacto importante en ETA”. “Afianzó el rechazo a la violencia en la opinión pública en general, también en el País Vasco, y se convirtió en un factor añadido más que dificultaba a la izquierda abertzale la justificación del uso de la violencia política, en un momento en el que la visión crítica sobre ETA empezaba a aflorar en el entorno de la propia izquierda abertzale”, añade.

El histórico líder socialista lo cuenta de primera mano: “Creo que aquello nos dio más fuerza para negociar, ellos estaban más incómodos, se incrementó en ellos la idea de que había que acabar”.

Mikel Antza, que era el líder de ETA en 2004, declinó participar en este reportaje. Tampoco EH Bildu quiso hacerlo.

 

 

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