16 octubre 1989
La revista “Pronto” sempre ha estat relacionada amb temes de l’anomenada “premsa del cor” però en moltes ocasions va ser un excel·lent conducte de comunicació per la tasca que en Robert va desenvolupar en aquells llunyans anys de principis dels noranta. En un reportatge molt extens en que es fa un resum ejemplar del que va ser el judici a l’Audiència Nacional de Madrid, en Francesc Ribes presentava la següent informació al mes d’octubre de 1989:
La revista “Pronto” sempre ha estat relacionada amb temes de l’anomenada “premsa del cor” però en moltes ocasions va ser un excel·lent conducte de comunicació per la tasca que en Robert va desenvolupar en aquells llunyans anys de principis dels noranta. En un reportatge molt extens en que es fa un resum ejemplar del que va ser el judici a l’Audiència Nacional de Madrid, en Francesc Ribes presentava la següent informació al mes d’octubre de 1989:
El reciente juicio ha reavivado la tragedia de hace dos años
Secuelas incurables en las víctimas de Hipercor
Alvaro Cabrerizo no muestra señales aparentes de haber sido una de las principales víctimas del atentado a los almacenes Hipercor. No tiene quemaduras, sus heridas son de otro tipo: allí murieron carbonizadas su mujer y sus dos hijas. Ahora contempla impasible cómo los terroristas juzgados aseguran que su intención no era matar y que tenían que seguir adelante pese a los trágicos efectos de la bomba. Ha ido a Madrid para ver en persona a las personas que mataron a su familia. Desde que su hogar se quedó vacío, las 24 horas de cada día transcurren recordando obsesivamente aquel momento en que su vida perdió el sentido. Después viene la desesperación por saber que nunca volverá a ver a sus hijas y a su esposa. Y así una y otra vez. Quizá se pregunte qué derecho tiene un comando terrorista a destrozarle la existencia, a él, que ninguna culpa tiene de sus problemas políticos.
Parecidas preguntas se hacía en la sala del juicio Robert Manrique, empleado de Hipercor que sufrió graves quemaduras a raíz del atentado. El ha ido a Madrid a que le respondan una sencilla pregunta: ¿por qué? Sin embargo, es difícil que nunca llegue a comprender el motivo que pueda justificar la muerte de 21 inocentes. A Manrique poco le importa que los etarras pasen el resto de sus días en prisión. Piensa que nunca podrán compensar así los dramas humanos que provocaron. Manrique se conformaría con que sufrieran el mismo dolor que tuvo que soportar el herido más leve de Hipercor. Así tendrían una idea aproximada de lo que hicieron.
Heridas que nunca cicatrizaran.
Pasados 27 meses del atentado, sólo uno de los 14 ingresados en la unidad de quemados de la residencia sanitaria Vall d’Hebrón ha sido dado de alta; el resto sigue sometido a tratamiento. Todos ellos sufren importantes secuelas físicas y psíquicas y han tenido que pasar varias veces por quirófano. En cada operación se intenta avanzar un poco más para que recuperen un aspecto normal. No olvidemos que este tipo de quemaduras producen cicatrices que impiden el movimiento de los miembros o retraen la piel hasta el punto de que la víctima no puede cerrar los ojos o la boca. Los heridos nunca pueden exponerse al sol, ya que su delicada piel podría volver a quemarse. Periódicamente se les deben administrar calmantes para que puedan soportar el dolor. Y saben también que las espectaculares cicatrices que llevan en su cuerpo son objeto de miradas cuando van por la calle.
Pero lo peor son los trastornos psíquicos. Estos afectan a todos los heridos, tanto a los ya curados como a los que siguen en tratamiento. El mal común a todos es el miedo: terror a los coches aparcados y a una posible represalia de ETA. Por eso nadie ha conseguido fotografiarles ni arrancarles una declaración. “Neurosis de angustia” y “estrés postraumático” es un diagnóstico frecuente entre las víctimas de Hupercor.
En cuanto a las indemnizaciones, con Hipercor no hubo problemas. La compañía aseguradora del centro comercial pagó sin rechistar, no así el Estado. Una sentencia de la Audiencia Nacional determinó que el Estado no era responsable de los daños causados por los etarras y, por tanto, no tenía por qué indemnizar a las víctimas. Sin embargo, durante el proceso e planteó la tesis de que la policía era la responsable de que no se llevara a cabo el desalojo del edificio ante la amenaza de bomba. Tratándose ésta de un servicio público, sí quedaría njustificado legalmente el pago de compensaciones por parte de la Administración. El tema del desalojo fue uno de los que centró el interés a lo largo del juicio.
30 años de cárcel.
Tanto Josefa Ernaga como Domingo Troitiño pretendieron, durante sus declaraciones, compartir la responsabilidad de la masacre con la policía y la dirección de Hipercor. Habían efectuado tres llamadas anunciando el atentado para las tres y media. Durante la declaración de los testigos, dos policías afirmaron que un directivo del centro comercial no permitió el desalojo porque consideraba que las llamadas eran falsas. El mismo directivo, por el contrario, aseguró que la policía nunca creyó necesario el desalojo. Las contradicciones entre ambos quedaron sin solucionar porque no eran ellos a quienes se juzgaba, sino a dos miembros del comando etarra.
El fiscal ha pedido para ambos dos condenas de 950 años de cárcel, aunque sabemos que no pasarán más de 30 entre rejas. Curiosamente, la pena es la misma por un asesinato que por 21. También solicitó que los 900 millones de pesetas embargados por la policía francesa a la dirección de ETA sirvan para el pago de indemnizaciones. La sentencia del tribunal aún no ha sido dada a conocer.
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