07 enero 2025
Terrorismo
y salud mental
La
violencia es una forma de reacción que ampara muchas carencias personales
David
Trueba
El
año 25 de este siglo XXI tan convulso empezó, como no podía ser menos, con una
serie de atropellos y tiroteos en distintas aglomeraciones y mercadillos
navideños, se corona el nuevo presidente de Estados Unidos y llega precedido de
dos intentos de asesinato tan solo durante la última fase de la campaña. Se
percibe una espiral de tensión. Lo que no sabemos es si esa tensión interesa
para encubrir la nada o es la tensión misma el único argumento de esta
tragedia. Entre los fallecidos arrollados por un coche, por una furgoneta, por
la explosión de una camioneta, por los disparos de un hombre armado hay
personas de todas las edades y nacionalidades, cuyo único pecado es el de ser
peatón en medio de una turbina de emociones disparadas. Algunos de los detenidos
y abatidos por las fuerzas del orden responden a parámetros confusos. En
Alemania atentó contra los paseantes de un mercado navideño un doctor de origen
saudi que presumía de antiislamista y en Nueva Orleans y Las Vegas todo apunta
más bien hacia trastornos de militares traumatizados. Las líneas de
investigación hablan de radicalización y símbolos bajados de internet, pero no
acaban de trazar más internacional terrorista que la del ánimo personal de los
criminales.
Hay pocos estudios serios sobre la relación directa entre desequilibrios mentales y terrorismo. Los que hay apuntan a que la causa por la cual se atenta resulta ser en muchas ocasiones una excusa para sentirse integrado, valeroso y arrojado, pero que no responde a una preparación estudiada ni a una decisión del todo racional ni ideológica. Se habla de radicalización cuando quizá habría que mencionar la soledad, el rencor, los agravios fabricados y demás maquinaciones de una mente autodestructiva. La violencia es una forma de reacción que ampara muchas carencias personales. No lo ignoran las mujeres que año tras año pagan con agresiones y amenazas el desequilibrio de sus antiguas parejas ante la perspectiva del abandono y de que la persona que creen amar rehaga su vida con normalidad lejos de su influencia tóxica. Es esta una forma de terrorismo machista que también señala hacia la salud mental de manera directa. Los casos que han surgido en esta Navidad se suman relacionados con las fiestas y las vacaciones, con lo que esas fechas tienen de espoleta de soledades, de carburante para el rencor, en las que la alegría ajena se torna en contraespejo de la tristeza propia.
La
gran contradicción de dejar la seguridad únicamente en las manos policiales nos
condena a no saber enfocar lo que son derivas extrapoliciales. No solo no hay
bastantes departamentos de psicología para quienes lo solicitan, sino que
además parece imposible prescribir estas atenciones para el conjunto de la
sociedad. El asesino del mercadillo de Magdeburgo (Alemania) era además
psiquiatra en activo en un centro público, por si faltaba un rizo a esta
demencial catarata de contradicciones. Lo que nos da miedo reconocer es que
tachamos de terrorismo lo que nos interesa albergar en ese archivo, porque de
este modo compramos la idea de la salvaguarda militar. Si fuéramos más
perspicaces, quizá empezaríamos a plantearnos seriamente si muchos de los
episodios que designamos con la vitola de terrorismo no sería más preciso
estudiarlos bajo la lupa de la salud pública, de la enfermedad mental. Y es
posible que ese mero replanteamiento nos ayudara a levantar la alfombra para
ver lo que llevamos varias décadas ocultando de nuestras disfunciones sociales.
Opinión:
Por decir algo similar a lo que ahora dice David Trueba,
en 2014 me acusaron de apología del terrorismo junto a otros componentes de la película
LA REVOLUCION DE LOS ANGELES.
Obviamente, aquella acusación perpetrada por alguien con
un alto cargo en la Comunidad de Madrid quedó en nada…
Bueno sí quedó en algo. Quedó claro como personas con alto poder
político no dudan en esparcir toda la mierda que pueden con tal de sacar rédito
personal y electoral cuando otros osamos presentar críticas a su labor.
Queda mucho todavía por comentar. Y a muchos les queda
todavía muchísimo por aprender.
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