02 mayo 2018
La dentellada del lobo y otros golpes policiales
Los
ocho golpes policiales que acabaron con ETA
Desde las detenciones propiciadas en 1975 por ‘El Lobo’
hasta el arresto en 2010 de Mikel Karrera, el último gran jefe de la banda
No todas las desarticulaciones de comandos
hicieron mella en ETA de la misma manera. Ni todas las detenciones de
dirigentes le afectaron de igual modo. Tras el anuncio de disolución de la
banda, expertos de la lucha antiterrorista de la Policía Nacional
y la Guardia Civil
consultados señalan las operaciones policiales que a lo largo de las últimas
cinco décadas fueron claves para abocar a ETA a su fin.
La primera dentellada de ‘El Lobo’.
El primer gran golpe a ETA se produjo en el verano de 1975
y tuvo como protagonista a Mikel Lejarza, El Lobo, un joven vasco al que los servicios de
información habían infiltrado dos años antes en la organización terrorista. El
ascenso de El Lobo en la estructura de la banda le permitió contactar con sus
máximos responsables y conocer los detalles del despliegue que habían preparado
en Madrid y Barcelona para cometer atentados. Tras sendos tiroteos, que
causaron la muerte de un etarra y un policía, además del arresto de otros
cuatro miembros de la banda, los servicios antiterroristas desarrollaron en los
siguientes meses varias operaciones en Galicia, Madrid y Barcelona que concluyen
con el arresto de 158 etarras, entre ellos siete de los diez integrantes de la
cúpula etarra. "La banda pecaba entonces de cierta ingenuidad para captar
a sus integrantes. Aquel fue el primer gran golpe y afectó a su estructura
fuera del País Vasco", destaca un experto antiterrorista.
Los misiles de Sokoa.
En noviembre de 1986, era localizado en la fábrica de
muebles Sokoa, en Hendaya, el mayor arsenal de ETA descubierto hasta entonces.
Un veterano agente asegura que su relevancia no estuvo tanto en el material
incautado, como en el desarrollo de la operación policial. "Se utilizaron
sofisticados medios técnicos para la época facilitados por la CIA ", destaca. En
concreto, un radiotransmisor que se instaló en los misiles que los servicios
antiterroristas hicieron llegar a la organización terrorista a través del
mercado negro de armas. El objetivo era seguir el rastro de estas armas hasta
el comando Madrid, el más activo de la organización. Sin
embargo, el temor a que las balizas –cuya señal comenzó a debilitarse– dejaran de
funcionar, precipitó el registro. Fueron detenidos seis miembros de ETA, se
intervinieron armas y, sobre todo, abundante documentación del aparato
financiero.
La caída de Bidart.
Con los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla en el
horizonte, en marzo de 1992 fue descabezada la cúpula de ETA. En un chalé de la
localidad vascofrancesa de Bidart fueron detenidos Francisco Múgica Garmendia, Pakito;
José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, y José Arregi Erostarbe, Fiti.
La investigación arrancó en diciembre de 1991 al detectar la Guardia Civil los
primeros pasos para organizar la fuga de varios de sus presos, recluidos en la
cárcel de Ocaña. El seguimiento de uno de los que iba a participar en la huida
llevó a los agentes hasta la localidad francesa de Guéthary, donde se localizó
a Txelis. La estrecha vigilancia al entonces jefe del aparato político permitió
detectar la celebración de una reunión. Cuando la Policía francesa asaltó el
caserío donde se celebraba, encontraron a Fiti –que intentó escapar con una
placa falsa de policía- a Txelis y a Pakito, estos dos últimos mientras se
deshacían de documentación en el inodoro. "Por primera vez ETA se vio
vulnerable", coinciden en destacar mandos de la Policía y la Guardia Civil.
El frustrado atentado al Rey.
Solo habían pasado cuatro meses del atentado fallido contra
el entonces líder de la oposición, José María Aznar, cuando la Policía frustraba en
agosto de 1995 el intento de asesinato del rey Juan Carlos I. "Nunca antes
ETA había apuntado tan arriba contra el Estado", recuerda un policía. La
organización había dedicado dos años a preparar el atentado propuesto por uno
de sus veteranos militantes, Juan José Rego, al que facilitó un rifle con mira
telescópica y dinero para alquilar un barco en Antibes (Francia) con el que él
y los otros dos miembros del comando se desplazaran a Mallorca. En la isla, los
tres etarras vigilaron los movimientos del yate Fortuna y de la familia real desde un piso
situado frente al Club Náutico de Palma y llegaron a tener a tiro al Rey en
varias ocasiones. La
Policía Nacional , que había recibido una información sobre la
posible llegada a las islas de terroristas en un velero con casco negro,
consiguió localizar el barco en el puerto de Alcúdia. Tras identificar a los
etarras gracias a las huellas dactilares extraídas de un vaso utilizado por uno
en un bar, fueron detenidos el 8 de agosto.
El fin del secuestro más largo.
El 1 de julio de 1997, la Guardia Civil puso
punto final al secuestro más largo de ETA, el del funcionario de prisiones José
Antonio Ortega Lara. La pista que permitió iniciar la investigación que llevó
hasta el zulo de una nave industrial de Mondragón (Guipúzcoa) donde Ortega Lara
estuvo retenido 532 días fue el hallazgo en poder de varios dirigentes de la
banda de notas en las que se repetían las siglas ‘BOL’, una de ellas junto a la
palabra “Ortega”. La
Guardia Civil analizó miles de documentos para determinar qué
se escondía detrás de esas tres letras, hasta centrar los esfuerzos en Josu Uribetxeberria
Bolinaga, simpatizante de la banda. Su seguimiento llevó a los agentes a la
nave, donde los agentes observaron como Bolinaga y los otros integrantes de su
comando acudían todas las semanas con bolsas de comida. A las cuatro de la
madrugada del 1 de julio, la
Guardia Civil los detenía e iniciaba el registro del local.
Tardó horas en descubrir el ingenio hidráulico que daba acceso al zulo donde
retenían al funcionario. "No solo se liberó a una victima. También se puso
fin a un chantaje al Estado de casi dos años", afirma un agente que
participó en la investigación.
El cierre de ‘Egin’.
En 1998, la Policía Nacional cambió parte de la estrategia de
la lucha contra ETA. Hasta ese momento, el objetivo principal de la actuación
de las Fuerzas de Seguridad del Estado era la desarticulación de comandos para
evitar atentados. A partir de aquel momento, los investigadores dirigieron
parte de sus esfuerzos hacia las organizaciones del entorno de la banda, a
cuyas órdenes sospechaban que estaban. En pocos meses, la policía desarrolló
dos operativos contra estas. La primera, desarrollada en mayo bajo el nombre de
Operación Kaseco, concluyó con la detención de una decena de personas
implicadas en una trama empresarial de la Koordinadora Abertzale
Sozialista (KAS). Mes y medio después, eran arrestados en la Operación Persiana
una quincena de responsables del diario Egin, que fue cerrado. "Tocar su
estructura legal fue clave para poner a la organización contra las
cuerdas", insisten fuentes policiales. Tras estas dos vinieron otras
muchas como las Operaciones Estaca de Bares, Ugao o Itzali
La pareja más buscada.
El 3 de octubre de 2004, la Policía francesa detenía
en la localidad de Salies de Bearn a Mikel Albisu, Mikel
Antza, y su compañera, Soledad Iparragirre, Anboto,
considerados máximos responsables de la banda. El operativo, que se saldó con
la detención de 28 personas a un lado y otro de la frontera, permitió también
desmantelar cinco depósitos de armas con más de 1.100 kilos de explosivo y dos
misiles tierra-aire, además de subfusiles, pistolas, revólveres, munición y
detonadores. La operación se había iniciado cuatro años antes, durante los
seguimientos a Ignacio Gracia Arregi, Iñaki de Rentería, un veterano dirigente de la
organización al que se le vio acudir dos días seguidos a una vivienda aislada
del sur de Francia. La casa fue sometida a vigilancias esporádicas durante esos
años, sin que se pudiera averiguar quiénes eran sus moradores. Pese a ello, los
agentes la incluyeron entre los lugares a registrar dentro de la Operación Santuario.
Al entrar descubrieron que allí se ocultaban Mikel Antza y Anboto, con su hijo
de siete años. "Fue el gran golpe contra ETA", señalan fuentes
consultadas.
El último gran jefe de la banda.
En mayo de 2010 era detenido en Bayona (Francia) Mikel
Karrera Sarobe, alias Ata, jefe del aparato militar de ETA. Considerado como
un duro entre los duros, su rápido ascenso a la cúspide de la organización se
produjo tras la caída en noviembre y diciembre de 2008 de sus antecesores,
Garikoitz Aspiazu, Txeroki, y Aitzol Iriondo, Gurbitz.
Para entonces, ya era señalado como el autor material del asesinato de dos
guardias civiles en el sur de Francia. Como máximo cabecilla, se le adjudica el
último crimen de ETA, el del policía francés Jean-Serge Nérin. La investigación
que provocó su caída arrancó tras interceptar la Guardia Civil una
furgoneta en Zamora que había sido alquilada con un DNI falso en el que
figuraba una foto suya y que, a su vez, se había utilizado para abrir una
cuenta en Francia con tarjeta de crédito. El rastro de esta permitió delimitar
la zona en la que presuntamente se movía y detectar colaboradores. El control
sobre uno permitió localizar la vivienda en la que se ocultaba. "Fue el
último jefe carismático de ETA. Cuando lo detuvimos, supimos que habíamos
acabado con la banda", rememora un mando de la Guardia Civil. Año
y medio después, tres encapuchados anunciaban el cese definitivo de ETA.
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