03 octubre 2021
Del debido respeto a todas las víctimas
Jesús Prieto Mendaza, antropólogo y profesor
Causan estupor las barbaridades contra Maixabel Lasa, quien siempre ha sido consciente de que las víctimas y los victimarios no están en el mismo plano moral D esde que hace una década ETA decidió dejar de asesinar, la sociedad vasca se liberó en gran medida de una dictadura que la había atenazado de forma férrea. Este hecho, aunque persistan determinadas inercias del pasado, ha propiciado un tiempo en el que hablar de lo ocurrido, y hacerlo desde la centralidad debida a todas las víctimas, es posible, no resulta peligroso o cuando menos no es ya letal. Es evidente que la literatura y el cine viven momentos en los que analizar nuestro pasado reciente en esta tierra vasca está generando abundante producción al respecto, y eso es sanador. Beneficiosa es también la crítica referida a novelas o películas que nos ofrecen distintas perspectivas, cierto, pero lo que no contribuye a ese necesario proceso de cicatrización de las heridas sociales –fruto de lo que Durkheim denominaba «patologías sociales»– es el cultivo del exabrupto, la poca educación o el insulto como formas sustitutivas del análisis y la reflexión.
Fui muy crítico en el pasado con las viscerales reacciones producidas desde algunos medios contra la exitosa novela de Fernando Aramburu ‘Patria’ y contra el autor. He sido muy crítico contra la mal disimulada ofensiva contra el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y ahora, una vez más, no puedo ocultar mi estupor al leer y oír auténticas barbaridades tanto contra la película de Icíar Bollaín ‘Maixabel’ como contra la propia Maixabel Lasa, una persona a la que aprendí a respetar, por lo mucho que ella me respetó a mí, hace ya demasiados años. Si algo ha repetido Maixabel hasta la saciedad es que ella comprende el dolor de todas las víctimas y sus diferentes procesos de duelo, y por lo tanto que debe acatar cada una de las decisiones que individualmente o de forma colectiva una víctima del terrorismo tome. Una posición impecable. Siempre ha sido consciente esta mujer valiente de que las víctimas y los victimarios no están en un mismo plano moral. «Prefiero ser la viuda de Jáuregui que tu madre», espetó a Ibon Etxazarreta. Es así, desde una evidente posición de superioridad moral, como pudo señalar al victimario, hacerle ver que era un ser marcado por la gravedad de la injusticia cometida por él y finalmente conseguir que se arrepintiera de sus sangrientos errores para rehumanizarse a través del enorme don del perdón otorgado.
Hay otro aspecto de este proceder que no deseo obviar, cual es el innegable poder pedagógico que el arrepentimiento mostrado por estos exmilitantes de ETA pudo tener en otros miembros del llamado colectivo de presos, cuestión ésta en absoluto banal, que pudo tener su importancia en las deserciones que sufrió la banda en su etapa final.
Hay antecedentes entre las víctimas de ETA de comportamientos de similar generosidad. Citaré como ejemplos los de Pedro Mari Baglieto, hermano de Ramón Baglieto, que ofreció perdón si existiera arrepentimiento al mismísimo Eugenio Etxebeste ‘Antxon’ (Baglieto, 2006: p. 147) y el de la familia del general Garrido, representada por su cuñado Demetrio Velasco, familia que pidió «un trato justo y no caer en la venganza contra los asesinos» (Cuesta, 2000: p. 33). Por lo tanto, estos comportamientos no han sido únicos y merecen tanto respeto como los contrarios. Yo mismo no creo que fuera capaz de ofrecer mi perdón a quienes pudieran haber asesinado a mi mujer o hijos. Con esto deseo evidenciar que el comportamiento de una víctima, destrozada por el dolor, puede hacer recorridos muy diferentes y que los mismos han de ser respetados. Todos, pues todos están marcados por numerosos y diversos factores tan específicos e individuales como lo son cada una de las víctimas.
Precisamente por ello, porque sin respeto no puede haber verdadera crítica, desearía llamar al orden a quienes han utilizado la tribuna pública no para analizar y argumentar, sino para insultar, vejar, humillar, despreciar y tergiversar uno de los caminos escogidos por una víctima del terrorismo, una entre miles, pero igual de respetable que todas: Maixabel. Decía la profesora María Teresa López de la Vieja que «las atrocidades son resultado de quienes tienen los medios y la ocasión de hacer daño». Los terroristas lo hicieron sin compasión. Por Dios, no cometamos la nueva atrocidad de hacer daño por segunda vez a alguna de sus víctimas.
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