lunes, 10 de octubre de 2011

23 junio 1997 (2) Mia


23 junio 1997 (2)


Un altre medi no especialitat amb la temàtica terrorista que va tocar el tema amb el màxim rigor i professionalitat va ser la revista “Mia” a través de la companya Beatriz Atares. De nou, tots entrevistàvem en Robert. Fins i tot alguns recordem que no donava l’abast a tants contactes de premsa i que ell mateix ens donava el telèfon de altres víctimes, poques per cert, que van dir de col·laborar en aquells moments de tanta feina. Però al final tothom entrevistàvem en Robert perquè les demés raonaven que “es qui mes en sap de com va tot”

“He sobrevivido a un atentado terrorista”
Roberto (33 años) Barcelona, 1987

“Después del atentado que sufrí, mi vida cambió por completo”, afirma Roberto Manrique, víctima del atentado de ETA contra Hipercor en Barcelona, el 19 de junio de 1987. “Antes de aquello, yo trabajaba de ocho a dos y media como jefe de mostrador en el departamento de carnicería de Hipercor; a las tres estaba en mi casa y todas las tardes disfrutaba yendo a recoger a mis hijos a la guardería, haciendo deporte, estando en casa con mi mujer. Pero desde el atentado he perdido la fuerza en las manos, tengo el hígado, los pulmones y el riñón izquierdo bastantes fastidiados y metralla alojada por todo el cuerpo. Y, además, debo trabajar hasta quince horas diarias para sacar adelante a mi familia, porque con la pensión de invalidez que cobro es totalmente imposible llegar a fin de mes”.

“No siento odio, sino impotencia y mucha rabia”

En ningún momento he sentido odio, pero sí mucha impotencia y rabia por el abandono en que estamos. Me duele que los terroristas tengan todos los derechos, que todo el mundo se preocupe de si están bien, de su reinserción, mientras que las víctimas no tenemos derecho a negociar con el Gobierno para ver cómo nos reinsertamos”, señala Roberto. Para él, el recuerdo del atentado es todavía hoy una pesadilla difícil de olvidar. “Yo tenía turno de mañana, pero mi compañero de la tarde me había pedido por favor que le hiciera su turno ese día. Estaba despachando tranquilamente cuando se produjo la explosión. El techo del aparcamiento reventó y toda la llamarada salió por debajo de mis pies. Tuve quemaduras de tercer grado en las manos, en los brazos y en la pierna derecha, y de segundo grado en los pies, en la cara y en la cabeza. Pero eso no fue lo peor: cuando mi mujer fue a preguntar por mí, le dijeron tajantemente que no había quedado ningún trabajador con vida. De manera que se tuvo que recorrer todos y cada uno de los hospitales viendo los cadáveres para identificarme, hasta que se deshizo el malentendido. Hoy, casi diez años después, es cuando están apareciendole las secuelas de aquella experiencia: sufre irritabilidad, miedo a los lugares cerrados, siempre piensa en lo peor... “Quieres ser fuerte, pero la mente tiene un aguante y un hecho así marca tu vida”.

“Mi familia me dio fuerza para seguir”

“Mientras estaba en la UVI me hacía continuamente la misma pregunta que me hago nueve años y medios después de aquello: ¿por qué? Pero no me hundí en ningún momento, porque cuando una cosa es irreversible, no tiene sentido desesperarse buscando soluciones que no existen. Me pasaba las horas muertas pensando en mi familia, en mi mujer, en los críos, encçomo luchar y salir adelante por ellos, por su futuro. Ellos me dieron fuerzas. Ahora valoro la vida más que nunca. El bajón llega a veces, cuando ves que nadie te hace ni caso, que no te ayudan; y no lo digo solamente por mí, sino por todos los casos que llevamos en la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Cuando para solucionar la situación de las víctimas te ves obligado a enfrentarte a problemas políticos, sociales, médicos, etc., te das cuenta de lo solo que estás. Pierdes la confianza en todo, te vuelves muuy escéptico. He perdido la fe en la gente, porque me he llevado demasiados chascos. Muchas veces te da la impresión de que, además de ser la víctima, el malo de la película eres tu. Y eso sólo por exigir que el que ha cometido una atrocidad de esta magnitud la pague y que el Estado proteja los derechos del que lo ha sufrido y le compense aunque sólo sea mínimamente”,

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