Al 20 de agost de 1994 es publica el primer article de en Robert (“Un año después de la campaña del lazo azul”) a “El Periódico de Cataluña”. Es un escrit directe i sense embuts, com es ell mateix. Aquest article coincideix amb la campanya de recollida de signatures que en Robert coordinava a Catalunya per aconseguir el compliment íntegre de les condemnes imposades als terroristes i raona de una manera molt ben exposada quina era la situació legal en aquells anys 80 i meitat dels noranta. Malgrat ser a meitat de estiu la agenda d’en Robert esta farcida de trucades posteriors a aquest article. Trucades de moltes víctimes ja localitzades i de alguns representants polítics que demanen mes informació al respecte de tot el que s’explica en l’article. Bona senyal, quelcom es començava a moure.
Un año después de la campaña del lazo azul
Dejando aparte frases mas o menos rimbombantes, esa campaña fue presentada como un éxito. Sólo cinco días antes, varias acciones terroristas en el Puerto Olímpico de Barcelona dejaban dos heridos graves. La chica, además, perdió el hijo que esperaba. El ambiente estaba crispado y fue un excelente momento para repudiar públicamente al terrorismo, al igual que en junio del año 1987, tras el atentado de “Hipercor”. ¿De qué sirvieron tales “demostraciones cívicas contra el terrorismo”? Aunque la respuesta pueda alarmar al lector, es necesario ser sincero y contundente: sirvieron de muy poco. Desde junio de 1987 hasta agosto de 1993, más de 170 muertos. Desde agosto de 1993 hasta hoy, más de 30 vidas cortadas por la sinrazón.
La intención era buena y la población colaboró al máximo. Pero los afectados por el terrorismo somos los “invitados de piedra” en esta problemática. Nunca entraremos en la cuestión política del tema, somos apolíticos e independientes. Pero sí exigimos que se nos escuche en la vertiente social y legal para que la víctima no se convierta en un cero a la izquierda. Quizás alguien al leer estas líneas, deduzca erróneamente que nos movemos por un deseo de venganza o de rencor. Nada de eso. Lo que ocurre es que los afectados por el terrorismo estamos hartos del descontrol burocrático y del desinterés administrativo que se concita tras un atentado.
Aparte de la bochornosa lentitud con que se atienden nuestros requerimientos legales, ahora se nos quiere negar nuestro único derecho: la exigencia de justicia. Estos días muchas personas han transmitido a la Asociación de Víctimas del Terrorismo su extrañeza al enterarse por algunos medios de información de que terroristas condenados a cientos de años de reclusión están siendo reinsertados (¿o excarcelados?) tras seis, ocho o diez años de prisión y luego se les pierde el rastro. Y aunque parezca una contradicción, los propios afectados debemos convencer a muchos de nuestros interlocutores a que mesuren los castigos que ellos impondrían si tuvieran el poder para hacerlo. No es necesario repetir las drásticas soluciones ofrecidas para no herir la sensibilidad de algún lector, ¿verdad?
La opinión de la AVT a este respecto es muy clara, sin ambages que pueden caracterizar a otros colectivos que intentan mantener difíciles equilibrios entre opiniones divergentes: el Código Penal tipifica como máxima condena los 30 años de reclusión. La AVT respeta las leyes. Creemos que el terrorista, en 30 años, ya tendrá tiempo de pensar en el daño que ha cometido y en esas secuelas creadas que nunca se olvidan. Saber que el asesino cumpliría la condena máxima permitida por la ley sería una reparación moral hacia la víctima. Recordemos que “la justicia si no es reparadora, no es justicia”.
Otro tema que está originando una polvareda informativa importante tiene que ver con la cuestión económica pendiente entre el delincuente y su víctima, lèase viuda, viudo, herido, huérfano, etcétera. Una de las labores más arduas de la AVT es ofrecer ayuda a numerosas familias que no tienen medios para subsistir de una manera digna tras la pérdida del sustento familiar o tras recibir el mazazo subsiguiente a un atentado. Ante la existencia de ayudas ridículas, pensiones paupérrimas, promesas incumplidas, gastos médicos o psíquicos a sufragar por la propia víctima, se exige, dentro de la legalidad, que los ingresos del terrorista, o una parte del importe de sus sueldos, sea destinado, tras la sentencia oportuna, a paliar los problemas originados por sus acciones.
Si cualquier delincuente está obligado a indemnizar a su víctima, ¿por qué los miembros de bandas armadas no cumplen con esa obligación? ¿No será que existen diferentes categorías entre los presos? ¿O quizá importan más las opiniones del infractor, no sea que se ofenda? Estas preguntas merecen respuesta urgente y pública. En cálculos aproximados, a los herederos de 800 muertos y a los más de 4000 heridos se nos adeudan 50.000 millones de pesetas, de los cuales nadie ha cobrado nada, ante la complacencia de diferentes estamentos que se pasan la patata caliente de unos a otros. En otros países de Europa, aplicando la ley, no ocurren tantas incongruencias y ni siquiera existen asociaciones que agrupen a las víctimas del terrorismo. ¿Por qué será?
Con este escrito no se pretende generar ninguna polémica, sino únicamente aclarar algunos conceptos y presentar un esbozo de lo que es la realidad actual en la situación de los afectados por el terrorismo. Los miembros de la AVT no deseamos la puesta en libertad (¿reinserción o excarcelación? ¿Salida controlada o sálvese el que pueda?) de los terroristas, porque reclamamos que cumplan los 30 años permitidos por la ley. Solicitamos que los terroristas hagan frente a sus deudas legales hacia sus respectivas víctimas.
Y, en especial, queremos hacer llegar a la población, a nuestros vecinos y amigos, el agradecimiento por sus esfuerzos para intentar despertar la conciencia y la sensibilidad dormidas en algún que otro despacho ministerial. También anunciamos públicamente la próxima campaña de recogida de firmas a favor del cumplimiento íntegro de las penas impuestas a terroristas. Damos las gracias de antemano a todos por su colaboración y entendimiento, y que nunca tengan que formar parte de nuestra Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Ya somos demasiados.
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