martes, 30 de enero de 2024

30 enero 2024 La Vanguardia

 

 

30 enero 2024


 

Ignacio Orovio: “Narro el conflicto interno que te genera sospechar que tu amigo es un asesino”

El periodista debuta en la novela con 'Los inculpados', que recoge sus experiencias cubriendo los atentados del 11-M

Un investigador periodista llamado Nacho Orovio, dubitativo pero riguroso, solitario (está desplazado en una ciudad que no es la suya), observador y sentimental, protagoniza Los inculpados la primera novela (con altísimas dosis de reportaje) de Ignacio Orovio (Barcelona, 1968), redactor jefe de la sección A Fondo de La Vanguardia. La obra se inspira en la experiencia real del autor, que cubrió los atentados terroristas del 11-M de 2004 en Madrid. Alternando los capítulos en que aparece el periodista y los centrados en el entorno de los islamistas, una trama vibrante, con cameos de jueces, fiscales, abogados, políticos y otros personajes conocidos, el lector llegará al final con la sensación de haber comprendido la pregunta más importante: por qué. Orovio –uno de los invitados del próximo BCNegra– atiende a este (su) diario en una cafetería barcelonesa.

¿Qué porcentaje de ficción hay?

Ni toda mi parte es la verdad fidedigna ni toda la del personaje marroquí es inventada. El 70% de lo que le sucede al periodista es fiel a la agenda de aquellos días, el resto son situaciones reales acopladas a la trama, digamos que hay una labor de montaje.

Al periodista narrador le traumatizan los atentados del 11-M. ¿A usted también le pasó?

Fueron hechos traumáticos. Vivía muy cerca de la estación de Atocha, me llamó un compañero, Dagoberto Escorcia, porque lo había oído en la radio y me fui para allí enseguida. Era un momento de caos, estuve a pocos metros del tren despanzurrado, había situaciones muy duras, gente sangrando... Salió del tren un chico con la sangre cayéndole por la cara porque se le había reventado el tímpano, me acerqué a él y le hice tres preguntas estúpidas, tras las cuales le pregunté si necesitaba ayuda. Lo más duro fue, con el paso de las horas, el hospital de campaña que se montó cerca de las vías, en el polideportivo Daoíz y Velarde, al que iban llegando heridos y, delante de mis narices, murió un hombre al que le estaban haciendo un masaje cardiaco. Eso tiene un impacto emocional muy fuerte, aunque no haya sufrido un trauma. Aquel primer día estuve horas sin poder hacer nada, ahí parado, con gente muerta a mi alrededor. ¿Qué haces? ¿Te pones a escribir ahí en medio? ¿Vuelves a la redacción?

Habrá lectores que puedan creer que es un libro de no-ficción.

Es que toda mi parte bebe de los hechos reales. La visita a la mezquita en ese momento, por ejemplo, no la hice yo sino un compañero, yo fui posteriormente, pero...

Reconstruye muy minuciosamente detalles del ambiente, por ejemplo en esa mezquita pero también en el locutorio y otros lugares.

Tomaba notas, apuntando detalles que no servían para las crónicas periodísticas, pero que ahora me han ayudado mucho.

La estructura es de relojería.

Soy consciente de mis limitaciones y una trama potente era la base para que pudiera avanzar la historia, tuve mucho cuidado en cómo encajaban las piezas.

El narrador es muy humano, muestra sus dudas: si hubiera llegado antes a esta casa, el de la competencia ha publicado esto otro...

Eso fue así, veías cosas publicadas por otros que a ti no se te habían ocurrido o, al revés tenías una idea brillante que todo el mundo hacía. Era un momento de gran tensión, yo llevaba tres o cuatro años en Madrid como corresponsal judicial, no tenía las mismas fuentes que otros colegas con 20 o 30 años de experiencia.

Su detective-periodista responde a varios rasgos del arquetipo: workahólico, nunca dice que no a una invitación a un bar.

Eso es bastante así. En Madrid, si vienes de fuera, estás como exiliado pero al mismo tiempo todo el mundo está dispuesto a tomarse una cerveza. En mis últimos dos meses allí, salí todos los días. En eso, es una ciudad imbatible.

Describe a un nivel de detalle los mecanismos del oficio: las fuentes, la policía, los titulares, las diferencias entre trabajar para web y para papel...

La historia de la policía, Rocío, que no se llama así, es bastante fidedigna. Ella es un termómetro de lo que pasó: los policías, jueces y fiscales, que en su mayoría son conservadores, antepusieron su deber a su propio ideario político, se dieron cuenta de que el gobierno de Aznar dosificaba la información para llegar a les elecciones en primera posición, y salió mal porque esos estamentos del Estado permitieron que trascendiera que no era un atentado de ETA sino islamista.

Mientras la redacción compone las biografías de todos los muertos, el Orovio de ficción se imagina que están redactando la suya: ‘Reportero caído en acto de servicio por otra explosión’...

Detesto la primera persona en un artículo periodístico. Al lector no le importa que te lo cuentan a ti, sino el contenido. Como periodista, me considero un instrumento, no un protagonista. En la novela, hay otro tono, no se trata tanto de explicar cómo yo trabajo, sino de narrar cómo funciona el periodismo, las miserias y las grandezas del oficio.

El libro genera en el lector una empatía hacia la marginación que sufren los emigrantes musulmanes: desde las relaciones con el sexo opuesto a las miradas o comentarios que reciben...

No soy marroquí ni musulmán y me preocupaba lograr transmitir eso, es lo más importante a lo que podía aspirar este libro: hacer sentir al lector como un emigrante, el desarraigo que te puede hacer ir a Irak, por ejemplo. Me baso en testimonios reales de personas que se relacionaron con los terroristas. Esa cercanía les salpicó, les generó dudas, les dificultó la relación con, por ejemplo, sus compañeros de piso o de mezquita. El dilema de dudar de si tu amigo es un asesino. Ese era el principal reto que tenía a la hora de escribir.

Reflejar el conflicto interno...

Tras el 11-S en EE.UU., todo se volvió bicolor, cualquier sospechoso era etiquetado como culpable, pero a mí me interesaban los matices, los grises, la gente que estuvo cerca de los terroristas y que tenía solo una sospecha y antepuso la amistad por encima de eso. Me consta que en la órbita del comando de Madrid existió eso.

Pilar, la novia española de uno de los sospechosos, es un gran personaje.

Ella es la pareja de Ismael, el protagonista, y lo opuesto al racismo, se inspira en una persona real.

Justamente el libro tiene bastantes escenas de intimidad, desde las ambientadas en burdeles a las citas con chicas de jóvenes que vienen de otro entorno y no están nada acostumbrados, son como adolescentes en cuerpos de adultos, o los momentos en las discotecas... ¿De dónde sale todo eso?

Tiras de vivencias, cosas que conoces en primera persona. Me consta la impericia que sufría gente de ese mundo para enfrentarse a una chica que les gustaba. Son cosas que no salen en las noticias, porque no lo son, pero en una novela es otra cosa.

¿Qué siente al ver imágenes de la guerra de Gaza o de Ucrania?

Cuando ves las atrocidades que está cometiendo Israel, igual que las que hizo Hamás en los kibbutz, piensas que tú ya has visto esas imágenes, en Atocha, que son lo mismo. Me remueve mucho.

¿Le ha influenciado en especial algún libro?

Me impactó mucho la novela El fundamentalista reticente, de Mohsin Hamid, un maestro del matiz que nos hace entender cómo un musulmán puede llegar a comprender el horror de que otros estrellen aviones en las Torres Gemelas de Nueva York.

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