22 junio 1997
Ara presentem una noticia publicada el 22 de juny per la companya Ana R. Tenorio en el “Diario de Cádiz” a raó de la presentació de un llibre. La relació amb l’AMIC Robert es molt senzilla: fins i tot a Cadis es va parlar de la feina que desenvolupava a Catalunya des de 1991 i dels problemes amb que es trobava a casa nostre.
“El olvido supone un doble atentado para las víctimas”
Calleja presentó en Cádiz su libro “Contra la barbarie”
El periodista vasco José María Calleja presentó el viernes por la tarde en el cCsino Gaditano su libro “Contra la barbarie. Un alegato en favor de las víctimas de ETA”, en el que reclama para éstas la atención de la sociedad y el legítimo protagonismo en el problema terrorista.
Cádiz fue el escenario alegido por José María Calleja para presentar en Andalucía su libro en defensa de las víctimas del terrorismo que, a un mes escaso de su aparición va ya por la segunda edición. El acto, organizado por la Ssociación de la Prensa –y al que asistió la alcaldesa, Teófila Martínez, el primer teniente de alcalde Enrique García Agulló y los concejales de Cultura y Fiestas Francisco Carnota y Juan Antonio Guerrero- fue introducido por el periodista Emilio Lopez Mompell, que recordó como desde que la asociación gaditana entregara a Calleja y a su compañero José Ignacio Iríbar el Premio Agustín Merello de la Comunicación , el periodista vasco ha establecido unos vínculos con la ciudad que hacen que “se sienta ya en la Caleta gaditana como en la Concha de Donosti, ciudad de la que le han obligado a exiliarse”. Hacía con ello referencia al motivo por el que Calleja e Iríbar recibieran el citado premio, en representación del colectivo de periodistas vascos amenazados por ETA.
El defensor del pueblo andaluz, José Chamizo, presentó al autor como hombre y periodista “valiente, osado e inteligente que lleva años hablando de las heridas abiertas por la violencia”, “contando las cosas que ve no para alabar o tranquilizar sino para dar testimonio de una realidad injusta”.
José María Calleja inició su intervención afirmando como la concesión del pPremio Agustín Merello constituyó “el comienzo de una gran amistad” con esta ciudad y agradeció su hospitalidad y la oportunidad de hacer en ella la presentación en Andalucía de su libro “algo que me hacía mucha ilusión”.
Expuso después las razones que le impulsaron a escribir este libro en el que recoge, junto a las experiencias vividas como informador en el País Vasco en la cobertura de atentados de ETA y funerales de las víctimas, un minucioso y “cariñoso” trabajo de investigación sobre la vida de sus familiares a partir del momento de la tragedia, así como sus propias reflexiones sobre la situación de estas víctimas, cuya crueldad e injusticia denuncia sin paliativos.
“He escrito este libro –dijo- porque creo que somos injustos con las víctimas de ETA, respecto a los cuales esta sociedad, y los periodistas los primeros, tenemos los deberes sin hacer. Cuando se produce un atentado, lo damos con gran despliegue y lujo de detalles y dos minutos después de que desaparezca el féretro de Euskadi nos olvidamos del asunto. No sabemos qué pasa con esa famila, si tiene el dinero necesario para vivir dignamente o si ha conseguido recomponer su vida y cómo. No vemos el atentado desde la mirada del que se muere y de sus familiares”.
El periodista denuncia en su libro “el evidente déficit democrático que tiene esta sociedad con especto a las víctimas de ETA, porque se les somete a un doble atentado. Primero se les mata con un tiro o una bomba y luego les matamos entre todos de olvido”.
A este repecto citó algunos casos concretos “como el de una mujer que después de haber perdido a su marido en un atentado en el 74 ha tenido que sobrevivir durante años con una pensión de 39 mil pesetas mensuales” o lo que le ocurrió recientemente al responsable de la Aociación de Víctimas del Terrorismo en Cataluña que “cuando fue a pedir documentación a la Diputación de Barcelona sobre este tema le dieron referencia bibliográfica de más de 30 libros en los que se hablaba de los que mataban, de los asesinos, pero le dijeron que no había ninguno en el que se hablara de los que mueren”.
A este respecto afirmó que “es evidente que en las sociedades civilizadas actuales, no solo en España, existe una especie de fascinación por el criminal, queremos saberlo todo sobre él, mientras que las víctimas parece que son una especie de elemento del paisaje que damos por descontado en un conflicto en el que la gente muere igual que llueve y luego escampa”.
“Yo me rebelo –afirmó José María Calleja- contra esta situación, primero por obligación ciudadana y después porque lo peor de todo sería que las víctimas no sirvieran para nada. Como mínimo, deberían servir para dejar un poso de rebeldía en los ciudadanos”. En este sentido, dijo que “los profesionales de la información tenemos una obligación ética de acercarnos a estas víctimas, que por otra parte son una fuente de noticias”.
Concluyó afirmando que “en Euskadi en estos momentos hay elementos de esperanza que nos apuntan a un cada vez mayor protagonismo de las víctimas, que ya no se resignan y están ocupando la plaza pública. Sus familiares, tras el atentado, hacen declaraciones o convocan ruedas de prensa, con lo cual consiguen dar un ejemplo de coraje cívico y democrático a los ciudadanos”.
I ara, un petit avanç de algunes de les cartes que podreu trobar en el llibre “Pido la palabra”, publicat l’any 2008 i on una molt petita representació de la gent que coneix en Robert Manrique va escriure el que pensava d’ell, de la seva feina i del seu caracter lluitador i solidari. En José Mari Calleja va enviar el següent escrit:
CON, PARA Y POR LAS VICTIMAS
JOSE MARIA CALLEJA
Roberto Manrique no eligió ser víctima del terrorismo. El día que marcó su vida no tenía que trabajar, pero accedió a cambiar el turno a un compañero que le pidió el favor. Por su generosidad, se encontró en el lugar inoportuno el día inadecuado. El bombazo de Hipercor, el atentado más brutal en una larga lista de brutalidades, le convirtió en víctima a su pesar. Después del pasmo que provoca la muerte, máxime si le pasa a uno rozando, Roberto decidió que había que luchar contra aquella injusticia que a él le dejó herido de por vida. Se puso a trabajar con, para y por las víctimas.
A Roberto Manrique le he visto con la pancarta de las víctimas en Barcelona, en la presentación de un libro mío --¡Arriba Euskadi! La vida diaria en el País Vasco—a la que solo asistió un medio de comunicación. He estado con él en Valencia, también en franca minoría. Me ha saludado en San Sebastián, en las manifestaciones de ¡Basta ya!, con más compañía, y hemos vuelto a saludarnos, casi solos, en Etxarri Aranaz, en la profunda Navarra, un frío sábado de invierno y memoria en el que unos pocos dimos calor a la familia Ulayar. De otros que van de portavoces por la vida no puedo decir lo mismo: no han estadonunca en el País Vasco, han llegado tarde a casi todo y distinguen entre víctimas y víctimas.
Resulta imposible resumir todos los detalles de apoyo material, cariño y afecto que Roberto ha tenido para con las víctimas del terrorismo, desde que él empezó a serlo, a su pesar.
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