26 abril 2025
Carta
a un terrorista
Anibal
Malvar
Durante
mi triste vida he conocido a unos cuantos terroristas. Incluso he compartido
mesa en la intimidad con algún terrorista de Estado, cosa fácil en España. El
último, no hace demasiado tiempo. Quería el tío que le ayudara a escribir un
libro convirtiendo sus crímenes en hazañas. Sus asesinatos en aventuras. Su GAL
en patriotismo. No llegamos a un acuerdo, aunque nos abrazamos al despedirnos y
el editor que nos había juntado mantuvo cierto optimismo y pagó la cuenta (que
es a lo que se deben dedicar los editores).
Como
ni los terroristas de Estado ni los escritores somos gente muy de fiar, fue
imposible reconducir el proyecto. La situación era paradójica. Yo, que era el
fabulador, le pedía al terrorista La Verdad como única condición para escribir
el libro. Él, como conocedor de La Verdad, necesitaba fábula para limpiar su
conciencia.
Cuando
te vas haciendo viejo, tiendes a idealizar el pasado. Sueles repetir que los
tomates de ahora no saben como los de antes (que es verdad), que los besos de
antes sabían mejor que los de ahora (que también es verdad) y que la piña en la
pizza es una aberración deconstructiva que acabará destruyendo el planeta (para
confirmar esto último, tendría que releer a Nostradamus).
Pues
será que me estoy haciendo viejo, pero tengo la impresión de que, también, los
terroristas de ahora no son como los de antes. De hecho, ya ni ocupan las
portadas. Dentro de muy poco, los actos terroristas se publicarán en la sección
de deportes y en página par, que es lo peor que le puede suceder a un
terrorista.
Esta
semana, uno de estos terroristas intrascendentes de nueva hornada ha entrado
encapuchado a la sede del PSOE en Santander y ha arrojado dos cócteles molotov
en una sala donde unas 70 personas asistían a un acto sobre memoria
democrática. Para los que seáis tan viejos como yo, aclarar que esto de memoria
democrática, tan dulcemente aséptico, es lo que los rojos de antaño llamábamos
denunciar crímenes del fascismo. Ya os advertí que ni los tomates ni la pelea
contra el fascismo tienen el mismo sabor de antes.
Como
siempre he sido un revolucionario bastante apocado, he de confesar que nunca le
he lanzado un cóctel molotov a nadie. Así que escribo de oídas. Pero me da la
impresión, seguramente equivocada, de que se está infravalorando al fascista
que arrojó dos botellas incendiarias en la sede abarrotada del PSOE en
Santander. Podría haber matado a un montón de gente. Y, sin embargo, ese pobre
hombre continúa en el anonimato. Se equivocó de youtuber a la hora de elegir el
tutorial con el que fabricó los explosivos. Pero eso nos puede pasar a
cualquiera.
Para
hacerte terrorista famoso en España, tienes que ser inmigrante, vasco o
catalán, y atentar contra una sede del PP o de Vox. Entonces ocuparás todas las
portadas. El ABC titulará que un sábado una prima tuya compró un libro de Pablo
Iglesias en la feria del libro, y el juez Peinado, u otro juez, cerrará la
taberna Garibaldi por apología del terrorismo. Antonio García Ferreras mandará
construir un plató especial enorme en La Sexta para que quepan tropecientos
tontulianos que digan, muy enojados y serios, que la culpa es de Pedro Sánchez,
por permitir que en una sede del PSOE se hable de crímenes del franquismo. Es
que va provocando.
Si
yo fuera más joven e impetuoso, y no me estuviera muriendo todo el rato,
montaría ahora mismo una consultoría para aspirantes a terrorista famoso. Lo
primero que les recomendaría es que no fueran fascistas, porque entonces todo
se silenciará, y dirán que eres un pirado solitario sin ideología. Que eres una
anécdota.
De
hecho, terrorista santanderino anónimo, creo que hoy seré el único escritor
que, pocos días después, te recuerde en los periódicos. El tío que le dio una
bofetada a Mariano Rajoy el 16 de diciembre de 2015, en plena campaña
electoral, se hizo mucho más famoso que tú, y eso que no estuvo a punto de
matar a nadie. Se llenaron cientos de portadas e informativos contando que era
comunista, socialista, podemita y el diablo al mismo tiempo, pues todo viene a
ser lo mismo. Solo desapareció de los rabiosos informativos cuando se supo que
era menor y familiar de Elvira, la honesta y pura esposa de Mariano. Pero tuvo
su ratito de gloria, no como tú.
La
próxima vez que tires cócteles molotov en una sede del PSOE, tú di que eres de
Podemos. Verás como hasta te sacan en el programa de Jordi Évole. Y no escribas
en las botellas explosivas cosas como "Frente a las mentiras revanchistas.
PSOE = Satanás". Así los medios te daremos bastante más cancha.
En
la intimidad, yo pienso en las 70 personas que pudieron morir abrasadas en la
sede cántabra del PSOE. Una valiente lo evitó lanzando fuera los molotov, que
en la calle sí estallaron. Pero el terrorismo fascista es tan consuetudinario
desde el principio de los tiempos que no se considera terrorismo, sino afición.
Caprichos mortales de presuntos lobos solitarios.
Ya
os dije al principio de esta aleve disertación que he conocido a algunos
terroristas de distintas ideologías y países. Y no existen los lobos
solitarios. Meterse en la sede del PSOE en Cantabria con dos cócteles molotov y
una capucha no es fácil. Intentadlo. Necesita cobertura, saltarse la seguridad,
preparación y complicidades. Pero veréis qué poco se investiga. Pues esto de
investigar los crecientes crímenes fascistas es algo que ya no se lleva.
Silenciocracia plena, la llamamos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario