lunes, 30 de enero de 2017

30 enero 2017 El Correo

30 enero 2017 



Un crimen por una llamada que nunca hizo
ETA asesinó hace 20 años a Olaziregi, a quien culpó de haber delatado a Lasarte

Apenas pasaban unos minutos de las 3 de la tarde del 30 de enero de hace 20 años, cuando Eugenio Olaziregi Borda, donostiarra de 39 años, casado y con dos niñas, salía de su domicilio en la Travesía de Rodil para dirigirse a su puesto de trabajo en Hiper Bike, propiedad de la empresa Comet, en Oiartzun. Nunca llegó. Un terrorista de ETA se le acercó por detrás y le disparó en la nuca. Una ambulancia le trasladó a la Residencia Nuestra Señora de Arantzazu, pero no pudieron hacer nada para salvarle la vida.
Eugenio trabajaba desde hacía quince años de vendedor en una conocida tienda de bicicletas de la avenida de la Libertad de Donostia, pero en los últimos años le habían trasladado al almacén que la misma empresa tenía en Oiartzun. ETA intentó justificar el asesinato de Eugenio Olaziregi relacionándolo con una llamada que una persona hizo a la Ertzaintza y que había permitido la detención del terrorista Valentín Lasarte, diez meses atrás, el 25 de marzo de 1996. El día del arresto, Lasarte, miembro del comando Donosti y uno de los condenados por los asesinatos del edil del PP Gregorio Ordóñez y del socialista Fernando Múgica Herzog, acudió junto a Idoia Arrieta a comprar dos bicicletas a la tienda de Oiartzun donde trabajaba Eugenio y ETA llegó a la falsa conclusión de que fue él quien le delató.
Durante años la familia «sabía que la única manera de probar que Eugenio no posibilitó la detención de Lasarte era que alguien hablara», rememora una cuñada de Olaziregi, la exalcaldesa de Zegama, Edurne Albizu. Ese momento llegó finalmente en 2012 cuando, en un juicio ante el juez Santiago Pedraz, Lasarte aseguró que ETA se había equivocado al señalar a Olaziregi como objetivo porque, tras su detención, los agentes que le interrogaron le dijeron que quien había llamado a la Ertzaintza para denunciarle no era un hombre sino una mujer, según señalaron fuentes judiciales.
Esa declaración confirmaba así la afirmación que la familia había mantenido durante quince años de que su único delito fue ser elegido como «cabeza de turco». «Nunca hubo una razón para que mataran a Eugenio. Las palabras de Lasarte, en las que revelaba que la llamada fue hecha por una mujer, confirmaron nuestra verdad», recuerda Albizu en el testimonio que contó a este periódico en 2012.

Era «apolítico»

La familia de Eugenio dio la cara desde el primer momento, pero eso no evitó años de marginación y boicot. A las pocas semanas del atentado comparecieron en rueda de prensa la viuda, sus hermanos y otros familiares. Se unieron en público para responder a un comunicado de ETA conocido el 20 de febrero de aquel año, en el que justificaba el asesinato bajo la acusación de haber posibilitado la detención de Lasarte. En 2012, su familia volvió a mantener las mismas palabras que hicieron públicas en aquella ocasión ante la prensa, en las que denunciaban que los asesinos de Eugenio Olaziregi pretendían «justificar lo injustificable». Albizu lamentó que «el problema no es que uno sea chivato, que haya llamado o no -yo sería la primera que llamaría, reconocía- sino que lo que ocurrió es que no llamó, que le mataron y que no te cree nadie».
La víctima fue calificada de «apolítica» por sus amigos y compañeros, quienes aseguraron que no se había significado socialmente por nada especial. La Policía barajó la posibilidad de que le confundieran con otra persona. Este atentado, que coincidió con la celebración del Día Mundial de la Paz, fue el segundo que la organización terrorista cometía en 1997, tras el asesinato del teniente coronel Jesús Cuesta, ocurrido en Madrid el 8 de enero.
Los testimonios de los vecinos, compañeros y familiares dejaron claro que Olaziregi era un hombre volcado en su familia. «No sé cómo habrán salido las órdenes para matar a este chico, pero es una barbaridad», comentó tras el atentado el suegro de Eugenio. Quienes le conocieron le consideraban un hombre simpático, sencillo, educado, amable y solidario con sus vecinos. Era una persona apreciada en su barrio. Le recordaban en aquellos días paseando con sus hijas de corta edad, organizando juegos infantiles, practicando footing, siempre afable y dispuesto a ayudar. César Murillo, encargado de la tienda donde trabajaba, señaló entonces que Olaziregi era un forofo de la Real Sociedad, amante de la bicicleta y totalmente entregado a su trabajo y a su familia, por lo que no dudó de que ETA se había tenido que «confundir».

En la escalera de casa

Aquel 30 de enero, Eugenio había quedado citado con el compañero que habitualmente le trasladaba a Oiartzun, pero encontró la muerte antes, mientras bajaba las escaleras que comunican su casa con la carretera. Cayó fulminado en un rellano de la escalera, mientras su asesino huía volviendo sobre sus pasos con gran celeridad en dirección a la carretera que discurre sobre la falda del monte Ulia.
Olaziregi no murió en el acto, aunque el disparo le entró por la nuca y le salió por la frente. La abundante sangre que manaba de su herida hizo presagiar lo irreversible a los estremecidos vecinos que se agolparon en torno a él. Un médico y otros sanitarios de la DYA consiguieron por momentos que el herido remontara el paro cardiaco, pero murió una hora más tarde en el centro hospitalario.

Valentín Lasarte, que se acogió a la vía Nanclares, salió de prisión, después de haber cumplido 19 de los casi 400 años de cárcel a los que fue condenado por siete asesinatos.

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