30 julio 2019
Jorge R. Aizpeolea
EE UU detectó a ETA dos años antes que Franco
Una investigación confirma que el primer atentado de la
banda fue contra el diario ‘Alerta’ en 1959, hace 60 años
Los servicios secretos estadounidenses detectaron la
existencia de ETA dos años antes que la policía franquista. Una reciente
investigación, coordinada por Gaizka Fernández, responsable del Centro Memorial
de las Víctimas del Terrorismo, coincidente con el 60 aniversario del
nacimiento de ETA, ha descubierto un informe confidencial del Consulado estadounidense
en Bilbao, del 23 de noviembre de 1959, enviado a su Embajada en Madrid en el
que notificaba la explosión de un artefacto casero en Santander, en el diario
Alerta, el 25 de octubre. El ataque fue atribuido inicialmente a “nacionalistas
vascos”.
Dos semanas después, el 7 de diciembre, el Consulado de
Bilbao constataba la existencia formal de la banda terrorista, autora del
atentado contra el rotativo santanderino, al reseñar la recepción de Zabaldu,
Noticiario de la
Organización ETA. Sin embargo, el régimen franquista no
detectó la existencia del grupo criminal hasta julio de 1961. El primer informe
de la Brigada
Politico-Social franquista está fechado un mes después de que
ETA quemara banderas españolas e intentara descarrilar en las cercanías de San
Sebastián un tren de excombatientes franquistas que se dirigían a conmemorar el
18 de julio en la capital gipuzkoana.
El Consulado estadounidense en Bilbao estaba mejor
informado que la policía franquista y fue el primero en detectar aquel primer
atentado de ETA. Gaizka Fernández y David Mota lo han confirmado gracias a un
texto de Julen Madariaga, un líder de la primera ETA, recogido en el Archivo de
Lazkao, pese a que aquel ataque no figura en la relación de atentados
reconocidos por la banda en 2004. El mismo texto confirma que el 7 y el 13 de
noviembre de ese año estallaron artefactos caseros en el Gobierno Civil de
Vitoria y la
Jefatura Superior de Policía de Bilbao.
La diplomacia estadounidense se preocupó por ETA porque en
su informe Zabaldu del 7 de diciembre de 1959 contenía un suelto referente a la
construcción de una base militar estadounidense para “proyectiles dirigidos” en
Elizondo (Navarra), señala Fernández. ETA señalaba en el suelto: “Una vez más
han preferido los Estados Unidos dar otro paso en su camino de enemistad con
nuestro pueblo, que en ningún modo puede hacerse responsable de los pactos que
conciertan sus opresores”. El Consulado atribuía el suelto a un “falso rumor”
sobre una instalación de misiles que “convenía atajar”. Estados Unidos
construyó en Elizondo una base de comunicaciones, inscrita en los pactos
hispano-norteamericanos, que fue desmantelada en 1974. El despiste de la
policía franquista fue notable. “Su primer informe sobre ETA, de agosto de
1961, trata sobre la detención de una treintena de personas a las que considera
miembros de un grupo especializado del PNV. Desconoce que tres años antes se
han escindido de este partido. Le atribuye la quema de las banderas y el
intento de descarrilamiento del tren de excombatientes, así como otras
propuestas de acción”, afirma Fernández.
“Estos hechos demuestran que las relaciones entre Estados
Unidos y la España
franquista estaban limitadas al terreno diplomático y militar. Los servicios
secretos estadounidenses no colaboraban con la policía franquista en la
represión a su oposición”, añade el académico. Fernández resalta,
asimismo, cómo el fracaso del descarrilamiento del tren marcó el rumbo de ETA.
Pocos meses antes, la banda terrorista había anunciado en su boletín Zutik: “La Resistencia vasca se
prepara para una nueva fase de gigantescas proporciones. Preparémonos todos
para la gran hora que se acerca”. Y un año antes había asumido la violencia en
su Libro Blanco: “La violencia como última razón y en el momento oportuno ha de
ser admitida por todos los patriotas”.
Según la documentación rescatada por Fernández, el 18 de
julio entre las 7 y 10.30 de la mañana, los etarras Rafael Albisu, Imanol
Laspiur y David López Dorronsoro quitaron 18 tirafondos y aflojaron otros 16 del
kilómetro 53,8 de la vía férrea Bilbao-San Sebastián. Otro grupo quemó por la
tarde sendas banderas españolas: en un gallardete cercano al donostiarra Hotel
Londres y en el balcón del Colegio de Agentes Comerciales de Gipuzkoa.
“Pero la gran hora no había llegado ya que ni la quema de
banderas interrumpió la conmemoración franquista ni hubo descarrilamiento. El
tren con los excombatientes y otros posteriores pasaron por el tramo afectado
sin inconvenientes. La circulación no se cortó hasta que un vigilante descubrió
los desperfectos de la vía, que no tardó en repararse con un costo de 671,04
pesetas”, señala Fernández.
Además, en pocas horas fueron detenidos la mayoría de los
activistas. Félix Arrieta, participante en la quema de banderas, utilizó su motocicleta
y un testigo tomó la matrícula y la pasó a la policía franquista. Tras Arrieta,
la policía detuvo a una treintena de personas. El 28 de octubre fueron juzgados
en Consejo de Guerra y siete fueron condenados a penas entre 5 y 20 años de
prisión. Según el exdirigente etarra Juan José Etxabe, lo sucedido en julio de
1961 hizo que en ETA se llegara a la conclusión de que se había querido correr
antes de aprender a andar: “Aún no estábamos preparados para hacer acciones y
escapar a la represión”. “A partir de entonces, ETA dio pasos con más
prudencia. Tenía que salvar obstáculos importantes: la ausencia de una
tradición insurreccional en el nacionalismo vasco, los escrúpulos religiosos y
morales de una parte de su militancia, las dificultades de orden material
(entrenamiento, información, dinero, armamento...) y la propia voluntad
humana”, señala Fernández.
ETA tardó siete años en “superar esos obstáculos”. En 1968
asesinó al guardia civil José Antonio Pardines y al inspector de policía,
Melitón Manzanas. Hasta ese momento, la policía franquista no tomó en serio a
ETA. Su gran preocupación hasta entonces era el Partido Comunista.
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