miércoles, 18 de diciembre de 2019

17 diciembre 2019 (2) Revista Imagina

17 diciembre 2019 



Testimonio
Lourdes Porcar i Guasch

Para mí, las Ramblas siempre han sido un paseo donde iba porque siempre había cosas que hacer cerca. Allí me dedicaba a pasear. Por las Ramblas ya no paseo.

Fue llegar a las Ramblas y comentarlo los tres -íbamos mi pareja, un amigo y yo-: ¡Cómo están las Ramblas esta tarde! ¡Qué llenas de gente!

Fue al girarme cuando vi pasar la furgoneta delante de mí, yo no tuve tiempo ni de huir. Pasó como a metro y medio de mí.

La zona por la que había pasado la furgoneta todo era silencio después del griterío. Y lamentos de gente que estaba en el suelo y gritos de socorro de gente que necesitaba ser atendida.

Lo primero fue ir a buscar a mi pareja y al amigo que nos acompañaba, porque me preguntaba qué les habría pasado a ellos? Afortunadamente eso fueron segundos, nos encontramos enseguida. Nos acercamos a una muchacha que estaba en el suelo, delante del Palau de la Virreina. Estaba en el suelo, en una postura imposible, sin ningún movimiento, con la ropa descompuesta por haber caí- do así. Pensamos enseguida que esa muchacha había muerto del impacto. Mi obsesión era taparla, que no estuviera expuesta porque ya que había muerto de una forma indigna, que tuviera dignidad en este momento de la muerte.

Llegó un mosso d’esquadra y nos dijo que ellos llevaban mantas térmicas y que ya la tapaban ellos. Esa muchacha ya quedó cubierta. Nos fuimos caminando hacia la Plaza Cataluña pero ahí mismo había una pareja de gente mayor que estaban tendidos en el suelo, los dos como mirándose y él estaba sangrando muchísimo. Yo, que llevo en la bolsa guantes de nitrilo, me los puse y nos paramos a ver si podíamos taponar la herida porque estaba sangrando mucho. El hombre ya estaba inconsciente. Después supimos que el golpe fue mortal de necesidad. Estaba en coma y nosotros no podíamos hacer nada más por él. La mujer estaba viva, tenía traumatismos pero no parecía que fuera tan grave como para temer por su vida. Me vino el recuerdo de que en situaciones de este tipo, hay que intentar mantener a la víctima ahí, consciente, preguntándole cosas muy básicas. Eran los dos extranjeros y la mujer todo el rato preguntaba: ¿qué ha pasado? ¿qué ha pasado? Entonces yo le decía: Os ha atropellado una furgoneta, tranquila que ya vienen los servicios de emergencia a atenderos.

Estaban los dos mirándose en el suelo, y yo pensaba que debía haberse quedado este momento fijo en la retina de ella. Quizás no se acordará, pero debe tener fija la imagen de su marido cada vez más lívido y que se muere ahí, delante de ella. Que pase rápido esto, por favor, que cambie de posición pero como no sabía lo que tenía ella no la podía cambiar de posición. Entonces ella misma, porque sentía mucho dolor en la zona de la espalda, pidió darse la vuelta. Yo me quedé más tranquila: ¡ya está, no ve a su marido en estas circunstancias!
La verdad es que fueron momentos eternos porque nosotros, que estábamos en la Virreina, justo en medio de todo el recorrido, y los servicios de emergencias empezaron por las puntas. Fuimos de los últimos en ser atendidos.

Entonces vino un mosso llorando. Y yo que estaba ahí intentando mantener a la mujer me salió del alma decirle: ¡pero no llores, aguanta!. “Es que no sabes lo que he visto hasta llegar aquí”, me dijo.

Cuando estábamos ahí y llevábamos unos quince o veinte minutos y él ya había muerto, llegó un equipo de emergencia e intentaron hacerle reanimación.

Nos fuimos y estuvimos toda la tarde en el hotel. A mí me daba mucha pena porque ya sentía que había empezado a establecer vínculo. Pensaba, “esta mujer, cuando ma- ñana se despierte en una cama de hospital preguntará por su marido. Y está sola. ¿Quién le va a decir que su marido ha muerto? ¿Cómo se va a sentir acompañada?”

Cuando nos evacuaron del hotel, giré la vista para ver quién continuaba allí en la zona donde ellos habían caído. Solamente había cuerpos tapados con mantas térmicas. Los cadáveres estaban ahí. Y sí, vi un cuerpo que era el de él, pero ella ya no estaba. Entonces pensé que ella estaba ya en un hospital y estaba siendo atendida.

Cuando llegué a casa no podía conciliar el sueño y empecé a chatear con una amiga mía dominicana que empezó a preguntarme cómo había sido todo. En ese momento me derrumbé, empecé a llorar y me salió todo lo que había estado aguantando toda la tarde.

Al día siguiente fui a trabajar, porque me parecía que era lo que tenía que hacer, tanto mi pareja como yo. Cada uno se fue a su lugar de trabajo. Pero no me quitaba de la mente a esa mujer. Entonces una hermana mía me dio un teléfono de contacto en el cual se podía preguntar dónde estaban las personas que habían tenido secuelas físicas y habían sido atendidas por los servicios de emergencias. De inmediato llamé y en cinco minutos supe dónde estaba ingresada.

Fuimos a verla los tres, pero yo no quería que entráramos los tres de golpe porque esta señora no nos conocía de nada. En aquel momento ya estaría consciente, aunque el día anterior estaba en shock. Entré yo sola, me identifiqué y le dije que yo había estado con ella en las Ramblas. Lo primero que me dijo fue: “¡No lo encontramos!”

Tal y como me lo estaba diciendo yo entendí que ella no estaba sola aquí, pero todavía no sabía que él había muerto. Uno de los familiares ya tenía la información, pero estaba buscando el momento para decírselo. Le dije que no venía sola, que venía con mi pareja y nuestro amigo porque los tres estábamos allí y estuvimos con ellos. Yo creo que eso ha sido una de las cosas más bonitas, dentro de lo horrible que fue el atentado. Ella hubiera podido cerrar esa puerta y decir: gracias y adiós, pero no hace falta que volvais. Pero no lo hizo, abrió la puerta. Ha habido una muy buena relación con ellos que dura hasta ahora. Creo y siento que esto ha ayudado a elaborar el duelo alrededor de esta situación. Alrededor de esta muerte se ha generado vida. Yo la considero como parte de mi familia y ella nos considera como su familia catalana. Para ellos Barcelona es también eso. Ellos quedaron al lado de un árbol, y ya es su árbol.
Gracias a la UAVAT (Unidad de Atención y Valoración a Afectados por Terrorismo) he podido reconocer algunos síntomas que no tenían por qué ser normales. Empecé a notar que pasaban cosas, no dormía bien y que no gestionaba bien el estrés y tenía dificultades de concentración y me dije: aquí está pasando algo. Y en eso estamos, en temas de seguimiento psicológico y haciendo un camino.

Nosotros nos dirigimos al CUESB para tener una sesión. También es verdad que nadie nos volvió a llamar. El atentado pasó un jueves, y nosotros fuimos el domingo al CUESB. Pero nunca se nos hizo un seguimiento. Cuentas lo que te ha pasado, te dan cuatro estrategias para poder enfrentar esta situación y ya está. Nadie se dirigió a nosotros, nadie nos dijo: “Aquí hay una oficina de atención, vengan ustedes para acá.” Nadie.

Leí una noticia en el periódico que hablaba de la UAVAT. Tuvimos una entrevista y todo lo que parecía una montaña como que se facilitó en la entrevista. No lo hacía yo sola sino que lo hacíamos mi pareja y nuestro amigo, y entonces fue más fácil llevar esto adelante.

Pero todo fue por iniciativa nuestra y con el acompañamiento de gente de la UAVAT. Si tú has hablado con alguna víctima, a quien tienen como referente es a UAVAT, que son quienes están ahí echándonos una mano, apoyándonos, ofreciendo recursos que cada uno es libre de coger o no coger. Pero que te ponen delante las opciones que tienes. Nadie más lo ha hecho. Compartes con gente que ha vivido tu misma vivencia. No quiere decir que no encuentres apoyos fuera, que yo los he encontrado, y muchos. Pero es cierto que por mucho que las otras personas quieran ponerse en tu lugar no pueden porque no han vivido esa situación. Puedes entender cómo el otro se siente y el otro puede entender cómo te sientes tú. Yo pienso que eso es bueno.

La clase política en general se acerca, se hacen las fotos con quienes les interesa. Se llenan la boca con quienes les interesan. Pero a la hora de la verdad este tema sólo les interesa para hacerse una foto y poco más. Como ejemplo, el segundo aniversario del 17A. Estábamos ahí las víctimas delante y los políticos detrás. No se acercó ni uno, nadie. Nadie vino a preguntar, nadie vino a decir nada. Creo que no entienden nada y no quieren entender.

¿Por qué no quieren reconocernos como víctimas, qué intereses hay detrás del no reconocimiento? ¿Por qué ponen tantas pegas? Nadie se está inventando lo que está viviendo. Todo parece tan frío, cuando en realidad estamos hablando de una cosa que nadie ha buscado sino que una se lo ha encontrado en su vida. Se necesita más sensibilidad por parte de las personas que hacen políticas, que son los que al final pueden hacer que las cosas avancen o no. Compañeros que estaban ese día en las Ramblas que vivieron las situaciones que vivieron, han recibido denegaciones de su condición de víctima. Es un gran interrogante. No sé si a mi me denegarán el expediente o qué acabará diciendo el juez al final, cuando se celebre el juicio.


Considero que si me denegaran la condición de víctima se cometería una injusticia porque creo que cumplo todos los requisitos (tener que hablar así), para ser considerada como tal. Sí, sería una injusticia.

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