sábado, 9 de septiembre de 2017

08 septiembre 2017 (16) La Vanguardia (opinión)

08 septiembre 2017 



Por el tuit muere la tuitera
Desear el peor de los males a otra persona a través de internet tiene castigo

Donde las dan las toman. La premisa acaba de cumplirse en el universo de Twitter. Un aviso para los justicieros de las redes sociales. Una usuaria descontenta con el discurso de Inés Arrimadas no dudó en llevar a la líder de Ciudadanos a uno de esos patíbulos virtuales que tanto éxito tienen en los nuevos canales de mensajería. Pero en este caso las cosas no salieron como esperaba la autora del mensaje.
Arrimadas participaba el pasado domingo en un programa de Telecinco y antes de que acabara el espacio (el debate era sobre la independencia de Catalunya) la usuaria escribió en su Facebook: “Sólo puedo desearle –refiriéndose a Arrimadas– que cuando salga esta noche la violen en grupo, porque no merece otra cosa semejante perra asquerosa”.
Hasta aquí poca cosa nueva en la creciente tendencia de linchamientos a través de los canales de mensajería instantánea. Lo que convierte este caso en un episodio particular es que el mismo medio utilizado por esa justiciera de las redes para insultar y desear el peor de los males a otra persona se ha vuelto contra ella. Y el intercambio de roles se consumó en un tiempo récord. Cuatro horas después de ser lanzado el mensaje contra Inés Arrimadas la empresa en la que trabajaba la usuaria de Facebook informaba por esos mismos canales de que esa mujer ya no se contaba entre sus empleadas.
Varias son las lecciones, de manual, que se pueden extraer de este caso. La sensación de impunidad creada al opinar desde la distancia es irreal. Dejarse llevar por el “calentón” del momento y escribir sin valorar las consecuencias puede pasar factura. No todo vale en aras a la libertad de expresión. Y nunca hay que olvidar que las redes sociales tienen un doble filo, aunque la mayoría de las veces las personas linchadas en ese universo –tanto da si son personajes conocidos como ciudadanos anónimos– no pueden hacer otra cosa que observar con impotencia como decenas o miles de usuarios se ceban con ellos con amenazas e insultos que suben de tono conforme aumenta el número de espectadores alre­dedor de ese patíbulo virtual.
En el caso de Inés Arrimadas, esa tendencia de asumir el insulto, la más generalizada, muy pronto se invirtió. Y fue por la rápida reacción de la diputada, que publicó en su cuenta de Twitter un pantallazo con el mensaje, pero también con nombre, apellidos y foto de su autora. La red actuó como un bumerán. Los usuarios cambiaron de diana y empezaron a dirigir sus mensajes a esa mujer que tanto mal deseaba a Arrimadas. Gracias a la información de su muro de Facebook descubrieron también el nombre de la empresa en la que trabajaba y se empezaron a enviar también mensajes a esa firma. La reacción, en sentido contrario, surtió su efecto y la respuesta de la empresa fue inmediata: anunció el despido fulminante de esa empleada.

Ferran Lalueza, profesor de comunicación y experto en redes sociales de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), considera totalmente “legítima” la respuesta de la líder de Ciudadanos, al mismo tiempo que califica de “inadecuado, desafortunado e inaceptable” el comentario de esa mujer, molesta por lo que estaba escuchando en un programa de televisión.
“El comentario en cuestión fue difundido por esa mujer en su muro de Facebook como ‘público’; es decir, visible para cualquier usuario de esta red social. No se restringió su visibilidad a un grupo determinado de usuarios o al círculo de confianza de la autora, sino que se divulgó de la forma más amplia y abierta que permite esta plataforma”, recalca Lalueza. Por lo tanto, “es legítima –reitera este profesor de la UOC–la denuncia del hecho mostrando el contenido original con nombre y apellidos de la responsable del mensaje, puesto que se trataba de un contenido que en ese momento era accesible para todo el mundo”. Esa cuenta de Facebook ya no está activa.
Ferran Lalueza augura que las cosas habrían sido muy diferentes si Arrimadas se hubiese limitado a observar el linchamiento virtual o dejar el caso en manos de la justicia por si ese mensaje puede ser constitutivo de delito. “Seguro que todo habría pasado más desapercibido –añade–, pero después del vuelco que ha dado el caso todos debemos ser conscientes como nunca de que cuando publicamos un contenido en las redes sociales perdemos en gran medida el control sobre éste y también sobre los efectos que puede provocar. Ignorar esta realidad resulta temerario e irrespon­sable”.
El otro debate suscitado con este caso se refiere al despido fulminante de la autora del mensaje. Al margen de aspectos jurídicos o laborales, la medida tendría lógica –indica Lalueza– “desde el punto de vista de la imagen corporativa de la compañía, pues es evidente que a ninguna empresa le interesa verse vinculada a personas que han mostrado públicamente un comportamiento tan deleznable”. Cada vez es más evidente que los empleados a menudo acaban siendo los principales embajadores de una empresa. En este contexto y hoy en día, “¿alguien consideraría a esta mujer una embajadora deseable para su entidad o más bien un fastidioso lastre del que conviene desembarazarse cuanto antes?”. Begoña Vilar, abogada especializada en derecho laboral, recuerda que algunas empresas incluyen ya en sus convenios cláusulas específicas en las que se advierte a los trabajadores que enviar mensajes con amenazas o comentarios de odio contra la empresa o contra terceros puede tener consecuencias laborales.
La humillación pública parece no tener límites en las redes sociales. Cualquier desliz, frase desafortunada o acción inapropiada puede acabar convertida en asunto viral en unos canales cada vez más cuestionados por sus sistemas de control. Borrar el rastro de un mensaje, cuando ya ha empezado a correr por el espacio virtual, no es garantía de su completa desaparición. Por eso una vez se ha traspasado la línea roja ya no hay opción de volver atrás. En el caso del mensaje contra Inés Arrimadas, su autora ya advertía de que sus palabras iban a ser criticadas. Lo que seguro que no calculó esta mujer es que ella también iba a ser linchada con su propia receta.

Opinión:

1) repugnante tuit el emitido por la tal Rosa Maria Miras
2) lógica reacción de Inés Arrimadas
3) la ley debe ser implacable con todas estas opiniones qiue a traves de las redes sociales se enmarcan en un mas que presunto delito
4) ¿qué hacemos con el tuit de Alfonso Rojo?



5) ¿la aplicación de la legislación depende de quien sea el objetivo o de quien sea el autor?


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