viernes, 26 de mayo de 2023

26 mayo 2023 (2) Alfa y Omega (opinión)

26 mayo 2023 



Terrorismo de ETA: «Que no se olvide que esto sucedió»

 

La inclusión en las listas de Bildu de terroristas que ya han cumplido condena ha generado un intenso debate político. Frente al dolor surge la justicia restaurativa, que ha sanado a víctimas como al ex guardia civil José Aguilar

 

¿Un terrorista condenado por delitos de sangre puede ser elegido como representante democrático tras haber saldado ya sus deudas con la justicia? Este es uno de los debates más polémicos que han suscitado las elecciones autonómicas y locales que se celebran este domingo, 28 de mayo. La controversia viene de lejos, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, solicitó el apoyo de Bildu para poder gobernar en mayoría en el Congreso. En una vuelta de tuerca, la formación independentista vasca ha incluido en sus listas para los próximos comicios a 44 candidatos que formaron parte de ETA en el pasado —siete de ellos con delitos de sangre, que ya han dicho que no tomarán posesión si son elegidos— y por cuyas actividades ya han cumplido condena.

 

La Asociación Dignidad y Justicia presentó la semana pasada una denuncia ante la Fiscalía General del Estado pidiendo que se investigara la posible ilegalización de Bildu por este motivo, pero la Fiscalía no ha visto delito alguno. Concretamente, explica que dichos candidatos «han condenado y condenan públicamente la violencia terrorista y han aceptado y asumido el ejercicio de la actividad política dentro del marco democrático y constitucional».

 

En un análisis paralelo, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) ha apuntado que los 44 exmiembros de ETA tienen cumplidas sus penas y, por tanto, pueden ser elegidos. «Aunque nos repugne, pueden presentar estas candidaturas», ha apuntado a los medios la abogada de la AVT, Carmen Ladrón de Guevara. La situación no contenta ni siquiera a miembros del propio partido de Sánchez, como los presidentes autonómicos Javier Lambán o Emiliano García Page, quienes han pedido al presidente la inmediata ruptura de relaciones del Gobierno con el partido abertzale a causa de este hecho.

 

Un encuentro «sanador»

 

«Yo lo veo de una manera particular», explica a este semanario José Aguilar García, ex guardia civil herido por ETA en el asalto a la casa cuartel de Alsasua la noche del 23 de diciembre de 1988. «Creo que cualquier idea puede ser defendida, salvo si se hace con sangre. Prefiero que sus representantes luchen democráticamente, no con las armas», añade a Alfa y Omega.

 

Para Aguilar, hoy abogado, «el juego democrático que nos hemos dado permite esta posibilidad». Si el Estado ya ha asumido que han pagado su deuda, «no se les pueden arrebatar los derechos. Otra cosa es votarlos o no, pactar con su partido o no. A mí, evidentemente, no me gusta verlos en las listas electorales, pero estas son las reglas», subraya.

 

La voz de José Aguilar, que participó hace unas semanas en el ciclo sobre justicia restaurativa en delitos de extrema gravedad que organizó el Instituto John Henry Newman, de la Universidad Francisco de Vitoria, es peculiar. Es una de las pocas víctimas del terrorismo en España que ha transitado por el difícil trance de ponerse delante de un terrorista y entablar una conversación.

 

Todo empezó el día del juicio, cuando pidió al presidente del tribunal poder hablar con alguno de ellos, «simplemente para saber qué le llevó a causar dolor en otros». No se lo concedieron, pero hace un año y medio se pusieron en contacto con él los «facilitadores» —así los llama— que convirtieron en realidad el encuentro de Maixabel Lasa con su victimario. «Me dijeron que había un preso con delitos de sangre que había pedido un encuentro con un miembro de las Fuerzas Armadas que hubiera sufrido un atentado y dije que sí», afirma. Quiso mostrarse sin la prótesis que sustituye a su pierna derecha desde el atentado. Se sentó en la habitación que les habían preparado y, cuando entró el terrorista, este último le tendió la mano, pero él se negó. «Le dije: “La mano no. Dame un abrazo”», y así empezaron cinco horas de «una charla normal» en la que ambos se contaron la vida. «Él me habló de su ingreso en ETA cuando era un chaval. Hoy estaba convencido de que todo aquello no había servido para nada», recuerda. «Vi mucho dolor en aquel hombre», añade. Luego pasearon por las instalaciones y el interno fue presentando a José a todos los que se cruzaban. «Fue muy hermoso —no duda en señalar—, y muy sanador, aunque resultara difícil». Hoy, José Aguilar ofrece su testimonio en los colegios de Navarra a chavales que han nacido cuando ya no había atentados de la banda terrorista. Lo hace porque no quiere que «se olvide que esto pasó no hace mucho», pero lo hace siempre «desde la ausencia de odio y resentimiento».

 

Sabe que el camino de la justicia restaurativa «no es exigible» para todos, «porque hay dolores muy grandes», pero él ha preferido mantener el contacto con esta ventana abierta a su pasado. «Lo fui a ver en marzo. Yo no necesito el perdón de nadie, yo ya perdoné, pero me he dado cuenta de que sí necesitaba conocer a esta persona, ver sus ojos, cómo habla… Con eso me quedo», concluye.

 

Hora y media «a solas con el Jefe»

 

José Aguilar García no cree en las casualidades, «pero sí en las sincronicidades». Porque todo se sincronizó aquel viernes, víspera de la Navidad de 1988: él no debía estar despierto cuando empezó el ataque. Cuando se encaminó al lugar desde donde lanzaban las granadas tuvo la mala fortuna de pisar un túper relleno de metralla que se llevó su pierna derecha. Lo que siguió fue la hora y media más decisiva de su vida: «El único que estaba conmigo era el de Arriba, y no esperaba a nadie más. Eran las dos y media de la madrugada y a esa hora mantuve un diálogo con el Jefe que nunca se me olvidará», cuenta. «Le pedí que me ayudara a salir de allí. Me iba a casar el 6 de enero, mi mujer estaba embarazada y yo quería conocer a mi hijo. Le pedí que me ayudara a vivir. Lo único que tenía para ofrecerle era mi perdón por los que me habían hecho eso. Se lo ofrecí a cambio de mi vida. Él cumplió y yo también: he tenido dentro ese perdón siempre y mis hijos han crecido libres de esa mochila de rencor», narra.

 

Opinión:

 

Conocí a José Aguilar en 1990, poco después de sufrir “nuestros” atentados correspondientes y cuando se nos ocurrió, sin todavía saberlo, compartir nuestro futuro como delegados de la ANTIGUA AVT, el en Navarra y servidor en Catalunya.


Desde aquel día hemos compartido cientos y cientos de horas de trabajo asistencial dirigido al colectivo de víctimas del terrorismo, muy especialmente en aquellos años tan duros de la década de los 90 y de principios del siglo actual.


Horas y horas intentando encontrar soluciones a problemas ajenos llevó a  que el amigo José Aguilar terminara estudiando Derecho. Horas y horas intercambiando información y documentos con nuestro amigo Juan Antonio Corredor y el equipo que la ANTIGUA AVT tenía en Madrid nos hizo ver cuántos cambios debían realizarse en la asistencia integral a las víctimas del terrorismo. La legislación de diciembre de 1999 es un clarísimo ejemplo de ello.


Por compartir tantas horas de trabajo, tantos sinsabores vividos juntos y algún que otro buen momento no me extraña lo más mínimo que José Aguilar haya hecho lo que explica la información. Calculo que desde 1989 he conocido e intentado ayudar lo mejor posible a mas de dos mil víctimas del terrorismo y, excepto una docena de impresentables, todo el resto son personas con una dignidad y una paciencia indescriptible, que no se puede calcular en palabras.


Y José Aguilar García es una de las primeras en el ranking de aquellas en las que siempre se podrá confiar. Estaría horas hablando y escribiendo sobre las enormes cualidades de mi amigo José, incluso el humor en situaciones complicadas, pero conociéndole, estoy seguro que si se entera me llamará de inmediato para decirme que no lo merece.


Pero diga lo que diga… sí, lo merece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario