jueves, 25 de enero de 2024

22 enero 2024 (3) El Mundo del Siglo XXI

22 enero 2024 


 

Actuar bajo el iceberg

El legado sucio de ETA no es solo pasado, sino que se proyecta hasta el presente. Es necesaria una acción combinada y estratégica por la deslegitimación del terrorismo, y es preciso que la encabecen nuestras instituciones

Raúl López Romo es historiador, responsable de Educación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y autor de Sobre el olvidado terrorismo vasco (Betagarri Liburuak, 2023)

Los atentados terroristas son la punta de un iceberg. Son el correlato más grave de los discursos del odio que han llegado a contar con decenas de miles de acólitos de diferentes ideologías. Estos fueron especialmente visibles en la Transición, cuando extremismos violentos de izquierdas, derechas y nacionalistas procuraron desestabilizarla. Pero, menguados, no han desaparecido tras más de 45 años de democracia. Ahora bien, en la España reciente solo ha habido una tendencia sociopolítica que consiguió fraguar, en términos de Jesús Casquete, una «comunidad incivil». Su envite contra las libertades fue, cuantitativa y cualitativamente, el principal al que se ha enfrentado la democracia española. Se trata de la izquierda abertzale ligada a ETA.

Como explica Martín Alonso, las narrativas y las prácticas del odio están unidas. Las primeras se nutren de elementos que sirven para desembocar en las segundas, y que son: 1) La separación dicotómica de la realidad –crear barricadas e identificar quiénes estarían a uno y otro lado–; 2) La deshumanización del otro frente a la idealización de un nosotros doliente; y 3) Como colofón, la idea de la necesidad de un choque violento contra el enemigo, que habría empezado a atacar primero y, por tanto, sería el provocador y el culpable. La violencia la ejerció una minoría, pero muchos más a su alrededor compartían esta visión dicotómica, agónica y belicista. Hoy ETA no mata, pero pervive la cultura del odio que alimentó. No hay más que mirarlos datos que Covite, pacientemente, recopila cada año y que publica en su Observatorio de la Radicalización. Solo en 2023 ha consignado más de 50 homenajes a etarras fallecidos o en prisión, así como cientos de pintadas, pancartas y manifestaciones por la amnistía de los presos de ETA. El total es mucho mayor. Es un mínimo lo que se denuncia. ¿Qué hacemos con un legado sucio que no es solo pasado, sino que se proyecta hasta el presente? Es necesaria una acción combinada y estratégica por la deslegitimación del terrorismo, y es preciso que la encabecen nuestras instituciones. En estas líneas me voy a centrar en el ámbito educativo, que ahora es clave, al igual que en su momento lo fue la labor policial o la respuesta pacifista. Más en concreto, quiero subrayar la necesidad de que los planes de estudio incluyan la cuestión del terrorismo. Parto de la convicción de que la educación es la mejor manera de conmemorar a las víctimas.

Más allá de analogías fáciles entre ETA y los nazis, es bueno compararnos con un modelo en políticas públicas de memoria. En Alemania, la enseñanza es competencia de los Estados federados, al igual que en España lo es de las autonomías. Eso añade complejidad. Sin embargo, los 16 Länder, todos, incluyen el Holocausto en sus planes de estudio. Es obligado y tiene peso propio en el temario de historia. Aunque, según encuestas recientes, casiel30% de los alumnos de 17-18 años tiene un conocimiento precario sobre Auschwitz, el estudio del nacionalsocialismo está bien contemplado en el sistema educativo. Veamos el ejemplo concreto de Baviera, que es donde nació el nazismo, donde se produjo el golpe de Estado de Múnich, donde se celebraban los congresos del NSDAP y donde se aprobaron las antisemitas leyes de Núremberg. Actualmente, es el segundo Estado más poblado del país. Entre las competencias que debe demostrar su alumnado de historia, en el nivel de Gymnasium (17-18 años), está «reconocer que, con el establecimiento del Estado nacionalsocialista, los logros democráticos de la República de Weimar fueron destruidos por una ideología inhumana, y afrontar las consecuencias de la dictadura nazi. Utilizar sus ideas para apreciar la centralidad de los derechos humanos. Ver la ideología nazi en el contexto de sus raíces históricas e intelectuales, así como la organización del Estado nazi y el autorretrato del nacionalsocialismo para discutir las causas de su éxito entre la población alemana (…). Abordar de manera diferenciada la cuestión de en qué medida la población no judía percibió y participó en la privación de derechos, la persecución y el asesinato de judíos y otros grupos de población». Al menos, formalmente, este tema se aprende a fondo, mediante enseñanzas aplicables a la actualidad y en un módulo de 21 horas lectivas. Pasemos ahora a España. Aquí el marco es el Real Decreto aprobado en 2022 que establece el currículo básico de Bachillerato, por seguir en el mismo nivel que acabamos de ver para Baviera. Las principales menciones al terrorismo las encontramos entre los «retos del mundo actual» de la asignatura de Historia de España: «Memoria democrática: reconocimiento de las acciones y movimientos en favor de la libertad en la historia contemporánea de España, conciencia de los hechos traumáticos y dolorosos del pasado y del deber de no repetirlos. Reconocimiento, reparación y dignificación de las víctimas de la violencia y del terrorismo en España. Las políticas de memoria en España. Los lugares de memoria (…). La Transición y la Constitución de 1978: identificación de los retos, logros dificultades, y resistencias del fin de la dictadura y el establecimiento de la democracia. La normalización democrática y la amenaza del terrorismo». Es un planteamiento más general que el de Baviera sobre el nazismo, pero da pie al tratamiento de un fenómeno que nos ha condicionado durante varias décadas, entre los siglos XX y XXI. Aparte, hay referencias puntuales al terrorismo en las asignaturas de Valores Éticos e Historia del Mundo Contemporáneo. En Euskadi, varios decretos demayode2023 establecen el currículo de Infantil, Educación Básica y Bachillerato, y desarrollan el ya citado Real Decreto. En ellos no hay ninguna mención al terrorismo doméstico ni a ETA. Sí las hay a la Guerra Civil y a la dictadura franquista, así como a otras formas de violencia: machista, LGBTIfóbica o racista. En los decretos previos, de diciembre de 2015, había una mención a la solidaridad con las víctimas del terrorismo y de otras violencias, que ahora ha desaparecido. El Gobierno vasco acaba de impulsar el programa Herenegun, con unidades didácticas y vídeos sobre «memoria reciente». ¿Cuáles su vinculación con el currículo oficial? Ninguna, porque en él no figura nuestro terrorismo. Los profesores, por tanto, carecen de base normativa y, con ello, de estímulos para abordarlo. Lo hará, por libre, quien tenga una sensibilidad particular hacia la materia.

Hace una década era diferente, pero hoy los recursos didácticos ya existen. Lo que falta es una sociedad que se haga las preguntas pertinentes y se acerque a conocer, y unas instituciones que lideren con valentía la deslegitimación del terrorismo. No hablando en general, sino partiendo de lo concreto, de lo que aquí hemos padecido hace poco y que algunos de nuestros conciudadanos promovieron. El terrorismo es un fenómeno que se presta a un tratamiento transversal, en diferentes asignaturas: Historia de España, Valores Éticos, Psicología, Filosofía, Historia del Mundo Contemporáneo. Pero primero hay que hacer que conste en los currículos educativos, con nombre y espacio propio, y que se potencie el uso del testimonio de las víctimas, tan importante de cara a l la prevención. El objetivo es construir una convivencia democrática y respetar la diversidad. Esos nobles propósitos aparecen en todas partes en los documentos educativos oficiales. Pero hay una contradicción: ¿cómo vamos a enseñar a los jóvenes a pensar de manera autónoma y crítica si nuestro pasado reciente es tabú? ¿Cómo vamos a explicarles los derechos humanos con rigor si no les transmitimos cuáles son algunas de las más graves conculcaciones habidas entre nosotros en el último medio siglo? Luego nos encontramos con que uno de cada cuatro estudiantes de Secundaria en Euskadi y Navarra sigue defendiendo la legitimidad del uso de la violencia en política. Por eso, en educación hay que actuar bajo el iceberg. Contra la menos perceptible, pero nociva pervivencia de la cultura del odio.

 

 

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