12
agosto 2025
Se
cumplen 25 años del asesinato de ETA de la guardia civil gijonesa Irene
Fernández Perera: "Mientras yo pueda, mi hija seguirá siendo
recordada"
La localidad de
Sallent de Gállego colocará una placa en recuerdo de la agente, que murió en
2000 junto a su compañero
"Llega
tarde, pero llega; el caso es que se les recuerde", señala Ángeles Perera,
la madre de la gijonesa
El 20 de agosto del año 2000 la vida de Irene
Fernández Perera se paró de golpe. No fue por una enfermedad o capricho del
destino. Se la arrebataron mediante una bomba lapa colocada por miembros de la
banda terrorista ETA en el Nissan Patrol con el que se desplazaba como Guardia Civil en la
localidad oscense de Sallent de Gállego. Junto a Fernández Perera también fue
asesinado su compañero José Ángel de Jesús Encinas, nacido en Toledo y que se
encontraba al lado del vehículo cuando explotó. Las muestras de repulsa por el
asesinato no se hicieron esperar, así como los homenajes a estas dos víctimas
del terrorismo. Fernández fue nombrada hija predilecta de Quirós, donde nació,
y Gijón, donde residía desde pequeña, puso una calle a su nombre en el barrio
de Contrueces.
En Sallent de Gállego cada aniversario del
atentado también se honra la memoria de los dos guardias civiles. Durante los
últimos 25 años, Ángeles Perera, madre de Irene Fernández, acude hasta la
localidad para mantener viva la memoria de su hija. Este año, el acto de
recuerdo irá acompañado de la colocación de una placa en una de las calles
anexas al cuartel de la Guardia Civil. "Llega tarde, pero llega. El caso
es que se recuerde la muerte de mi hija y su compañero y que la gente sepa qué
pasó allí.", afirma Perera que matiza sus palabras. "Muertos no,
matados. Matados con nocturnidad y premeditación", remarca la madre de
Irene Fernández.
Han pasado cinco lustros, pero el dolor de ver morir a una hija no se desvanece. Perera asegura que la intención de las dos familias desde hace unos años era colocar un monolito al lado del cuartel de la Guardia Civil de Sallent de Gállego, pero las autoridades de la zona se lo desaconsejaron. "Es un pueblo en el que va de vacaciones mucha gente y siempre están los que les molesta estas cosas y nos dijeron que lo iban a tirar y romper", explica Perera, que con resignación señala que puede ocurrir lo
mismo con la placa. "La
arrancarán porque no la quieren ver ahí, pero primero la tendrán que ver",
avisa la madre de la guardia civil fallecida.
Cada 20 de agosto, su presencia y la de familiares y amigos de los dos
guardias civiles es una constante. "He estado en el homenaje cada año.
Durante 25 años hemos ido con lágrimas, dolor y sufrimiento, porque eso no se
olvida", manifiesta Perera. Llenan la calle donde los asesinaron con
flores y rememoran, cada uno a su manera y como buenamente pueda, lo que
ocurrió en ese lugar. "Yo no necesito que la alaben o la ensalcen,
simplemente que recuerden que la mataron. No es lo mismo morir de una enfermedad
o un accidente, esto fue intencionado. Sabían que a las seis iban a salir del
cuartel y cuando encendieran el coche...", recuerda Ángeles Perera, que
aun a día de hoy se le hace difícil rememorar esa trágica fecha. "No
tuvieron opción ni de defenderse", sentencia la madre de la víctima.
Las
fuerzas de Ángeles Perera para seguir asistiendo a estos actos reside en su
hija y en que no se olvide lo que le hicieron, "como en pocos minutos me
la arrebataron". "Mientras yo pueda y los padres del otro guardia
también, iré a Huesca. El día que no vayamos ya no se acuerda nadie de ello,
solo algunos de los del pueblo que los conocían. Porque los otros ya se
encargan de no hablar de los muertos y de ensalzar a los suyos. Como si no
hubiera asesinados", lamenta Perera.
Un
reconocimiento que "llega tarde, pero llega"
Ni
olvido, ni perdón. Aquella mañana de agosto la vida de Irene Fernández fue
arrebatada en un atentado bomba y con ella se fue parte de Ángeles Perera.
"La vida sigue, pero como seguimos los que quedamos aquí, ¿quién me
resarce de las noches sin dormir, de los lloros de las noches que he pasado?
Nadie", muestra con rotundidad la madre de la víctima de ETA. Irene
Fernández era la hija única de Ángeles Perera y José Antonio Fernández, ya
fallecido. "Me he quedado sola, no tengo hijos ni nada ahora. ¿Sabes lo
que es llegar a casa y no tener la llamada de siempre de tu hija?",
pregunta Perera sin esperar respuesta. "Sus abuelos eran mayores cuando
ocurrió. No lo supieron llevar y acabó con ellos", añade la mujer a la que
le los recuerdos del pasado no le ayudan a aliviar la pena.

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