10 octubre 2021 (3) ABC
10 octubre 2021
La rendición
de Anboto, la terrorista que puso voz al punto final de ETA
Tras siete juicios en la Audiencia Nacional
en los que negó responder a ese nombre, Iparraguirre claudicó
Se quebró en la prisión de Soto del Real y ahora intenta no
alejarse de Álava aunque deba reconocerlo todo
Cuando el pasado 14
de septiembre Marixol Iparraguirre, la mujer que lo ha sido todo en ETA,
reconoció ante un tribunal que en 1997 ordenó matar al Rey y volar el
Guggenheim había dos lecturas rápidas posibles. Una, que a estas alturas
querría arrogarse el mérito de intentar lo que sus acólitos apreciarían siempre
como una hazaña. Otra, que siete juicios en la Audiencia Nacional
y 20 años de condena en Francia después, la voz en ' off' que radió la
disolución de ETA en 2018 había también tirado la toalla.
Es la letra pequeña de aquel reconocimiento, en
forma de un escrito de acusación de la Fiscalía que asumió sin ambages, la que inclina
la balanza. Ese documento que aceptó y ya es sentencia firme dice lo que tantas
veces Marixol se ha empeñado en rebatir. Dice que ella era Anboto. Y eso lo
cambia todo. Iparraguirre siempre negó responder a ese apelativo, que a su vez
da nombre a un monte vasco con mitología de diosa incluida.
Desde que llegó entregada por Francia a España
en 2019 se ha empeñado en rebatir los cargos por acciones terroristas que
afrontaba partiendo de la premisa de que Anboto no era ella. «Mi nombre empieza
a aparecer en el organigrama y no sé ni cómo», llegó a alegar en un juicio.
Sorprendía la estrategia en los círculos donde en otros tiempos se imprimían
carteles con la leyenda «Anboto Askatu», como si hubiesen estado reclamando
libertad para un fantasma.
Un fantasma con su foto.
Es, de hecho, en aquella primera fotografía
donde empieza todo, la imagen en blanco y negro de una joven con la barbilla en
escorzo que pendía del corcho de los más buscados en comisarías y cuarteles de
todo el país. Esa imagen, conforme al relato que Iparraguirre vino esgrimiendo
en los primeros siete juicios de la docena que afrontará, se habría obtenido
tras una detención ilegal, cuando tenía 18 años y la Policía le cogió las
huellas. Hubo un tiempo en que los etarras se negaban a reconocer la
legitimidad del tribunal y asumían los cargos como si lo fuesen de guerra.
Anboto, aunque con poco éxito, no estaba en ese plan. Alegaba que todo lo
actuado contra ella desde la primera detención era nulo. En esa idea y en la
caricatura de un Estado represor ha venido sustentando su defensa, con pocas
respuestas y largos alegatos en los que acababa referenciando a los GAL, como
si lo uno justificase lo otro. Eso sí, en lo otro, nunca era ella la persona de
la que hablaba el fiscal.
En alguna sesión se veía al fondo, en la
bancada del público, a Mikel Antza asentir con aprobación. Jefe de ETA durante
doce años y pareja de Anboto, fue detenido con ella en Francia en 2004 y
entregado a la par a España, pero no tenía cuentas con la Audiencia Nacional
y está libre desde que pisó Barajas. Tras el visto para sentencia, él se va a
casa. Ella, no.
Sin redención
El Tribunal Supremo puso fin a la disyuntiva
sobre quién era Iparraguirre el pasado febrero, cuando, al confirmar los 122
años de cárcel que le impuso la
Sala por el asesinato del comandante del Ejército de Tierra
Luciano Cortizo, dejó negro sobre blanco que era la única en ETA que respondía
al sobrenombre de Anboto. El fallo impuso una verdad judicial de las que no se
rebaten con dialéctica. Siendo ya un hecho probado, las sentencias sobre
Iparraguirre que vinieran después no tendrían siquiera que dedicar líneas a
acreditar la correlación. Pero ella seguía negando la mayor juicio a juicio y a
la vista sobre el Guggenheim acudía lista para dar la batalla.
Dio un paso atrás
La rendición de Anboto, la terrorista que puso
voz al punto y final de ETA Tras siete juicios en la Audiencia Nacional
en los que negó responder a ese nombre, Iparraguirre claudicó, se quebró en la
prisión de Soto del Real y ahora intenta no alejarse de Álava aunque deba
reconocerlo todo
Asesinato de Galíndez
Condenada como autora por el asesinato del
funcionario de Correos Estanislao Galíndez Llano en Amurrio, en junio de 1985,
el robo de un coche y el arma usada. Condena: 39 años
Asesinato de Cortizo
Condenada en firme como autora del asesinato
del comandante de Tierra Luciano Cortizo con una bomba lapa en León en 1995 que
pudo matar a cuatro personas más. Condena: 122 años
Ocho juicios, seis condenas.
La oficina del DNI
Condenada por atentado terrorista con muerte
del policía Rafael Leiva y asesinato frustrado del también agente Domingo Durán
en 1995 frente a la oficina de DNI en Bilbao. Condena: 50 años
La bomba trampa del bar
Condenada por dos asesinatos en tentativa de
los dos artificieros que debían desactivar una bomba trampa en el bar Naira de
su pueblo, Escoriaza (Guipúzcoa), en 1987. Condena: 46 años y un día
La escalada hasta la cima de Iparraguirre, comando a comando
El banco en Guecho
Condenada como cooperadora necesaria de un
delito de terrorismo por la colocación de una bomba frente a un banco en Guecho
en 1994 causando daños materiales. Condena: 11 años
Anboto nunca fue una terrorista cualquiera.
Tras ser detenida con 18 años comenzó su activismo en ETA, donde fue escalando
en una siniestra carrera en la que se la solía relacionar con líderes de primer
nivel. Pasó por el comando Araba, también por el comando Madrid y en los
noventa, en Francia, se integró en el aparato militar. En 1994 una operación
volvió a descabezar la banda y dio el gran salto.
El cambio no se explica sin dos grandes
factores y el primero es penal. El atentado frustrado contra Juan Carlos 1 se
produjo en 1997, cuando ya llevaba dos años en vigor el Código Penal que
eliminó la redención de las penas en los delitos de terrorismo. Las condenas
desde entonces, se han de cumplir íntegras o, lo que es lo mismo, sale mucho
más caro dedicarse a matar. A ese juicio, el primero que afrontaba bajo aquella
reforma penal, Anboto llegó con una petición de 27 años de cárcel. Cuando
terminó, le habían caído 15 al reconocer los hechos. Parece una diferencia como
para reconsiderar posiciones y de hecho, había cambiado hasta de abogado. Pero
la razón definitiva, de acuerdo a las fuentes consultadas por ABC, estaba a
plena vista en la sesión. Anboto asistía por videoconferencia desde la prisión
de Zaballa, en Alava, que es lo más cerca que ha estado de su tierra en las
últimas dos décadas.
Pide videoconferencia
Cuando fue entregada a España el 4 de
septiembre de 2019, su primer destino fue la cárcel de Soto del Real, en
Madrid. Permaneció allí un mes, hasta que le fueron notificadas las causas
pendientes y la trasladaron a Brieva, en Ávila. Desde entonces, para cada uno
de los juicios vuelve a Soto del Real, donde acaba prácticamente aislada y sin
visitas durante semanas.
Por decisión del Ministerio del Interior, y en
un gesto controvertido habida cuenta del persona
Fue acercada a Zaballa (Álava) el pasado junio
sin haber reconocido delitos, estando recién sentenciada y con juicios
pendientes jefa de los comandos legales, los 'taldes, con el jefe de ETA, Mikel
Albisu, Antza, durmiendo a su lado. Durante una década el tándem dirigió la
organización. Ella era quien se encargaba de ordenar atentados, impartir
instrucciones, proveer material. Algunas de sus indicaciones quedaron por
escrito y la han sentenciado. Como el 'boom' que pedía provocar al encargado de
matar a Luciano Cortizo.
Por decisión del Ministerio del Interior, y en
un gesto controvertido habida cuenta del personaje, fue acercada a la cárcel de
Zaballa (Álava) en junio. Ni había reconocido hecho delictivo alguno hasta
entonces ni había pedido perdón ni cumplido la cuarta parte de las condenas que
ya tenía y que incluyen delitos de sangre. Pero estaba de vuelta en el País
Vasco, su nuevo clavo ardiendo. Con esa mentalidad afrontaba el juicio del
Guggenheim. Se sabía condenada, sus secuaces cayeron tiempo atrás y cantaron.
Poco margen tenía más que intentar evitar el paso por la prisión madrileña y si
hay que tirar la toalla, pues se tira. El mes que viene tiene un nuevo juicio y
ha pedido sin éxito que sea por videoconferencia. Está por ver si claudica o
vuelve a su fallida retórica sobre los GAL tras la pernocta en Soto. Lo que
queda ya para el relato, la
Historia y la memoria es que María Soledad Iparraguirre, hija
de Santiago y María Luisa desde el 25 de abril de 1961, la que escaló en ETA de
comando en comando hasta mandar sobre todos ellos, la que les daba las órdenes
y el material para atentar, era Anboto. Y no lo dice una «justicia vengativa»,
lo dice ella.
Que es la misma Anboto autora del asesinato del
funcionario de Correos Estanislao Galíndez en 1985, la Anboto responsable de la
bomba en un bar de Escoriaza (Guipúzcoa) en 1987 para matar a dos artificieros,
la autora del asesinato del comandante Luciano Cortizo en 1995, la responsable
del atentado que mató al policía Rafael Leiva e hirió de gravedad a su
compañero Domingo Durán ese mismo año, la que en 1997 ordenó volar la fachada
de un banco en Guecho. La que puso encima de la mesa las granadas para matar al
Rey y destrozar el Guggenheim. La voz en off' del fin de ETA. La mujer de 60
años que se quiebra en Soto del Real después de haberlo sido todo para la banda
terrorista y sus reos. María Soledad Iparraguirre. Marixol. Anboto.
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