viernes, 22 de octubre de 2021

18 octubre 2021 (6) La Vanguardia

 

18 octubre 2021 

 


ETA y Zapatero, diez años después

 

Pasado mañana hará diez años que ETA renunció a la lucha armada. No es preciso decir que fue un momento crucial, el fin de una pesadilla heredada del franquismo. Pronto hará también diez años de las elecciones generales del 2011, que pusieron fin a la presidencia de Zapatero.

Ligo una fecha con la otra porque creo que sin la determinación de Zapatero, que se apostó por entero a conseguir que ETA dejara de asesinar, la organización terrorista no habría dado aquel paso. Aviso: yo trabajé con él como consejero diplomático durante su primer mandato, por lo que quizá no soy tan objetivo como correspondería. El lector juzgará.

Zapatero fue barrido por la Gran Recesión. No fue el único líder europeo que cayó víctima de la crisis: Gordon Brown perdió las elecciones en el 2010; Silvio Berlusconi dimitió en noviembre del 2011; Nicolas Sarkozy fue derrotado en las elecciones del 2012. Todos ellos fueron arrastrados por un temporal económico de una fuerza desco­nocida desde la Segunda Guerra Mundial. Entre los países europeos más grandes, la única gobernante que sobrevivió fue Angela Merkel, que ha dirigido los destinos de Alemania desde el 2005.

Arrinconado por una situación mucho más adversa de lo que los expertos habían previsto, Zapatero tuvo que tomar por sentido de la responsabilidad medidas muy impopulares, algunas radicalmente opuestas a su programa e ideas. No creo que haya mucha gente que dude de que lo hizo con plena conciencia de que le costaría la presidencia. Seguramente por eso renunció a presentarse como candidato a las elecciones de diciembre del 2011.

Pasado mañana hará diez años que ETA renunció a la lucha armada. No es preciso decir que fue un momento crucial, el fin de una pesadilla heredada del franquismo. Pronto hará también diez años de las elecciones generales del 2011, que pusieron fin a la presidencia de Zapatero.

Ligo una fecha con la otra porque creo que sin la determinación de Zapatero, que se apostó por entero a conseguir que ETA dejara de asesinar, la organización terrorista no habría dado aquel paso. Aviso: yo trabajé con él como consejero diplomático durante su primer mandato, por lo que quizá no soy tan objetivo como correspondería. El lector juzgará.

Aparte de esto, muchos le responsabilizan del envenenamiento de la cuestión ­catalana. Cuando asumió la presidencia, Catalunya aspiraba a ampliar su autogobierno. Cuando la dejó, el Tribunal Constitucional había tumbado parte del Estatut y en Catalunya se estaba incubando la erupción independentista de la era de Rajoy. Por ello, muchos juzgan negativamente su paso por la Moncloa. Pero unos lo censuran por haber dado alas a las aspiraciones catalanas con su famosa promesa de apoyar la reforma del Estatut que aprobara el Parlament y otros por no haber satisfecho aquellas aspiraciones. No deja de ser revelador.

Muchos identifican a Zapatero con el matrimonio homosexual y la defensa de la igualdad de sexos. Es justo: hoy empezamos a ver que la aprobación del matrimonio homosexual propició un cambio del modelo familiar comparable al de la llegada de los anticonceptivos y de las leyes del divorcio. Este es uno de los puntos, junto con la defensa a ultranza de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, que nos han dado mejor imagen fuera de España desde entonces. Muchos temían que la sociedad no lo aceptaría, o que el PP, cuando llegara al Gobierno, derogaría la ley. No ocurrió ni una cosa ni la otra. Lo que pasó fue que, un país europeo tras otro, todos fueron siguiendo nuestros pasos. Por una vez fuimos los pioneros.

El día que la historia haga balance sobre su presidencia, todo esto pesará mucho. También pesará su integridad, que no creo que nadie ponga en duda. Pero el mérito más decisivo que la historia le atribuirá será el fin de ETA. Hagamos memoria: cuando él llegó al poder, acabábamos de sufrir el peor atentado terrorista de nuestra historia. El gobierno de Aznar culpó a ETA. Era mentira, pero era una mentira hasta cierto punto creíble: ETA asesinaba de forma sostenida y se sabía que tenía planes para ­actuar en Madrid. Al cabo de ocho años, cuando Zapatero dejó la Moncloa, ETA, derrotada por una mezcla de presión política y de eficacia policial, había renunciado a la lucha armada. El problema más grave de la democracia española ­estaba resuelto.

Zapatero gobernó durante ocho años sin insultar a nadie. Es un hecho inédito en la historia de España. El Partido Popular y sus antenas mediáticas lo criticaron con dureza y se hartaron de poner en cuestión su legitimidad. Él contestó siempre con buena educación, sin perder la paciencia. Nadie le podrá acusar nunca de haber hecho de oposición de la oposición.

Durante aquellos años, el terrorismo de ETA fue su principal preocupación. El PP le acusó de traicionar a los muertos y de revigorizar a ETA, por dialogar con la banda. El atentado de la T4 de Barajas, veinticuatro horas después de que él hiciera una valoración optimista del proceso de diálogo, lo dejó a los pies de los caballos. Curiosamente, hoy cuando la gente relaciona a Zapatero con ETA recuerda más aquellas críticas y el duro revés que le supuso aquel atentado que el abandono de las armas.

El presidente Zapatero siempre sostuvo que no había que hacer un uso partidista de la lucha contra el terrorismo y, por coherencia, renunció a atribuirse el mérito por haber conseguido que ETA lo abandonara. Dudo que lo haga nunca. Dirá que fue obra de todos y citará a Alfredo Pérez Rubalcaba y a Jesús Eguiguren, entonces presidente del PSE. Pero si él no se hubiera dejado el alma para conseguirlo, ETA no habría dado entonces aquel paso decisivo. Ahora que han transcurrido diez años y que muy pronto hará otros tantos que Zapatero dejó la Moncloa, creo que es justo recordarlo.

 

 

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