05
mayo 2025
José
Manuel Sánchez Riera, exmiembro del CNI
“Aquella
noche lloré porque me sentía un cobarde por sobrevivir”
Tengo
58 años. Nací y vivo en Madrid. Casado, 3 hijos. Soy suboficial del ejército.
Presido la Asociación de Víctimas del Terrorismo de la Comunidad Valenciana.
Los políticos no hablan de las verdaderas crisis, hablan de su mundo, y el
ciudadano es algo muy alejado a ellos. Soy más cristiano que católico.
Sobrevivir
al infierno
La
escena en la que Sánchez Riera cuenta como ocho miembros del CNI fueron
atacados en Latiya, un pequeño pueblo a 30 kilómetros de Bagdad, en noviembre
del 2003, podría ser la trama de una película de acción trepidante. Murieron
todos menos él, pero en este caso no se puso nervioso y siguió pegando tiros.
Aquel acontecimiento arruinó su vida durante muchos años. Siguió trabajando, no
acudió a un psiquiatra hasta al cabo de cuatro años, casi se divorcia y al
final tuvo que dejar de trabajar; fue cuando contactó con la Asociación de
Víctimas del Terrorismo de la Comunidad Valenciana: “Al entrar en contacto con
otras víctimas empezó mi recuperación completa, cuando me di cuenta de que era
uno más”. Lo cuenta en Tres días de noviembre. La historia del espía español
que sobrevivió al infierno (Espasa).
¿Qué
hacía usted en Irak?
Llegué
seis meses después de la invasión. La situación de seguridad era muy
complicada, y para los miembros del CNI más.
¿Por
qué?
Estábamos
señalados como objetivos de la insurgencia, mataron a nuestro compañero
destinado en la oficina de Bagdad.
¿Cuál
era su misión?
Darle
las herramientas al gobierno de turno para que las decisiones que se toman
estén basadas en la mejor información posible.
Deme
un ejemplo.
Quince
días antes de llegar uno de los contactos que teníamos nos avisó de que iban a
poner un artefacto explosivo en el camino de entrada a la base militar.
¿Ustedes
son civiles?
Sí,
dentro de un contingente militar pero independientes, por eso vamos de civiles
y nuestros vehículos también lo son.
¿Qué
pasó el 29 de noviembre del 2003?
Éramos
dos equipos del CNI, íbamos cuatro en cada coche. Al pasar por un pequeño
pueblo escuchamos el ruido de un potente motor de coche y antes de que
pudiéramos darnos cuenta los teníamos al lado disparándonos.
¿Pánico?
Sí,
hasta que te invade una sensación de frialdad. Alfonso, especialista en
conducción evasiva, aceleró a tope y consiguió pasar al carril izquierdo de la
carretera.
¿Y
el otro coche?
Delante,
nos pusimos a su altura para decirles que nos estaban atacando. Un disparo
alcanzó a Alfonso, que dio un volantazo y nos salimos de la carretera.
…
Los
atacantes seguían disparando desde unas casas, nuestros proyectiles nada podían
hacer contra sus kaláshnikov, capaces de descargar 600 cartuchos por minuto y
hacer blanco a doscientos metros.
¿Y
el coche de sus compañeros?
En
el arcén, más adelante. Me fui a pedir ayuda, conseguí llegar a un punto donde
había una aglomeración de personas.
¿Le
ayudaron?
Me
golpearon brutalmente, me tiré al suelo dispuesto a morir, pensé en que no
volvería a ver a mi familia y me levanté de un salto.
¿Qué
le salvó?
Un
tipo vestido con una túnica azul petróleo que jamás he olvidado. Vino hacia mí
lentamente y me dio un beso en la mejilla. No preguntó, no dijo nada, se fue
por donde había venido, la gente se apartaba a su paso. Había vuelto a salvar
la vida.
¿Cómo
acabó el día?
Horas
más tarde una patrulla americana me llevó a su base, mis siete compañeros
habían muerto. Aquella noche lloré porque me sentía un cobarde por haber
sobrevivido. Después de años sin fumar, fumé un cigarrillo detrás de otro
durante 24 horas.
Estaba
en shock.
Fue
la peor noche de mi vida. Al cabo de un mes me enviaron tres años a Nueva York
con toda la familia, y a la vuelta empecé a tener problemas en casa.
¿De
qué tipo?
Me
aislé, me alejé de mi mujer y de mis hijos, me molestaba su presencia, y le
dije a mi mujer que ya no los quería. Isabel me dijo que debía ir al
psiquiatra.
¿Lo
hizo?
No,
pero mi mujer aguantó pese a que yo estaba de patada en la boca. Un día mi hijo
mayor, que tenía entonces 15 años, me dijo: “Aquí contigo estamos cuatro
personas más, a ver si das un pasito”.
Se
fue directo al psiquiatra, supongo.
Sí,
con terapia conseguí mejorar mi vida familiar, pero la laboral se fue al
traste: llegaba al trabajo y me quedaba mirando al techo o me ponía a llorar;
pero no quería medicarme.
¿Cuáles
eran sus síntomas?
Depresión,
ataques de ansiedad, ataques de pánico, insomnio, hipervigilancia,
impermeabilidad emocional, flashbacks y desesperanza: miraba hacia atrás y no
me gustaba, y miraba hacia delante y era todo negro.
¿Por
fin se medicó?
Sí,
pero acabé con una baja por incapacidad permanente con 47 años. Nos fuimos a
vivir a Valencia donde empezó mi segunda vida. En 2016 me nombraron presidente
de la Asociación de Víctimas del Terrorismo de la Comunidad Valenciana. Allí,
compartiendo experiencias, me di cuenta de que yo era uno más.
¿El
bajón le vino 5 años después?
Cuando
accedí a medicarme el psiquiatra me explicó que el estrés postraumático que
aparece años después es el que se cronifica, y que lo voy a tener toda la vida.
¿Qué
miedo ha arraigado?
La
soledad, sientes un frío interior terrible, quieres estar en tu rincón, en tu
mundo; pero se va mitigando porque mis hijos y mi mujer son muy insistentes y
compartir y ayudar a otros que han sufrido lo mismo te ayuda a ti.
¿A
qué conclusión le ha llevado?
Lo
más importante que tenemos es la red social, sin ella no hubiera sobrevivido.
Opinión:
Pare empezar, me gustaría enviar un afectuoso abrazo a
quien fue, durante los primeros años y los más duros, presidente de la Asociación
de Víctimas del Terrorismo de la Comunidad Valenciana.
El señor Juan Domínguez ya ha cumplido cien años y fue
víctima del llamado “incendio” del Hotel Corona de Aragón en Zaragoza en julio
de 1979. En el año 2000 conseguimos juntos con los compañeros de la ANTIGUA
AVT, que las víctimas de aquel “incendio” fueran indemnizadas como víctimas del
terrorismo.
Dicho esto, me gustaría comentar que será un placer conocer
al señor José Manuel Sánchez Riera. Seguramente tendré esa oportunidad en unos
días y será entonces cuando podré explicarle si hay (o no) víctimas de la CCAA
Valenciana entre las afectadas por los atentados de agosto2017 en Catalunya.
Excepto desde la asociación de Castilla y León, no han llamado de ninguna otra asociación autonómica para preguntar… ni tampoco estatal…
Y ya puestos ¿alguien ha leído el libro “Sin cobertura” de
mis amigos periodistas Eduardo Martín de Pozuelo y Jordi Bordas? Lo recomiendo para
comprender muchas cosas de las que sucedían en Irak.

No hay comentarios:
Publicar un comentario