lunes, 2 de junio de 2025

01 junio 2025 La Razón (opinión)

 

01 junio 2025 



29 de mayo de 1991. Sucedió en Vic (hace 34 años)

Pido perdón por escribir en primera persona, pero creo que en este caso está justificado

José María Fuster-Fabra

Me enteré del atentado contra la Casa Cuartel de Vic por la radio, de inmediato contacté con Roberto, estábamos en vías de montar la delegación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Cataluña, me dijo que venían desde Madrid Juan Antonio y Paulino, gerente y responsable de prensa de la A.V.T.

Fuimos a Vic, poco podíamos hacer allí salvo decirle a las víctimas que existíamos y que estábamos para ayudarles, eso y personarnos en las diligencias.

Al día siguiente la Guardia Civil localizó al comando autor del atentado en Lliça de Munt, Monteagudo y Erezuma se enfrentaron y cayeron abatidos. Zubieta se escondió y fue detenido.

Los abogados de ETA pusieron una querella sobre la que no hubo más noticias hasta que más de tres años después fue definitivamente archivada, hicimos un seguimiento discreto de la misma.

Llegó el día del juicio a Zubieta, diez muertos y cuarenta y cuatro heridos, yo estaba allí en estrados, la Guardia Civil había hecho un trabajo impecable y solo quedaba por demostrar una cosa, que cuando metieron el coche bomba por la rampa forzosamente tuvieron que ver que había niños jugando en el patio de la Casa Cuartel, cinco de ellos murieron en el atentado.

Entró Zubieta, con mirada desafiante y ojos de fanático, sus amigos y familiares habían llenado la Sala. Gestos de complicidad con ellos y hacia nosotros miradas de odio.

Sabíamos que no iba a contestar a las acusaciones, pero que el Tribunal nos dejaría formular las preguntas, lancé al aire las relativas a los hechos, pero la Guardia Civil me había pasado unos datos sobre Zubieta. Así que fui a por él. “¿es cierto que mientras sus compañeros se enfrentaban a la Guardia Civil usted se escondió cobardemente?, ¿es cierto que se defecó encima?, no miré al Tribunal antes de que con razón me cortasen, ¿es cierto que tuvieron que dejarle ropa para cambiarse, y en consecuencia cuando usted fue detenido llevaba un mono de la Guardia Civil con la Bandera de España?”, con razón, con toda la razón el Tribunal me cortó, misión cumplida, durante el juicio demostramos que tuvieron que ver a los niños, y que Zubieta era además de un asesino un cobarde. Quizás fue su rabia lo que le llevo en el turno de última palabra a soltar una frase repugnante “si han muerto niños la culpa es de la Guardia Civil que utiliza a sus hijos como escudos”.

Las miradas que me lanzaron superaban la palabra odio, uno de sus amigos juntó dos dedos en forma de pistola, yo sentí una mezcla de angustia y sensación de adrenalina. Creo que ese día fue mi primera dosis de vacuna contra el miedo.

Le cayeron mil trescientos once años de prisión, pero lleva años en libertad arrastrando su cobardía, capaz de matar a diez personas (cinco niños) y herir a otras cuarenta y cuatro a traición, pero incapaz de enfrentarse a la Guardia Civil.

Escribo esto como recuerdo, como homenaje a todas las víctimas del terrorismo y a la Guardia Civil.

Esos días entendí una cosa que he repetido muchas veces, “tener por enemigo a la Guardia Civil es un mal negocio”.

Opinión:

El primer atentado terrorista en Catalunya que atendí como “delegado” de la ANTIGUA AVT fue el perpetrado en Sabadell el sábado 8 de diciembre de 1990, pocos meses antes del atentado que comenta José María.

Fue poco después, concretamente el sábado 19 de enero de 1991, cuando presenta(mos) oficialmente la delegación catalana de la ANTIGUA AVT con José María como responsable del área jurídica, añadiéndose poco después Sara Bosch para dirigir el área psicológica.




Recuerdo perfectamente aquel maldito miércoles 29 de mayo de 1991 cuando, un par de horas después del atentado, me personé en Vic gracias a la colaboración de un motorista (no recuerdo si de Guardia Civil o de Policía Local) que me abrió paso por el arcén ante la enorme dificultad para entrar en Vic.

Todo lo que vivimos después lo explica perfectamente José María en su artículo.

Por cierto, los que últimamente se van poniendo las medallas y arrogándose un trabajo que jamás han hecho, ni hacen ni harán ¿dónde estaban entonces? ¿Dónde estaban cuando la banda terrorista ETA destrozaba familias día tras día?

Los que hacen aniversarios de asociaciones a las que tardaron décadas en llegar y que, obviamente ni crearon en aquellos malditos años ¿por qué no reconocen la enorme labor realizada por los que iniciaron el movimiento asociativo cuando el terrorismo era el principal problema en este país?

Hay tanto vividor del trabajo ajeno que da hasta pena acordarse de ellos. Y de algunos da hasta asco.

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