02
diciembre 2025
“El
dolor como arma arrojadiza al servicio de la ofensiva reaccionaria”: Àlex
Romaguera desvela en ‘Víctimas SA’ la arquitectura del relato hegemónico
El
periodista e investigador catalán publica con Txalaparta su nuevo ensayo, que
desmonta la gestión selectiva del sufrimiento en el Estado español. Denuncia
cómo asociaciones alineadas con PP, Vox, la jerarquía eclesiástica y ciertos
medios de comunicación han impuesto una narrativa excluyente que invisibiliza a
miles de personas afectadas por la violencia política.
El
periodista Àlex Romaguera i Vendrell (Barcelona, 1970) lleva años investigando
los pliegues más oscuros del Estado español: la vulneración de derechos
humanos, la memoria democrática y el uso político del sufrimiento. Redactor en
medios como El Triangle, colaborador en Directa, Gara y Público, y autor –junto
al exdiputado de la CUP David Fernàndez– de ‘Llums i Taquígrafs: Atles de la
corrupció als Països Catalans’ (2017), Romaguera se adentró en 2021 en las
experiencias de familiares de víctimas de la violencia política con ‘Víctimes
en so de pau’, una crónica valiente contra el silencio y la impunidad. Su nuevo
libro, ‘Víctimas SA’ (Txalaparta, 2025), continúa ese camino: una investigación
que apunta directamente a las estructuras que han convertido el dolor en un
instrumento de poder.
Romaguera
parte de una constatación contundente: “La violencia política en el Estado
español ha acarreado numerosas víctimas. Desde la etapa franquista hasta
nuestros días, miles de personas han visto lesionada su integridad física y
psíquica a causa de sus ideas, pero no todas han sido reconocidas”. La tesis
que vertebra el libro es clara: el Estado ha levantado un marco legal y
simbólico que decide quién merece reparación y quién queda fuera del duelo
público. Es decir, el reconocimiento a las víctimas del terrorismo ha seguido
una lógica excluyente según los intereses políticos en juego: “No todas las
muertes cuentan igual, ni todo dolor merece reparación”.
En
conversación con AraInfo, Romaguera recuerda que la primera Ley estatal de
víctimas, aprobada en 1999 tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco dos años
antes, partía de la presión de la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT),
“creada en 1981 por tres viudas de militares”. Y añade: “Esa norma estableció
que solo serían reconocidas las víctimas causadas por ETA, los GRAPO, el FRAP y
otras bandas insurreccionales que han actuado contra el orden establecido”.
Ese
diseño “dejaba al margen cualquier ayuda y reparación a las víctimas cometidas
por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, por grupos ultras y por
aparatos parapoliciales que operaron durante la Transición y los años 80 en el
marco de la guerra sucia”. “Una inequidad que contraviene el Convenio
Internacional para la Represión de la Financiación del Terrorismo, aprobado por
las Naciones Unidas y ratificado por el Estado español en 2001, cuyo preámbulo
indica que el concepto de ‘terrorismo’ también tiene que aplicarse a los
crímenes cometidos por organizaciones ultras o por las mismas fuerzas
policiales”, recuerda Romaguera. Solo entre 1975 y 1982, se atribuyen a estos
últimos 135 asesinatos.
La
consolidación del relato único
En
2011, la situación quedó sellada. “Con el respaldo del ala dura del Partido
Popular y otras asociaciones conservadoras, la AVT logró ampliar el redactado
de la ley para apuntalar definitivamente la narrativa según la cual en el
Estado español solo ha habido una violencia y unas únicas víctimas”, afirma.
Desde
entonces, añade Romaguera, la AVT se ha arrogado la representación total del
colectivo de víctimas. “Con el respaldo de la derecha, la AVT ha arremetido
contra la izquierda y las voces disidentes”. El ejemplo más evidente fue el 11M
de 2004: “Con el apoyo del PP, su presidente, Francisco Javier Alcaraz, atizó
la teoría de la conspiración para deslegitimar la victoria del PSOE y emprender
la ‘rebelión cívica’. Una estrategia consistente en utilizar el dolor de las
víctimas como arma arrojadiza al servicio de la ofensiva reaccionaria que,
desde entonces, tiene lugar en el Estado español”.
Ese
entramado ha ido ampliándose: “La AVT se ha ido enraizando en un movimiento
donde concurren los sindicatos policiales más conservadores, la Conferencia
Episcopal Española, diversos medios de comunicación o el colectivo
ultracatólico HazteOir, al cual la asociación ha apoyado en sus campañas contra
las leyes del aborto o del matrimonio homosexual”. Pese a presentarse como
apartidista, “se ha posicionado contra el proceso de paz en Euskal Herria o los
referéndums de Catalunya”.
Romaguera
advierte sobre la magnitud de esa influencia: “A través de iniciativas en la
vía pública, de su incursión en las escuelas y bajo el paraguas de la Fundación
Víctimas del Terrorismo, la AVT proyecta un discurso que busca instalar en el
imaginario colectivo una determinada visión respecto a la violencia”.
Ese
imaginario se expresa también en el apoyo al intento del PP y Vox de derogar la
Ley de Memoria Democrática para imponer una Ley de Concordia, como ya ha hecho
en Aragón. Una ley, denuncia Romaguera, que pretende “equiparar las víctimas
del franquismo con las que, supuestamente, hubiera causado la República”. El
objetivo de las derechas no es otro que reescribir la historia reeditando los
viejos pilares del Movimiento: “Patria, dios y familia”.
Frente
a este marco excluyente, Romaguera subraya que cada vez más voces lo están
impugnando: “Un importante número de víctimas de la Policía Armada, los GAL, el
yihadismo y también de ETA denuncian el uso partidista que la AVT hace de la
violencia”. “Reivindican la pluralidad del colectivo y la necesidad que todas
las personas a quienes se han vulnerado su integridad vean satisfechos los tres
derechos fundamentales que las Naciones Unidas fijaron en 1997: los derechos a
la verdad, la justicia y la reparación”, detalla.
El
periodista destaca también el papel de las leyes vasca y navarra, aprobadas en
2016 y 2019 para reconocer a las víctimas de violencia policial y
ultraderechista. Pero recuerda que los organismos internacionales reclaman
medidas estructurales: “La abolición de la Ley de condecoraciones de 1964, la
Ley de secretos oficiales de 1968, la Ley de amnistía de 1977 o la Audiencia
Nacional”.
“Solo
deconstruyendo ese marco de impunidad que arrastramos desde la dictadura y la
Transición, y reconociendo todas las vulneraciones registradas desde entonces,
el Estado español hará sus deberes en materia de justicia transicional y podrá
avanzar hacia un marco jurídico y político que respete el conjunto de derechos
individuales y colectivos básicos”, afirma Romaguera.
Un
libro para abrir grietas en el relato oficial
Ahí
radica la importancia de obras como ‘Víctimas SA’. Un trabajo que surge “con la
voluntad de repasar las circunstancias que han llevado a esa inequidad en el
tratamiento de la violencia política en el Estado, a la cual ha contribuido la
AVT, constituida en uno de los arietes de la ofensiva neoconservadora que, de
la mano de PP y Vox, tiene lugar en el Estado español”, explica Romaguera.
Pero
su intención va más allá de la denuncia. “También reivindica el conjunto de
víctimas y entidades que, pese a ser estigmatizadas y perseguidas, trabajan
cada día para lograr una sociedad más justa, humana, resiliente y en paz”.

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