02 diciembre 2025 (30.11.25)
La
página borrada
Ricardo
Arana
El
día 10, durante la celebración del Día de la Memoria, el lehendakari alertaba
de un riesgo real de retroceso en nuestra convivencia debido al desconocimiento
entre nuestros jóvenes de lo que denominó con una imagen como «tiempos
oscuros». Señalaba asimismo Imanol Pradales, y con certeza, que su olvido «no
es una opción», y enfatizaba, con otra cuidada metáfora, que «no vale pasar
página sin leerla» como «tampoco leerla deprisa y corriendo», en alusión a su
estudio.
Pero
ese último riesgo no existe, porque en el currículo educativo vigente ya no
está esa página a la que alude el máximo responsable de nuestro Ejecutivo.
Escrita en 2010, fue pulcramente borrada en 2023, sin que se aprecie de ella el
más mínimo rastro en el decreto que ordena sus contenidos en la actualidad. Y
como consecuencia, no existe nada en la norma vasca que regula la Enseñanza
Obligatoria que obligue a repasar, ni deprisa ni despacio, ese tiempo de
violencia política desde el recuerdo solidario con sus víctimas.
Y
no parece que haya intención de recuperarla, como se desprende de la reciente
respuesta de la consejera de Educación, Begoña Pedrosa, a la pregunta formulada
por EH Bildu, que sigue tal eventualidad con mucha atención. Con lo cual solo
quienes opten por continuar sus estudios en una universidad pública deberán
abordarla al final del Bachillerato para poder superar la prueba de acceso. El
resto lo hará únicamente si sus centros, de forma autónoma, quieren rescatar
ese momento terrible de nuestra historia reciente, de entre «las infinitas
violencias» en las que lo ha sepultado la actual norma curricular.
Hay
otras violencias que sí seguimos destacando, y con justicia, en el currículo
educativo actual. Violencias terribles que invitamos a analizar y a rechazar,
como la que sufren las mujeres. Y hay incluso programas específicos
imprescindibles para otras, como esa violencia nada banal que acompaña al acoso
en el ámbito escolar e intoxica a muchos estudiantes hasta el extremo. Por eso,
este vacío en cuanto a las heridas causadas por la violencia terrorista que
recordaba el lehendakari en su discurso, y a las enseñanzas que podemos y
debemos extraer, cobra una relevancia excepcional.
La
página escrita por la entonces consejera Isabel Celaá, y cuidadosamente
eliminada durante el mandato de Jokin Bildarratz, introducía en el currículo
una directriz clara para que nuestros estudiantes tuviesen la oportunidad de
ser formados en los valores que representan los derechos humanos,
deslegitimasen la violencia injusta, incluida la violencia terrorista, y
empatizaran con sus víctimas. ¿Desconocía el lehendakari que todo ello ha
desaparecido hace ya dos años y medio sin que nada lo haya sustituido?
Decía
Theodor Adorno que «los niños que nada sospechan de la crueldad y de la dureza
de la vida son los que más expuestos se encuentran a la barbarie tan pronto
como abandonan su entorno protector». Desconocer la violencia del pasado y
discernir toda su injusticia a través del testimonio de sus víctimas no protege
mejor a nuestros escolares, sino que los hace más vulnerables a «esos amores
indeclinables de patrias, ideologías, religiones que llevan a la gente a
matarse» sobre los que alertaba el psiquiatra y exmiembro de ETA Iñaki Viar, en
el documental 'Traidores' (2020) dirigido por su hijo Jon.
Los
estudiantes ansían saber, pero somos nosotros quienes, en una actitud temeraria
en la que parece que hemos reparado ahora, rechazamos enseñarles el
indispensable abc de la convivencia cívica y democrática, aquella que no solo
ampara la conducta digna sino que la exige, que recordaba María Zambrano, y que
por ello deslegitima el uso de la violencia para dirimir el conflicto. Quizás,
porque queremos quedar a salvo de su conocimiento y evaluación y evitar de esa
manera que se nos cuestione. Pero ello acarrea un alto coste social.
Está
en manos del lehendakari y su Gobierno que esta página se lea, y se lea
correctamente, que la violencia sufrida estos años se conozca a través del
testimonio de sus víctimas para juzgarla y rechazarla en toda su extensión. Y
ello implica recuperar lo que se borró. No hacerlo reduce sus palabras a un
simple reproche partidista, y no a una reflexión profunda sobre la necesidad de
impulsar en nuestros jóvenes la oposición radical a la violencia como método
válido para alcanzar objetivos políticos, ideológicos o religiosos.
Opinión:
Magnífica reflexión la que aporta Ricardo Arana a la que
me gustaría añadir mi percepción personal.
Conozco la situación, pero no de manera completa porque la
distancia es importante aunque no es motivo para el “olvido” como decía la
canción. Pero lo que sí parece que se desconoce es que hay lugares, al menos en
Catalunya, en los que la percepción de lo que fue el terrorismo originado en el
País Vasco y perpetrado en otros lugares del Estado sí se consulta. Como
prueba, los más de 80 estudiantes que han venido a la sede de UACVAT en lo que
llevamos de año 2025. Estudiantes de secundaria, de grados de Derecho, Psicología,
Sociología o Ciencias de la Información.
Es obvio que esa información podría ofrecerse en los
cursos académicos en diferentes niveles. Es indiscutible. Pero ante la situación
que se vive hay un razonamiento que me han hecho llegar estudiantes no solo
residentes en Catalunya sino algunos que lo han hecho a través de los sistemas
tecnológicos desde Galicia, Andalucía, Valencia o Extremadura. Un razonamiento
que, desgraciadamente, no se da en según qué centros educativos: el hecho de
que la información se aporte sin incluir, directa, indirecta o subliminalmente
el mensaje político y partidista que las fuentes quieran aportar. Me decía una
estudiante gallega que le había sorprendido que, una vez revisada todas las conversaciones
que habíamos mantenido, no acertaba a saber a qué partido votaría yo
personalmente.
Quizás ese sea uno de los motivos para algunos decidan que
una temática tan dura como ha sido el terrorismo (en general) no merece el interés
educativo para nuestros jóvenes. Y eso sería motivo de reflexión positiva en
lugar de ser la queja constante de los que no tienen mensaje.
Otro tema sería el de quien aporta esos “conocimientos”
que ni han vivido, ni sufrido ni padecido. Esa serie de impostores que se apropian
del dolor ajeno para explicar aventuras que habrían deseado sufrir y tener su “minuto
de gloria” pero que, obviamente, jamás vivieron.
Cuando los que deciden sobre el currículo se atrevan a
preguntar a los que de verdad tenemos pruebas, documentos y la experiencia
demostrada para decir todo cuanto de quiera saber, las cosas podrán cambiar.
Pero quizás les falta la valentía y la honestidad para atreverse a proponer los
cambios.

No hay comentarios:
Publicar un comentario