jueves, 6 de abril de 2017

06 abril 2017 El Mundo del Siglo XXI (opinión)

06 abril 2017



ETA no puede blanquearse con un desarme propagandístico

Cinco años y medio después de su anuncio del cese definitivo de la «actividad armada», ETA parece decidida a entregar las armas, una de las exigencias impuestas a la organización terrorista por los gobiernos de España y Francia. Pero los acontecimientos se están produciendo de un modo bochornoso que hacen desconfiar de que estemos ante un desarme real. Por el contrario, la banda pretende transformar este epílogo de su derrota en un acto propagandístico y de blanqueamiento.

El caso es que está previsto que el próximo sábado ETA ponga a disposición de una serie de supuestos verificadores internacionales -quienes, junto a una plataforma de grupos abertzales se autodenominan, para más inri, artesanos de la paz- un arsenal compuesto por unas 55 armas cortas, algunas largas, 2.500 kilos de diferente material explosivo y material para la confección de bombas, todo ello guardado en 45 bidones escondidos en zulos diseminados en la zona fronteriza de Francia con el País Vasco. Y a ese gesto de la banda le acompañarán toda una serie de actos en la localidad gala de Bayona, que incluirán conferencias de mediadores, manifestaciones en apoyo al proceso de paz defendido por los herederos de Batasuna, fotografías y toda clase de numeritos casi circenses de exaltación. Una romería auspiciada por Sortu y EH Bildu que pretende trasladar a la opinión pública la idea de que el desarme responde a una voluntad generosa de ETA, como consecuencia de la «superación de un conflicto sin vencedores ni vencidos».

La democracia española no puede consentir la ignominia que supone una nueva ofensa para las más de 800 víctimas mortales que ha dejado el historial sanguinario de la última organización terrorista en activo de Europa. Numerosos intelectuales y miembros de asociaciones de víctimas han firmado un manifiesto en el que reclaman un fin de ETA «sin impunidad, con ley y con justicia» y exigen a las autoridades «una respuesta clara e inequívoca» para evitar que el sábado asistamos a un circo de autoblanqueo etarra. Lo que faltaba después de tantas décadas de sufrimiento, ahora que la banda está completamente derrotada.

Lo único que puede hacer ETA es disolverse definitivamente. Sin condiciones ni contrapartidas de ningún tipo. Mientras tanto, el Gobierno debe mantener la firmeza en la lucha antiterrorista y seguir trabajando con ahínco para poner a los etarras con causas pendientes ante la justicia. Este desarme de Bayona es un auténtico paripé, que sólo sirve para dar notoriedad a una organización desahuciada. Primero, porque las fuerzas policiales y el CNI saben que la banda no va a entregar todas las armas en su poder. De algunas se niega a desprenderse porque podrían ser decisivas para ayudar a resolver algunos de los más de 300 crímenes que todavía siguen sin haber sido esclarecidos, y que, por tanto, mantienen impunes a sus autores. Y, segundo, porque si ETA quisiera proceder de una vez a su desarme real, como paso previo a su disolución, bastaría con que comunique a las fuerzas de Seguridad dónde tiene todos sus zulos para que la Policía y la Guardia Civil sean las que verifiquen la operación. A estos cuerpos le corresponde esta tarea, no a unos verificadores de paz que se han prestado al vergonzoso juego de hacer seguidismo de la izquierda abertzale, como si España y Francia no fueran dos países en los que rigen el imperio de la ley y el Estado de Derecho, sin necesidad de observadores internacionales.

Mención aparte merece el sonrojo que provoca que los socialistas vascos secundaran ayer una iniciativa de los partidos nacionalistas, con Otegi incluido, para respaldar el desarme como hito de «un final ordenado de la violencia». El objetivo era dejar sólo al PP, al que acusan de intransigencia y de dificultar el proceso de paz. Una grave injusticia por cuanto los populares, igual que los socialistas, han sufrido en primera persona el zarpazo etarra durante décadas. Y un modo de reescribir el relato sobre ETA, en el que están volcados ahora los abertzales. El PSE no puede sumarse a nada que suponga reinterpretar la realidad de décadas de violencia

Opinión:

Continúan las llamadas para hablar sobre este tema. Para hoy tengo tres entreviustas en radio concertadas por el mismo asunto. Y por si no puedo atender a quien me pida la opinión, expongo que la banda terrorista ETA ha estado cincuenta años destrozando la vida a miles de personas… desde el asesinato hasta la extorsión. En octubre de 2011 la banda terrorista ETA anunció que cesaba su actividad “armada” (sic). Tiempo después, tras una entrega teatralizada (como muy bien la definía otra víctima) llegará lo que se ha denominado desarme. Y el paso consiguiente deberá ser la disolución y así quedará el círculo cerrado.
Y me refiero al círculo cerrado en lo relacionado con la creación de más muerte y más dolor, como desgraciadamente ya han conseguido en las últimas décadas. Pero a fuerza de ser sinceros ¿cuántos años llevamos exigiendo a los terroristas que dejen su actividad criminal? ¿Nos habríamos creído la actual situación hace tan solo seis años? ¿No es cierto que la fuerza de la sociedad sumada a la labor de las FCSE y de la judicatura ha terminado por ahogar a la banda terrorista ETA? ¿quién fue el que dijo, en 1998, que “yo y los españoles sabremos ser generosos con los que abandonen la violencia”? Algunos le preguntamos a qué generosidad se refería y aún esperamos respuesta, aunque aquello fue el inicio para la creación de la Ley de Solidaridad (los que nos trabajamos aquella ley sabemos muy bien de qué estamos hablando).
Digo y recuerdo todo esto porque no creo que ETA blanquee su historia por mucho que se desarme y por mucho que se disuelva. Su historia criminal y asesina quedará para todos aquellos que algún día se planteen la verdad de lo ocurrido. ETA no podrá nunca disimular todo el horror causado. Podrán intentar blanquear todo lo que quieran pero no han conseguido nada de lo que exigían bajo amenazas, coacciones y derramamiento de sangre. No creo que nadie, mínimamente objetivo, pueda llegar a creerse el relato de las pistolas y las bombas.
Porque los que se lo quieran creer, por mucho que se intente hacer pedagogía con ellos, lo seguirán creyendo. Y contra eso el único remedio que tenemos la gente de bien es evitar que alguien se crea con el derecho a intentar la reanimación o la recreación de la bestia.
Y si alguien lo intenta, siempre tendrá enfrente un grupo de víctimas del terrorismo etarra con sentido común y un único objetivo: que nadie sufra lo que ya hemos sufrido nosotros.
En cuanto al desarme, si es más o menos teatralizado o más o menos propagandístico es un problema de la banda terrorista. Cómo quieran vender su derrota es cosa suya y como se lo crea cada ciudadano es cosa de cada cual. Lo que me interesa por encima de todo es que el terrorismo etarra no vuelva nunca más y si además se consigue esclarecer otros atentados pendientes, mejor todavía.
Y para terminar, una serie de preguntas. Este manifiesto en el que reclaman un fin de ETA «sin impunidad, con ley y con justicia» ¿es el que se preparó en 2010 o es uno nuevo? Lo digo porque, curiosamente, hay muchas víctimas a las que nadie nos ha consultado la opinión aunque supuestamente algunos se crean que hablan en nuestro nombre.

¿Habrá alguna contrapartida que los responsables gubernamentales no han explicado a nadie?

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