martes, 3 de septiembre de 2019

01 septiembre 2019 La Vanguardia (opinión)

01 septiembre 2019



Doscientos cincuenta
Andres Trapiello  

Ha dicho Arnaldo Otegi: “Hay 250 presos de ETA y habrá 250 recibimientos”. Se refería a los homenajes a los presos que van saliendo de la cárcel, a veces tras largas condenas por crímenes horribles. Muchos de esos recibimientos los acompañan de antorchas al más puro estilo Leni Riefenstahl. El dirigente justificó estas algazaras pirotécnicas: “No estamos dispuestos a que nos digan a quién podemos recibir ni a quién podemos abrazar”.
El debate del siglo XIX sobre las penas carcelarias no ha cesado. Su cumplimiento persigue no tanto el arrepentimiento del reo (al fin y al cabo quién puede saber lo que lleva en su cabeza un asesino, y más aún descerebrado), sino su reinserción social, esta mucho más fácil de comprobar conforme a las leyes que nos rigen a todos. Es sabido que la mayor parte de los presos de ETA no se han arrepentido de ninguno de los asesinatos que cometieron, al contrario, y que tampoco necesitan reinsertarse porque no vuelven al mundo de la ley, sino a la misma comunidad de 200.000 personas que los alentaron para que los cometieran. Por eso regresan como héroes y no como villanos. El propio Otegi lo expuso con su proverbial jovialidad: “Lo siento si hemos generado más dolor a las víctimas del que teníamos derecho a hacer”. O sea, volverán a causarlo si está en su mano y se dan las circunstancias. 
Al acceder al gobierno de Navarra, la socialista María Chivite, estocolmizada al fin por el mundo abertzale, susurró: “ETA ha dejado de matar ya hace ocho años”. No es exactamente así. Cada vez que un preso es recibido con honores resuena de nuevo el tiro o el estallido de la bomba y el dolor que causó se recrudece. Pero tienen derecho a causarlo, nos dicen. El 83% de los militantes socialistas navarros han dado la razón a Chivite, 200.000 vascos se la dan a Otegi y quedan 300 asesinatos sin esclarecer, o sea, sin celebrar. Eso es todo.
¿Qué hacer?  Acaso sólo recordar a JRJ. Le pidió su mujer que fuera a saludar a Serrano Poncela, a la sazón su jefe en la Universidad de Puerto Rico, relacionado con las matanzas de Paracuellos en la Guerra Civil. El poeta fue tajante: “No he llegado hasta aquí para acabar dando la mano a un asesino”. Y era sólo la mano. De ir a cenar, ni siquiera hablamos.

Opinión:

“No he llegado hasta aquí para acabar dando la mano a un asesino”…. ¿de qué me suena a mi esta frase? ¿Quién fue la persona que le dio la mano a Rafael Caride Simón, condenado por 24 asesinatos, y desde su entorno (el de la persona) se creen con el derecho a hablar de dignidad?


Por otro lado, todo homenaje a cualquier asesino debe ser perseguido y todo atentado sin esclarecer debe investigarse, pero es innegable que la banda terrorista ETA está vencida desde octubre de 2011… y no causarán mas dolor a otras personas del que nos han causado a muchos otros anteriormente.

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