lunes, 28 de noviembre de 2011

22 octubre 2011 (2) La Vanguardia


22 octubre 2011 (2)

Una digna actitud

Un atentado terrorista marcó mi futuro y el de mi familia. El 19 de junio de 1987 ETA atentaba contra mi lugar de trabajo asesinando a un compañero y a veinte clientes, dejando heridas a casi cincuenta personas más. En mi círculo familiar estos 24 años han sido muy largos y muy difíciles... porque en los lejanos años ochenta no existían las oficinas de atención a víctimas del terrorismo y los pocos que entonces coordinábamos voluntariamente la asistencia a las demás víctimas tuvimos que esperar hasta 1996 para tener un lugar donde, supuestamente, obtener asesoramiento.

La carrera ha sido muy larga y plena de tropiezos. Una ley de solidaridad en la que tuve el inmenso honor de colaborar junto a los compañeros de mi querida y antigua AVT, ley tramitada en plena “tregua” de la banda asesina ETA en 1998 y 1999. Y mientras tanto, la relación de víctimas iba aumentando.

Visitas a hospitales, acompañamientos a los juicios, conversaciones en voz baja en velatorios, lágrimas y hombro en los entierros. Así durante muchos años, con la esperanza de que aquel maldito atentado fuera el último, con el deseo de que esta pesadilla terminara de una vez.

Vivimos personalmente las mal llamadas “treguas” y siempre abríamos una ventana a la esperanza. “Que esta sea la de verdad”. Pero los asesinos etarras volvían a destrozar familias y a cercenar los sueños de este o aquel ciudadano. En estos 24 años he escuchado a cientos de víctimas pensar en voz alta y decir “ojalá este atentado, nuestro atentado, sea el último”.

Por ello considero que el comunicado de la banda etarra en el que declaran textualmente “el cese definitivo de la actividad armada” es el resultado de la excelente combinación de la labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, junto a una correcta aplicación de la legislación, aunada a la digna actitud de un gran número de víctimas del terrorismo que hemos aprendido a vivir con nuestras nuevas circunstancias evitando el germen del odio, del rencor o de la venganza. Y esas víctimas, un enorme número de ellas, lo hemos hecho unidamente desde muchos puntos de España junto a las que sufrieron el zarpazo del terror en el País Vasco.

Todavía queda la entrega de las armas y la disolución la banda terrorista. Los representantes políticos tienen una difícil tarea. Posiblemente la solicitud individual y directa de perdón. Todo ello, como es lógico en un Estado de Derecho, bajo el escrupuloso cumplimiento de la ley.








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