lunes, 26 de enero de 2015

25 enero 2015 (24.01.15) (4) El Mundo del Siglo XXI

25 enero 2015 (24.01.15)


Antropología. Investigación en la revista 'Nature'

Radiografía del cerebro terrorista

El antropólogo Scott Atran explica que la clave de esta forma de violencia es la lealtad hacia un grupo por el que se siente amor



El atentado de París contra la sede del semanario satírico Charlie Hebdo  volvió a recordarnos, una vez más, y de manera brutal, que el terror y la violencia no piden permiso para desatar el pánico. Europa vivió hace unas semanas una auténtica psicosis a raíz de una ola de ataques con los que los cuerpos de seguridad estuvieron en estado de máxima alerta. En un momento en el que decenas de jóvenes occidentales viajan a países como Irak o Siria para unirse a la yihad, los Estados no dejan de trabajar para hacer más seguras sus fronteras.

Las disciplinas que pueden ayudar a luchar contra el terror son muchas: desde las agencias de inteligencia o la política, hasta la informática o la psicología. La prestigiosa revista científica Nature se fija en estas últimas en una serie de artículos que acaba de publicar y que intentan dar respuesta a cuestiones tan cruciales como si es posible predecir el terrorismo, o qué puede llevar a una persona a dejar de lado su vida normal y pasar a ser un asesino.

Aquí destaca especialmente el trabajo del antropólogo Scott Atran, profesor e investigador en la Universidad de Michigan. Este periódico ha contactado con él para que, en la medida de lo posible, intente definir el perfil de estas personas.
"La mayoría son jóvenes que están en una etapa de transición en sus vidas -estudiantes o inmigrantes en una época de cambio entre trabajos o pareja -que han dejado a su familia y buscan otra que dé sentido a su vida", cuenta Atran en conversación con EL MUNDO. Preguntado por cómo es el terrorista típico, si es que tal cosa existiera, cuenta que "tres de cada cuatro personas que se unen a la yihad lo hacen a través de amigos. El 15% a través de familiares", y enfatiza: "Muy pocos son captados en las mezquitas".

Sin embargo, es obvio que ser un adolescente perdido no te convierte en terrorista. "Las personas marginadas son especialmente susceptibles a los cantos de sirena de la yihad, pero también lo son los jóvenes de clase media que quieren dejar su huella en el mundo", cuenta Atran. En Europa, explica, "las redes criminales cuentan con un gran porcentaje de musulmanes marginados que acaban convirtiéndose en delincuentes de poca monta por las pocas oportunidades que le ofrece la sociedad".
"El problema es que ahora la yihad está ofreciendo a estos jóvenes gloria, aventura e importancia, y son precisamente ellos quienes menos tienen que perder, y quienes son más propensos a arriesgar su vida", explica a este periódico este especialista en terrorismo y política internacional.

Sentirse parte de un grupo

Aprovechamos que estamos ante uno de los mayores expertos mundiales en lo que a la psicología de la violencia se refiere, para preguntarle algo que a cualquier mortal se le pasa por la cabeza cuando ve las imágenes de las masacres que estos grupos ocasionan: ¿Están los terroristas absolutamente desprovistos de sentimientos? ¿Cómo justifican ante sí mismos sus acciones? Para Atran, la clave está en la satisfacción de sentirse parte de una comunidad: "Estas personas tienen un sentimiento moral muy fuerte hacia el grupo, por el que sienten verdadero amor. Sin ese sentimiento y sin la percepción de que el grupo le necesita para defenderse, no sería posible matar a tanta gente inocente".

Nature también pone el foco en los líderes políticos, y en cómo éstos responden a situaciones que ponen en escenarios de alarma a toda la ciudadanía. Según Erwann Michel-Kerjan, director ejecutivo del Wharton Risk Center de la Universidad de Pensilvania, "las situaciones de post-crisis se suelen gestionar mal, especialmente por parte de los políticos, que de cara a la opinión pública, se ven obligados a responder rápidamente a la situación, al menos hasta que la atención ciudadana se centre en otra cosa.

"Los días de las soluciones rápidas han terminado", sostiene Kerjan en la revista, y añade que "la clave hoy es integrar los avances de la gestión de riesgos en los procesos de toma de decisiones". Porque, tal y como apunta, hacer esto o no hacerlo puede influir en los gobiernos nacionales, y se atreve a dar algunos ejemplos concretos: la "gestión competente" del desastre provocado por el huracán Sandy ayudó a Obama a ganar las elecciones de 2012, mientras que el 11-M y su "pobre" tratamiento por parte del ejecutivo de entonces hizo que cambiase el mapa político español.

A los políticos, especialmente a los que ya han vivido la bestialidad del terrorismo, hay una pregunta que les obsesiona: ¿Hay alguna forma de calcular cuando habrá atentado? Nature expone que, si bien entrar en la mente de un terrorista para saber cuál será su próximo objetivo es imposible, sí que hay una poderosa herramienta que pueden ayudar más de lo que se cree: los datos. La informática y el Big Data -el análisis estadístico a gran nivel- juegan un papel cada vez más importante en la predicción de ataques.

El poder de los datos

En este sentido destaca la Global Terrorism Database (GTD), una base de datos puesta en marcha por la Universidad de Maryland de la que está al frente Erin Miller y que recoge datos de más de 125.000 ataques terroristas en todo el mundo, acaecidos entre 1970 y 2013. "Cada registro incluye los detalles más básicos de cada ataque: fecha, localización, objetivo, arma, perpetrador y víctimas", cuenta Miller en conversación con EL MUNDO, quien explica que su proyecto está financiado por el Gobierno estadounidense.

La pregunta que cabría hacerse, conociendo la existencia de la GTD, sería: ¿acaso los ataques terroristas siguen alguna pauta? Miller explica lo que herramientas como la suya son capaces de ofrecer: "Podemos observar patrones generales y hacer predicciones teóricas. Por ejemplo, podemos identificar países que son propensos a sufrir un número de ataques terroristas relativamente alto porque el año anterior también lo tuvieron", explica. Por otro lado, añade "que el comportamiento humano es muy complejo y las predicciones específicas (del tipo X país sufrirá un ataque el día D) son extremadamente difíciles de calcular".

No obstante, aunque es obvio que sistemas como la Global Terrorism Database no pueden adelantarse al tiempo y señalar dónde sucederá un ataque, sí que es capaz de dibujar una línea del terrorismo a lo largo del tiempo. Miller cuenta que el mapa ha cambiado con los años: "En la década de los 70 y 80, los atentados se concentraron en Europa y América, con grupos como el IRA, ETA o las FARC. Sin embargo, las tendencias recientes indican una concentración mucho mayor de los ataques en oriente medio y partes de África y Asia". Concretamente, explica, hay tres países que concentran el 50% de todos los ataques mundiales: Irak, Afganistán y Pakistán.

Aaron Clauset es un programador que también está, con su trabajo, poniendo la tecnología al servicio de la seguridad. Este profesor de la Universidad de Colorado aplica la técnica del Big Data para intentar conocer mejor el terrorismo. "La ciencia del siglo XXI será entender los datos complejos", explica este informático de 34 años.
En 2013, Clauset descubrió que la probabilidad y la magnitud de los ataques están relacionados por un fenómeno conocido como la ley de la potencia, según la cual, pequeños ataques con relativamente pocos daños conducen, tarde o temprano, a un gran atentado con un elevadísimo número de víctimas, como el 11-S. Según sus cálculos, existe alrededor de un 30% de posibilidades de que un acontecimiento como aquel vuelva a producirse en la próxima década en algún lugar del mundo.




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