sábado, 17 de enero de 2015

16 enero 2015 (15.01.15) (5) El Periódico de Catalunya

 16 enero 2015 (15.01.15)



Seguros y libres
Luchar contra el terrorismo conlleva medidas excepcionales, pero nunca pueden limitar los derechos

Abel Pie, Presidente del Consell de l'Advocacia Catalana





Los abogados estamos acostumbrados, cuando hay una tragedia, a tirar el Código Penal a la basura y comprar otro nuevo. Cuando hay una desgracia y esta es retransmitida por televisión, comentada en las tertulias radiofónicas y opinada en los diarios, el gobierno de turno presenta una modificación del Código Penal. Los cambios son para castigar más duramente una acción igual a la que ha provocado la desgracia. Como si se pudiera evitar vandalismo porque consta en un código. Las reformas que se hacen en estos casos, los que nos dedicamos al mundo del Derecho, las conocemos como 'las reformas de telediario'. Cada vez que se abre el debate sobre si un crimen se habría podido evitar si hubiera estado recogido en el Código Penal, cada vez que hay una alarma social que se difunde por los medios y es portada de un informativo en la televisión, hay una reforma.

Si tiramos de la hemeroteca del BOE, el Código Penal de 1995 ha sido modificado hasta 28 veces. Se van a cumplir 20 años de este código y su texto se ha alterado 28 veces. Sería anecdótico decir que ha habido más de una reforma cada año, pero no ha sido así. En los años en que no ha habido una tragedia sangrienta, el Código Penal no ha variado. En cambio, ha habido años en los que se ha llegado a cambiar más de una vez, ya sea porque el poder legislativo lo ha reformado, ya sea porque el Tribunal Constitucional ha derogado algún artículo.

Lo cierto es que las variaciones han sido numerosas. Cuando la modificación provocada por el Gobierno ha ido a cargo del poder legislativo, normalmente ha sido para endurecer el Código Penal dándole una interpretación más estricta; cuando la reforma ha ido a cargo del Constitucional, ha sido para corregir los excesos del poder legislativo. Para los partidarios de endurecer el Código Penal, hay que recordar que tenemos una de las ratios más altas de personas en la cárcel, y no somos precisamente uno de los países con más delincuencia, más bien al contrario: somos el país de la Unión Europea con la tasa de encarcelamiento más alta, a pesar de tener el índice más bajo de criminalidad.

Terrorismo sangriento y despreciable

Ahora vivimos nuevas tragedias. A nivel internacional, Francia ha pasado una semana trágica teñida por el terrorismo más sangriento y despreciable. La respuesta ha sido que los ministros de Interior de los países de la UE se han reunido para analizar qué medidas deben adoptar. Estamos ante una nueva 'reforma de telediario'. Una reforma que, para dar respuesta rápida, puede limitar los derechos. Habrá quien dirá que tanto le da si así se evitan más actos terroristas; que no les importa pasar controles de seguridad y que los policías de fronteras les pregunten qué han hecho en un país extranjero, si así viven más tranquilos; que les puedan intervenir sus teléfonos y grabar conversaciones, si así se encuentran más seguros; que vigilen por dónde navegan en internet, si así pillamos terroristas; que están dispuestos a renunciar a la propia libertad, si pueden vivir en un mundo mejor y más seguro.

Como abogado, me niego a pensar así. La libertad de la persona no es negociable. El derecho a la intimidad, tampoco. Cualquier limitación de los derechos y las libertades de las personas, de forma indiscriminada, supone imponer una nueva cultura de limitaciones de los derechos, y que esta limitación se vea normal. A partir del 11-S de las Torres Gemelas, ya sufrimos una regresión de nuestros derechos. Los controles en aeropuertos son más estrictos, los correos electrónicos pueden llegar a ser monitorizados, los teléfonos pueden ser intervenidos con mucha facilidad. En Europa, la libertad de circulación de personas por los estados miembros de la UE, en base al tratado de Schengen, no fue un acuerdo baladí.

Contra una minoría llamativa

Sí, es cierto: luchar contra el fanatismo del terrorismo conlleva medidas excepcionales. Luchar contra una minoría llamativa, que llena de sangre y desgracia la vida de los demás, nos obliga a corregir algo, y tomar medidas. Pero estas medidas no pueden ir contra el derecho de las personas, que se ha ido consiguiendo a través de muchas luchas.


Cuánto tiempo y esfuerzos hemos hecho entre todos para circular libremente por Europa, sentirla como algo propio, y ahora se habla de dar un paso atrás. Cuántas personas han perdido la vida para tener derecho a una reunión o manifestación, y ahora lo queremos limitar. Cuántas personas han luchado por su libertad y ahora la quieren descabezar. Me niego y no voy a caer en la trampa de querer justificar y aceptar que es normal. Querer poner una extrema seguridad no es compatible con mantener libertad. A veces tenemos una memoria muy débil y no recordamos lo que cuesta ganar un derecho y qué fácil es perderlo.

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