lunes, 6 de noviembre de 2017

06 noviembre 2017 (2) Diario Vasco (opinión)

06 noviembre 2017 



¿Cuál fue el primer atentado de ETA?
En otoño de 1959, la banda puso tres bombas, la primera de las cuales estalló en el Gobierno Civil de Vitoria. Justo al lado se emplazará el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo

Aunque sin pruebas, a menudo se imputan a ETA sendas bombas de fabricación casera que habrían explotado en el Gobierno Civil de Vitoria, el diario ‘Alerta’ de Santander y una comisaría de Policía de Bilbao en diciembre de 1959. Sin embargo, la fecha es incorrecta. Según una carta del director de ‘Alerta’, el artefacto contra este periódico estalló en la madrugada del 24 al 25 de octubre. Se trataba del 120º aniversario de la ley de 1839 que confirmó los fueros vascos y navarro «sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía». Sabino Arana y sus seguidores la habían interpretado como la pérdida de la independencia de Euskadi, por lo que resultaba emblemática para el nacionalismo vasco. Ignoramos cuándo detonaron las otras dos bombas, pero ‘Alderdi’, órgano oficial del PNV, revelaba el orden de las explosiones producidas «con intervalo de pocos días»: Vitoria, Santander y Bilbao.
ETA jamás reivindicó tales sabotajes. Tampoco existe mención alguna a dicha organización en las publicaciones coetáneas. El Frente Nacional Vasco, un fugaz grupúsculo neoaranista radicado en Venezuela, sí se atribuyó el artefacto de Vitoria. El Frente estaba vinculado a Jagi-Jagi, una escisión extremista que el PNV había sufrido durante la II República, al que señalan otras fuentes. En cambio, el Gobierno Civil de Vizcaya imputó el lanzamiento de una bomba en la Jefatura Superior de Policía a los miembros de EGI, las juventudes del PNV, que llevaban meses desplegando cierto activismo. Tal era así que las FOP, Fuerzas de Orden Público, persiguieron a este organismo juvenil hasta su práctica desarticulación. En las redadas también fueron detenidos, aparte de algún veterano jagi-jagi, cuatro miembros de ETA que anteriormente habían pertenecido a EGI. Los etarras únicamente pasaron unos días en comisaría.
No es de extrañar, por tanto, que algunos autores hayan cuestionado la relación de ETA con las explosiones de 1959. No obstante, en Lazkaoko Beneditarren Fundazioa se custodia un documento, escrito por Julen Madariaga en 1964, pero inédito hasta ahora, que nos obliga a volver a la hipótesis inicial: «Se da otro gran paso cuando se inician las primeras acciones, también en 1959 (breadas, banderas de tela y banderitas de papel, etc.). A fines del mismo año se colocan las primeras bombas caseras en Santander, Bilbao y Gasteiz. Son los primeros pinitos. No se deja nuestra firma, no decimos que es ETA quien lo ha hecho. La policía del ocupante cree que es EG[I] (…), puesto que aún nos desconoce por completo».
¿Y cuál fue el segundo atentado de ETA? En junio de 1960 hubo una cadena de bombas en el norte de España. El día 27 una estalló en la estación de tren de Amara (San Sebastián), acabando con la vida de la niña Begoña Urroz. A partir de un artículo de Ernest Lluch, en septiembre de 2000, se ha responsabilizado a ETA de aquella muerte. Ahora bien, todo apunta al DRIL, el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, un grupo hispanoluso antifranquista y antisalazarista fundado en 1959, que unos meses antes ya había colocado explosivos, y que saltaría a la fama cuando secuestró el trasatlántico portugués Santa María en enero de 1961. Por un lado, las FOP culparon al DRIL de los atentados de junio de 1960. Por otro, como recogió el diario ‘El Nacional’ (Caracas), el propio Directorio se atribuyó las bombas. En definitiva, el DRIL mató a Begoña Urroz, que fue víctima del terrorismo, pero no de ETA.
El 18 de julio de 1961 los etarras quemaron tres banderas rojigualdas en San Sebastián e intentaron, sin lograrlo, hacer descarrilar un tren de veteranos requetés guipuzcoanos que acudían a dicha ciudad a conmemorar el 25º aniversario de la sublevación franquista. No hubo víctimas. Se trataba de un acto de venganza simbólica contra el aborrecido enemigo que había derrotado a los gudaris en la Guerra Civil. El objetivo del ataque, se subrayó, habían sido «excombatientes vascos franquistas», es decir, «traidores a Euzkadi». Este fue el segundo atentado de ETA, aunque se trató del primero que reivindicó.
A raíz de aquella presentación pública, las FOP detuvieron a una treintena de etarras. Como consecuencia, se redactó el que probablemente sea el primer informe policial sobre el grupo, que data del 11 de agosto de 1961. Lo encontró el historiador Mikel Aizpuru. No hay constancia de documentos que hagan referencia a ETA con anterioridad a esa fecha. La dictadura, obsesionada con la amenaza comunista, no le había prestado atención. O tal vez, dada su escasa actividad, ni siquiera conocía su existencia.
El propósito del historiador es ofrecer un relato plausible, veraz y riguroso acerca del pasado, elaborado por medio de una metodología científica y del examen exhaustivo de las fuentes disponibles. A veces su trabajo conduce a una serendipia. En otoño de 1959 ETA puso tres bombas, la primera de las cuales estalló en el Gobierno Civil de Vitoria (hoy Subdelegación del Gobierno). Justo al lado, en la misma calle, se emplazará la sede del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. En ese simbólico lugar se recordará a todas: desde Begoña Urroz a las personas asesinadas en los recientes atentados yihadistas en Cataluña, pasando por las víctimas de ETA, de los GRAPO, de la ultraderecha, de los GAL o del 11 M.

Opinión:

Doy por hecho que la redacción de la última frase también incluye a los asesinados y a los cientos de heridos a causa de los atentados cometidos por las diferentes bandas terroristas que han producido tanto dolor en el Estado… las que están en la noticia y las que no.

Y sea como fuere, fue un verdadero honor colaborar con Ernest Lluch para conseguir que Begoña Urroz Ibarrola fuera reconocida como víctima del terrorismo… entre junio de 1999 y noviembre de 2000 (fecha del asesinato contra Ernest) pude trabajar junto a el y conseguir lo que el Estado (ese Estado tan colaborador con “las víctimas del terrorismo” no quería reconocer)…

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