10 noviembre 2025 (27.10.25)
Manuel Cerdán: "Me colocaron micrófonos y me llamaron proetarra solo por investigar a los GAL"
El autor reconstruye en Guerra sucia.
Mercenarios contra ETA: De Franco a los GAL la actividad del
terrorismo de Estado, desde la primera actividad del Batallón Vasco Español en
1975 hasta el último paso en falso de los GAL en 1987
La guerra sucia contra ETA, con casi 80 asesinatos y 150
atentados, marcó uno de los capítulos más oscuros de la historia
reciente de España. El periodista alicantino Manuel Cerdán (Aspe, 1954) rescata ahora esa verdad incómoda en Guerra
sucia. Mercenarios contra ETA: De Franco a los GAL, un exhaustivo trabajo de 700 páginas que recorre desde el primer atentado del Batallón Vasco
Español en 1975 hasta el último error mortal de los GAL en 1987.
Con más de tres décadas de investigación, Cerdán reconstruye la trama del crimen de Estado y sus implicaciones políticas, judiciales y morales para ofrecer una visión completa de los años más truculentos de la Transición y la democracia. En lo que respecta a su labor profesional, cuenta con una dilatada trayectoria en el periodismo de investigación que comenzó en INFORMACIÓN en 1975 y que continuó explotando en cabeceras como Interviú, Cambio 16 o El Mundo.
En Guerra sucia analiza la acción planificada contra ETA, primero antes de la llegada de Felipe González a la presidencia, y después con la creación de los GAL. ¿Por qué ha creído conveniente publicar ahora este libro de investigación?
Este es un proyecto que llevo elaborando desde hace muchos años. Lo que pasa es que no había tenido la oportunidad de dedicarle el tiempo que necesitaba, porque es un trabajo verdaderamente ingente. ¿Por qué ahora? Por varias razones. Primero, porque el primer atentado de la guerra sucia fue en 1975, y se cumplen ahora 50 años. En ese mismo año, en noviembre, falleció Franco, y aquel primer atentado se cometió con el dictador aún vivo, enfermo de Parkinson, pero vivo.
Además, veía la necesidad de compendiar en una sola obra algo que nunca se había hecho. En España se ha hablado mucho de los GAL, y de forma más general de los neofascistas en la guerra sucia de la Transición, pero nadie había reunido todo de manera cronológica, interrelacionando los casos y documentándolo. El resultado es este libro de 700 páginas en el que intento, sin presumir, que sea algo así como la “biblia” de lo que ha sido la guerra sucia en este país.
Desde la introducción aclara que exponer lo sucedido durante la guerra sucia no significa justificar a ETA. ¿Por qué cree que es necesario dejarlo claro?
Los periodistas veteranos llevamos una mochila a cuestas y hemos vivido momentos muy agobiantes en las historias que hemos denunciado. Yo me dediqué muchos años a investigar los GAL, y antes ya había publicado información sobre la guerra sucia del Batallón Vasco Español. He sufrido infinidad de insultos, manipulaciones políticas… Por eso digo que otra de las víctimas de los GAL fue la verdad. Desde el poder intentaron ocultarla, machacándonos, grabándonos, persiguiéndonos. En el libro dedico una parte a esa lucha por tapar el crimen de Estado desde un gobierno de izquierdas.
Hay que recordar que los crímenes de los GAL son de lesa humanidad, igual que los del terrorismo de ETA. He querido hacer una relación para mostrar cómo los atentados de los GAL no eran acciones independientes. Por ejemplo, cuando secuestran y matan a Lasa y Zabala, horas antes ETA había asesinado a un guardia civil, Antonio Lancharro Reyes. Ese secuestro nace a modo de venganza desde el cuartel de Intxaurrondo.
Aunque ya había una estrategia gubernamental de acciones contraterroristas, también existía el factor humano: la venganza, el odio, el deseo de ajustar cuentas. Por eso digo que, aunque ETA causó 853 muertos y la guerra sucia cerca de 80, no son comparables. ETA mata porque es una organización terrorista; el Estado, en cambio, tiene la misión de impedir esas muertes, no de potenciarlas. Esa es la gran diferencia, el Estado no puede responder al crimen con más crimen.
El número dos de Interior con Felipe González, Rafael Vera, dijo la célebre frase “ellos mataban, nosotros nos defendíamos”.
Eso es una boutade como un camión. Rafael Vera nunca salió de su despacho ni vivió lo que era el País Vasco en aquellos años. Pero, aun así, eso no justificaría la creación de escuadrones de la muerte. Los propios policías con los que he hablado en todos estos años reconocen que los GAL no sirvieron para nada; al contrario, retrasaron la verdadera lucha antiterrorista, que debía basarse en la información, los topos, los espías y la investigación. Los GAL transmitían terror, no buscaban acabar con ETA, sino presionar al Gobierno francés para que colaborara y empezara a entregar terroristas. La idea era que, mediante el terror, se afectara al comercio, al turismo y a la vida en el País Vasco francés. Fue entonces, con la llegada del gobierno conservador de Jacques Chirac, cuando se alcanzó un pacto: “vosotros dejáis de matar y nosotros empezamos a detener y entregar terroristas”. Así acabaron los GAL, no porque hubiesen sido eficaces contra ETA.
A lo largo de su investigación ha hablado con guardias civiles, mercenarios y responsables implicados. ¿Qué destacaría de esa labor documental?
Para mí sería un gran éxito que este libro llegara a los jóvenes de 25 a 35 años que no vivieron la guerra sucia. Aunque es un libro denso, puede servir para que conozcan la verdadera historia de los GAL y del Batallón Vasco Español. He intentado hacer una historia pormenorizada y aportar nuevos pasajes nunca conocidos. Incluyo documentos de los servicios secretos, testimonios directos, y entrevistas con personajes clave, como José Amedo —jefe policial de los comandos de los GAL— o altos cargos de inteligencia. También con mercenarios de los años 70, como Stefano Delle Chiaie, que me permitieron diferenciar las dos etapas: la ideológica de los setenta y la mercenaria de los ochenta. Además, aporto documentos de la CIA y mi experiencia de décadas de investigación con condenados de los GAL y protagonistas directos.
Y la historia de la guerra sucia guarda un vínculo muy importante con Alicante.
Sí, Alicante fue un punto geográfico muy importante, sobre todo en la primera etapa. Participaron antiguos militantes de la OAS (Organización del Ejército Secreto), el grupo terrorista francés que combatió al Estado tras la independencia de Argelia. Muchos de ellos, los llamados pieds-noirs, se afincaron en Alicante y algunos eran paramilitares o mercenarios. Entre ellos estaba uno de los principales ejecutores del Batallón Vasco Español y más tarde de los GAL, Jean-Pierre Cherid, que vivió en Alicante y cuya familia sigue aquí. Murió en 1984 al estallarle una bomba en las manos, pero si no habría sido uno de los grandes mercenarios de los GAL.
¿Por qué cree que hasta ahora nadie había escrito un libro así sobre el tema?
Porque es un tema incómodo y quien escribe sobre esto queda marcado. Todos los poderes políticos han intentado enterrarlo. El Gobierno de Felipe González estuvo 13 años en el poder, y cuando los periodistas empezamos a investigar, en 1985, teníamos en contra todo el aparato del Estado. Entonces nos espiaban, nos seguían, nos colocaban micrófonos. Yo mismo obtuve un informe de la Guardia Civil sobre mí, con fotos de un viaje al País Vasco mientras hacía un reportaje para Interviú. Nos llamaban “proetarras” solo por investigar. Esa diferencia entre el terrorismo de ETA y el terrorismo de Estado debía quedar clara. Muchos periodistas prefieren no meterse en esos líos; es más fácil escribir de otros temas. Pero hay quienes creemos que no se puede construir la historia con borrones. Yo llevo toda mi vida haciendo eso, desde que empecé en INFORMACIÓN en 1975, y no me arrepiento.
Las cuentas se pueden dividir en tres planos. Primero, el moral: matar fríamente a alguien inocente con dinero público es algo que nadie debería justificar. Después, el político: los GAL dañaron profundamente al PSOE, por eso perdieron las elecciones del 96, junto con otros escándalos. Además, los fondos reservados se usaron también para enriquecerse. Y por último, el judicial: si hoy una víctima o un familiar presentara una denuncia, el Estado tendría la obligación de llegar hasta el final. Pero entonces el Estado se puso del lado de quienes ordenaron esos crímenes.
Hubo algunos jueces, fiscales y periodistas valientes que lograron que se hiciera justicia. De hecho, un 70% de los atentados se resolvieron judicialmente: fueron condenados el ministro del Interior, el secretario de Estado y el director de la Seguridad del Estado. Pero más arriba, las responsabilidades se frenaron. En la etapa del Batallón Vasco Español hubo también condenas, pero esa era una época más oscura. Lo más hiriente fue que el primer gobierno progresista, el PSOE, pusiera en marcha este aparato de guerra sucia. Aun así, la verdad acaba saliendo y la mayoría de los implicados terminaron condenados.
Ha hablado de errores y víctimas inocentes. ¿Cómo respondió el Estado ante los familiares de esas personas?
El Estado no hizo nada porque precisamente sabían el gran error que estaban cometiendo participando directamente en la guerra sucia. Una guerra sucia que implicó a todo el Estado: desde la Guardia Civil a la Policía, pasando por el Ejército y los servicios secretos. Y cuando llegaron las investigaciones judiciales, también movilizaron a la Fiscalía, al Tribunal Supremo, al Constitucional... El Estado usó sus propias estructuras para cometer y encubrir los crímenes. Y lo más triste es que nunca nadie les ha pedido perdón. He hablado con familiares de víctimas inocentes, y ninguno ha recibido disculpas ni reconocimiento. Ni del Estado, ni del Partido Socialista. Eso es una de las mayores lacras de nuestra democracia reciente.
Hay varios nombres propios con especial interés, como el del ministro de Interior José Barrionuevo. ¿Cómo llega un militante de las Juventudes Carlistas a ser ministro socialista?
El asunto es incluso más grave de lo que parece. El primer gobierno socialista desde la Segunda República, que llega al poder en octubre de 1982, recupera para el Ministerio del Interior a muchos altos cargos de la Guardia Civil y la Policía que habían colaborado con el franquismo. Algunos incluso estaban investigados por torturas a militantes de izquierda o sindicalistas. Barrionuevo, que había militado en las Juventudes Carlistas, y que pertenecía al ala más radical, fue uno de ellos. Lo mismo ocurría con Rafael Vera, cuyo padre había estado vinculado al sindicato vertical.
En un principio, el ministro iba a ser Carlos Sanjuán, un socialista malagueño, pero de la noche a la mañana lo sustituyeron por Barrionuevo, alguien más afín a la operación que el PSOE empezaba a tramar para actuar en Francia. Sanjuán jamás habría consentido algo así. En el libro explico cómo se gesta ese huevo de la serpiente de los GAL, una conspiración que se fragua en el verano de 1983, poco después de que el PSOE llegara a la Moncloa.
Es decir, que los GAL no nacen como una reacción improvisada, sino como algo planeado a conciencia.
Exacto. En los servicios secretos se elaboran documentos como el Acta Fundacional de los GAL, que reproduzco en el libro. Ahí ya se indica que hay que realizar secuestros, hacer desaparecer a los secuestrados y no reivindicar los atentados. Todo eso se aplica en la primera acción: el secuestro de Lasa y Zabala el 15 de octubre de 1983, a quienes llevan vivos hasta Busot. Allí les disparan y entierran los cuerpos. Hay un documento de los servicios secretos donde un infiltrado del cuartel de Intxaurrondo relata cómo fue todo: cómo los trasladaron, los obligaron a cavar su propia fosa y les pegaron dos tiros. Ese informe estuvo en poder del CESID desde finales del 83, así que el Gobierno y el Ministerio del Interior sabían perfectamente quiénes habían sido los autores.
El caso de Lasa y Zabala popularizó mucho eso de "cal viva". ¿Por qué ese método?
La cal viva es un producto químico corrosivo que destruye los tejidos del cuerpo. La utilizaban mafias o narcotraficantes para hacer desaparecer cadáveres. En este caso, se usó para borrar los rastros de las víctimas. Es un método brutal y aterrador. Imagínate lo que sintieron las familias cuando supieron cómo habían muerto sus hijos.
¿Y cómo se descubren finalmente los restos?
Todo se esclarece gracias al trabajo de un policía, Jesús García, que se interesó por el caso y tiró del hilo hasta que se hallaron los cuerpos en Busot. Después, el forense Etxeberría logró identificarlos por ADN. También fue clave una llamada anónima a una emisora de radio en la que se reivindicaba el secuestro. Aquello se tomó como una broma, pero años más tarde resultó ser real. Es una historia macabra, de las que te remueven por dentro. Fue una operación ejecutada directamente por agentes del Estado. No eran simples mercenarios contratados, sino policías y guardias civiles. De hecho, aunque el 90% de los atentados de los GAL los perpetraron mercenarios a sueldo de la policía, en este caso participaron funcionarios del Estado.
Recuerdo una imagen muy simbólica: Felipe González abrazando a Barrionuevo y Vera antes de entrar en prisión.
Sí, una imagen muy patética. El Estado, cuando las cosas se tuercen, deja tirados a sus propios funcionarios. Y cuando estos empiezan a hablar y a señalar hacia arriba, se intenta contenerlos. Por eso, cuando se produjo el ingreso en prisión de Barrionuevo y Vera, la cúpula socialista acudió en bloque a apoyarlos a las puertas de la cárcel de Guadalajara. Era un gesto político, una manera de cerrar filas para que nadie tirara más arriba.
¿En algún momento Felipe González ha asumido alguna responsabilidad?
Nada de eso. Felipe González siempre ha dicho que no sabía nada y que no hay pruebas. En el libro recojo muchas de sus frases durante los debates parlamentarios, algunas verdaderamente cínicas. Incluso ha llegado a decir que “tuvo a tiro a la cúpula de ETA y decidió no matarla”. Pero los GAL actuaron entre 1983 y 1986, y aún después hubo atentados, como el del joven Juan Carlos García Goena, que nada tenía que ver con ETA y murió por un coche bomba. Sus hijas siguen luchando para que se esclarezca. Es frustrante para una democracia que aún haya casos así sin resolver.
ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada en 2011. ¿La guerra sucia tuvo algún efecto en su final?
No, en absoluto. Lo único que lograron los GAL fue meter miedo a algunos terroristas con largo historial, pero ETA siguió matando. En realidad, la primera etapa de la guerra sucia, en los años 70, se parecía mucho a la operación de venganza del Mossad que Spielberg recrea en Múnich. Era una venganza selectiva: matar a quienes habían participado en el asesinato de Carrero Blanco. El problema es que, con el tiempo, esa lógica de venganza se institucionalizó y acabó contaminando al propio Estado. Y eso, para una democracia, es un pecado del que aún no nos hemos librado.
Opinión:
Me complace tener
noticias de Manuel Cerdán, con quien tuve una reunión hace unos años para
comentar aspectos sobre la realidad contrastable y documentada de cual era la
asistencia que la mayoría de víctimas del terrorismo en España recibíamos
por parte de las administraciones competentes.
Y no me extraña que
haya tenido que sufrir las consecuencias de ser un periodista con intención de
explicar esas mismas realidades, como tantas otras.
Habrá que leer el libro
con suma atención.

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