martes, 1 de marzo de 2016

1 marzo 2016 (6) El Correo (opinión)

01 marzo 2016



Urrusolo y Otegi: tan distintos, tan coincidentes
El ex preso de ETA que el domingo abandonó la cárcel abrió un camino de critica hacia la lucha armada que el líder de la izquierda abertzale seguiría veinte más tarde

El azar y los jueces han querido que Arnaldo Otegi y el exmiembro de ETA José Luis Urrusolo Sistiaga salgan de la cárcel con 48 horas de diferencia. Las dos puestas en libertad evidencian de forma palmaria lo que ha sido la evolución de la banda y su entorno desde el uso del terrorismo y su justificación hasta el posibilismo y la apuesta por el fin de la violencia, pero con diferentes ritmos y nivel de éxito en sus propuestas. El actual discurso del secretario general de Sortu es muy similar al que hace dos décadas sostenía el antiguo del 'comando Madrid' cuando desafió a toda la ortodoxia de la antigua Batasuna para exigir el fin de la lucha armada. Sin embargo, mientras el que fuera el pistolero más sanguinario de ETA se quedó solo (o casi) en su camino hacia la redención, el dirigente político consiguió girar el trasatlántico de la izquierda abertzale, aunque veinte años más tarde y sin ver satisfechas sus reivindicaciones históricas.
Urrusolo Sistiaga y Arnaldo Otegi se llevan un año de diferencia. El primero, apodado 'Langile', nació en San Sebastián el 1 de octubre de 1957 e ingresó en ETA en 1977. El segundo, alias 'El Gordo', vio la luz en Elgoibar en 1958 y entró en la banda terrorista el mismo año que el afamado etarra. Urrusolo se convertiría en un pistolero y jefe de comandos, hasta llegar a ser el terrorista más buscado por las fuerzas de seguridad. Otegi forma parte de ETA-pm y, tras la decisión de esta organización de disolverse y acogerse a las medidas de reinserción, se opuso al fin de la violencia e ingresó en ETA militar, dentro de los denominado 'milikis'.
Otegi fue detenido en Francia en 1987 y entregado a España. En 1989 fue condenado a seis años y medio de prisión por el secuestro del ejecutivo de la empresa Michelín de Vitoria Luis Abaitua. En 1993 terminó de cumplir la pena y fue elegido parlamentario vasco por HB, en lo que sería el inicio de su carrera política. En un primer momento fue la voz de la ortodoxia de la izquierda abertzale. En 1999, por ejemplo, se negó a condenar el asesinato del periodista José Luis López de Lacalle y situó el atentado que acabó con el escritor en «el papel de determinados medios de comunicación y su estrategia de manipulación y de guerra en el conflicto entre Euskal Herria y el Estado».
Para entonces, Urrusolo ya había dado pasos para desmarcarse de la violencia, pero tras un terrible historial de crímenes y matanzas. En total, fue condenado a 449 años de cárcel por 16 asesinatos. Fue detenido en Francia en 1997. Desde 1994 ya había mostrado sus diferencias internas con banda. Su desmarque no era ideológico en un primero momento. Creía que ETA no podía ganar el enfrentamiento con el Estado y se rebeló contra los miembros de la cúpula por mantener una violencia que, a su juicio, no servía para nada. En 1997, tras el secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco, no dudó en firmar un documento el que que criticaba el atentado y abogaba por el fin del terrorismo. Ese mismo año, cuando la banda expulsó José Luis Álvarez Santa Cristina, 'Txelis', impulsor de planteamientos contra la violencia en su seno, Urrusolo abandonó la militancia en solidaridad con él.
Iniciaría entonces una lucha en las prisiones que finalizaría en la 'vía Nanclares', en la que un grupo minoritario de presos de la banda ha aceptado romper con la disciplina etarra y acogerse a las medidas de reinserción. Otegi, mientras tanto, ascendió en la izquierda abertzale hasta llegar a ser el primer líder carismático de la organización. Su actividad política consistió en defender la negociación con ETA, pero sin desmarcarse de lo que en cada momento era la ortodoxia. Firmó con el PNV y con EA el denominado Pacto de Lizarra, que propugnaba la creación de un frente nacionalista en el que ETA desaparecía y se convertía en un agente político. Tras el fracaso de esta opción, no dudó en considerar «compañeros patriotas» a cuatro etarras que fallecieron al estallar la bomba que manipulaban en Bilbao.

Batasuna ilegalizada

Las ilegalizaciones a raíz de la Ley de Partidos, aprobada en 2003, y factores como el atentado islamista en los trenes de Madrid el 11 de marzo de 2004, hicieron que Otegi comenzase un giro hacia posturas más negociadoras. Así, ETA y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero iniciaron un proceso de diálogo que no produjo resultados y finalizó en diciembre de 2006, cuando la banda voló la terminal T-4 de Barajas, atentado en el que asesinó a dos emigrantes ecuatorianos. Según quienes conocen al exdirigente de Batasuna, en ese momento se dio cuenta de que era necesario reconducir la situación política de la izquierda abertzale, supeditada a ETA, e iniciar un nuevo tiempo en el que la violencia diera paso a la acción política como única vía de acción. Fue detenido en 2009, cuando estaba intentado recomponer la ilegalizada Batasuna. Dos años más tarde, la banda terrorista anunciaría el fin definitivo de las acciones terroristas. Era lo que Urrusolo llevaba años pidiendo.
Otegi ya había afirmado en 2008 que su voluntad era permanecer activo «hasta que ningún preso siga en la cárcel». Diecisete años antes, Urrusolo había dicho exactamente lo mismo en un documento remitido a la dirección de ETA. Los reclusos eran para ambos el principal banderín de enganche para una acción política que, como ya era evidente, no podía conseguir ninguno de los objetivos que la banda se había marcado como fundacionales. De forma paradójica, Urrusolo y Otegi inicaron vías similares en tiempos distintos. El primero, considerado un traidor por muchos sectores de la izquierda abertzale, fue quien apostó por las salidas individuales para permitir la salida de los presos. Diecisiete años más tarde, Sortu ha aprobado el documente Abian, en el que se propugna lo mismo que Urrusolo había propuesto dos décadas antes. Urrusolo, sin embargo, salió de la cárcel el pasado domingo con la única compañía de sus familiares. Otegi, entre aplausos.

Opinión:

De todo el artículo me quedo con una conclusión.

Un miembro de ETA (dice estar arrepentido), que asesinó a 16 personas y dejó a varios heridos ha salido de prisión tras cumplir la condena que se le impuso por un Código Penal bastante benévolo con el delincuente.
Ha salido solo y no le esperaba nadie.

Un secuestrador, miembro de ETA (en sus inicios), que no ha asesinado a nadie y ha llegado a político sale de prisión tras cumplir la condena que se le impuso por un Código Penal diferente al anterior.
Le esperan cientos de personas.

Moraleja: ¿no habría sido mejor empezar a hacer política desde el principio, hace unos 50 años, y no destrozar la vida a nadie?


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