08 agosto 2017
“Este país siempre ha tenido la
tentación de pensar que todo lo tienen que hacer los políticos”
Jesús Mari Mújica, portavoz de la Fundación Joxe Mari Kortaren
Bidetik
Exprofesor de Santo Tomas Lizeoa y de la Universidad de Deusto,
Mujika (Aizarna, 1946) mira con “optimismo” los avances en convivencia, pero
insiste en que queda tarea
Bidetik trabaja por mantener el espíritu del
expresidente de Adegi Joxe Mari Korta. Por primera vez desde que ETA lo asesinó
ante su empresa tal día como hoy en el 2000, este mediodía no habrá una
concentración en recuerdo del empresario.
¿Por qué?
-Teníamos la impresión de que en la nueva
situación seguir indefinidamente quizá no era necesario. En diciembre lo
planteamos a la asamblea de la fundación y estábamos prácticamente todos de
acuerdo, lo cual no quiere decir que no vayamos a hacer una nueva concentración.
¿Romper esa rutina del
recuerdo puede hacer que parezca que los objetivos están cumplidos?
-No queremos dar la impresión de que no hacen
falta concentraciones, pero nuestra fundación no surgió solo para honrar el
recuerdo de Joxe Mari. Estábamos convencidos de que era una persona que, por
sus valores y su trabajo, aportó mucho al entorno y la sociedad. Por eso
llamamos Bidetik a la fundación, para seguir ese camino. Joxe Mari quería
trabajar en la enseñanza de los chavales, y en la paz y la convivencia. Queda
mucho, lo cual no quiere decir que no avancemos.
Las concentraciones
eran noticia más por quiénes iban.
-Personas que hasta entonces no participaban en
este tipo de homenajes nos pidieron permiso para asistir y lo dimos tras hablar
con la familia para que, por ejemplo, apareciera la primera autoridad en
Gipuzkoa, que en aquel momento, Martin Garitano. Después lo pidió la izquierda
aber-tzale y siempre hemos dicho que sí, pero con condiciones. Creo que ha
contribuido para que el diálogo sea cada vez más posible, una condición
fundamental para la convivencia.
¿Qué suponían esas
presencias?
-La primera vez para algunas personas...
Siempre hemos defendido el diálogo, aunque a veces chirríen los sentimientos.
No sé si resaltaría mucho esto... Allí pusimos condiciones y se valoró. Se
cumplieron todas.
¿Cuáles?
-Primero les dijimos que no tendrían contacto con
los familiares, que estarían en el lado de los políticos; y al otro, la
familia. Quien quisiera de la familia se acercaría a saludar. Y luego, sobre
todo, se les dijo que no tendrían protagonismo. En este aspecto, todos
cumplieron perfectamente. La gente de la familia y la fundación lo valoró. Hay
gente muy distinta, son muchos hermanos, algunos son mayores… y alguno podía
estar sufriendo, pero una vez la familia aceptó, no hubo ningún tipo de
protesta de nadie. Fue una pequeña aportación que hizo la fundación.
Hace cuatro años
presentaron un decálogo. ¿Se está cumpliendo?
-Más bien diría que se avanza, sin duda. El
primer punto era que avanzar en la paz y la convivencia era absolutamente
necesario y posible. Otra condición es la importancia de la sociedad civil.
Este país siempre ha tenido la tentación de pensar que todo lo tienen que hacer
los políticos y los partidos. En la convivencia tenemos que avanzar la sociedad
civil. Creo que hemos aportado el convencimiento de que las víctimas tienen
todo su derecho a mostrar su enfado y protestar, pero en cuanto víctimas,
tienen que tener un relato prepartidista, universalizable. a favor de los
derechos humanos. Hoy hay muchas víctimas que actúan desde esta perspectiva y
algunas, con mucho valor.
¿Cómo se trabaja la
memoria fuera de esa esfera de los políticos?
-Hay que avanzar. En este país hay muchas
historias y las dificultades son enormes. Los partidos, casi necesariamente,
siempre están actuando pensando en las consecuencias electorales. Nosotros, no.
Están contribuyendo bastantes víctimas que han superado el odio y la venganza,
y también el relato partidista. Soy optimista. A eso me obligaJoxe
Mari: creía que las cosas eran posibles, tenía esperanza de que los problemas
vascos se solucionarían. Cada vez lo es más, aunque las dificultades sean
grandes.
¿Por qué?
-En el decálogo ya resaltamos que no se puede
hacer un relato que no sea honesto, pero a la vez hay que hacer un relato
prudente. No se puede utilizar un lenguaje que vaya exclusivamente a ofender.
Siempre hay que decir la verdad, pero se trata de dialogar y aprender a
convivir. Hay muchas condiciones mínimas. Primero, que haya una voluntad de
verdad de querer la paz. Es más difícil querer que poder. Después, la
aceptación de que lo que ha pasado no son “unos sucesos tristes”, sino acciones
voluntarias y radicalmente injustas. A partir de ahí, hay máximos éticos como
el perdón o el arrepentimiento. Para la convivencia hay que exigir los mínimos;
los máximos no sé hasta qué punto son exigibles.
¿Se está desarmando el
lenguaje?
-No del todo, ahí está la prueba de este último
año, pero también se está avanzando. Todavía hay gente, sobre todo la gente
profesionalmente destinada a ciertos partidos, que utiliza un lenguaje que yo
no utilizaría. Sin embargo, hay mucha gente que utiliza un lenguaje cada vez
mejor.
¿Cuál?
-Hay gente que está superando el silencio
del miedo. Hay menos miedo y se habla más. También se recupera un poco el silencio
del respeto. Ante la persona que ha sufrido injustamente, cuidado. Habla
solo si a esa persona le interesa o quiere hablar. Si no, respétala. Este
silencio no se ha ganado del todo.
¿Está Euskadi en una
nueva fase?
-Para intentar cerrar la fase sería importante
la disolución de ETA. A partir de ahí, es muy difícil cerrar del todo una fase
porque queda el recuerdo, el dolor... En algunos aspectos estamos dando los
primeros pasos de la nueva fase. Soy optimista porque estamos intentando
superar la degradación moral que ha sufrido este país al acostumbrarse a la
violencia. Hay violencias que te afectan, otras que no, unas te parecen bien,
otras mal… Como sociedad hemos tenido un fallo muy grave en transmitir a las
nuevas generaciones esa visión falsa de la violencia.
¿Ha cambiado?
-Creo que sí somos conscientes de ello y
estamos intentando cambiar, hacer ver a las nuevas generaciones la realidad de
lo que ha ocurrido, que la violencia nunca es el camino y que siempre degrada
moralmente. Estamos dentro de una nueva fase en la que hay que avanzar y en la
que agradezco muchísimo a las víctimas que van a las aulas y ayudan en la
educación. Los chavales escuchan con admiración porque creen que lo normal en
este mundo es que si has sufrido injustamente la violencia, lo único que cabe
es odio y venganza. Y no, no es cierto.
Opinión:
La frase del titular es
muy rimbombante pero puedo inducir a culpabilizar a quien no tiene la culpa y
por ello me gustaría presentar mi opinión. No es que exista la tentación, es
que un enorme número de representantes políticos se han arrogado el derecho a
hacer las cosas en nombre de sus supuestos representados, decidiendo en
muchísimas ocasiones sin consultar previamente la opinión a nadie, por lo que
son esos mismos políticos los que sucumben a su propia tentación.
Al fin y al cabo, aunque
sea duro decirlo, son esos políticos los que viven del erario público y cobran
sus sueldos (en infinidad de casos no acordes a sus capacidades) gracias a los
impuestos que pagamos el resto de ciudadanos, por lo que se les debería exigir
que cumplieran con las normas establecidas de transparencia y credibilidad.
Por lo demás, es cierto
que la propia ciudadanía también debería exigir resultados pero, por desgracia,
en muchísimos casos la ideología y las banderas valen mas que la iniciativa
propia.
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