18 octubre 2023
La amenaza del terrorismo de extrema derecha.
Miquel Ramos.
Los Mossos d'Esquadra y la Policía Nacional desarticularon ayer la supuesta rama española del grupo neonazi Combat 18, que llevaba tiempo reclutando nuevos miembros, recogiendo dinero por la venta de merchandising, intentando obtener armas prohibidas y planificar ataques violentos contra migrantes, minorías étnicas y personas de izquierdas o LGTBI. Este grupo nazi no es desconocido a nivel internacional, ya que en otros países ya fue declarado organización terrorista y consecuentemente ilegalizado. Combat 18 surgió en Reino Unido a principios de los años 90, cuando se multiplicaron los grupos neonazis en todo el mundo y su violencia sembró de cadáveres y heridos aquellos años, también en nuestro país, con varios crímenes de odio que marcaron a toda una generación.
Combat 18 es el brazo armado de la organización Blood & Honour, ilegalizada también en varios países, y cuya rama española fue desarticulada en 2005 en la conocida como Operación Espada de la Guardia Civil. Aquel año, los grupos neonazis españoles sufrieron varios golpes por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. También cayó la sección española de la organización neonazi Hammerskin, y el grupo nazi valenciano Frente Antisistema (FAS), el único de los tres cuyos miembros resultaron absueltos al considerar el juez que la venta de armas por internet no era motivo suficiente para pincharles los teléfonos. Al invalidar las escuchas, todo lo demás se vino abajo, a pesar de haberse incautado un arsenal de armas (entre ellas un lanzagranadas del ejército español), y haberse confesado en las conversaciones telefónicas agresiones y planes para cometer otros delitos. La vergüenza del conocido como Caso Panzer ha sido ampliamente documentada por quienes seguimos el caso desde su inicio, y forma ya parte de una de las mayores vergüenzas de la impunidad de la extrema derecha en España.
A pesar de que las dos principales organizaciones nazis internacionales que operaban en España (Blood & Honour y Hammerskin) fueron desarticuladas, muchos de sus miembros siguieron activos en otras organizaciones nacionales o locales con otros nombres o con marcas fugaces, en las gradas ultras, en las inmediaciones de los estadios, en empresas de seguridad o en partidos políticos de extrema derecha. Bien lo sabemos al ver cómo muchos de los viejos conocidos por sus algaradas callejeras visten hoy de traje y cobran un sueldo de diputado, de concejal o de asesor de determinado partido político.
Esta reciente operación, centrada principalmente en Catalunya, pero con detenidos también en Castilla, Galicia y en Andalucía, se suma a otras detenciones recientes de neonazis y fascistas que poseían armas y que habían manifestado su intención de cometer algún ataque violento. En 2020, también los Mossos d'Esquadra en colaboración con la Guardia Civil detuvieron a dos neonazis en un pueblo de Lleida que estaban intentando conseguir armas para cometer un atentado y que, además, pretendían drogar y violar a una mujer. Habían creado varios foros en internet donde se elogiaba a terroristas neofascistas como Brenton Tarrant, que asesinó a más de 50 personas en una mezquita de Nueva Zelanda, y a Anders Breivik, el noruego que mató a 69 adolescentes socialistas en la isla de Utoya.
El pasado mes de junio se juzgó a los neonazis almerienses de Antas Klan, a quienes se les acusaba de realizar patrullas racistas y se les relacionaba con los grupos ultras de la ciudad. A principios de septiembre, los Mossos detenían en Lloret de Mar a otro neofascista que publicaba en sus redes armas de fuego e instrucciones para fabricarlas con impresoras de 3D, así como abundante discurso de odio racista y homófobo.
Estos casos nunca son juzgados en la Audiencia Nacional como terrorismo. En 2022, documentamos en un informe la banalización de esta amenaza, recogiendo varios casos citados en este articulo y otros en los que neonazis armados se libraban de ser acusados de terrorismo, incluso el francotirador que pretendía asesinar al presidente del Gobierno.
En 2021, TV3 entrevistó analistas del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), los cuales aseguraron que esta amenaza, ni era preocupante ni requería una especial atención, al contrario de lo que dicen desde hace años servicios secretos y cuerpos policiales de todo el mundo. Sin embargo, los Mossos d'Esquadra llevaban tiempo alertando de que se podía cometer un atentado de extrema derecha en España, algo que, en la nota de prensa remitida tras la desarticulación de Combat 18, han querido recalcar que "este extremismo, de carácter transnacional y muy violento, (...) ha protagonizado históricamente acciones terroristas, muchas de ellas con un elevado número de víctimas mortales".
Quienes siguen de cerca a estas organizaciones y los procesos de radicalización saben que no se necesita una gran estructura, ni siquiera una organización, para cometer un atentado, sino que suele llevarse a cabo por sujetos a título individual, los llamados ‘lobos solitarios’. Lo advertía reciente y reiteradamente Europol, la agencia europea de cooperación policial, que situaba el extremismo de derechas como una de las principales amenazas para la UE. Por esto, la desarticulación de una banda neonazi siempre es una buena noticia, pero no lo es la banalización que se hace del problema, y mucho menos la normalización de los discursos de odio que los alimentan. Estos discursos, que son el combustible de estos fanáticos, son hoy opiniones respetables que se escuchan cada día en platós de televisión, tribunas políticas y redes sociales, y llegan a todos los públicos. Y cuyos propagandistas gestionan hoy varias instituciones en España.
En un momento de grandes tensiones geopolíticas, de auge de la extrema derecha en todo el mundo, y con varias guerras y conflictos armados en marcha, sería poco prudente no preocuparse por la amenaza del terrorismo neofascista. La guerra en Ucrania nos dará que hablar en un futuro no muy lejano, cuando muchas de esas armas, como ocurrió en los Balcanes, acaben circulando por Europa, y en muchos casos, en manos de ultraderechistas. Esto lo saben los analistas, como bien saben quiénes son los voluntarios que han ido o están allí combatiendo. Que los medios o determinadas fuerzas policiales no les presten la atención que corresponde, ni quieran hablar de ello en estos momentos por las razones que sean, no implica que no exista tal amenaza.
La detención de los miembros de Combat 18 vuelve a poner sobre la mesa una verdad incómoda que advierten de nuevo los Mossos: hay ultraderechistas armados dispuestos a cometer atentados. Una realidad que muchos estados no tienen inconveniente en reconocer, pero que en España sigue quedándose en la anécdota. Mientras las agresiones de la extrema derecha sean contra sus oponentes políticos o contra determinados colectivos, se podrá seguir ubicando en el banal y equidistante terreno de los excesos de determinados individuos o de lo que llaman tribus urbanas, donde algunos se empeñan en seguir enmarcando, como en los 90, un problema que nunca quisieron reconocer. El día que haya un atentado como los que ayer citaban los Mossos en su nota de prensa, y que sumaban más de medio millar de muertes, tendremos muchas preguntas para las que estamos intentando dar ya algunas respuestas. Esperemos que eso no pase nunca, pero que no digan que no les avisamos.
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