05 agosto 2018
Las víctimas perpetuas de
Potros: «No ha cumplido ni un año por cada atentado»
Las víctimas del
etarra Santi Potros muestran su resignación ante la excarcelación del
terrorista, que, tras la derogación de la «doctrina Parot», sólo ha cumplido 30
años de los casi 3.000 a
los que fue condenado
Santi Potros, histórico de ETA por almacenar en
su haber atentados tan sanguinarios como el de Hipercor, o el de la plaza de la República Dominicana
con 21 y 12 víctimas mortales, dejará hoy la cárcel sin mostrar un mínimo signo
de arrepentimiento. Es más, quiere que ETA vuelva a la violencia. Es la
consecuencia de la derogación de la «doctrina Parot», que computa los
beneficios penitenciarios sobre el límite máximo de cumplimiento de la pena.
«Nos parece muy mal, no va a cumplir ni un año por cada uno de los atentados»,
dice José Vargas, presidente de ACVOT y víctima del atentado de Hipercor. «Se
tendría que pudrir en la cárcel, pero no nos queda más remedio que acatar la
ley». Eso sí, pide respeto: «Espero que no tenga un recibimiento como el que
estamos acostumbrados y soportemos una nueva humillación».
Este 5 de agosto quedará marcado en el
calendario de María de los Ángeles Ibáñez al igual que se grabó en su memoria
aquel 17 de mayo de 1987, día en que festejaba las bodas de plata de su primo
en una discoteca del Paseo de la
Castellana cuando ETA se cruzó en su camino repentinamente:
el coche en el que volvían estaba ocupado por ella, su madre, su primo y la
mujer de éste cuando esperaban la apertura de un semáforo a las 5:25 horas de
la mañana en la calle General Ibáñez Ibero. La explosión fue obra de Santiago Arróspide Sarasola, más conocido
como Santi Potros, que termina hoy de cumplir su condena tras 30 años entre
cárceles galas y españolas. El
atentado fue trágico. La explosión eliminó la visión del ojo izquierdo de María
de los Ángeles de manera perpetua, desconfiguró la cara de su primo y, el
suceso más trágico, arrebató la vida de la madre, Carmen Pascual. «Me quedé
insonorizada, como si estuviese flotando en el aire», cuenta la víctima. «Me
acerqué a un coche a pedir auxilio y sólo tuve que ver la cara de horror del
matrimonio que lo ocupaba para darme cuenta de que se trataba de un atentado»,
explica.
Apenas un mes después, el 19 de junio de 1987,
el mismo terrorista perpetró uno de los atentados más sanguinarios de la
historia de España. El etarra colocaba 200 kilos de carga explosiva en el
aparcamiento del Hipercor ubicado en la Avenida Meridiana
de Barcelona. La bomba detonó antes de lo establecido, cobrándose la vida de 21
personas. «Mi marido y yo íbamos todos los viernes a comprar. Él había quedado
con un vecino porque se acercaban las verbenas, y fueron a comprar guirnaldas y
adornos. A las 16:45 sonó el teléfono y me dijeron que había ocurrido un
atentado en el Hipercor, y que mi marido era una de las víctimas», cuenta María
de los Ángeles Alemán, viuda de Felipe Caparrós, con voz entrecortada y con las
lágrimas causadas por el dolor de un recuerdo que nunca se borrará. «Fue muy
doloroso. Mi marido tenía quemaduras por todo el cuerpo.
Parecía una momia: solo se le veían un poco los labios», describe entre
sollozos.
Ese mismo día también marcó «un antes y un
después» en la vida de Roberto Manrique, antiguo carnicero del establecimiento.
Roberto es el más claro ejemplo de cómo una simple decisión (altruista además)
puede cambiar el devenir de toda una vida: «Tenía turno fijo de mañana y, el
día anterior, el jueves 18 de junio, el compañero de tarde me pidió el favor de
cambiarnos los horarios. La vida me ha cambiado radicalmente», narra el ex
trabajador de Hipercor. De su anterior ocupación sólo quedan vestigios: «Tengo
quemaduras en la cara, cabeza, brazos, manos, pierna derecha y,
desgraciadamente, fruto de las intervenciones, dos hepatitis crónicas. Por
culpa de esta enfermedad no puedo manipular alimentos, tuve que dejar mi
trabajo».
Es posible que
Manrique estuviese atendiendo en ese momento a Rosa María Peláez. «Mi marido, mi hijo y yo fuimos, como cada viernes, a
comprar al Hipercor. Vimos mucha policía en la puerta, y pregunté: ''¿Pasa
algo?'' ''Entre, entre'', me dijo el agente. Yo pensé que había sido algún
ladrón. Jamás me imaginé lo que iba a pasar», dice Rosa María a LA RAZÓN. «Estábamos en la
carnicería. Escuché un ruido rarísimo y oí a la gente gritar: ''¡El gas!,¡el
gas!'' Esas palabras no se me olvidan». El pánico invadió a Rosa María en
cuanto echó un vistazo alrededor: «Mi hijo tenía un Bollycao en la mano y le
explotó en el pecho. Pensé que se le había salido el corazón», relata. «La
chica que se encontraba a mi lado era una antorcha ardiendo». Rosa María Peláez
fue, además, la primera persona en España que pudo entablar una conversación
con uno de los terroristas que cometieron el atentado, en este caso, con Rafael
Simón Caride, responsable material de la masacre. «Fue
una discusión muy larga, de cerca de tres horas», cuenta al periódico. «Le pregunté por qué lo
hizo, por qué había devorado mi vida... Le pregunté si estaba satisfecho con lo
sucedido, y me contó que lo habían celebrado con champán una vez llegaron a
casa».
La excarcelación de Potros no ha sentado bien a
nadie pero, especialmente, a las víctimas directas del terrorista. Treinta años
después de los trágicos acontecimientos los afectados no consiguen despegarse
de una sombra que les perseguirá toda la vida.
Opinión:
Ya no es necesario que publique mi opinión al
respecto sobre lo que considero en relación a la puesta en libertad de los
terroristas, especialmente a consecuencia del Código Penal franquista de 1973.
Tampoco hablaré sobre lo que alguien pueda
decir (supuestamente) en nombre de “LAS” víctimas… pero sí debo decir que esa
hipótesis de que posiblemente estuviera atendiendo a no sé quien cuando explotó
el maldito coche bomba está absolutamente fuera de lugar, porque estaba
despachando a dos SEÑORAS (en mayúsculas) llamadas Agustina Cabanillas y Mari
Carmen Candalijas (madre e hija), gravemente heridas al igual que un servidor.
Sobre otras personas sigo teniendo fundadas
sospechas de que estuvieran presentes en el lugar de atentado.
Pero eso es otra historia… a no ser que alguien se permita consultar las sentencias pertinentes...
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