06 septiembre 2015
El que fuera 'mano derecha' de Zapatero en La Moncloa apura estos días
los últimos cartuchos para un acuerdo de paz a las propias puertas de Europa
Acaba de venir de Nueva York, donde el viernes se celebró una
reunión crucial, y ya vuela a Skhirat (Marruecos) para apurar esta semana la
última oportunidad de un acuerdo de paz en Libia. Apenas unas horas de paso, este pasado
domingo, permiten al mediador de Naciones Unidas tomar
aire en Madrid y darse impulso hasta la frontera europea
del terror y el caos.
¿Cómo se las
ha arreglado para ser el único hombre del Gobierno Zapatero en recibir elogios
del Gobierno del PP?
No creo que sea el único, pero bueno, yo siempre he
tenido un gran sentido de Estado, lo que por cierto echo mucho de menos. Lo mío
es la mediación.
Margallo
siempre le nombra como gran mediador en Libia. Sin embargo, ¿no está su misión
más en peligro que nunca de fracasar?
Mi mandato terminó el 1 de septiembre, o sea que ya
estoy en tiempo de descuento. Pero la propuesta de acuerdo parece la única
alternativa que tiene Libia para salir del agujero. En la reunión de Nueva York
de hace dos días no sólo estaban los actores regionales y los dos gobiernos,
sino que todos han aceptado ya el acuerdo. Lo que no han hecho es someterlo a
votación en el Parlamento de Tobruk -reconocido internacionalmente- y el de
Trípoli -el no reconocido -, porque están pendientes precisamente de lo que
vamos a hacer estos días, que es el Gobierno de unidad nacional. No sé si lo
conseguiremos.
El pasado 18
de septiembre los gobiernos de España, Francia, Italia, Reino Unido y Estados
Unidos expresaron su apoyo al acuerdo pero advirtieron de que el 21 de octubre
expira el plazo. ¿Llegará a tiempo?
Ésa es la misma fecha sobre la que nosotros
trabajamos, porque el 20 de octubre expira el mandato del Parlamento de Tobruk.
Si a los dos gobiernos y a las milicias por todas partes se le añade que a
partir de esa fecha nadie tiene legitimidad ni es interlocutor para la
comunidad internacional, el caos va a ser ya infinito.
¿Pero estamos
en la antesala de la paz o es una entelequia?
Estamos en una bifurcación: si en unos días somos
capaces de tener un Gobierno de unidad nacional empezará a construirse la paz
y, si no, seguirá la guerra. Es muy complicado. El Parlamento de Trípoli ni
siquiera ha podido reunirse para proponer candidatos. Hay un grupo de duros,
una minoría de 20 o 25 personas entre 120 o 130, que representa a una milicia
de unas 1.500 personas, aliada del presidente de la Cámara , que es el que se ha
negado frente a la mayoría. Y lo mismo puede ocurrir en el otro lado: el
general Haftar, aunque ha apoyado el acuerdo, tiene a su alrededor un grupo de
duros que no lo tiene tan claro. Ellos sí han votado y nombrado candidatos pero
el panorama es delicado.
¿Fueron los
duros de uno y otro gobierno los que intentaron moverle a usted la silla?
La silla y todo lo demás. Los duros están en contra
de la mediación de la ONU
y no quieren acuerdo, no quieren compartir Gobierno, creen que la guerra es la
mejor opción para ellos. Los islamistas me caricaturizan como a un cruzado y
los otros como a un yihadista.
En el reparto
del acuerdo parece mandar Tobruk...
El acuerdo lo sitúa como el poder legislativo, pero
lo que hemos sugerido para Trípoli es algo parecido al Consejo de Estado en
España. Una idea que se me ocurrió después de hablar con mi jefe, Zapatero...
No me dirá
que Zapatero está tras el acuerdo de paz en Libia...
No, no, ni siquiera se lo he contado. Pero es verdad
que se me ocurrió la fórmula después de hablar con él. Se la trasladé a los
libios y la aceptaron. Tobruk tiene el poder legislativo pero Trípoli pasa a
convertirse en un Consejo de Estado con bastantes miembros y sus dictámenes son
vinculantes para el Gobierno de unidad nacional.
¿Qué nos
estamos jugando en España en la crisis libia?
Hace un año llamé la atención de la presencia de
células de Daesh [Estado Islámico] que estaban sólo alrededor de un pequeño
enclave, Darna. En febrero ya había pasado a controlar una franja de territorio
del tamaño de Extremadura, alrededor de Sirte e incluyendo la costa. Hoy está
organizado militarmente como en Irak o en Siria. Estamos hablando aún de 2.000
personas, pero si no logramos ese acuerdo vamos a tener un problema muy difícil
de manejar.
¿Pero está
España particularmente amenazada?
No tenemos ningún dato de amenaza directa contra
España u otro país europeo que esté en el radio de Libia. Pero Daesh es lo que
es, está ahí, y está más cerca que Canarias. Daesh es una amenaza gravísima,
pueden tener aviones y misiles.
¿Cree
entonces que hay que intervenir militarmente?
Tienen que intervenir militarmente los libios, con
ayuda internacional. La comunidad internacional anda en estos momentos
demasiado ocupada con el problema de Siria e Irak y no necesita pensar en una
intervención militar en Libia. Si hay unidad, si las miles de personas que
están luchando en las milicias se unen bajo una labor de coordinación e
inteligencia de la comunidad internacional, todavía se podrá actuar contra
Daesh.
Pasa usted
por ser un experto diplomático, pero como político, ¿le falló el ojo clínico al
apostar por Eduardo Madina a la secretaría general del PSOE?
Soy más un político de gobierno que de partido. El
PSOE tiene un problema serio de credibilidad y Madina tiene una preparación
intelectual como pocos en la clase política, y con cero populismo. No funcionó
y ya lo estamos pagando. Yo respeto mucho a Pedro Sánchez y por supuesto tiene
todo mi apoyo, pero creo que al partido no se le ve solidez. Madina sería más
consistente, por ejemplo, frente a Pablo Iglesias.
Pues dicho
esto no sé si le veo de vuelta en La
Moncloa en un hipotético Gobierno de Pedro Sánchez...
Mi prioridad ahora es mi familia, y lo será dentro
de tres meses. Me gustaría un PSOE con más consistencia pero al PP lo veo
catatónico, así que es el único de los grandes partidos que, desde el centro
izquierda, puede gobernar; y si necesita apoyo, recomendaría que fuese con
Ciudadanos.
Sinceramente,
¿se avergüenza hoy del Gobierno de Zapatero?
Para nada, para nada.
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