lunes, 8 de abril de 2024

07 abril 2024 El País (opinión)

 

07 abril 2024 



Investigaciones parlamentarias: entre la búsqueda de la verdad y el ajuste de cuentas

Las comisiones indagatorias han arrojado luz sobre asuntos de gran trascendencia en las últimas décadas, pero su uso se ha pervertido

En la brutal contienda política, las comisiones de investigación parlamentarias son las nuevas armas de destrucción del oponente. El PP quiere exprimir hasta la última gota del Caso Koldo con una investigación en el Senado paralela al sumario judicial. Y la izquierda responde con otra en el Congreso para ampliar la investigación a la compra de mascarillas por parte de todas las administraciones, incluidas las populares. Unos amenazan con hacer desfilar a Pedro Sánchez y otros a Alberto Núñez Feijóo. Paralelamente, en la Cámara Baja están en marcha otras tres comisiones reclamadas por los independentistas, una de ellas que volverá a un tema recurrente: la guerra sucia de la policía al mando del PP contra el secesionismo catalán.

Analistas, comentaristas y numerosos políticos critican que un instrumento parlamentario, previsto en la Constitución para arrojar luz sobre «cualquier asunto de interés público», se haya convertido en un pretexto para el espectáculo y el enfrentamiento. También lo lamentan los implicados en algunas de las 23 investigaciones abiertas en el Congreso desde la primera, en 1979, sobre las finanzas de RTVE. Pero la mayoría cree al mismo tiempo que su trabajo fue útil para comprender en profundidad los acontecimientos que sacudieron al país -desde el 11-M hasta la crisis financiera o el accidente del tren Alvia en 2013 en Santiago- y proponer medidas correctoras.

El veneno de la colza. El envenenamiento masivo por la venta de aceite de colza adulterado motivó la primera investigación conjunta del Congreso y el Senado sobre la democracia. Después de ocho meses de trabajo -entonces todavía eran secretos- e interrogar a 184 personas, el pleno de la Cámara Baja aprobó el 9 de junio de 1982 una batería de medidas para mejorar la seguridad alimentaria. A UCD, el partido gobernante, le correspondió a un joven diputado todavía en activo, en las filas del PP, defender las conclusiones. José Manuel García-Margallo, que no había participado en la comisión, fue el encargado de contestar a algunas críticas a la falta de colaboración de las Administraciones -“alguna información hubo que sacarla de sacacorchos”, se quejó el socialista Javier Sáenz de Cosculluela-. y anunció que el informe sería enviado a la Fiscalía para determinar responsabilidades. Margallo es enfático en defender la validez del instrumento: “Es una de las funciones del Parlamento: controlar al Gobierno y dirimir responsabilidades”.

Llega la transparencia.

Las comisiones proliferaron en la primera mitad de los noventa, cuando los escándalos asediaron al Gobierno de Felipe González. En 1994 se abandonó el carácter secreto de las sesiones. Con el PP en el Gobierno, el caso más sonado fue el de Gescartera, una agencia de valores que tenía vínculos con altos cargos populares y despilfarró los ahorros de 4.000 clientes. Tras tres meses de investigación, la mayoría absoluta del PP impidió en 2001 señalar responsabilidades políticas en la Administración. Aun así, Juan Fernando López Aguilar, que ejerció como portavoz socialista, cree que valió la pena, entre otras cosas, porque «ya reveló entonces que Rodrigo Rato (ministro de Economía) manejaba dinero en el extranjero».

López Aguilar, hoy eurodiputado, demuestra que estas comisiones son “un instrumento político”, en el que “la mayoría tiene la sartén por el mango a la hora de decidir el orden del día, la lista de comparecientes y las conclusiones”, y que, por tanto, no Debemos esperar de ellos la “verdad judicial”. Pero el ex ministro de Justicia también las defiende como “caja de resonancia para asuntos de interés público” y un medio para detectar defectos en la legislación y proponer las consiguientes reformas. Él mismo presidió la comisión del Parlamento Europeo que investigó el espionaje masivo en Europa por parte de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Allí, explica, la diversidad de grupos políticos impide que se imponga una mayoría y facilita un “diálogo racional para llegar a conclusiones”. racional.» Aquí, sin embargo, las investigaciones se utilizan “con fines vengativos”.

Aznar contra el mundo.

La comisión sobre la masacre del 11-M duró más de un año entre 2004 y 2005 y dejó algunas de las imágenes icónicas de las investigaciones parlamentarias en España: la presidenta de la asociación de víctimas, Pilar Manjón, envuelta en lágrimas y reprendiendo a los diputados… “¿De qué se ríen, señoras y señores?” – o el expresidente José María Aznar enfrentando a todos con su “ego desbordante”, en palabras de Gaspar Llamazares. El entonces dirigente de IU tiene también un recuerdo especial de la comparecencia del Comisario General de Información Policial, Jesús de la Morena, que «se lo tomó muy en serio y no se casó con nadie».

“Se dio voz a las víctimas y a los investigadores. Y se propusieron medidas para mejorar la coordinación entre los agentes de policía o controlar el papel de los infiltrados”, evalúa el veterano político. Esta función de hacer recomendaciones para evitar repetir errores es, según él, una de las mejores aportaciones de estas comisiones parlamentarias que, además, favorecen «una cierta catarsis» ante acontecimientos traumáticos. Ahora, «en un contexto de polarización y contaminación partidista», las comparecencias están previstas para infligir «la pena informativa» a los convocados.

Abriendo las alcantarillas.

Las actuaciones ilegales del Ministerio del Interior bajo el mando del PP, las conocidas como cloacas, han provocado hasta cuatro comisiones de investigación en los últimos años, una aún pendiente de iniciar. El primero se creó en 2017, funcionó durante cuatro meses, y, según la entonces diputada de Podemos, Gloria Elizo, era “muy pertinente, porque por primera vez se ponía en un documento público la perversión de los medios públicos para su instrumentalización partidista”. .”

En otros países las comisiones tienen la facultad de realizar registros e incautaciones de documentos. Aquí, sin embargo, Elizo dice que se enfrentaron a la falta de colaboración del Gobierno del PP. “Si se hacen bien, estas comisiones son tremendamente útiles”, sostiene. El problema, añade, es cuando se desenfoca debido a la lucha partidista, como lo demuestra la repetición de volver al mismo tema. Elizo aboga por reformas para evitar que se impongan mayorías, como eliminar el voto ponderado dentro de la comisión, en la que cada diputado tiene tanto peso como su grupo, e imponer el voto individual.

El colapso de las cajas.

Durante un año y medio, entre mayo de 2017 y diciembre de 2018, en sesiones que a veces se prolongaban hasta la madrugada, una comisión del Congreso examinó el colapso de las cajas de ahorros y de parte del sistema financiero español. Por allí pasaron comisarios europeos, gobernadores del Banco de España, ministros de Economía y responsables de las entidades. “Fue emocionante”, recuerda Ana Oramas, de Coalición Canaria, que ejerció de presidenta. Hubo comparecencias como la del ex ministro Pedro Solbes que admitió errores. Y cruce de acusaciones con repercusión judicial, como las protagonizadas por los ex directivos del quebrado Banco Popular.

“La verdad salió a la luz”, dice Oramas. “Para eso es este instrumento: para atender una demanda social de conocer la verdad. Y luego ver si tenemos que tomar medidas y legislar para que no se repita lo que pasó”. Más allá de las responsabilidades penales, abunda el ahora vicepresidente del Parlamento de Canarias, hay políticas o la “desaprobación ética” de determinadas conductas. Y eso sólo puede dilucidarse en un marco parlamentario.

Demasiado ruido.

El duelo de comisiones entre Congreso y Senado ya se produjo en 2017. La Cámara baja acordó investigar la financiación ilegal del PP y reaccionó aplicando su mayoría en el otro brazo legislativo para escrutar la financiación de todos los partidos. Después de casi dos años, el Congreso ni siquiera llegó a un acuerdo para elaborar el dictamen. Por el camino hubo imágenes como la del extesorero del PP Luis Bárcenas prestando declaración por videoconferencia desde prisión.

“Cuando una comisión trata un asunto que está en los tribunales, la comisión colapsa”, afirma el diputado del PNV Mikel Legarda. Si bien existe obligación legal de comparecer, no existe obligación de contestar las preguntas y menos cuando, como era el caso, podría comprometer la situación jurídica del citado. Legarda ya perdió la cuenta de las comisiones en las que ha participado y se muestra muy escéptico sobre su utilidad. “El 60% o 70% de lo que se hace es más ruido que aclaraciones. La mayoría prevalece y muchas veces las conclusiones están predeterminadas desde el principio. Y esto contribuye al deterioro que sufren las instituciones por el comportamiento de los políticos”.

Decepción de las víctimas.

La creación de una comisión parlamentaria de investigación fue una larga batalla para las víctimas del accidente del tren Alvia en Santiago, el 24 de julio de 2013, con 80 muertos. La cuestión afectó a sucesivos gobiernos del PP y del PSOE, y ambos la vetaron en 2016. Dos años después, ya con Pedro Sánchez al mando, los socialistas permitieron su creación. Los trabajos concluyeron sin sacar conclusiones debido a la disolución del Congreso, y las víctimas han quedado con un sentimiento agridulce. Jesús Domínguez, presidente de la plataforma de afectados, destaca que se recogieron testimonios importantes y se obligó a representantes de la Administración a dar explicaciones. “Pero mandaron los intereses políticos”, lamenta. Los dos grandes partidos vetaron la escucha de la grabación del conductor inmediatamente después del accidente quejándose de la falta de seguridad y la emisión de un documental que las víctimas pudieron proyectar en el Parlamento Europeo. El PP le obligó a comparecer por segunda vez para rectificar a un testigo que había dejado en mal lugar a la ex ministra Ana Pastor. Posteriormente se sabría que Adif, la empresa pública que gestiona la infraestructura ferroviaria, gastó 14.900 euros en contratar un despacho de abogados para formar a sus cargos antes de comparecer. Fue descubierto por David Reinero, periodista de Praza Pública, quien durante una década siguió todos los detalles del caso.

Domínguez, a la luz de su experiencia y sin perder del todo la fe en este tipo de consultas parlamentarias, cree también que sería necesario cambiar las reglas «para evitar que las mayorías impongan sus criterios».

Opinión:

Bueno, de toda la información quero destacar la frase que dice: “esta función de hacer recomendaciones para evitar repetir errores es, según él, una de las mejores aportaciones de estas comisiones parlamentarias que, además, favorecen «una cierta catarsis» ante acontecimientos traumáticos”.

Pues parece que, a fecha de hoy, todavía no hay acuerdo para constituir la Comisión de Investigación por los atentados de agosto2017… ¿quizás porque no interesa comentar los errores cometidos? ¿Quizás porque habrá que hablar de documentación denominada “clasificada”? ¿Quizás porque cabe la posibilidad de encontrarse con sorpresas tanto en relación a la realidad actual del imán de Ripoll o de sus contactos con el CNI?

Y conste que si hablamos del CNI no significa que algunos que saben mucho sobre el tema fueran socios del Club Natación Igualada.

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