15 febrero 2025
Fernando
Buesa, 25 aniversario del “magnicidio” de ETA que sacudió la convivencia en
Euskadi
El 22 de febrero de 2000, hace ahora 25 años, ETA cometió
un “magnicidio” en Vitoria. Asesinó con una furgoneta-bomba en el campus
universitario a Fernando Buesa, de 54 años, y a su escolta, el ertzaina de 26
años Jorge Díez Elorza. Dos mujeres resultaron heridas. Buesa era 'de facto' el
jefe de la oposición en Euskadi, portavoz socialista en el Parlamento Vasco y
secretario general de su partido en Álava. Antes había sido vicelehendakari y
consejero de Educación de 1991
a 1995 y diputado general entre 1987 y 1991, entre otros
cargos institucionales y orgánicos, muchos de ellos simultáneos. Rechazó
propuestas para ser ministro.
En febrero de 2000, en puertas de
unas generales y en el marco de los pactos del PNV con la izquierda abertzale,
fueron asesinados el dirigente del PSE-EE y exvicelehendakari y su escolta, el
ertzaina Jorge Díez Elorza
Es el historiador Antonio Rivera el que emplea el término
“magnicidio”, poco usual en el historial de ETA, por el destinatario principal
del atentado y por las consecuencia políticas que acarreó. Remarca que ningún
miembro del Gobierno autonómico había sido asesinado desde que fue ejecutado el
republicano Alfredo Espinosa en la Guerra Civil. Sin embargo, si el asesinato de
Miguel Angel Blanco en Ermua espoleó un “espíritu” de unidad contra el
terrorismo dos años y medio antes, los plúmbeos días que siguieron al de Buesa
fueron jornadas de polarización social al haber alcanzado el lehendakari del
PNV, Juan José Ibarretxe, un acuerdo político con EH, la marca que entonces
empleaba la izquierda abertzale.
Buesa era abogado y, sobre todo, político. Se estrenó en
las elecciones de 1977, las primeras tras el final de la dictadura, encabezando
un partido democristiano que no obtuvo representación. Esto siempre fue utilizado
en su contra por los críticos que tuvo en la federación vasca del PSOE cuando
fue escalando de la mano de su gran colega y amigo Javier Rojo. En 1979, Rojo y
él entraron al Gobierno de la
Diputación de Álava dentro de una coalición con el PNV. Fue su
bautismo institucional. Fue concejal, juntero, parlamentario y dirigente del
partido, en ocasiones todo al mismo tiempo. No pudo ser alcalde de Vitoria pero
en 1987 se convirtió en diputado general de Álava. El libro 'Fernando Buesa,
una biografía política', redactado por el propio Rivera y por Eduardo Mateo,
desliza que confrontó de una manera abierta con el alcalde de la capital, José
Ángel Cuerda, que en aquellos años estaba en EA y luego volvió al PNV, su
partido inicial. Cuentan que había que subir el volumen de la música durante
sus reuniones para que no se escucharan los gritos. De aquellos años dejó un
gran proyecto, la reforma de la antigua plaza del ganado de Zurbano para
convertirla en un pabellón de baloncesto, el Araba Arena que, desde 2000, es
oficialmente conocido como Fernando Buesa Arena en su memoria.
En 1991 fue el cabeza de entre los consejeros socialistas
en la coalición con el PNV bajo la presidencia de José Antonio Ardanza. Era
vicelehendakari para las políticas sociales y, específicamente, consejero de
Educación. De esta época son las normativas que han estado vigentes hasta hace
tan sólo unos meses cuando, en el final del mandato de Iñigo Urkullu, se aprobó
la reforma educativa. Su mayor herencia fue el impulso a la publificación de
las ikastolas privadas. Euskadi es aún hoy la comunidad autónoma con más peso
de la enseñanza concertada y en aquellos años se habilitó una pasarela que
algunos de estos colegios en euskera aceptaron. Eso también le granjeó críticas
como supuesto enemigo de la lengua vasca.
El “magnicidio” tuvo un contexto. En septiembre de 1998,
las fuerzas nacionalistas y el entorno de ETA suscribieron el pacto de Lizarra.
Vino acompañado de una tregua. José María Aznar, líder del PP, estaba en La Moncloa. De aquellos años
es su apuesta por dialogar con el “movimiento vasco de liberación”, como llamó
a la organización armada, y centenares de acercamientos de presos. En 1999, PNV
y EA, en minoría en Euskadi tras las elecciones en las que Ibarretxe sucedió a
Ardanza, suscribieron un acuerdo de colaboración parlamentaria con Euskal
Herritarrok o EH, la reformulación de la época de la antigua HB. En enero de
2000, ETA rompió la tregua y asesinó en Madrid un militar de alta graduación
del Ejército de Tierra, Pedro Antonio Blanco. El 18 de febrero, en el que sería
su último pleno antes de morir, Buesa afeó al lehendakari que no bastaba con
tener “en suspenso” el pacto con EH, que tenía que romper amarras con la
izquierda abertzale. Llegó a sugerirle que se sometiera a una cuestión de
confianza. En ese debate con Ibarretxe, Buesa avisó: “ETA sigue en el intento
de cometer nuevos crímenes terroristas”.
El
22 de febrero
El 22 de febrero era martes. En Vitoria hacía un día oscuro
e invernal pero en Donostia era una jornada luminosa. El PSE-EE presentó allí,
por la mañana, un manifiesto electoral. El 12 de marzo había generales en
España y la campaña era inminente. Buesa fue uno de los participantes, junto
con el entonces líder de los socialistas vascos, Nicolás Redondo Terreros. Llegó
tarde y no salió en la fotografía de familia del evento. Allí estaba también
Rojo, su 'número dos' en Álava.
“Hacía un día muy bonito. Había gente bañándose en el mar.
Íbamos a ir a comer a Getaria pero, casualidades de la vida, me llamó mi
abogado, Paulino Corcuera, para preparar un juicio en Bilbao y anulé la comida
con Fernando. 'No te preocupes, hay más días', me contestó”, explica el ya
retirado dirigente socialista, que en 2004 se convirtió en cuarta autoridad del
Estado al ser designado como presidente del Senado. A primera hora de la tarde,
ya estaban ambos en Vitoria. A las 17.00 horas había una reunión de campaña del
PSE-EE alavés en la sede de la plaza del Arca.
A las 16.30 horas, los inseparables Rojo y Buesa estaban
hablando por teléfono. Se escuchó el timbre del portero en medio de la llamada.
“Te dejo, que viene Jorge. Nos vemos a las cinco”, le despidió Buesa tras
anunciarle la llegada de Díez Elorza, su único guardaespaldas. En una zona de
su ruta hacia la sede del partido, un joven había movido un Ford Fiesta con
matrícula NA para dejar aparcar una Renault Express con placas falsas VI.
Dentro, el 'comando Ituren' había instalado un potente explosivo que habían
preparado en un piso franco ubicado en la calle de Federico García Lorca. A las
16.40 horas detonaron la bomba al paso de la pareja. El político murió en el
acto y el policía minutos después. Dos transeúntes resultaron heridas. En 2011,
en la primera sentencia judicial tras conocerse el cese del terrorismo, la Audiencia Nacional
condenó a Franscisco Javier García Gaztelu, conocido como 'Txapote', como autor
intelectual del atentado. Antes lo habían sido los ejecutores materiales del
doble asesinato, Asier Carrera, Luis Mariñelarena y Diego Ugarte.
Rojo escuchó desde su casa la explosicón. “Corrí las
cortinas de la sala de estar y todas las palomas volaban. Volví a llamar a
Fernando al móvil. No daba señal. Salí de casa inmediatamente con mi hija,
Natalia. Se nos verá, porque nos grabó la televisión. Cuando llegamos, la Policía no nos dejaba
pasar. Había muchos periodistas. Un ertzaina me agarró y me dijo textualmente:
'Es quien usted cree que es'. Y yo me derrumbé”, rememora su amigo.
¿Por qué había tantos periodistas a los pocos segundos del
bombazo? El atentado tuvo lugar en un esquina del campus universitario de la UPV/EHU, junto a la escuela de
Ingeniería y dos institutos. A pocos metros está la sede de la Presidencia vasca. A
esa hora, en Lehendakaritza, se celebraba la rueda de prensa semanal tras el
Consejo de Gobierno. El portavoz de Ibarretxe, Josu Jon Imaz, ahora presidente
de Repsol, se vio interrumpido por el estruendo. Una de aquellas periodistas,
todavía en activo, recuerda cómo tembló el suelo, cómo salieron corriendo a ver
qué pasaba y cómo se encontraron los cuerpos en el suelo y las llamas tras la
deflagración. “La época más dolorosa de mi vida profesional”, titula. También
recuerda aquella tarde el responsable de la brigada de limpieza que tuvo que
intervenir tras el atentado, como en tantas otras ocasiones en aquella época.
Recuerda cómo encontraron muy lejos los trozos de un reloj y cómo se lo
entregaron a los ertzainas que allí recogían pruebas.
“Iba de camino a la sede cuando llamaron al escolta. Había
habido una bomba en el campus. Yo pensé en Txema Portillo... Al cabo de cinco
minutos ya me dijeron que era Fernando. Fue directamente a casa de Nati, su
mujer”, cuenta Jesús Loza, entonces portavoz del PSE-EE en Vitoria y años
después comisionado vasco para la paz y delegado del Gobierno de España en
Euskadi. “Fernando no era sólo mi jefe. Era mi amigo”, lamenta. Asegura que se
encontró a la familia “en un ambiente de desolación”. “Nati estaba hecha polvo,
pero poco a poco se fue serenando. Y nos dijo a los presentes: 'Lo que tenéis
que hacer es mantener la memoria de Fernando'. En ese mismo momento surgió la
idea de la fundación”, explica. Se refiere a la Fundación Fernando
Buesa, que sigue activa en la actualidad y que es junto con Covite una de las
más relevantes en lo tocante a víctimas del terrorismo en España.
Uno de los asesores de Loza era Óscar Rodríguez Vaz, que
entonces contaba 23 años. “Llevaba cuatro meses trabajando en el Ayuntamiento
para Jesús. Teníamos un acuerdo para hacer alcalde a Alfonso Alonso, del PP.
Fue una colaboración externa que funcionó muy bien. Dio tranquilidad en
momentos muy convulsos”, cuenta. Si el nacionalismo vasco había acumulado
fuerzas, en la otra parte del tablero político PP y PSE-EE habían fraguado un
acercamiento muy importante e impensable en la actualidad. Rosa Díez era otra
de las referencias socialistas, junto con Redondo Terreros. Ambos ya están
lejos del partido. En los 'populares' estaban Carlos Iturgaiz y Jaime Mayor
Oreja como grandes nombres.
“Sí, vivíamos unión con el PSE-EE a pesar de la tensión
electoral en España. Estábamos en campaña y se enfrentaban Aznar y [Joaquín]
Almunia”, confirma Alonso, el entonces alcalde, y que más tarde fue ministro de
Sanidad con Mariano Rajoy, entre otros cargos. “Salíamos del pacto de Estella
[por Lizarra] y la tregua se había roto. Por encima de todo, había humanidad,
amistad y cercanía con los socialistas. No éramos lo mismo, pero estábamos
unidos”, agrega en una entrevista telefónica.
“Recuerdo aquello como un día de 'shock' y rabia, pero
también de futuro”, sigue Rodríguez Vaz, ya alejado de la primera línea del
PSE-EE desde hace años. “El 'shock' era, claro, porque que a los cuatro meses
maten a tu jefe es acojonante. Pero tras ese estadio de rabia bestial, vimos
que esa misma tarde empezó a acercarse gente al partido. Llenaron la sede.
Muchos políticos de hoy salieron de aquellos días. Era gente de mi generación.
Fue el germen de unas juventudes superfuertes, de igual 45 ó 50 personas
activas, que para Álava era muchísimo”.
Las movilizaciones empezaron ya esa misma tarde. Cuerda, el
enemigo político de Buesa y ya fuera de la alcaldía de Vitoria, fue uno de los
que se puso en primera fila para condenar lo ocurrido. Jóvenes socialistas
también acudieron a la zona del campus, escenario habitual de protestas del
entorno abertzale, para realizar pintadas y otras acciones de denuncia del
crimen. Parte de la indignación empezó también a dirigirse hacia Ibarretxe,
aunque esa noche sí hizo lo que le pidió Buesa unos días atrás, romper
totalmente con EH.
El miércoles, 23 de febrero, aniversario del golpe de
Estado de 1981, el Parlamento Vasco celebró un breve pleno extraordinario para
dar lectura a un texto de condena. En el escaño vacío del asesinado se
colocaron unas flores rojas. De negro y con gafas oscuras lloraba Isabel Celáa.
Había sido su viceconsejera en Educación y también compañera parlamentaria. En
2009 ella misma se convirtió en consejera del ramo y, aunque no tenía el
título, era igualmente la vicelehendakari 'de facto' de Patxi López por ser la
de más edad en su gabinete. Y luego fue ministra. Ahora, a sus 75 años, es la
embajadora de España en la
Ciudad del Vaticano y en la Orden de Malta. “Era una figura espléndida. Fue
un hombre excelente en todos los sentidos, de profundas convicciones éticas.
Era un hombre de razón. Vivíamos un tiempo duro. Era el tiempo de Lizarra, de
profundo nacionalismo. Y él siempre mantuvo que la sociedad era plural. La
pérdida fue enorme”, relata al otro lado del teléfono desde Roma. Ella no
olvida la campaña contra su jefe por la reforma educativa, pero prefiere no
entrar en detalles sobre el pasado. En aquella sesión plenaria no participó la
representación de EH. Los asignados de esta formación en la comisión de
Derechos Humanos eran Arnaldo Otegi, Jone Goirizelaia y Josu Urrutikoetxea, más
conocido como 'Ternera'.
Tras el pleno, se abrió al público la capilla ardiente de
Buesa. Dirigentes socialistas como un joven Patxi López portaron el féretro
hasta el espacio habilitado en el vestíbulo principal. Llevaba encima una
bandera roja donde ponía “PSOE” y aparecía el puño y la rosa. Después se le
añadió una ikurriña aportada por el presidente de la institución, el
nacionalista Juan María Atutxa. Cientos de personas anóminas acudieron a la Cámara. En la actual
sala de prensa se colocó un biombo para preservar la intimidad de la familia
más cercana, de Nati y de sus tres hijos, Marta, Sara y Carlos. Estuvieron en
Vitoria el presidente Aznar, el líder de la oposición Almunia, presidentes
autonómicos de Catalunya, Extremadura o Andalucía y otras muchas autoridades.
Una guardia rotatoria compuesta por agentes de gala de la Ertzaintza, del cuerpo
de Miñones de Álava, de la
Policía de Vitoria, de la Policía Nacional
y de la Guardia Civil
velaba el cadáver.
El presidente del PNV, Xabier Arzalluz, también acudió. Al
llegar, se fundió en un abrazo con Jon Buesa, hermano de Fernando y dirigente
del PNV de Álava. Dio la mano al socialista 'Txiki' Benegas. Pero no se saludó
con Díez, Rojo o Loza. “Fue algo aterrador. Nos dolió y nos pareció
intolerable”, recuerda el tercero. Ese mismo día, por la noche, se celebró el
funeral. Se hizo en la catedral nueva de Vitoria, pegada al Parlamento. Rojo le
había dicho a Loza que tuviera preparado un cura por si el obispo se negaba a
oficiar las exequias, como ocurrió en el pasado con otros atentados. “Si hacía
falta, estábamos dispuestos a tirar la puerta abajo”, bromea ahora Rojo sobre
las tensiones que también se vivieron con parte de la jerarquía católica en el
pasado.
La celebración religiosa fue a puerta cerrada por expreso deseo
de la familia, aunque miles de personas se congregraron en el exterior.
Ibarretxe y su Gobierno tuvieron que salir escoltados y por una puerta lateral
ante las protestas de parte de los allí congregados. El clima político
continuaba enrareciéndose. El Parlamento Vasco conserva digitalizada un
amplísima colección de más de medio millar de negativos sobre estos
acontecimientos y ha cedido parte de ese archivo para la elaboración de este
reportaje.
Las
manifestaciones enfrentadas
Y llegó el fin de semana. En Vitoria se había convocado una
gran manifestación de repulsa. Iba a partir de la plaza de la Constitución y
terminaría en el centro, en la Virgen Blanca. El PNV movilizó autobuses para
arropar al lehendakari Ibarretxe. La crónica de 'El País' reflejaba que eran
vehículos con matrículas BI y SS, lo que indicaba la procedencia de los
asistentes. Hubo contactos entre el PSE-EE y el PNV pero no se logró un
consenso. Los periodistas -la reportera de CNN+ era Letizia Ortiz, ahora esposa
del jefe del Estado- contaron cómo hubo dos y hasta tres convocatorias en una.
Por un lado, salió en cabeza la marcha gubernamental. Jon Buesa iba con sus
compañeros de partido. Por otro lado, la familia más próxima iba con los
dirigentes socialistas y los cargos institucionales del PP. En medio, Gesto por
la Paz intentaba
coser la herida, sin éxito.
La primera columna llegó rápido e Ibarretxe pronunció un
discurso que terminó augurando que la paz estaba más próxima en aquel momento.
Jon Buesa, con el que este periódico no ha podido contactar para este
reportaje, tuvo un protagonismo muy importante. Rojo no olvida cómo el
lehendakari se marchó del lugar antes de que llegaran la viuda y los hijos.
Cuenta que Jáuregui le pidió que improvisara unas palabras ante la masa. Y lo hizo.
“Intervine en la Virgen
Blanca. No se trata de pasar facturas a nadie. No tengo odio
ni rencor, pero sí memoria. Y no quiero perderla. Después de un asesinato tan
brutal, algunos quisieron manipular una manifestación. Hubo muchísima tensión.
En aquellos momentos el Gobierno del PNV estaba tonteando con el mundo de ETA y
margninándonos a los que no éramos nacionalistas”, explica. ¿Y qué dijo Rojo?
Quien ya era a la fuerza el nuevo líder de los socialistas alaveses se dirigió
a Ibarretxe: “Aquí falta el lehendakari. ¿Dónde está? Quiero transmitirle y
pedirle que nos escuche, que nos mire, que nos vea, que no sea sordo y no
fracase. Queremos ser parte importante de este pueblo, porque todos los que
estamos aquí somos vascos”.
Josune Ariztondo era la 'número dos' del Euzkadi Buru
Batzar del PNV, la única mujer en la ejecutiva, a la que había accedido apenas
unas semanas antes. Ella acompañaba al ya fallecido Arzalluz en aquellos
primeros pasos de ocho años en la dirección nacional del principal partido vasco.
“El año 2000 fue terrible”, explica. A su juicio, “el ambiente ya era malo
antes del asesinato”. La “complicidad histórica” entre nacionalistas y
socialistas estaba rota desde Lizarra y “los mensajes contra Ibarretxe y contra
el PNV eran muchísimos”. El funeral fue “terrible”, como también el desarrollo
de la manifestación. Recuerda cómo algunos militantes del partido acabaron
empapados porque les arrojaron agua. Ariztondo recuerda que también después de
otros asesinatos de ese mismo año, como el de Juan María Jáuregui, también
socialista, les generaron momentos de tensión. “En la capilla ardiente nos
gritaron 'Ibarretxe, asesino', por ejemplo”, cuenta. “Es verdad que se señaló
muhco al PNV en la manifestación. Pero es que, claro, habían hecho un acuerdo con
ETA. La reivindicación de Ibarretxe fue lamentable. Quiero pensar que se
equivocó”, interpreta Alonso desde la óptica del PP.
El presidente de la comisión de Derechos Humanos del
Parlamento Vasco era un joven Iñigo Urkullu. El lehendakari entre 2012 y 2024
explica que desde su posición intentaba en esos años “coadyuvar” a las “bases
de una convivencia” compartida en Euskadi, aunque asume que no era una misión
sencilla. Urkullu estaba en Sabin Etxea, la sede central del PNV, cuando se
produjo el atentado. Califica de “triste” -textualmente 'tamalgarri', en
euskera- todo lo que rodeó al asesinato de Buesa. “Tres manifestaciones
paralelas, dos de ellas plegadas a intereses que parecían alejados de lo que la
inmensa mayoría de la sociedad pedía y, sobre todo, necesitaba”, escribió
también años después Pello Salaburu, rector de la UPV/EHU próximo al PNV.
Para Rafa Larreina el crimen fue “impactante”. Él era el
portavoz de EA en el Parlamento, partido socio del PNV y también firmante del
acuerdo con EH. Era el vicepresidente de la comisión de Derechos Humanos
igualmente. “Con Fernando tenía una relación estrecha. Coincidíamos todos los
sábados en la tertulia de Radio Euskadi y luego tomábamos café y hablábamos más
allá de ser los portavoces de nuestros respectivos grupos. Fue un golpe muy
duro. En la tregua habíamos hablado mucho. Estábamos ilusionados de que aquello
acabase, de que aquello saliese bien”, explica. Considera que este atentado
“truncó” las expectativas políticas depositadas en el final de ETA y admite que
se generó “mucha tensión” en los días siguientes. “Hubo quien lo quiso
convertir en un apoyo a Ibarretxe y eso generó malestar. Yo lo critiqué en unas
declaraciones a los medios de comunicación en ese momento. Creo que en ese
enfrentamiento se olvidó lo fundamental: el rechazo del asesinato y la
solidaridad con la familia. Fue un momento triste. Me sentí el único criticando
aquella polarización”, añade.
EA, su partido, es ahora parte de EH Bildu y Larreina
terminó su vida política como diputado en el Congreso. Desde hace una década,
aproximadamente, la coalición EH Bildu participa en los actos anuales de
homenaje a Buesa. También lo hacen cargos de Sortu, el actual nombre de la
izquierda abertzale, y no solamente los independientes o los procedentes de EA.
Sin embargo, hasta fechas muy recientes ha habido también ataques a la tumba de
Buesa y al monumento en su memoria, así como homenajes en las fiestas de
Judizmendi a uno de los asesinos, Ugarte.
¿Y Díez Elorza? La capilla ardiente del agente estuvo en
otro lugar de Vitoria. Algunos políticos como Almunia o Arzalluz también
visitaron a su familia. El agente, con número profesional 13.115 por ser de la
decimotercera promoción de la
Policía vasca, era deportista y llegó a participar con su
pueblo, San Vicente de Arana, en el Grand Prix de TVE.
“Jorge era una persona con muchísima profesionalidad e
ilusion. Es de mi promoción. Desde que entró, su idea era ir a la unidad de
escoltas, aun sabiendo lo que conllevaba. Cuando entramos, en 1993, todos
sabíamos lo que era ETA”, explica un compañero en la academia de Arkaute. “El
día del atentado iba solo con él. Se había advertido a los políticos de que
había que cambiar de rutas. Pero esos avisos solían ser desatendidos”, agrega.
No el primer ertzaina asesinado por ETA y, desde luego,
tampoco el primer policía. Pero sí el primer guardaespaldas. “Aquello fue un
palo gordísimo”, señala esta fuente, que sigue en activo y prefiere mantener el
anonimato. Este atentado motivó que se cambiaran las rutinas y se pasara a
duplicar la escolta. “Y se forzó más a que la persona bajo custodia siguiera
una serie de pautas”, agrega el ertzaina consultado.
“Ahora no hay terrorismo. Y eso es muy importante. Personas
como Fernando dieron lo mejor de sí para llegar hasta aquí. Nos queda mucho
dolor, pero los que defendían la violencia han fracasado. Decir ahora que no
podíamos pasear por las calles de nuestra ciudad parece que es como inventarse
un libro. Pero era así. Aquello tuvo un objetivo, quebrarnos. Pero fue lo
contrario. Nos dio ética e impulso”, concluye Rojo. Y apostilla Celáa: “Aquel
asesinato, desde una perspectiva social, fue una grandísima conmoción. La
pérdida fue inmensa”. Para el 22 de febrero se ha convocado ya una ofrenda
floral en lugar del atentado y una nueva edición del 'In Memoriam' a Buesa y
Díez Elorza, cuyo lema es “luces para el futuro”.
Opinión:
Magnífico recordatorio el presentado en la
información publicada… que me trae a la memoria la concentración que preparé en
Barcelona en calidad de delegado en Cataluña de la ANTIGUA AVT. Fueron muchas las
personas que asistieron a aquella concentración preparada sin apenas recursos y
a base de faxes y de llamadas…
Aunque cuando he leído el titular,
sinceramente, me ha retrotraído a aquellas conversaciones mantenidas con tanta
gente de la que un poco todavía continuamos en activo: leer que el atentado
contra Fernando Buesa y Jorge Díez “sacudió la convivencia en Euskadi” nos debería
hacer pensar en cómo estaba entonces esa convivencia si el atentado en Hipercor
no consiguió esa sacudida.
Y duele decirlo, pero ya cansa escuchar a
gente que ahora opina sobre aquellos años que, seguramente, ni se atrevieron a
decir palabra alguna en contra de aquel atentado. Ni en privado ni mucho menos
en público…
Ayyy tantas lecciones que algunos quieren
dar sin tener el mínimo derecho a ello.