domingo, 25 de octubre de 2015

24 octubre 2015 El Periódico de Catalunya (opinión)

24 octubre 2015

Un misal, unas gafas...

Gabriela Ybarra debuta con una novela que convoca el asesinato de su abuelo y la muerte de su madre de un cáncer.
Javier Ybarra fue la primera víctima de ETA en la etapa democrática




El día en que entraron en su casa para secuestrarle, Javier Ybarra, que había sido alcalde de Bilbao durante el franquismo y presidente de El Correo Español -El Pueblo Vasco, tan solo se llevó consigo un rosario, unas gafas, un inhalador y un misal. Fue en 1977, pocos meses antes de las primeras elecciones y él, la primera víctima de ETA de la democracia. Muchos años después, su nieta, Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983), ha recuperado aquella ausencia en un libro de voluntad modesta, El comensal (Caballo de Troya), que ha adquirido una gran visibilidad en las librerías.
La novela salió sin ruido a principios de septiembre y apenas mes y medio después tiene ya en la calle su quinta edición. El libro de Ybarra, mucha memoria y poca ficción, cuenta naturalmente un hecho histórico, pero su voluntad real es hacer un relato íntimo. Porque fue otra muerte, la de su madre en el 2011 de un cáncer fulminante, la que disparó el recuerdo borroso de aquel abuelo del que apenas sabía nada. «Cuando mi madre se puso enferma yo pensaba que la muerte era algo completamente ajeno a mí. Pero pensando un poco me di cuenta de que siempre había estado rodeada de muerte porque mi padre se pasó 10 años llevando escolta lo que es un memento mori descomunal». La niña Ybarra no se hacía preguntas, pese a los indicios, mientras su familia la protegía de aquel suceso, intentando esconder el miedo bajo una apariencia de normalidad. «De niña me hice muy pocas preguntas. Porque cuando yo nací, el terrorismo estaba instalado en la sociedad vasca. Me eduqué en el no cuentes nada, no digas nada, y que lo normal fueran las bombas semanales».
A poco de fallecer su madre, Gabriela Ybarra empezó el libro -aunque algunas notas fueron tomadas en la sala de espera cuando la acompañaba a los tratamientos- con la voluntad de dejar de lado la autocompasión y el lloriqueo, «porque las lágrimas solo generan mala literatura». Para ser sinceros, en este libro que recoge la historia de ambas muertes reconoce haberse dejado llevar por los sentimientos en las notas previas, como una forma de comprender lo que le sucedía, pero fueron a parar indefectiblemente a la papelera hasta cristalizar en el estilo austero y despojado que es su sello y también, ¿por qué no decirlo?, de su educación en la contención y el silencio. Algo que, considera, es extrapolable a la sociedad vasca.
«Hablar allí siempre ha sido complicado. Porque en la literatura vasca siempre han tenido más presencia los victimarios que las víctimas». Pero poco a poco, y teniendo en cuenta que son ahora los nietos de los muertos quienes empiezan a tener la palabra, se oyen otras voces, aunque de momento sean pocas, las que cuentan el conflicto. La decisión de hablar tiene también una fecha de partida. «Naturalmente yo este libro no podía escribirlo antes de octubre del 2011, cuando se anunció el cese definitivo de la actividad armada de ETA, porque hubiera puesto a mi familia de nuevo en peligro», admite Ybarra, que desde hace años vive en Madrid y ha pasado largas temporadas en Nueva York.

Conexión 

Le satisfacen las reacciones frente a la novela. Solo unos pocos se atrevieron a escribir, escudados en los digitales, que ella no tenía derecho a contar esa historia -que en absoluto es política y sí muy personal- porque su abuelo había sido franquista. Pero no es lo habitual. A Ybarra se le acercan muchos para hablarle de su identificación con su historia independientemente de su ideología, ya sean miembros de asociaciones de víctimas como gente más próxima a la izquierda abertzale. «Espero que hayan reconocido mi intención de hacer algo honesto. Recuerdo especialmente a una chica cuyo abuelo fue preso socialista durante el franquismo y el hecho de que mi abuelo hubiera sido alcalde durante esa época no le impidió conectar con ella».
La investigación y reconstrucción de la muerte del abuelo pasó por las hemerotecas y reconoce haber rellenado los huecos con imaginación. La figura Javier Ybarra era difícil de reconstruir porque, reconoce Gabriela, todavía es para ella un desconocido. «Lo único que conozco de él en profundidad es su muerte. Me imagino que tuvo momentos de debilidad en su encierro en el zulo y no sé bien cómo los afrontó, pero posiblemente intentó darle un sentido a su vida a través de la religión», cuenta la nieta, que se confiesa agnóstica.
El cadáver de Javier Ybarra fue encontrado en el Alto del Barazar, en un pequeño barranco en medio del bosque, un lugar por el que, importante caminante como era, había paseado muchas veces. «Me gusta mucho El Paseo de Robert Walser, que murió precisamente durante un paseo -dice Ybarra- muchos años después de la escritura de aquel libro. En mi novela, la muerte de mi abuelo es la contrafigura del apacible final de Walser. Aunque por lo menos a mi abuelo le encontraron en el bosque que tanto amaba».

Opinión:

Dejando aparte que cada quien es libre de escribir sobre lo que crea conveniente,  constato que últimamente van apareciendo muchas personas que hablan como “víctimas” cuando no han recibido el reconocimiento legal para esa condición. Como ejemplo mas curioso recuerdo aquel del nieto de una víctima asesinada que llegó a ser portavoz de una asociación de víctimas...
Dicho esto, me gustaría dar también mi opinión sobre la frase «Naturalmente yo este libro no podía escribirlo antes de octubre del 2011, cuando se anunció el cese definitivo de la actividad armada de ETA, porque hubiera puesto a mi familia de nuevo en peligro».
Al menos esa frase demuestra la existencia de quien si puso en peligro su propia vida y la de sus familias... aquellas víctimas que iniciamos una lucha de denuncia pública en diversos frentes: contra los terroristas y contra los que les apoyaron por un lado y contra los políticos aprovechados que han utilizado nuestro dolor para ganar votos por otro.

Y hablando de escribir sobre víctimas del terrorismo en tiempos problemáticos, fueron muchos los que lo hicieron mientras la banda terrorista ETA estaba activa. Por ejemplo, mi admirado y gran amigo Goyo Martínez (EPD) que no lo escribió su libro haciendo tristes y erráticos “copia y pega” de la Wikipedia como otros…

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