martes, 20 de mayo de 2014

20 mayo 2014 (18.05.14) (2) LRDLA La Marea

18 mayo 2014
“Sólo matamos políticos corruptos en la ficción”

España, dentro de cinco años. Ya no existen las autonomías, el Estado del Bienestar se ha volatilizado y se gobierna con mano dura. Una mujer con un cáncer terminal, Sofía del Valle, decide asesinar al corrupto ministro de Sanidad y explicar sus motivos en la red. Su acto será copiado por otros enfermos y desencadenará una revolución imparable. Con este argumento, y con la intención de “lanzar un grito de advertencia”, el periodista Oriol Clavell y el actor y realizador Marc Barbena han creado un proyecto multidisciplinar: un libro, una revista digital, cinefórums y una serie, que bajo el título La revolución de los Ángeles está logrando su objetivo: hacer oír el grito. Gracias al micromecenazgo produjeron el primer capítulo, y esperan que la venta del libro o la implicación de una productora ayude a completar el rodaje. Clavell y Barbena reciben a La Marea en casa de este último, en el Eixample barcelonés. “Debemos empezar a pararles los pies”, afirma Clavell, que se enciende cuando dibuja su diagnóstico de la España actual. En mayo proyectarán en Madrid tras los pases en Barcelona, donde, aseguran los creadores, los espectadores sufren una fuerte sacudida.

¿Matar a políticos? ¿Cómo os metéis en este lío?
Marc Barbena: Hay que decir que matamos, en la ficción, a políticos corruptos.
Oriol Clavell: Este matiz es fundamental. Teníamos que llamar la atención para explicar que, si las cosas no cambian, iremos directamente a una revolución, acabaremos a palos. Advertimos de dónde iremos a parar si no se establece un canal de comunicación real entre el pueblo y los políticos, porque ahora no lo hay. Hacen lo que les da la gana y cada vez es más flagrante.

El vínculo entre representantes y representados está roto.
O.C.: No hay división de poderes; la ley electoral sólo perpetúa a los dos grandes partidos, el Senado no sirve para nada, de la disciplina de voto la Constitución no habla y ellos la aplican… Cuando ves que la democracia no existe, ¿qué puedes hacer? Si no se fortalecen los mecanismos que la garantizan, en este país no hay democracia.

En la serie esta situación se ha agravado, ¿qué lleva a la protagonista a tomar una decisión tan drástica?
O.C.: Sofía del Valle no es consciente de que organizaría una revolución, lo hace simplemente fruto de la desesperación. Lo ha hecho todo como piden los políticos, la sociedad, la religión, todos los estándares de nuestra ética moral… La arruina la propia Administración, los bancos no le dan crédito, su marido se suicida para cobrar el seguro de vida y no lo cobra porque hacía tres meses que no lo pagaban… Y le comunican que tiene un cáncer terminal. Antes de cometer el crimen, explica por qué lo hace, pide perdón a sus hijos, a la sociedad, pero no se arrepiente, lo hace plenamente consciente.

La idea de llevar a cabo este acto tan radical se inspira en una enferma terminal real.
O.C.: El doctor Santiago Barambio venía siempre a mis tertulias, tenía un geriátrico, y un día me contó que una yaya le había dicho ‘me bajo a la plaça de Sant Jaume y me cargo al primer político corrupto que me encuentre’. Su familia lo estaba pasando fatal por culpa de la crisis. En la vida real también hay violencia, aquí hay gente que muere…

Y en algunos ámbitos se han escandalizado porque matéis a políticos corruptos en la ficción…
O.C.: Bueno, se escandalizan porque quieren. Porque con los impactos que recibimos hoy en día, escandalizarse por esto yo no me lo creo. Hacen aspavientos, pero para mí, realmente no escandaliza nadie.
M.B.: Pero tampoco hemos recibido ninguna crítica…
O.C.: No hemos recibido ninguna crítica pero de todos los políticos a los que les he enviado un mensaje para que vengan a ver la película, no ha venido ni uno. Igual han tenido miedo a que algún espectador coja y…(Ríe)
M.B.: La ficción es radical. Y la acción de matar debe quedarse en la ficción. Pero lo único que está haciendo es plasmar un pensamiento que tiene mucha gente hoy en día. Lo que pasa es que la gente tiene dos dedos de frente y no lo hará, o esperamos que no lo haga.

¿El hecho de que hayáis hecho esta película se explica también por vuestra propia situación personal?
O.C.: Yo estaba en el programa Protagonistas Cataluña en Punto Radio, y de golpe no es que se acabe el programa, es que cierran la emisora… Después me voy a La Xarxa, que es pública, y allí nos echan porque somos una productora externa y hay un ERE.
M.B.: Este proyecto coincide con varias cosas. Con que a él le echan, por lo tanto tiene tiempo para pensar qué hacer, pero también con un momento, hace un año y pico, cuando hubo todos estos pollos de Rodea el Congreso, y estábamos muy caldeados. Nos decíamos “¿qué podemos hacer?” Teníamos esta idea en la cabeza, que surge de la indignación, y pensamos “¿por qué no lo hacemos?
O.C.: Desde la impotencia que te genera ver que ni tú haces nada, ni tus amigos, ni tu familia, ni tu entorno hace nada. Nos limitamos a ir al ambulatorio del barrio si hacen alguna mani, pero ni eso ya. Porque mucha gente que era activista ya no sale, porque está hastiada…

¿Cuánta parte de ficción y cuánta de realidad tiene la serie?
O.C.: La serie es ficción, aunque está basada en una España en crisis que parte de la realidad de hoy. Si esto sigue igual, ¿qué pasará de aquí a cuatro o cinco años?
M.B.: Acabará como nosotros planteamos. El día siguiente al estreno La Vanguardia publicaba en portada: ‘El Estado reconoce que se ha gastado un 15% del fondo de la Seguridad Social’. En el 2018, ¿a cuánto estaremos? ¿Al 50%, 95% gastado? Irás al médico y te dirán que no hay dinero para atenderte. Ojalá no sea verdad. Lo único que hacemos con este proyecto es decir, señores, ojalá no tengamos que llegar a esta situación, ni por cómo quedará la sociedad, ni por cómo esta responderá. Porque acabarán matando. Hemos planteado que es una enferma terminal que mata a un ministro, pero puede ser un señor que pierde la casa.
O.C.: Hay una mujer que muere precisamente por tener un cáncer de pecho y no se lo detectan a tiempo. Pero es que esto, que se nos hace difícil de creer, ya está pasando en otros niveles…

En la película, el primer asesinato funciona como una chispa…
O.C.: La confesión, sobre todo. Al ver a aquella mujer, aquella madre de familia, explicando a cámara por qué asesina a un ministro, la sociedad no ve a una asesina, ve a una heroína. Por eso convierten a estos enfermos terminales en héroes. Porque ven que es la catarsis que el pueblo necesitaba. Y cambian las tornas gracias a esto, porque los políticos comienzan a tener miedo, y hasta que los políticos no tienen miedo no comienzan a legislar para el pueblo. ¿Qué pasaría si este miedo lo gestiona el pueblo contra sus dirigentes?

Desde los movimientos sociales se dice que el miedo está empezando a cambiar de bando…
M.B.: Yo creo que estamos muy lejos…
O.C.: Los políticos ahora mismo están viviendo su delirium tremens, se están riendo de nosotros, lo están vendiendo todo. Cada vez que veo que se van metiendo en Dubai y estos lugares, estoy convencido de que harán como en estas películas futuristas que tienen una colonia en el espacio: tendrán una colonia en la tierra donde no se podrá acceder si no tienes pasta. ¿Quién te dice que no pasará? ¿La ética? Pero si no tienen…

En esta revolución tiene una importancia fundamental la comunicación en red…
O.C.: Y el periodismo, porque Martina Magri, una de las protagonistas, es periodista. Se va del sistema porque ve que no puede informar. Tiene muy buenos contactos, amigos informáticos, hackers, y un alter ego, @Gargantaprofunda, desde el que publica todas las informaciones delicadas.

Y habéis construido a una protagonista muy religiosa…
M.B.: Es una señora que siempre ha vivido bajo una ética moral, que es el cristianismo, y decide romper esta ética, que parece inquebrantable, y cuyo quinto mandamiento dice ‘no matarás’. Pues ella decide matar, romper con su moral, con su ética, porque la han acorralado de tal manera que no le han dejado otra salida. No quiere que sus hijos tengan ese futuro. Con eso no sabe si cambiará algo, pero le gustaría que algo cambiase, y por eso lo hace.

¿Y lo consigue?
M.B.: Consigue que ese acto, por mimetismo, lo copie muchísima gente. ¿Cómo frenas una revolución no organizada, que va por las redes? Corre como la pólvora.

¿El proyecto en sí mismo pretende ser también una chispa o abrir un debate?
O.C.: Imagínate que nos presentamos a la sociedad sólo con la ficción. Queda cojo. Como periodista he podido hablar con jueces, abogados, policías, y todos tienen un sentimiento parecido al nuestro, a pesar de sus lugares de poder. ¡Pues hagamos cinefórums! Por ejemplo, le decía al juez Santiago Vidal, ‘¿tú me explicarás esto, que me dices tomando un café, en un cinefórum?’ Vale, pues vamos a explicar por qué la democracia se está muriendo y qué hay que hacer para regenerarla.

¿Pedagogía?
O.C.: La gente va loca. No sabe si votar, votar en blanco, abstenerse… Pero por primera vez está escuchando. Si la gente tiene un mensaje claro de que si no vota los está votando a ellos, quizás no haya tanta abstención. El desencanto político es su salvación. Cuanto peor lo hagan, generan más desencanto pero a la vez se blindan más en el poder. ¡Esto es perverso!

Así que policías, jueces y abogados han participado en el proyecto…
O.C.: Antes de empezar a escribir, incluso. Fuimos a buscar a sindicatos de policías de Cataluña, a los Mossos, a la Policía Nacional… para que nos asesorasen en la trama. También para blindarnos, porque si salimos al mundo con esto, a las primeras de cambio nos meten en la cárcel por apología del terrorismo. Con los Mossos pensé ‘éstos, cuando hablen con sus jefes, nos dirán que no’. Y no fue así.

¿Os costó mucho convencer a las personas que participaron en el proyecto de que lo hicieran sin cobrar?
M.B.: Cero. Todos han participado porque se sentían solidarios con el proyecto, porque les gustaba, porque era una manera también para ellos de gritar. Ojalá esto fuera muy bien y recaudásemos mucho dinero, o viniese una gran productora y pudiésemos pagar a la gente.

¿Habéis contactado con alguna?
M.B.: Nuestra idea era ofrecerlo a las productoras. Para nuestra sorpresa, ha habido algunas que nos han contactado y les hemos pasado la información, y la están valorando, o no; no lo sabemos.

¿La radicalidad de la propuesta puede suponer una dificultad para que la compren?
O.C.: No sé si la cogerán o no, si las teles la emitirán o recibirán la llamada de ‘esto ni se te ocurra’, que puede ser. Pero cada vez estoy más convencido de que lo sacaremos adelante gracias a la gente. De la misma manera que hemos producido el primer capítulo, los nueve restantes los podremos hacer sin los políticos. Es más, me da la sensación de que si nos censuran, se les volverá en contra. Como mínimo no descansaré hasta que pase.

¿Cómo reaccionan los espectadores que han visto este primer capítulo?
M.B.: Nos dicen dos cosas: ‘Nos ha interesado y nos ha enganchado’, y que da mucho que pensar. Es lo que queríamos, meter una sacudida y que cada uno reflexione y diga ‘esto que me acaban de explicar quizás no es tan imposible que pase’. No estoy hablando del hecho de matar, sino de que tengamos una sociedad donde perdamos todos los privilegios.
O.C.: Al ver el capítulo la gente ve que el cambio es posible. Por eso sale del cine un poco alterada, porque ahora hay un desánimo… En la serie ves que está pasando algo, la cosa se mueve, este es el subidón. En el fondo todo el mundo piensa, ‘a ver si algún día hay una catarsis’. Quizás es lo que provoca un poco de ilusión.


Oriol Clavell, Marc Barbena i Robert Manrique

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