viernes, 14 de febrero de 2014

12 febrero 2014 El Correo de Andalucia

12 febrero 2014

La vida en un embudo

Marcos Quijada

Parece que hay dirigentes del PP que pretenden relativizarnos la vida, hacernos creer que ese derecho natural que tenemos las personas desde el mismo momento del nacimiento, es un embudo al que se le puede dar la vuelta y se puede convertir en una estrategia de partido, sin el más mínimo rubor. Ayer desayunaba con la noticia de que un cachorro del PP de Majadahonda acusaba de tipeja a Pilar Manjón, para, indecentemente, luego afirmar que dudaba de que su asesinado hijo viajase en los trenes del 11-M. Podríamos pasar esta crueldad por alto si no fuese porque no es la primera vez que desde el PP se atiza con contundencia a esta madre que perdió su hijo ese fatal día. Parece que las madres y sus hijos es una cuestión de conveniencia estratégica para el PP.

Tiene la derecha española la mala costumbre de apropiarse ciertas cuestiones en exclusiva e intentar imponernos su criterio a sangre y fuego, y esta cuestión de las víctimas del terrorismo es una de ellas. Parece como si no compartir con ellos métodos, estrategias e ideas te convirtiera en menos víctima, tuvieras menos dolor, fueses menos madre.

Se creen en la potestad exclusiva de administrar tu dolor no sólo como víctima, sino también como madre y esa arrogancia les hace creerse guardianes de la moral del país, cancerberos del espíritu ibérico. De otra manera no se entendería la vuelta del embudo vital que supone la ley de la maternidad obligada a la que quiere someter Gallardón a la sociedad española, y a las mujeres en particular, bajo el discutible principio del derecho del no nacido y el establecimiento por decreto de la maternidad como camino de la realización de la mujer.

Le guste, o no, al PP y a ese bocazas de Majadahonda, Pilar Manjón es tan víctima del terrorismo como la madre de Miguel Ángel Blanco, y el valor de la vida de ambos es idéntico. Como lo es la de esos inmigrantes que, hostigados con bolas de goma y botes de humo fallecían ahogados en las playas de Ceuta. El único valor que parecen no cuestionar es el del dinero, ese no tiene ni color ni fronteras.

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