martes, 25 de febrero de 2014

25 febrero 2014 (24.02.14) (4) publico.es

25 febrero 2014 (24.02.14)










Tica Font, Directora del Instituto Catalán Internacional por la Paz y miembro del Centre Delàs d’Estudis per la Pau

La semana pasada asistí a la presentación del libro Los ojos del otro, que narra la experiencia de encuentros entre víctimas y ex miembros de ETA. A lo largo de catorce encuentros entre 2011 y 2012, una víctima y un ex etarra se sientan frete a frente hablan del dolor que provoca la pérdida de un ser querido, se reconoce el sufrimiento infringido y se habla de un acto, de un crimen cometido que ha arruinado la vida de la víctima. El objetivo no es el de pedir perdón ni tampoco perdonar, puede que ello se produzca, pero no es el objetivo del encuentro, no hablan de política, solamente hablan de heridas personales profundas, del sentido de la vida y de la búsqueda de la paz interior.
Los instrumentos en estos encuentros son dos, la palabra y la escucha, es un proceso de comunicación basado en la reciprocidad y en la humanidad compartida. Muchos de los ex miembros de ETA que han participado en estos encuentros tuvieron que vencer sus miedos, sus sentimientos de culpa, los miedos a sí mismos y el terror a verse delante de una víctima. La victima necesita saber porque pusieron esa bomba o porque mataron a su familiar, necesita saber que sentía al cometer el atentado, necesita conocer detalles, necesita palpar la sinceridad y honestidad en las explicaciones del victimario. La victima en estos encuentros necesita reprochar e informar del sufrimiento y dolor que ha generado a quien lo ha causado.
Estos encuentros restaurativos ayudan a disminuir el estrés postraumático en las víctimas y resulta sanador para ambos. El victimario ex miembro de ETA en estos encuentros asume individualmente su responsabilidad, reconoce delante de la víctima  el daño que ha cometido, el sufrimiento que ha generado y asume las consecuencias de ello. Los victimarios que han participado de esta experiencia han abandonado ETA, han abandonado el grupo y el entorno más cercano en el que siempre se han movido, han abandonado sus amistades y sus apoyos, han abandonado los referentes en los que apoyarse en este proceso.
Los encuentros son voluntarios, no generan impunidad, no tienen efectos sobre la condena, no son instrumentos generalizables ni masivos, no pueden utilizarse políticamente ni contra otros victimarios ni contra otras víctimas. Son encuentros con objetivos puramente personales, íntimos, profundos, liberadores y sanadores, quedan circunscritos a la esfera íntima de las personas que han querido participar. En estos encuentros, en medio del dialogo, explicarse y escucharse mutuamente, mirándose cara a cara, mirándose a los ojos se puede reencontrar la humanidad.
Con estos encuentros que no son jurídicos, políticos o sociales, las víctimas pueden iniciar o cerrar el proceso de duelo, de reconciliación personal y conectar sus necesidades vitales, puede ayudarles a salir del rol de víctima y retomar la libertad de conducir su vida, con el recuerdo de la perdida, pero liberada de ataduras emocionales.
“El día que decidí abandonar la disciplina de ETA me sentí aterrado, pero comprendí que un nuevo horizonte se podía abrir, creyendo solo en mí y en el apoyo de las personas que me quieren”.
“He matado a doce personas, lo sé, me siento como un monstruo, pero necesito contribuir de alguna manera a paliar el daño que he ocasionado, y por ello quiero ver a familiares de las personas que he matado”.
“Sí, quiero ver al asesino de mi marido, necesito mirarle a los ojos; ahora puedo, he sufrido mucho durante estos años y me he sentido muy sola en esta sociedad, pero ahora creo que tengo fuerzas para verle y hacerle unas cuantas preguntas”.
Ningún preso ha obtenido beneficios penitenciarios por participar en éstos encuentros.
A través de estas experiencias podemos renovar nuestra fe en las personas, nuestras esperanzas de verdad, de justicia, de reparación y de no repetición. Todas las actuaciones reparativas representan un instrumento más para aprender a vivir con el legado de un pasado violento.

Opinión:

Como víctima del terrorismo he participado en el encuentro “reparador” con uno de los autores del atentado en Hipercor, de junio 1987.
Cuidado, he utilizado la palabra encuentro “reparador” que no “restaurativo” y lo hago con todo el sentido que el vocabulario castellano ofrece.
En marzo de 2011 recibí una llamada desde la asociación Lokarri en la que me informaban sobre la posibilidad de un encuentro con Rafael caride Simón, condenado por 24 asesinatos y casi 100 heridos en Cataluña. Debo aclarar que la propuesta vino de parte del propio terrorista y tras meditar muy mucho la idoneidad del tema y comentarla con mi familia y con ciertas víctimas del terrorismo que para mí son ejemplos de dignidad, acepté. En mayo de 2011 llegó a mi domicilio la carta escrita por el propio terrorista y que está ya colgada en este blog en esas fechas aproximadas.
Como había que mantener la discreción más absoluta, el tema se fue trabajando en silencio y mientras tanto también recibí la consulta de dos representantes del Gobierno Vasco para proponerme como candidato a los encuentros “restaurativos” que, paralelamente, se estaban preparando.
Tuve que denegar mi colaboración a esta propuesta por dos motivos: primeramente por estar ya en contacto con el Gobierno central para la misma cuestión y en segundo lugar porque no me pareció acertada la palabra “restaurativo” al hablar de esos encuentros. Seamos sinceros: en tantos años de trabajo y contacto con cientos de víctimas he aprendido que las palabras son tan importantes como las acciones... y yo no tengo nada que “restaurar” con quien quiso asesinarme y asesinó a 24 personas más. Otra historia diferente es que el terrorista pueda merecer una oportunidad de “reparar” el daño causado y esa fue la razón por la que decidí continuar con la propuesta del, ya entonces, ministerio liderado por Fernández Díaz del mismo modo que antes lo hice con el dirigido por Pérez Rubalcaba.
El 15 de mayo de 2012 recibí la llamada desde el Ministerio de Interior para mantener el encuentro “reparador” justo un mes después, el 15 de junio. Cuando recibí la llamada me encontraba justamente en la sede de la delegación de Gobierno en Barcelona junto a otras dos víctimas intentando poner orden en sus correspondientes expedientes ya que quien debía hacerlo no estaba haciendo ningún tipo de gestión al respecto.
Pese a que ese encuentro era confidencial, la única cuestión que no pude controlar fue que la prensa se enterara del tema. Y fue el propio ministro de Interior quien el 6 de junio comentó en una rueda de prensa que “dos víctimas se van a antrevistar con dos de sus victimarios”. Si en las siguientes 24 horas recibí 29 llamadas de diferentes medios de comunicación no fue culpa mía, en absoluto. Y tuve que negar la información a todos ellos, incluso a muchos que son mas amigos que periodistas...
El 15 de junio tuvo lugar el encuentro “reparador”.
Explico todo esto porque, al contrario que otra persona, tuve la dignidad y la personalidad suficiente para ni tan solo estrechar la mano al ser presentados por el Director de la prisión, pensando en todas aquellas víctimas causadas por Rafael Caride Simón a las que conozco después de 25 años de trabajo.
Por lo tanto, encuentro “reparador” para que el asesino haga pública su intención se “reparar” el daño SI.... encuentro “restaurativo”, lo respeto pero no me agrada la palabra.
Curiosamente, la palabra “reparativa” es la que utiliza la Señora Tica Font al final de su excelente artículo. Pero entre “restaurar” y “reparar” hay una enorme diferencia.
Y como de seguro se podrá comprender, no quiero ver ni mucho menos compartir el mismo airte con quien fue capaz de darle la mano a quien me quiso matar y mató a otros 24 indefensos ciudadanos

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