martes, 29 de octubre de 2013

27 octubre 2013 (11) Deia

27 octubre 2013


MAIXABEL LASA ESPOSA DE JUAN MARÍA JAUREGI, ASESINADO POR ETA, Y EXDIRECTORA DE VÍCTIMAS DEL GOBIERNO VASCO

"Le dije que cuando salga de la cárcel no me importaría tomarme un café con él"




La presentación del libro 'Los ojos del otro' en la que se repasan los encuentros restaurativos entre expresos de ETA y víctimas ha hecho revivir a Maixabel Lasa el trágico episodio del asesinato de su marido, pero también el alivio del encuentro con quien lo mató y ahora admite su error
Maixabel Lasa es una de las víctimas del terrorismo que ha dado el paso de mantener un encuentro cara a cara con una de las personas que participaron en el atentado que se cobró la vida de su marido, Juan María Jauregi, en julio del 2000. Su encuentro con Luis Carrasco -preso de la vía Nanclares expulsado de ETA y del colectivo oficial de presos de la organización por su postura crítica con la violencia- supuso una liberación interior para ambos y un paso adelante en la senda de la reconciliación. La exdirectora de la Oficina de Atención a las Víctimas pide al Gobierno español que deje trabajar a los mediadores de reuniones entre presos y sus víctimas y restablezca este tipo de encuentros restaurativos.

¿Por qué cree que el Gobierno de Rajoy ha puesto fin a los encuentros entre víctimas y victimarios?, ¿deberían mantenerse?

Es imprescindible que se retomen estos encuentros restaurativos. Ni les han dicho que no ni les han dicho que sí, pero la realidad es que les ponen muchas trabas para poder llevarlos a cabo, con lo que de momento ha quedado paralizado. Es muy interesante que estas personas que han hecho autocrítica, un reconocimiento personal del reconocimiento del daño causado y de su disposición a participar en la reparación de las víctimas, siguiesen y profundizasen el camino iniciado no solo dentro de las cárceles con otros presos, también en la calle cada vez que tengan una ocasión de salir con un permiso o porque finalizan la condena. Sería conveniente que se extendiese a otras cárceles. Es una lección pedagógica que nos vendría bien a todos.

¿Por qué quería hablar con uno de los asesinos de su marido?

El planteamiento fue justo al revés. Fueron los presos los que se sentían en la necesidad de transmitir a los familiares su arrepentimiento y pidieron a Instituciones Penitenciarias que habilitasen estos encuentros. Por tanto, la iniciativa fue de los propios presos. En el caso de Luis Carrasco, uno de los tres miembros del comando de ETA que hace trece años asesinó a Juan Mari, pidió poder estar conmigo. Yo siempre he querido conocer a las personas que atentaron contra Juan Mari. En el juicio celebrado en la Audiencia Nacional no tuve ocasión de conocerles porque me tocó entrar cuando ellos ya no estaban en la sala.

¿Se encontró con él porque sabía que había hecho autocrítica?

Esta persona ya había hecho un recorrido de autocrítica y de reconocimiento del daño causado que las víctimas en general hemos venido reclamando. Una vez que se me da la oportunidad de encontrarme con un preso que cumple esta condición lo acepté.

¿Cómo fue ese primer momento?

Antes de llegar ahí hubo una labor de preparación por parte de la mediadora tanto con las víctimas que participamos en los encuentros como con los presos. Cuando llegó el día, yo fui con la mediadora, nos recibió el director de la cárcel de Nanclares y nos llevó a una sala pequeñita con una mesa, tres sillas y una jarra de agua. Estuvimos más de tres horas hablando. Cuando llegué la sala estaba vacía, Luis entró después. La mediadora nos presentó y empezamos a hablar. Yo tenía muchas preguntas que hacerle.

¿Él sabe y consiente que usted haga público lo que hablaron?

Sí, de hecho él escribe una carta en el libro. En cualquier caso las preguntas más personales o privadas las omito en esta entrevista por respeto.

¿Qué quería saber?

Le pregunté por Juan Mari, si sabía quién era, si conocía su trayectoria política, por qué lo había matado... Me dijo que no sabía nada de él, ni personal ni profesional. Mató a alguien totalmente desconocido para él, lo que me llamó mucho la atención. Sabía que habían intentado matarle en un par de ocasiones cuando vino a pasar unas semanas a casa, a Legorreta, desde Chile que era donde trabajaba entonces. Le pregunté si en el caso de que cuando planearon matarle hubiera estado yo con él lo habrían asesinado, y me dijo que sí. Me trasladó su pesar desde el primer momento, su reconocimiento de todo el mal y el dolor que nos había causado a toda nuestra familia.

¿Qué le llamó la atención?

Había una cosa que la repitió varias veces: decía que no venía nada bueno en él, a lo que le contesté que si eso fuera cierto yo no estaría allí. Fue uno de los pocos momentos en que sonrió. En mi opinión, es una persona valiente por haber tenido la entereza y el valor de haberse enfrentado a la organización, a reprobar lo que había hecho hasta el momento en que le detienen y lamentar el sufrimiento causado, razón por la que había sido expulsado de ETA y del colectivo de presos. Y así se lo dije. También le dije que con su actuación ha conseguido su libertad y el derecho a ser ciudadano otra vez. De eso se trata cuando hablamos de la reinserción de los presos.

¿Le vale con eso?

Yo sentí una inmensa tranquilidad al saber que él, que era una de las personas que participaron en el asesinato de Juan Mari, estaba arrepentido y reconocía el daño causado. Esa es la forma más intensa de deslegitimar la violencia. Además, otro de los miembros del comando, Ibon Etxezarreta, me ha escrito una carta en la que también hace autocrítica y reconoce el mal causado. Saber que dos de los tres miembros del comando han seguido este camino me reconforta mucho. Yo pensaba que no me iba a ofrecer ningún beneficio personal, pero la verdad es que me siento mucho más aliviada.

¿Cómo fue la despedida?

Nos despedimos. Yo le dije que cuando salga de la cárcel no me importaría tomar un café con él.

Solo los presos de la llamada vía Nanclares han dado el paso de querer hablar con las víctimas.

El responsable de ello es la propia ETA porque promete a los presos que la solución a su situación va a venir de forma colectiva cuando saben que no es cierto. Esto no se va a resolver colectivamente. La organización los tiene maniatados, son presos por partida doble: porque físicamente están recluidos para cumplir su condena; y porque su propia organización les impide acogerse a beneficios penitenciarios, progresión de grados… a los que tienen derecho todos los reclusos. Por eso digo que si a las personas que, como Luis Carrasco, han hecho un recorrido de autocrítica se les permitiese debatir y hablar eso se extendería entre el colectivo. Lo que hemos visto esta semana con la resolución del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot va a dejar claro que las soluciones van a ser individuales más que colectivas.

¿Son una referencia ética?

Me parece muy importante política y éticamente. Cuando un preso sale de la cárcel no es lo mismo que salga con el puño al aire y pensando que es un héroe o salir siendo consciente de que lo que han hecho es terrible.

 

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